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    • Job con el cuerpo lleno de úlceras y un bastón en la mano mirando al cielo

      EJEMPLOS DE FE | JOB

      No renunció a su integridad

      Imagínese a un hombre sentado en el suelo y lleno de úlceras dolorosas de los pies a la cabeza. Está encorvado y con la cabeza agachada. Nadie lo acompaña y no tiene energía ni siquiera para espantar las moscas que se le acercan. Para mostrar su duelo, está sentado sobre cenizas. Lo único que le queda es rascar su piel lastimada con un pedazo de vasija de barro. Este hombre ha perdido tanto... La verdad es que no podría estar peor. Sus amigos, vecinos y familiares lo han abandonado. Todos, hasta los niños, se burlan de él. Cree que su Dios, Jehová, le ha dado la espalda. Pero está totalmente equivocado (Job 2:8; 19:18, 22).

      Hablamos de Job. Dios dijo que no había nadie “como él en la tierra” (Job 1:8). Y siglos después, Jehová seguía considerando a Job uno de los hombres más justos que había existido (Ezequiel 14:14, 20).

      ¿Se está enfrentando usted a dificultades o desgracias? La historia de Job puede consolarlo. También lo ayudará a entender mejor una cualidad que todos los siervos fieles de Dios necesitamos: la integridad. Los seres humanos demostramos que somos completamente íntegros cuando nos mantenemos fieles y seguimos haciendo la voluntad de Dios a pesar de las dificultades. Veamos qué nos enseña el ejemplo de Job.

      Lo que Job no sabía

      Al parecer, un tiempo después de que Job muriera, Moisés, otro hombre fiel, escribió la historia de Job. Por inspiración divina, Moisés pudo revelar no solo lo que le pasó a Job, sino también lo que había pasado en el cielo.

      Al principio del relato, vemos a Job disfrutando de una vida plena y feliz. Job era un hombre rico, famoso y respetado en la tierra de Uz, posiblemente en el norte de la península arábiga. Era muy generoso con los pobres y protegía a los indefensos. Jehová bendijo a Job y a su esposa con diez hijos. Pero lo más importante de todo es que era un hombre espiritual. Siempre buscaba la aprobación de Jehová, lo mismo que habían hecho sus parientes lejanos Abrahán, Isaac, Jacob y José. Al igual que esos patriarcas, Job ofrecía sacrificios con regularidad a favor de su familia, como un sacerdote (Job 1:1-5; 31:16-22).

      De repente, el relato cambia de escenario. Ahora nos enteramos de cosas que estaban pasando en el cielo y que Job no podía saber. Los ángeles fieles estaban reunidos ante Jehová cuando llegó Satanás, el ángel rebelde. Jehová sabía que Satanás odiaba al justo Job, por eso le habló de la sobresaliente integridad de este hombre. Con gran descaro, Satanás dijo: “¿Ha temido Job a Dios por nada? ¿No has puesto tú mismo un seto protector alrededor de él y alrededor de su casa y alrededor de todo lo que tiene en todo el derredor?”. Satanás odia a las personas íntegras. Y, cuando ellas demuestran devoción de todo corazón a Jehová, dejan claro que Satanás es un traidor despiadado. Pero volvamos al relato de Job. El Diablo insistió en que Job servía a Jehová por motivos egoístas y que lo maldeciría en su misma cara si lo perdía todo (Job 1:6-11).

      Job no lo sabía, pero Jehová le estaba dando una gran oportunidad: probar que Satanás estaba equivocado. A Satanás se le permitió quitarle a Job todo lo que tenía. Lo único que no podía hacer era lastimarlo físicamente. Así que puso en marcha su cruel plan. En un solo día, Job sufrió una serie de terribles tragedias. Se enteró de que se había quedado sin ganado, primero sin bueyes y burros, luego sin ovejas y después sin camellos. Lo más triste fue que sus sirvientes murieron. De hecho, un mensajero le dijo a Job que las ovejas y unos sirvientes habían muerto porque desde el cielo había caído “fuego de Dios”, quizás un rayo. Job aún no había asimilado todas esas muertes y la pobreza en la que ahora estaba cuando recibió el golpe más duro de todos. Sus diez hijos estaban reunidos en la casa del hermano mayor cuando se desató un fuerte viento que derribó la casa y los mató a todos (Job 1:12-19).

