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  • No permita que una enfermedad le robe el gozo
    La Atalaya 2011 | 15 de diciembre
    • En la actualidad, las enfermedades crónicas debilitantes o el estrés emocional también atormentan a algunos siervos de Dios. Cuando Magdalena tenía 18 años, le diagnosticaron lupus eritematoso sistémico, una afección en la que las defensas inmunológicas atacan al propio organismo. “Estaba aterrorizada —cuenta ella⁠—. Con el tiempo, la enfermedad se agravó y empecé a tener trastornos digestivos, úlceras en la boca y problemas de tiroides.” Los padecimientos de Izabela, en cambio, no siempre son tan obvios. Ella explica: “Desde la infancia he tenido depresión. Eso me provoca ataques de pánico, problemas respiratorios y espasmos abdominales. Por lo general acabo extenuada”.

      Aceptar la realidad

      Tanto las enfermedades como las discapacidades pueden perturbar nuestra vida. En ese caso, es útil sentarse y evaluar la situación de forma realista. A veces no es fácil aceptar nuestras limitaciones. Magdalena dice: “Mi problema se agrava progresivamente. A menudo me siento tan agotada que ni siquiera puedo levantarme de la cama. Y como mi enfermedad es impredecible, no me es posible hacer planes con antelación. Mi mayor frustración es no poder hacer tanto como antes en el servicio de Jehová”.

      Zbigniew explica: “A medida que pasan los años, la artritis reumatoide va robándome las energías, dañando una articulación tras otra. En ocasiones, cuando tengo mucha inflamación, no soy capaz de realizar ni las tareas más simples. Eso me deja muy abatido”.

      Hace algunos años, a Barbara le diagnosticaron un tumor cerebral progresivo. “Mi cuerpo experimenta cambios repentinos —comenta ella⁠—. Me siento sin fuerzas, tengo dolores frecuentes de cabeza y me cuesta concentrarme. Cuando comprendí el alcance de mis limitaciones, tuve que replantearme la vida.”

      Los anteriores ejemplos son de siervos dedicados de Jehová, para quienes lo más importante es hacer Su voluntad. Todos ellos confían completamente en Dios y se benefician de su ayuda (Pro. 3:5, 6).

  • No permita que una enfermedad le robe el gozo
    La Atalaya 2011 | 15 de diciembre
    • Magdalena sobrelleva una enfermedad debilitante gracias a que le ora a Dios con plena confianza. Ella cuenta: “Abrirle mi corazón a Jehová me alivia y me devuelve el gozo. Ahora comprendo de verdad lo que significa depender de Dios cada día” (2 Cor. 1:3, 4).

  • No permita que una enfermedad le robe el gozo
    La Atalaya 2011 | 15 de diciembre
    • Barbara dice lo siguiente de su hija y otras jóvenes de la congregación: “Siempre puedo contar con ellas para el ministerio. Su entusiasmo me alegra el corazón”. A Zbigniew le resulta enormemente valioso el apoyo de su esposa. “Ella se ocupa de la mayoría de las tareas del hogar —explica⁠—. También me ayuda a vestirme y suele cargar mi maletín cuando vamos a las reuniones cristianas y a predicar.”

      Los hermanos en la fe. La compañía de los miembros de la congregación nos proporciona ánimo y consuelo. Pero ¿qué ocurre si alguien no puede asistir a las reuniones debido a su enfermedad? Magdalena relata: “La congregación se asegura de que me beneficie de las reuniones grabándomelas. Mis hermanos cristianos suelen visitarme para ver qué más pueden hacer por mí. También me envían cartas de estímulo. La idea de que se acuerdan de mí y se preocupan por mi bienestar me ayuda a resistir”.

      Izabela reconoce lo siguiente: “Dentro de la congregación tengo muchos padres y madres que me escuchan e intentan entenderme. La congregación es mi familia, allí es donde siento paz y alegría”.

  • No permita que una enfermedad le robe el gozo
    La Atalaya 2011 | 15 de diciembre
    • Magdalena comenta: “Me esfuerzo mucho por no centrarme en mis problemas. Trato de disfrutar de los días en que me siento mejor. Me anima leer las biografías de quienes han permanecido fieles a pesar de padecer enfermedades crónicas”. A Izabela, por su parte, la fortalece saber que Jehová la ama y valora. Ella dice: “Siento que mi servicio a Jehová es útil, tengo alguien por quien vivir. Y además tengo una maravillosa esperanza para el futuro”.

      Zbigniew admite: “Mi enfermedad me ha enseñado a ser humilde y obediente, a tener perspicacia y buen juicio, así como a perdonar de corazón. He aprendido a servir a Jehová con gozo y sin compadecerme de mí mismo; de hecho, me he sentido motivado a seguir progresando en sentido espiritual”.

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