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Jonatán: “fue con Dios con quien él trabajó”La Atalaya 2007 | 15 de septiembre
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EL MISMÍSIMO hijo del primer rey de Israel va hasta el lugar donde se oculta un fugitivo y le dice: “No tengas miedo; porque no te hallará la mano de Saúl mi padre, y tú mismo serás rey sobre Israel, y yo mismo llegaré a ser segundo a ti” (1 Samuel 23:17).
El hombre que pronunció estas palabras fue Jonatán, y el fugitivo, David. Y si no hubiera sido porque Jonatán perdió la vida poco después, habría cumplido su promesa de “ser segundo”, es decir, se habría convertido en la mano derecha de David.
Estos dos hombres disfrutaban de una amistad excepcional.
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Jonatán: “fue con Dios con quien él trabajó”La Atalaya 2007 | 15 de septiembre
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Jonatán y David
Unos veinte años después, David dio muerte al campeón filisteo Goliat, quien había desafiado al ejército israelita. Aunque Jonatán debía de ser unos treinta años mayor que David, ambos tenían muchas cosas en común.a De hecho, David demostró tener el mismo valor que Jonatán desplegó en Micmash. Con todo, lo más importante es que David tenía la misma fe que Jonatán en el poder salvador de Jehová, una fe que le permitió enfrentarse sin miedo a Goliat cuando todos los demás israelitas se acobardaron. Como resultado, el “alma de Jonatán se ligó con el alma de David, y Jonatán empezó a amarlo como a su propia alma” (1 Samuel 17:1–18:4).
El rey Saúl se puso celoso del valiente David y llegó a considerarlo un rival. Jonatán, en cambio, aun siendo el heredero al trono, no lo veía como una amenaza. Al contrario, entre los dos surgió una profunda amistad. Y es probable que, en alguna de sus conversaciones, David le contara a Jonatán que había sido ungido como el siguiente rey de Israel. No obstante, Jonatán respetó la decisión de Dios al respecto.
Cuando el rey Saúl comunicó a su hijo y a sus siervos su propósito de matar a David, Jonatán decidió poner sobre aviso a su amigo. Más tarde, Jonatán convenció a su padre de que no había razón alguna para temer a David. ¿Qué podía temer, si David nunca había hecho nada malo contra el rey? ¡Hasta había arriesgado su vida al enfrentarse a Goliat! En un principio, el encarecido ruego de Jonatán a favor de su incomprendido amigo logró apaciguar a Saúl. Sin embargo, poco después, el rey permitió que resurgieran sus instintos asesinos y volvió a atentar contra la vida de David en varias ocasiones, por lo que este se vio obligado a huir (1 Samuel 19:1-18).
Jonatán no tenía ninguna intención de abandonar a David: era leal a su amigo. Pero también quería ser leal a su padre. Así que, cuando planeaba con David lo que iban a hacer, le dijo que no creía que su padre fuera a matarlo. “¡Es inconcebible! No morirás”, le aseguró. Sin embargo, David respondió: “Solo hay como un paso entre yo y la muerte” (1 Samuel 20:1-3).
Por lo tanto, Jonatán y David idearon un plan para averiguar las intenciones de Saúl. Cuando el rey se diera cuenta de que David no se había sentado a la mesa, Jonatán le diría que este había pedido que se le excusara de comer con el rey a fin de reunirse con su familia para ofrecer un sacrificio. Si Saúl se enojaba, aquello sería una indicación de su hostilidad hacia David. Jonatán bendijo a su amigo y, de forma indirecta, lo reconoció como futuro rey al decir: “Que Jehová resulte estar contigo, tal como resultó estar con mi padre”. Ambos se juraron lealtad y luego determinaron la forma en que Jonatán haría saber a David el resultado de su plan (1 Samuel 20:5-24).
Cuando Saúl notó la ausencia de David, Jonatán le explicó que este le había hecho la siguiente petición: “Si he hallado favor a tus ojos, permite que me escabulla, por favor, para que vea a mis hermanos”. Estaba claro que a Jonatán no le asustaba reconocer que David contaba con su favor. Ante esto, el rey se enfureció, insultó a Jonatán y, vociferando, le dijo que David era una amenaza para su sucesión al trono. Acto seguido, ordenó a su hijo que trajera a David para matarlo. Jonatán replicó: “¿Por qué debe dársele muerte? ¿Qué ha hecho?”. En un ataque de furia, Saúl arrojó su lanza contra su propio hijo. Jonatán logró escapar ileso, pero se sintió muy dolido por lo que estaba ocurriendo con David (1 Samuel 20:25-34).
¡Qué gran ejemplo de lealtad! Desde un punto de vista estrictamente humano, Jonatán tenía mucho que perder y poco que ganar al ser amigo de David. Sin embargo, para Jonatán, eso era lo de menos. Jehová había decretado que David sería rey después de Saúl, y lo que Dios se proponía era para el bien de Jonatán y de los demás.
Una triste despedida
Jonatán se reunió en secreto con David para contarle lo sucedido. Estaba claro que David jamás podría volver a la corte de Saúl, así que, antes de separarse, los dos amigos se despidieron entre lágrimas y abrazos (1 Samuel 20:35-42).
Sin embargo, Jonatán todavía vio a David una vez más, cuando este estaba escondiéndose de Saúl “en el desierto de Zif, en Hores”. Fue entonces cuando Jonatán lo animó diciéndole: “No tengas miedo; porque no te hallará la mano de Saúl mi padre, y tú mismo serás rey sobre Israel, y yo mismo llegaré a ser segundo a ti; y Saúl mi padre también tiene conocimiento de que así es en efecto” (1 Samuel 23:15-18). Poco después, Jonatán y Saúl murieron en una batalla contra los filisteos (1 Samuel 31:1-4).
Todos los que amamos a Dios debemos meditar en el ejemplo que nos dejó Jonatán. Si usted se enfrenta a un conflicto de lealtades, recuerde cómo reaccionó él cuando su padre lo presionaba para que pensara en su propia conveniencia. Como era un hombre que reverenciaba a Jehová y le era sumiso de corazón, Jonatán no cedió a la presión; al contrario, se alegró de que el siguiente rey de Israel fuera aquel a quien Dios había escogido. Él apoyó a David y fue leal a Jehová.
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