      Es difícil, o casi imposible, imaginar cómo se sintió Job. Se rasgó la ropa, se afeitó la cabeza y cayó al suelo. Llegó a la conclusión de que, tal como Jehová le había dado, ahora le había quitado. De hecho, Satanás hizo que pareciera que Dios había provocado todos esos desastres. Sin embargo, Job no maldijo a Dios como Satanás había predicho. Al contrario, dijo: “Continúe siendo bendito el nombre de Jehová” (Job 1:20-22).

      Job con su esposa y sus hijos cuando eran felices; Satanás entra en una reunión de Dios con sus ángeles fieles

      Job no sabía que Satanás lo estaba difamando ante Jehová.

      Seguro que “te maldice en tu misma cara”

      Lleno de furia, Satanás no se dio por vencido. Volvió a entrar cuando los ángeles estaban reunidos ante Jehová. Una vez más, Jehová elogió la integridad de Job, pues seguía manteniéndose fiel a pesar de los ataques que estaba sufriendo. Entonces, Satanás alegó: “Piel en el interés de piel, y todo lo que el hombre tiene lo dará en el interés de su alma. Para variar, sírvete alargar la mano, y toca hasta su hueso y su carne, y ve si no te maldice en tu misma cara”. Satanás estaba seguro de que, si Job enfermaba gravemente, maldeciría a Dios. Pero Jehová confiaba por completo en Job, por eso le permitió a Satanás que lo atacara con una enfermedad, con la condición de que no lo matara (Job 2:1-6).

      Poco después, Job se convirtió en el hombre que se describe al principio de este artículo. Imagínese a su pobre esposa. Ya se sentía destrozada por la pérdida de sus diez hijos y ahora tenía que ver el terrible sufrimiento de su esposo, sin poder hacer nada para ayudarlo. Estaba tan desesperada que le dijo: “¿Todavía estás reteniendo firmemente tu integridad? ¡Maldice a Dios, y muere!”. La mujer que Job conocía y amaba nunca habría dicho algo así. Para él estaba claro que su esposa había perdido la razón. A pesar de todo, Job se negó a maldecir a Dios y no pecó con sus palabras (Job 2:7-10).

      ¿Sabía usted que esta triste historia ocurrió de verdad y nos afecta a todos? Fíjese en que Satanás lanzó esas acusaciones venenosas no solo contra Job, sino contra toda la humanidad. Él afirmó: “Todo lo que el hombre tiene lo dará en el interés de su alma”. En otras palabras, Satanás dijo que los seres humanos no podemos ser íntegros. Él insiste en que usted no ama de verdad a Dios y en que le dará la espalda rápidamente si su vida está en juego. De hecho, Satanás dice que usted es igual de egoísta que él. ¿Le gustaría demostrar que está equivocado? Todos tenemos esa oportunidad (Proverbios 27:11). Ahora veamos a qué nueva situación se enfrenta Job.

      Amigos que no lo consolaron

      Tres conocidos de Job, que la Biblia describe como amigos o compañeros, se enteraron de las desgracias que le habían ocurrido y viajaron para visitarlo y consolarlo. Al verlo desde lejos, no pudieron reconocerlo. El dolor que tenía que soportar era terrible y la piel se le había puesto negra por la enfermedad. Ya no era ni la sombra del hombre que un día fue. Los tres hombres, Elifaz, Bildad y Zofar, hicieron un gran despliegue de tristeza fingida. Se pusieron a llorar a gritos y a lanzarse polvo sobre la cabeza. Luego se sentaron en el suelo cerca de Job sin pronunciar ni una sola palabra. Así estuvieron toda una semana, día y noche, sin decir absolutamente nada. Pero no se quedaron callados porque quisieran consolarlo. En realidad, no le preguntaron nada sobre lo que había pasado y se conformaron con saber lo que era obvio: Job estaba sufriendo muchísimo (Job 2:11-13; 30:30).

