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  • Parte 10: 537 a. E.C. en adelante — Siguen esperando a un Mesías
    ¡Despertad! 1989 | 22 de mayo
    • Tras una esperanza mesiánica

      De acuerdo con The Concise Jewish Encyclopedia, fue durante este período que surgió el concepto de un Mesías, “el monarca ideal de días futuros [que] no sería tan solo otro gobernante ‘ungido’, sino el gobernante que acabaría con los enemigos de Israel y daría comienzo a una era perfecta de paz y perfección”.

      Las conquistas de Alejandro Magno en el siglo IV a. E.C. permitieron que se reuniera a los judíos bajo su dominio. Pero es obvio que él no fue el Mesías que esperaban, aunque su imperio sí influyó enormemente en la tierra, la cultura y la religión judías.

      Después de la muerte de Alejandro, Palestina permaneció en manos de Grecia, primero bajo la dinastía tolemaica de Egipto y después bajo la seléucida de Siria, ambas fundadas por los sucesores de Alejandro. Como aumentaba la influencia ejercida por Grecia, los judíos prominentes y aristocráticos empezaron a considerar desfasadas las tradiciones y costumbres judías. Los que llevaban la delantera eran la familia de los Tobíades, quienes durante la gobernación del rey seléucida Antíoco IV Epífanes (175-164 a. E.C.) ayudaron a Menelao, por lo visto pariente suyo, a llegar a sumo sacerdote, y esto aunque Menelao no pertenecía a la ancestral familia sacerdotal de Sadoc, sumo sacerdote del templo de Salomón. La influencia griega cobró tanta fuerza, que las celebraciones religiosas judías fueron proscritas y el templo se convirtió en un santuario griego.

      En el año 167 a. E.C. estalló la rebelión del sacerdote judío Matatías y sus cinco hijos, comúnmente llamados los macabeos, o asmoneos. La revuelta de los macabeos, en un principio de naturaleza religiosa, pronto se convirtió en una lucha política por la autodeterminación judía. En el año 165 a. E.C. recuperaron el templo y lo volvieron a dedicar, suceso que en la actualidad los judíos de todo el mundo celebran anualmente durante la fiesta de las Luces, de ocho días de duración, llamada Hanuká. No obstante, todavía no se divisaba ningún Mesías.

  • Parte 10: 537 a. E.C. en adelante — Siguen esperando a un Mesías
    ¡Despertad! 1989 | 22 de mayo
    • En realidad, todas las facciones religiosas judías se opusieron a Juan el Bautizante y a aquel a quien anunció como el Mesías. En lugar de dar crédito al mensaje de Juan, según Josefo, muchos de los sacerdotes recurrieron a los zelotes, un grupo de revolucionarios judíos empeñados en conseguir la autodeterminación. Grupos como este, opuestos a la dominación romana —que había reemplazado a la griega en el año 63 a. E.C.—, perpetraron actividades terroristas durante décadas. Finalmente, en el año 66 E.C. se rebelaron abiertamente. Esto condujo a la destrucción del templo judío y la desaparición de su sacerdocio. La esperanza mesiánica se desvaneció.

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    ¡Despertad! 1989 | 22 de mayo
    • Esperanzas mesiánicas en la Diáspora

      Incluso antes del año 70 E.C., millones de judíos vivían fuera de Palestina, principalmente en Siria, Asia Menor, Babilonia y Egipto. Sin embargo, después del año 70 E.C., todos los judíos sobrevivientes fueron totalmente desarraigados y dispersados para vivir en la Diáspora, palabra derivada del término griego para “dispersión”. Aun en estas circunstancias, muchos retuvieron la esperanza de autodeterminación bajo un venidero Mesías. El líder judío Bar Kokba, quien encabezó sin éxito una rebelión contra Roma en el año 132 E.C., resultó ser un mesías falso. Según The Jewish Encyclopedia, desde entonces hasta el año 1744 E.C. aparecieron veintiocho de esos falsos mesías.

      Debido a ello, es comprensible que surgiera la confusión en torno a la esperanza mesiánica. La Encyclopædia Judaica explica: “En la Edad Media, la ideología judía no recibió del período antiguo un concepto coherente y unificado del Mesías, [...] y los escritos talmúdicos y los diversos midrasim abarcaban muchos puntos de vista divergentes”. Ya por el siglo XII, el filósofo judío Moisés Maimónides razonaba que el reinado del Mesías quizás solo fuese una representación pictórica de una forma superior de sociedad. En el siglo XIX, los judíos reformistas “sustituyeron la creencia en un Mesías personal por la creencia en una edad mesiánica. [...] La esperanza mesiánica dejó de guardar relación con la idea tradicional de un regreso de los exiliados a Sión”.

      Poco tiempo antes había surgido en Europa un movimiento, el haskalah (iluminación), que todavía confundió más la cuestión. Promovía un judaísmo que estuviese dispuesto a adaptarse a la forma de vida occidental. Ayudó a dividir a los judíos en dos grupos: los que consideraban de máxima prioridad la autodeterminación en una patria judía restablecida bajo el Mesías y los que pensaban que era más importante integrarse en la vida del país donde uno hubiese nacido.

      Estas tendencias, junto con la aparición del antisemitismo, prepararon el camino para que surgiera el sionismo moderno, fundado a finales del siglo XIX por Theodor Herzl. Actualmente, mayo de 1989, cuando se cumplen cuarenta y un años desde la fundación del estado de Israel, los judíos disfrutan de independencia política como comunidad judía en una patria judía tal como ansiaba Herzl. Pero, ¿ha llegado a realizarse su esperanza mesiánica?

      Si así fuese, ¿a qué se debe que —citando del periódico londinense The Times— algunos judíos vean “en el sionismo un sacrilegio que se hizo realidad con la creación de Israel”? ¿Por qué admitió francamente el difunto historiador judío Theodore H. White que “casi hay tantas diferentes sectas de judíos que disputan entre sí [...] como de protestantes”? ¿Por qué escribió la revista Time en 1987, con referencia a las facciones religiosas en disputa que hay dentro de la Knesset (cuerpo político de Israel compuesto de 120 miembros), que “hay que encontrar alguna solución duradera si [se quiere evitar que] Israel [...] se convierta en una casa mortalmente dividida contra sí misma”?

      La moderna autodeterminación judía ofrece poca esperanza para el futuro. Al confiar en políticos humanos para que hagan realidad su esperanza mesiánica, el judaísmo ha pasado por alto lo que dicen sus propios escritos sagrados: “Es mejor refugiarse en el Eterno que confiar en el hombre. No depositéis vuestra confianza en príncipes, ni en hijos de hombre, de los cuales no cabe esperar ayuda”. (Salmo 118:8; 146:3, La Biblia, versión castellana de Moisés Katznelson. Editorial El Árbol de la Vida.)

      En contraste con las dificultades que tienen hoy muchos judíos para identificar su esperanza mesiánica, algunos de sus antepasados del primer siglo de la era común no tuvieron ningún tipo de dificultad al respecto. (Véase Juan 1:41.) Se hicieron seguidores de Aquel a quien aceptaron como el Mesías, y se convirtieron en celosos defensores de una religión a la que aptamente podemos denominar “La Vía de la fe, la esperanza y el amor”.

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