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  • Jesús revela cuál es la fuente de la felicidad
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús corrige a una mujer que le ha dado una honra especial a su madre, María

      CAPÍTULO 75

      Jesús revela cuál es la fuente de la felicidad

      LUCAS 11:14-36

      • EXPULSA A LOS DEMONIOS POR MEDIO DEL “DEDO DE DIOS”

      • LA FUENTE DE LA VERDADERA FELICIDAD

      Jesús acaba de repetir sus instrucciones sobre la oración, pero ese no es el único tema que se repite más de una vez a lo largo de su ministerio. En Galilea, lo acusaron de hacer milagros con el poder del gobernante de los demonios. Ahora, en Judea, se enfrenta a la misma acusación.

      Cuando Jesús expulsa de un hombre a un demonio que lo había dejado mudo, las multitudes se quedan impresionadas. Pero no le sucede eso a todo el mundo. Algunos vuelven a acusarlo falsamente, diciendo: “Expulsa a los demonios por medio de Belcebú, el gobernante de los demonios” (Lucas 11:15). Y otros le piden que dé una señal del cielo para confirmar su identidad.

      Jesús, que sabe que quieren ponerlo a prueba, les da la misma respuesta que a quienes lo criticaron en Galilea. Les explica que todo reino dividido internamente caerá y añade: “Si Satanás está dividido internamente, ¿cómo podrá su reino mantenerse en pie?”. Después, Jesús les dice claramente: “Si yo expulso a los demonios por medio del dedo de Dios, es que el Reino de Dios los ha tomado a ustedes desprevenidos” (Lucas 11:18-20).

      El que Jesús mencione el “dedo de Dios” debería recordarles a los presentes lo que sucedió siglos atrás en la historia de Israel. Los miembros de la corte del faraón que vieron a Moisés hacer un milagro exclamaron: “¡Es el dedo de Dios!”. Fue también el “dedo de Dios” el que escribió los Diez Mandamientos en dos tablas de piedra (Éxodo 8:19; 31:18). Y es el “dedo de Dios” (su espíritu santo o fuerza activa) el que ahora le permite a Jesús expulsar demonios y curar enfermos. Por lo tanto, el Reino de Dios ha tomado desprevenidos a estos enemigos porque el Rey elegido para ese Reino, Jesús, está realizando milagros delante de ellos.

      La capacidad de Jesús para expulsar demonios demuestra que él es más poderoso que Satanás, como cuando un hombre muy fuerte ataca y vence a un hombre bien armado que vigila su palacio. Jesús también repite el ejemplo del demonio que sale de un hombre. Si este hombre no llena su mente de cosas buenas, el espíritu maligno regresará con otros siete, de modo que la situación del hombre será peor que al principio (Mateo 12:22, 25-29, 43-45). Eso mismo le está sucediendo a la nación de Israel.

      Entonces, una mujer que está escuchando a Jesús dice con voz fuerte: “¡Feliz la matriz que te llevó y los pechos que te amamantaron!”. Toda mujer judía deseaba ser madre de un profeta, especialmente del Mesías. Así que esta mujer quizás piense que María debe estar muy feliz por ser la madre de un maestro como Jesús. Pero él la corrige y le explica cuál es la fuente de la verdadera felicidad: “No, más bien, ¡felices los que oyen la palabra de Dios y la ponen en práctica!” (Lucas 11:27, 28). Jesús nunca ha insinuado que haya que honrar a María de una manera especial. Más bien, la verdadera felicidad de cualquier hombre o mujer proviene de servir a Jehová fielmente, no de ningún lazo familiar ni logro personal.

      Luego, tal como hizo en Galilea, Jesús reprende a la gente por pedir una señal del cielo. Dice que no recibirán ninguna, excepto la de Jonás. Este profeta sirvió como señal porque estuvo tres días en el interior de un pez y porque predicó con valor, gracias a lo cual los ninivitas se arrepintieron. Jesús añade: “Pero, fíjense, aquí tienen a alguien que es más que Jonás” (Lucas 11:29-32). Jesús también es más que Salomón, a quien la reina de Seba fue a visitar para escuchar sus palabras de sabiduría.