      Finalmente, fue Job quien tuvo que empezar la conversación. Con palabras llenas de dolor, maldijo el día de su nacimiento. Luego reveló la razón principal de su angustia. Creía que Dios era el causante de todos sus problemas (Job 3:1, 2, 23). Aun así, Job no había perdido la fe en Dios, pero necesitaba consuelo desesperadamente. Y, cuando esos compañeros empezaron a hablar, Job seguramente pensó que habría sido mejor que no hubieran abierto la boca (Job 13:5).

      Elifaz fue el primero en hablar. Es posible que fuera el mayor de los tres y mucho mayor que Job. Luego le siguieron los otros dos, que simplemente apoyaron sin pensar lo que había dicho Elifaz. Algunas de sus palabras podrían parecer inofensivas, pues mencionaron cosas muy ciertas, como que Dios es grande, que castiga a los malos y que recompensa a los buenos. Desde el principio, sin embargo, se notaba que su interés en Job no era sincero. Por ejemplo, Elifaz usó una lógica simplista. Dio a entender que, si Dios es bueno y castiga a los malos, era obvio que Job estaba recibiendo un castigo porque había hecho algo malo (Job 4:1, 7, 8; 5:3-6).

      No sorprende que Job rechazara por completo esos argumentos (Job 6:25). Pero los tres estaban cada vez más convencidos de que Job era culpable de algún pecado oculto. Creían que se merecía todo lo que le estaba pasando. Elifaz acusó a Job de creerse superior, de ser malvado y de no temer a Dios (Job 15:4, 7-9, 20-24; 22:6-11). Zofar le dijo a Job que dejara de hacer lo malo y de disfrutar del pecado (Job 11:2, 3, 14; 20:5, 12, 13). Y lo que Bildad dijo fue extremadamente cruel. Dio a entender que, si los hijos de Job habían muerto así, era porque habían pecado y se lo merecían (Job 8:4, 13).

      Job rechaza lo que dice Elifaz; Bildad, Zofar y Elihú observan

      Los tres hombres que fueron a ver a Job, en vez de consolarlo, empeoraron su sufrimiento.

      La integridad bajo ataque

      Esos hombres insensatos hicieron algo todavía peor. No solo pusieron en duda la integridad de Job, sino que dieron a entender que ni siquiera valía la pena esforzarse por ser íntegros. La primera vez que Elifaz habló, explicó que había tenido un misterioso encuentro con un ser invisible. La conclusión a la que llegó a partir de esa experiencia demoníaca fue perversa. Dijo que Dios no confía en sus siervos y encuentra faltas en sus ángeles. Si esa conclusión fuera cierta, significaría que los humanos nunca podrían complacer a Dios. Después, Bildad afirmó que a Dios le importaba la integridad de Job tanto como la integridad de un gusano (Job 4:12-18; 15:15; 22:2, 3; 25:4-6).

      ¿Alguna vez ha intentado consolar a alguien que está sufriendo un gran dolor? No es nada fácil. Pero las palabras de los compañeros insensatos que visitaron a Job nos enseñan mucho sobre lo que no debemos decir. Por ejemplo, en la larga lista de palabras arrogantes que usaron en sus razonamientos equivocados, esos tres hombres nunca se dirigieron a Job por su nombre. No se molestaron en pensar que Job tenía el corazón destrozado ni vieron la necesidad de tratarlo con amabilidad.a Por eso, si alguien a quien usted aprecia está desanimado, sea amable, cariñoso y considerado. Trate de animarlo y de fortalecer su fe. Ayúdelo a confiar en Dios, en su gran bondad, su misericordia y su justicia. Eso es lo que Job hubiera hecho por sus compañeros (Job 16:4, 5). Pero ¿cómo reaccionó Job a los continuos ataques contra su integridad?

