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EzequíasPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
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Senaquerib, hijo de Sargón II, ambicionaba añadir la conquista de Jerusalén a sus trofeos de guerra, sobre todo en vista de que Ezequías había roto la alianza que su padre, el rey Acaz, había hecho con Asiria. En el año decimocuarto del reinado de Ezequías (732 a. E.C.), Senaquerib “subió contra todas las ciudades fortificadas de Judá y procedió a apoderarse de ellas”. Ezequías le ofreció pagarle lo que le impusiera con tal de salvar la ciudad de Jerusalén, ante lo cual Senaquerib pidió la enorme suma de 300 talentos de plata (c. 1.982.000 dólares [E.U.A.]) y 30 talentos de oro (c. 11.560.000 dólares [E.U.A.]). Para poder pagar esta cantidad, Ezequías se vio obligado a darle toda la plata que se hallaba en el templo y en el tesoro real, además de los metales preciosos con los que él mismo había hecho revestir las puertas del templo y las columnas, lo que satisfizo al rey de Asiria, aunque solo por un tiempo. (2Re 18:13-16.)
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EzequíasPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
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Fracaso de Senaquerib en Jerusalén. Tal como Ezequías había previsto, Senaquerib decidió atacar Jerusalén. Durante el sitio de Lakís, ciudad bien fortificada, Senaquerib envió parte de su ejército con una delegación de jefes militares para pedir la capitulación de Jerusalén. El vocero del grupo era Rabsaqué (título militar, no nombre propio), que hablaba hebreo con soltura. A voz en cuello, ridiculizó a Ezequías y desafió a Jehová, jactándose de que Él no podría librar a Jerusalén, tal como los dioses de otras naciones no habían podido salvar la tierra de sus adoradores del rey de Asiria. (2Re 18:13-35; 2Cr 32:9-15; Isa 36:2-20.)
Ezequías estaba muy angustiado, pero mantuvo su confianza en Jehová y le hizo ruegos en el templo, enviando además a algunos de los cabezas del pueblo al profeta Isaías. La respuesta que dio Isaías de parte de Jehová fue que Senaquerib oiría un informe y regresaría a su propia tierra, donde sufriría una muerte violenta. (2Re 19:1-7; Isa 37:1-7.) Para entonces Senaquerib había partido de Lakís en dirección a Libná, donde oyó que Tirhaqá, el rey de Etiopía, había salido para luchar contra él. No obstante, Senaquerib envió cartas a Ezequías por medio de un mensajero en las que repetía sus amenazas y escarnecía a Jehová el Dios de Israel. Cuando Ezequías recibió estas cartas con tantas injurias, “extendió aquello delante de Jehová”, quien de nuevo contestó por medio de Isaías desafiando a Senaquerib y asegurándole que los asirios no entrarían en Jerusalén. Jehová dijo: “Ciertamente defenderé esta ciudad para salvarla por causa de mí mismo y por causa de David mi siervo”. (2Re 19:8-34; Isa 37:8-35.)
Durante la noche, Jehová envió a su ángel, quien dio muerte a 185.000 de los mejores hombres de las tropas de Senaquerib, “a todo hombre valiente, poderoso, y a caudillo y jefe en el campamento del rey de Asiria, de manera que este se volvió con rostro avergonzado a su propio país”. Así quedó eliminada para siempre la amenaza de Senaquerib contra Jerusalén. Más adelante, “aconteció que, mientras se inclinaba en la casa de Nisroc su dios, Adramélec y Sarézer, sus propios hijos, lo derribaron a espada”. (2Cr 32:21; Isa 37:36-38.)
Se han encontrado inscripciones relativas a la derrota que Senaquerib infligió a las fuerzas etíopes. En estas también se dice: “En cuanto a Ezequías el Judío, no se sometió a mi yugo. Puse sitio a 46 de sus ciudades fuertes [...] y (las) conquisté [...]. A él mismo hice prisionero en Jerusalén, su residencia real, como a un pájaro en una jaula”. (La Sabiduría del Antiguo Oriente, págs. 236, 237.) No dice que tomó la ciudad. Esta inscripción apoya el relato de la Biblia sobre la sublevación de Ezequías y el fracaso de Senaquerib en el sitio de Jerusalén. Según la costumbre de los reyes paganos de vanagloriarse en sus inscripciones, Senaquerib exagera la cantidad de talentos de plata que Ezequías pagó, 800, en vez de los 300 que dice la Biblia.
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