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  • Acepte la Biblia como lo que verdaderamente es
    La Atalaya 1995 | 1 de mayo
    • Poco después de haber cruzado el río Jordán, el pueblo se reunió de nuevo para repasar lo que Jehová le había dicho mediante Moisés. La nación se congregó a unos 50 kilómetros al norte de Jerusalén. La mitad de las tribus estaban delante del monte Ebal, y la otra mitad, enfrente del monte Guerizim. Allí Josué “leyó en voz alta todas las palabras de la ley, la bendición y la invocación de mal”. De esta manera, los hombres, las mujeres, los niños y los residentes forasteros oyeron una reafirmación oportuna tanto de las leyes que indicaban qué conducta resultaría en la desaprobación divina como de las bendiciones que recibirían si obedecían a Jehová. (Josué 8:34, 35.) Tenían que entender claramente lo que era bueno y lo que era malo a la vista de Jehová. Es más, debían grabar en el corazón amor a lo que es bueno y odio a lo que es malo, tal como debemos hacer nosotros hoy. (Salmo 97:10; 119:103, 104; Amós 5:15.)

  • Acepte la Biblia como lo que verdaderamente es
    La Atalaya 1995 | 1 de mayo
    • Más tarde, cuando Josué leyó a la nación las prometidas bendiciones y las maldiciones, o invocaciones de mal, se requirió una respuesta del pueblo. Después de cada invocación de mal se daba la orden: “Y todo el pueblo tiene que responder y decir: ‘¡Amén!’”. (Deuteronomio 27:4-26.) De este modo, el pueblo expresó públicamente que estaba de acuerdo con la condenación divina de cada uno de los males que se mencionaron. ¡Qué impresionante debió ser cuando toda la nación gritaba al unísono su asentimiento!

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