      Job se mantuvo firme

      El pobre Job ya estaba muy desanimado cuando comenzó esta larga discusión. Desde el principio admitió que sus afirmaciones a veces eran “habla desatinada” y las palabras de un hombre desesperado (Job 6:3, 26). Entendemos por qué dijo eso. Sus palabras reflejaban la agonía de su corazón. Además, no sabía la razón de su sufrimiento. Job llegó a la conclusión de que Jehová había provocado las tragedias que estaban viviendo él y su familia porque todas habían sucedido muy repentinamente y parecían venir de una fuente sobrenatural. Había muchas cosas importantes que Job no sabía, por eso basó algunas de sus conclusiones en ideas equivocadas.

      A pesar de todo, la fe que tenía Job era muy fuerte. Su profunda fe se notaba en la mayoría de las cosas que mencionó durante esa larga discusión. Dijo hermosas verdades que nos animan hoy a todos. Su forma de hablar sobre las maravillas de la creación deja claro que Dios lo ayudó a describirlas como ningún humano hubiera podido hacerlo. Por ejemplo, dijo que Jehová está “colgando la tierra sobre nada”, algo que los científicos descubrieron muchos siglos después (Job 26:7).b Y, cuando Job habló de su esperanza para el futuro, se expresó con la misma confianza que otros hombres fieles también tuvieron. Job creía que, si moría, Dios se acordaría de él, ansiaría volver a verlo y le devolvería la vida en el futuro (Job 14:13-15; Hebreos 11:17-19, 35).

      Volvamos al tema de la integridad. Elifaz y sus dos compañeros insistieron en que a Dios no le importa la integridad de un hombre. ¿Se tragó Job esa vil mentira? Por supuesto que no. Job estaba convencido de que a Dios sí le importa que seamos íntegros. Dijo con mucha seguridad: “Dios llegará a conocer mi integridad” (Job 31:6). De hecho, Job se dio cuenta de que sus supuestos amigos en realidad estaban atacando su integridad con esos razonamientos engañosos. Esto lo motivó a pronunciar las palabras que terminarían de una vez por todas con la discusión y que dejarían a estos tres hombres sin argumentos.

      Job sabía que la integridad se demuestra todos los días. Y así lo reflejó en su modo de vivir. Por ejemplo, evitó todas las formas de idolatría, trató a los demás con bondad y dignidad, se mantuvo limpio en sentido moral y cuidó su matrimonio. Sobre todo, siempre fue leal a Jehová, el único Dios verdadero. Por eso, pudo decir con sinceridad que no renunciaría a su integridad hasta el día de su muerte (Job 27:5; 31:1, 2, 9-11, 16-18, 26-28).

      Job de pie frente a Elifaz, Bildad y Zofar

      Job no renunció a su integridad.

      Imitemos el ejemplo de fe de Job

      ¿Es para usted la integridad tan importante como lo fue para Job? Parece solo una palabra, pero para Job era más que eso. Demostramos que somos completamente íntegros cuando obedecemos a Dios y hacemos lo que nos pide todos los días, aunque tengamos dificultades. Así haremos feliz a Jehová y probaremos que Satanás está equivocado. Hace siglos, precisamente eso fue lo que hizo Job. Y lo mejor que podemos hacer es imitarlo.

      Pero la historia de Job no acaba aquí. En cierto momento, Job perdió el equilibrio y se concentró tanto en defender su reputación de hombre justo que se olvidó de defender la reputación de Dios. Le hacía falta recibir ayuda espiritual y corregir su punto de vista. Además, todavía estaba de duelo y necesitaba consuelo con urgencia. ¿Cómo ayudaría Jehová a este hombre íntegro y fiel? Esta y otras preguntas se responderán en otro artículo de esta serie.

      a Por increíble que parezca, Elifaz creyó que él y sus amigos le habían hablado con amabilidad a Job, quizás porque no habían levantado la voz (Job 15:11). Pero hasta las palabras dichas en tono suave pueden ser ásperas e hirientes.

      b Hasta donde se sabe, tuvieron que pasar unos 3.000 años para que los científicos empezaran a aceptar la idea de que no hacía falta que la Tierra estuviera sostenida sobre alguna sustancia u objeto físico. Y no fue sino hasta que se tomaron las primeras fotografías desde el espacio que se pudieron tener pruebas visuales y convincentes de lo que Job había dicho.

