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  • El cristianismo se extiende entre los judíos del siglo primero
    La Atalaya 2005 | 15 de octubre
    • El mundo judío del siglo primero

      ¿Cuántos judíos había en la diáspora en el siglo primero? Muchos eruditos parecen concordar con lo que dice el libro El pueblo judío. Odisea a través de los siglos: “Es difícil disponer de cifras precisas, pero se puede calcular que antes del año 70 vivían dos millones y medio de judíos en Judea y bastante más de cuatro millones en la diáspora romana [...]. Es probable que los judíos representaran algo así como una décima parte de la población total del imperio, y en los lugares de mayor concentración, las ciudades de las provincias orientales, pueden haber llegado a constituir una cuarta parte de la población”.

      Las mayores concentraciones se hallaban en Siria, Asia Menor, Babilonia y Egipto, en el este; y las comunidades más pequeñas se encontraban en Europa. Algunos cristianos judíos bien conocidos procedían de la diáspora, como Bernabé, de Chipre; Prisca y Áquila, naturales del Ponto que vivieron en Roma; Apolos, de Alejandría, y Pablo, de Tarso (Hechos 4:36; 18:2, 24; 22:3).

      Las comunidades de la diáspora mantenían muchos vínculos con la tierra de sus antepasados. Por ejemplo, enviaban el impuesto anual para el templo de Jerusalén, lo cual era una forma de participar en las actividades del templo y en la adoración que allí se rendía. A este respecto, el erudito John Barclay comenta: “Existen suficientes pruebas de que las comunidades de la diáspora recaudaban escrupulosamente este dinero y lo complementaban con los donativos de los ricos”.

      Otro vínculo lo constituían las decenas de miles de peregrinos que viajaban a Jerusalén todos los años con motivo de las fiestas, como lo deja ver el relato de Hechos 2:9-11 sobre el Pentecostés del año 33. Los peregrinos judíos que acudieron en aquella ocasión provenían de Partia, Media, Elam, Mesopotamia, Capadocia, Ponto, la provincia romana de Asia, Frigia, Panfilia, Egipto, Libia, Roma, Creta y Arabia.

      Quienes estaban encargados de la administración del templo de Jerusalén se comunicaban por escrito con los judíos de la diáspora. Gamaliel, el maestro de la Ley mencionado en Hechos 5:34, envió cartas a Babilonia y a otras partes del mundo. Además, cuando el apóstol Pablo llegó como prisionero a Roma, alrededor del año 59, “los hombres prominentes de los judíos” le dijeron: “Ni hemos recibido nosotros cartas acerca de ti de Judea, ni ninguno de los hermanos que han llegado ha informado ni hablado ninguna cosa inicua acerca de ti”. Estas palabras indican que a menudo se recibían en Roma cartas e informes procedentes de Palestina (Hechos 28:17, 21).

      La Biblia que usaban los judíos de la diáspora era una traducción griega de las Escrituras Hebreas, conocida como la Septuaginta, o Versión de los Setenta. Una obra de consulta dice: “Parece razonable concluir que [la versión de] los LXX era leída y aceptada como la Biblia judía o los ‘escritos sagrados de la diáspora’”. Los primeros cristianos emplearon extensamente esta traducción en su enseñanza.

  • El cristianismo se extiende entre los judíos del siglo primero
    La Atalaya 2005 | 15 de octubre
    • Las comunidades judías en el este

      Durante el siglo primero, la comunidad más grande de la diáspora se hallaba en Egipto, sobre todo en su capital, Alejandría. Este centro comercial y cultural tenía una población judía que ascendía a centenares de miles, y había sinagogas por toda la ciudad. Filón, un judío alejandrino, afirmó que en Egipto había por lo menos un millón de judíos en ese tiempo. También había una gran cantidad en la cercana Libia, en la ciudad de Cirene y sus alrededores.

      Algunos de los judíos que se hicieron cristianos procedían de tales lugares. Leemos acerca de “Apolos, natural de Alejandría”, así como de “algunos varones de Chipre y de Cirene” y de “Lucio de Cirene”, los cuales apoyaban la congregación de Antioquía de Siria (Hechos 2:10; 11:19, 20; 13:1; 18:24). Aparte de eso, la Biblia no dice nada más sobre la obra que efectuaron los primeros cristianos en Egipto y sus alrededores, salvo el testimonio que el evangelizador cristiano Felipe dio al eunuco etíope (Hechos 8:26-39).

      Babilonia, que se extendía hasta Partia, Media y Elam, concentraba otra importante comunidad judía. Un historiador dice que “había poblaciones judías en todo el territorio de las llanuras del Tigris y el Éufrates, desde Armenia hasta el golfo Pérsico, así como hasta el mar Caspio al nordeste, y Media al este”. Según la Encyclopaedia Judaica, había 800.000 judíos o más. Josefo, historiador judío del siglo primero, dice que decenas de miles de judíos de Babilonia viajaban a Jerusalén con ocasión de las fiestas anuales.

      ¿Se bautizaron algunos de esos peregrinos de Babilonia en el Pentecostés del año 33? No lo sabemos, pero entre los que oyeron al apóstol Pedro aquel día figuraban algunos de Mesopotamia (Hechos 2:9). Lo que sí sabemos es que el apóstol Pedro estuvo en Babilonia hacia los años 62 a 64. Allí escribió su primera carta y posiblemente también la segunda (1 Pedro 5:13). Babilonia, con su enorme población de judíos, obviamente formaba parte del territorio que se asignó a Pedro, Juan y Santiago en la reunión mencionada en la carta a los gálatas.

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