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  • “Luz clara” sobre la Biblia procedente de la biblioteca más antigua de Rusia
    La Atalaya 2005 | 15 de julio
    • Tesoros bíblicos de Crimea

      En la introducción de este artículo mencionamos a otro erudito que buscaba tesoros bíblicos. ¿Quién era? Unos años antes de que Tischendorf regresara a Rusia, se ofreció a la Biblioteca Imperial una colección de textos tan increíble que despertó el interés del zar y atrajo a estudiosos de toda Europa. Era difícil creer lo que tenían ante sus ojos: una enorme colección de manuscritos y otros materiales. Constaba de 2.412 piezas, incluidos 975 manuscritos y rollos. Entre estos figuraban 45 manuscritos de Biblias anteriores al siglo X. Por increíble que parezca, todo lo había recopilado un solo hombre, Abraham Fírkovich, un estudioso caraíta que en aquel tiempo tenía más de 70 años. Pero ¿quiénes eran los caraítas?b

      Esta pregunta fue de gran interés para el zar. Rusia había extendido sus fronteras hasta abarcar territorios anteriormente ocupados por otros países, por lo que el imperio contaba con nuevos grupos étnicos. La pintoresca región de Crimea, a orillas del mar Negro, estaba habitada por un pueblo que parecía judío, pero que tenía costumbres turcas y hablaba un idioma emparentado con el tártaro. Estos caraítas decían ser descendientes de los judíos exiliados a Babilonia tras la destrucción de Jerusalén en 607 antes de nuestra era. Sin embargo, a diferencia de los judíos rabínicos, rechazaban el Talmud y recalcaban la lectura de las Escrituras. Los caraítas de Crimea estaban deseosos de probar ante el zar que eran diferentes de los judíos rabínicos, lo que les daría un estatus distinto. Con la presentación de manuscritos antiguos que eran propiedad de los caraítas, esperaban demostrar que descendían de los judíos que habían emigrado a Crimea tras el destierro en Babilonia.

      Cuando Fírkovich emprendió su búsqueda de documentos y manuscritos antiguos, empezó con las viviendas en los acantilados de Chufut-Kale, en Crimea. Durante generaciones, estas pequeñas edificaciones construidas con rocas excavadas de los acantilados habían sido la morada y el lugar de adoración de los caraítas. Este pueblo nunca destruía las copias gastadas de las Escrituras donde apareciera el nombre divino, Jehová, por considerarlo un sacrilegio. Los manuscritos se guardaban cuidadosamente en un pequeño almacén llamado guenizá, que en hebreo significa “escondite”. En vista del profundo respeto que los caraítas le tenían al nombre divino, tales pergaminos rara vez se tocaban.

      Sin desanimarse por el polvo acumulado durante siglos, Fírkovich examinó con cuidado las guenizás. En una encontró un manuscrito del año 916 de nuestra era. Este famoso manuscrito, llamado Códice de Petersburgo de los Últimos Profetas, es una de las copias más antiguas que existen de las Escrituras Hebreas.

      Fírkovich acumuló una gran cantidad de manuscritos, y en 1859 decidió ofrecer su inmensa colección a la Biblioteca Imperial. En 1862, Alejandro II ayudó a comprar la colección para la biblioteca por la entonces enorme suma de 125.000 rublos. En aquel tiempo, el presupuesto de toda la biblioteca no ascendía a más de 10.000 rublos al año. La compra incluyó el famoso Códice de Leningrado (B 19A), que data del año 1008 y es la copia completa más antigua del mundo de las Escrituras Hebreas. Un estudioso comentó que es “probablemente el manuscrito de la Biblia más importante, pues estableció el texto de la mayoría de las ediciones críticas modernas de la Biblia hebrea”

  • “Luz clara” sobre la Biblia procedente de la biblioteca más antigua de Rusia
    La Atalaya 2005 | 15 de julio
    • [Ilustración de la página 12]

      Abraham Fírkovich

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