  • Jehová curó su dolor
    Ejemplos de fe
    • Job enfermo y con la piel llena de costras

      EJEMPLOS DE FE | JOB

      Jehová curó su dolor

      Aquel grupo de hombres por fin se queda callado. El único sonido que se escucha es el de una cálida brisa del desierto de Arabia. Después del largo debate, Job no tiene nada más que decir. Podemos imaginarlo con la mirada clavada en sus supuestos amigos, Elifaz, Bildad y Zofar. ¿Acaso iban a atreverse a seguir hablando? No. Frustrados, bajan la vista. Sus “palabras vacías” y comentarios hirientes no sirvieron de nada (Job 16:3). Job está más decidido que nunca a defender su integridad.

      Lo había perdido todo: sus riquezas, sus 10 hijos, el respeto de sus amigos y vecinos, y hasta su salud. La piel se le había puesto negra; estaba llena de costras y cubierta de gusanos. Y hasta su aliento era repugnante. Él sentía que lo único que le quedaba era su integridad (Job 7:5; 19:17; 30:30). Los ataques de esos tres hombres lo habían llenado de rabia. Job estaba decidido a demostrar que no era culpable de ningún pecado, como ellos afirmaban. La respuesta de Job los dejó callados y por fin dejaron de hacerle daño con sus palabras. Pero el dolor de Job no había desaparecido. Necesitaba ayuda desesperadamente.

      Job no estaba pensando con claridad, y es comprensible. Necesitaba que lo ayudaran a cambiar su punto de vista y que lo consolaran de verdad, justo lo que sus supuestos amigos no hicieron. ¿Alguna vez se ha sentido así? ¿Se ha sentido abandonado por personas que usted veía como amigos? Saber qué hizo Jehová para ayudar a su siervo y ver cómo reaccionó Job puede ayudarnos a recuperar la esperanza y a seguir adelante.

      Un amigo sabio y amable

      De pronto, la historia de Job da un giro. Resulta que desde el principio había allí otra persona: un joven llamado Elihú. En silencio, él había escuchado todo lo que los mayores habían dicho, aunque no estaba para nada de acuerdo.

      A Elihú le decepcionó ver que un hombre justo como Job se hubiera dejado llevar por las provocaciones de aquellos hombres hasta el punto de querer “demostrar que él tenía razón y no Dios”. Pero Elihú se puso en el lugar de Job y comprendía que estaba sufriendo, que era una persona sincera y que necesitaba con urgencia que alguien lo ayudara y lo consolara. Es lógico que ya no pudiera aguantar a esos tres hipócritas. Había visto cómo atacaban a Job tratando de acabar con su fe, su dignidad y su integridad. Y peor todavía: sus ideas retorcidas daban a entender que Dios era malo. ¡Con razón Elihú no pudo quedarse callado! (Job 32:2-4, 18).

      Elihú dijo: “Yo soy joven y ustedes son hombres de edad. Así que me quedé callado por respeto y no me atreví a decirles lo que sé”. Pero añadió: “La edad por sí misma no hace a alguien sabio ni son solo los hombres de edad los que comprenden lo que es correcto” (Job 32:6, 9). A continuación, Elihú habló largo y tendido, y demostró que lo que había dicho era verdad. Su enfoque fue muy diferente al de Elifaz, Bildad y Zofar. Primero, le aseguró a Job que no le hablaría con desprecio ni lo presionaría más. Al usar su nombre para hablar con él, demostró que lo respetaba.a Dándose cuenta de que lo habían maltratado, le dijo: “Pero ahora, Job, oye mis palabras, por favor” (Job 33:1, 7; 34:7).

      Elihú le habla a Job con dignidad y cariño mientras los otros tres hombres están sentados al fondo

      Elihú usó el nombre de Job al hablar con él y lo trató con dignidad y cariño.

      Cuando Elihú aconsejó a Job, fue sincero y le dijo: “Tú dijiste [...] ‘Soy puro, sin ofensa; estoy limpio, sin culpa. Pero Dios encuentra motivos para oponerse a mí’”. Entonces Elihú fue a la raíz del problema y le preguntó: “¿Estás tan seguro de que tienes razón que dirías ‘Soy más justo que Dios’?”. El joven Elihú vio que Job tenía que cambiar su punto de vista, así que continuó diciendo: “No tienes razón en lo que dices” (Job 33:8-12; 35:2). Entendía que Job estaba lleno de rabia debido a todo lo que había perdido y a las palabras hirientes de sus supuestos amigos. Pero le advirtió: “Ten cuidado: que la furia no te lleve al rencor” (Job 36:18).

      Elihú defiende la bondad de Jehová

      Elihú salió a defender a Jehová. Con palabras sencillas pero poderosas, dijo una gran verdad: “¡Es impensable que el Dios verdadero actúe con maldad, que el Todopoderoso haga algo injusto! Está claro que Dios no actúa con maldad; el Todopoderoso no tuerce la justicia” (Job 34:10, 12). Para demostrar que Jehová es misericordioso y justo, Elihú le recordó a Job que Dios pudo haberlo castigado por hablar con falta de respeto. Pero no lo hizo (Job 35:13-15). Por supuesto, Elihú sabía que no tenía todas las respuestas, así que fue humilde y dijo: “Dios es más grande de lo que podemos entender” (Job 36:26).

      El consejo de Elihú fue directo y también amable. Con sus palabras, le dio a Job la maravillosa esperanza de que en el futuro Jehová lo curaría y diría de él: “Que su carne se vuelva más fresca que cuando era joven; que él tenga otra vez el vigor de su juventud”. Elihú también fue amable con él al no sermonearlo. Más bien, lo invitó a expresarse. Le dijo: “Habla, porque quiero demostrar que tienes razón” (Job 33:25, 32). Pero Job no dijo nada. Como no se sintió atacado, no tenía la necesidad de defenderse. Tal vez lloró aliviado al ver que Elihú de verdad se preocupaba por él.

      Podemos aprender mucho de estos dos hombres fieles. Por un lado, Elihú nos enseña cómo aconsejar y consolar a quienes lo necesitan. Los amigos de verdad no se quedan callados cuando ven que alguien debe corregir algo o está tomando malas decisiones (Proverbios 27:6). Esa es la clase de amigos que queremos ser. Si alguien está pasando por un momento difícil y habla sin pensar, ayudémosle con cariño. Por otro lado, Job nos enseña que debemos ser humildes y escuchar los consejos si somos nosotros los que necesitamos ayuda. No los rechacemos, pues a todos nos hacen falta, y hasta pueden salvarnos la vida (Proverbios 4:13).

      “Desde la tempestad”

      Elihú mencionó varias veces el viento, las nubes, los truenos y los relámpagos. Dijo sobre Jehová: “Escuchen con atención el estruendo de su voz”. Y luego habló de una “tempestad de viento” (Job 37:2, 9). Parece que, mientras hablaba, se levantó un viento que se hizo cada vez más intenso hasta convertirse en una tempestad. Y entonces ocurrió algo impresionante: ¡Jehová habló! (Job 38:1).

      ¿Se imagina escuchar al Creador del universo dar una clase de ciencias naturales?

      Cuando llegamos a esta parte del libro de Job, es muy bonito ver las palabras que Jehová le dirige. Las verdades que le dice son como un viento que se lleva todas las mentiras de Elifaz, Bildad y Zofar. Al principio, Jehová ni siquiera les habla a ellos. Se centra solo en Job y lo corrige como haría un padre con su querido hijo.

      Jehová comprendía el dolor de Job. Sentía compasión por él, como siempre hace cuando ve sufrir a alguno de sus queridos hijos (Isaías 63:9; Zacarías 2:8). Pero también sabía que Job había estado “hablando sin conocimiento”, y eso solo empeoró su situación. Así que Jehová lo corrigió haciéndole preguntas que lo hicieran pensar. Empezó diciendo: “¿Dónde estabas tú cuando yo puse los cimientos de la tierra? Respóndeme, si crees que tienes entendimiento”. Al principio de la creación, “las estrellas de la mañana” —es decir, los ángeles— “lanzaron gritos de alabanza” al ver todas las cosas impresionantes que Dios había creado (Job 38:2, 4, 7). Claro, Job no sabía nada de todo eso, así que no pudo decir nada.

      Durante la tempestad, Job mira al cielo y escucha a Jehová

      Jehová habló desde una tempestad y corrigió a Job con cariño.

      Entonces Jehová se puso a hablarle de su creación. Se podría decir que le hizo un breve repaso de lo que hoy llamamos ciencias naturales: astronomía, biología, geología y física. Describió algunos animales que Job conocía: el león, el cuervo, la cabra montés, el asno salvaje, el toro salvaje, el avestruz, el caballo, el halcón y el águila. También habló de Behemot (posiblemente el hipopótamo) y de Leviatán (quizás el cocodrilo). ¿Se imagina escuchar al Creador del universo dar una clase de ciencias naturales?b

      Una lección de humildad y amor

      ¿Qué quería lograr Jehová con todo eso? Job necesitaba urgentemente una lección de humildad. Quejarse de que Jehová lo estaba tratando mal solo lo hacía sufrir más, y lo distanciaba de su querido Padre. Así que Jehová le preguntó a Job una y otra vez dónde estaba cuando él lo creó todo. También le preguntó si podía alimentar o controlar los animales que había creado. Si Job no podía ni siquiera controlar las cosas más básicas de la creación, ¿cómo se atrevía a juzgar al Creador? Lo que Jehová hacía y pensaba estaba muy por encima de lo que Job podía comprender.

      Job no discutió ni se justificó.

      Las palabras de Jehová también reflejaron mucho amor. Era como si le hubiera dicho: “Hijo, si puedo crear y cuidar de todo esto, ¿cómo no voy a cuidar de ti? ¿Acaso te voy a abandonar, a quitarte a tus hijos, tu salud y tu seguridad? ¿No soy yo el único que puede devolverte todo lo que perdiste y curar tu dolor?”.

      Las preguntas de Jehová hicieron pensar a Job. De hecho, solo le contestó a Dios dos veces. No discutió ni se justificó. Reconoció con humildad lo poco que sabía, y se arrepintió de haber hablado sin pensar (Job 40:4, 5; 42:1-6). Aquí es donde vemos la gran fe de Job. A pesar de todo lo que sufrió, no perdió esa fe. Dejó que Jehová lo corrigiera y cambió de actitud. ¿Y nosotros? ¿Somos así de humildes cuando se nos corrige? Todos necesitamos que se nos corrija. Si aceptamos los consejos que nos dan, estaremos imitando la fe de Job.

      “Ustedes no han dicho la verdad sobre mí”

      Después Jehová hizo algo para aliviar el dolor de Job. Se dirigió a Elifaz, el mayor de aquellos tres hombres, y le dijo: “Estoy furioso contigo y con tus dos amigos, porque ustedes no han dicho la verdad sobre mí como lo ha hecho mi siervo Job” (Job 42:7). ¿Significaba eso que todo lo que dijeron aquellos tres hombres era falso y que todo lo que Job dijo era verdad? Claro que no.c Pero había una gran diferencia entre Job y ellos. Job estaba destrozado y dolido, y lo estaban atacando. Así que era normal que a veces hablara sin pensar. Por el contrario, Elifaz y sus dos amigos no tenían excusa. Ellos sabían perfectamente lo que estaban diciendo. Fueron arrogantes y demostraron que les faltaba fe. No solo atacaron a un hombre inocente, sino que hicieron quedar a Jehová como un Dios malo y cruel.

      Al ver lo que aquellos hombres habían hecho, es lógico que Jehová les hiciera pagar un precio: tuvieron que sacrificar siete toros y siete carneros. Eso no era poca cosa. Más adelante, bajo la Ley de Moisés, los toros serían los animales que el sumo sacerdote tendría que ofrecer si su pecado hacía culpable a toda la nación (Levítico 4:3). El toro sería el sacrificio más valioso que se ofrecería bajo la Ley. Por otra parte, Jehová dijo que solo aceptaría el sacrificio de aquellos tres hombres si Job oraba por ellos (Job 42:8).d ¡Qué alivio debió sentir Job al ver que Jehová lo defendía y que la justicia triunfaba!

      “Mi siervo Job orará por ustedes” (Job 42:8).

      Jehová confiaba en que Job perdonaría a esos tres hombres que tanto daño le habían hecho. Y Job no decepcionó a su Padre (Job 42:9). Pudo haber dicho muchas cosas, pero fueron sus acciones las que demostraron que era un hombre íntegro. Y, como fue obediente, Jehová lo bendijo muchísimo.

      “Jehová es muy cariñoso”

      Jehová fue “muy cariñoso y misericordioso” con Job (Santiago 5:11). ¿Qué hizo por él? Entre otras cosas, le devolvió la salud. Imagínese cómo debió sentirse Job al ver que su carne se volvió “más fresca que cuando era joven”, tal como había dicho Elihú. Por fin, su familia y sus amigos regresaron a su lado, y lo animaron y le llevaron regalos. Jehová también le devolvió las riquezas. De hecho, le dio el doble de lo que tenía antes. ¿Y qué hizo para aliviar el dolor de haber perdido a sus hijos? Jehová les permitió a Job y a su esposa tener otros 10 hijos, y eso les dio algo de consuelo. Además, Jehová alargó la vida de Job de forma milagrosa: vivió 140 años más. Le dio tiempo a ver cuatro generaciones de sus descendientes. La Biblia dice que “Job murió satisfecho tras una larga vida” (Job 42:10-17). Y, en el Paraíso, Job y su querida esposa se reencontrarán con toda su familia, incluidos los 10 hijos que Satanás les arrebató (Juan 5:28, 29).

      ¿Por qué Jehová recompensó así a Job? La Biblia dice: “Ustedes han oído del aguante de Job” (Santiago 5:11). Job aguantó más pruebas de las que nos podemos imaginar. Aquí la palabra aguante indica que Job hizo más que simplemente soportar los problemas. Mientras los aguantaba, su fe y su amor por Jehová nunca disminuyeron. En vez de amargarse y quedarse resentido, estuvo dispuesto a perdonar a quienes le hicieron daño. Y nunca perdió de vista su esperanza ni su posesión más valiosa: su integridad (Job 27:5).

      Todos tenemos que aguantar. Podemos estar seguros de que Satanás intentará desanimarnos como hizo con Job. Pero, si aguantamos con fe, somos humildes, perdonamos a los demás y nos mantenemos íntegros, nos espera un futuro maravilloso (Hebreos 10:36). Además, si imitamos la fe de Job, Satanás se sentirá muy frustrado y haremos muy feliz a nuestro querido Padre, Jehová.

      a  Elifaz, Bildad y Zofar hablaron tanto que sus palabras ocupan nueve capítulos de la Biblia. Pero no hay registro de que se hayan dirigido a Job por su nombre ni una sola vez.

      b  A veces Jehová pasó de hablar de cosas reales y concretas a cosas poéticas y simbólicas, y lo hizo de manera que casi no se nota el cambio (vea, por ejemplo, Job 41:1, 7, 8, 19-21). Pero su objetivo siempre fue el mismo: ayudar a Job a sentir más respeto y admiración por su Creador.

      c  De hecho, el apóstol Pablo hizo referencia a algo que dijo Elifaz (Job 5:13; 1 Corintios 3:19). Aunque lo que dijo Elifaz era verdad, estuvo mal que lo dijera de Job.

      d La Biblia no dice nada de que Job tuviera que ofrecer un sacrificio así por su esposa.

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