      Jesús continúa: “Nadie, después de encender una lámpara, la pone en un escondite o la tapa con una canasta, sino que la pone en el candelero” (Lucas 11:33). Quizás quiere decir que enseñar y hacer milagros delante de estas personas es como esconder la luz de una lámpara. Como no tienen la visión bien enfocada, no entienden con qué propósito hace estas obras poderosas.

      Él acaba de expulsar a un demonio y de hacer que un mudo hable. Eso debería motivar a la gente a alabar a Dios y a contarles a los demás lo que Jehová está haciendo. Por lo tanto, Jesús da estas palabras de advertencia a todo el que lo critica: “Ten cuidado de que la luz que hay en ti no sea oscuridad. Por eso, si todo tu cuerpo brilla, si ninguna parte está a oscuras, todo estará brillante, tal como cuando una lámpara te ilumina con su luz” (Lucas 11:35, 36).

  • Come con un fariseo
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús condena a los fariseos por sus tradiciones religiosas y su hipocresía

      CAPÍTULO 76

      Come con un fariseo

      LUCAS 11:37-54

      • DENUNCIA LA HIPOCRESÍA DE LOS FARISEOS

      Mientras Jesús sigue en Judea, un fariseo lo invita a comer, seguramente durante el día, no por la noche (Lucas 11:37, 38; compare con Lucas 14:12). Antes de comer, los fariseos se lavan las manos y los brazos hasta el codo, pero Jesús no lo hace (Mateo 15:1, 2). Aunque lavarse así no viola la Ley de Dios, tampoco es obligatorio.

      El fariseo se sorprende al ver que Jesús no sigue esa tradición, pero Jesús se da cuenta y le dice: “Mira, ustedes, los fariseos, limpian por fuera la copa y el plato, pero por dentro están llenos de codicia y maldad. ¡Insensatos! El que hizo lo de afuera también hizo lo de adentro, ¿no es cierto?” (Lucas 11:39, 40).

      La cuestión no es tener las manos limpias antes de comer, es la hipocresía religiosa. Los fariseos y otras personas que se lavan las manos de esa manera ceremoniosa no están limpiando su corazón de la maldad. Así que Jesús les da el siguiente consejo: “Den como ayuda a los necesitados las cosas que salen de adentro y, fíjense, todo lo que tiene que ver con ustedes estará limpio” (Lucas 11:41). ¡Cuánta razón tiene! Cuando demos regalos, tenemos que hacerlo con un corazón lleno de amor, no para impresionar a los demás ni dar la apariencia de que somos buenos.

      Esto no significa que aquellos hombres no den nada, pues Jesús mismo reconoce: “Dan la décima parte de la menta, de la ruda y de todas las otras hierbas, y sin embargo descuidan la justicia de Dios y el amor a él”. Y añade: “Tenían la obligación de hacer lo primero, pero sin descuidar estas otras cosas” (Lucas 11:42). La Ley de Dios exigía pagar el diezmo (la décima parte) de los productos del campo (Deuteronomio 14:22). Eso incluía la menta, la ruda y otras hierbas y plantas que se utilizaban para dar sabor a las comidas. Los fariseos pagan estrictamente el décimo de estas hierbas, pero ¿cuánta importancia dan a los requisitos más importantes de la Ley, como ser justos y modestos a la vista de Dios? (Miqueas 6:8).

      Jesús continúa: “¡Ay de ustedes, fariseos, porque les encanta ocupar los asientos del frente en las sinagogas y que los estén saludando en las plazas de mercado! ¡Ay de ustedes, porque son como esas tumbas que casi no se ven: la gente camina por encima y no lo sabe!” (Lucas 11:43, 44). Así es, las personas podían pisar esas tumbas sin querer y hacerse impuras en sentido ceremonial. Jesús se vale de ese hecho para subrayar que la impureza de los fariseos no se percibe a simple vista (Mateo 23:27).

      Un experto en la Ley protesta: “Maestro, diciendo esto nos insultas a nosotros también”. Pero lo cierto es que estos hombres tienen que darse cuenta de que no están ayudando a la gente. Jesús le responde: “¡Ay también de ustedes, los expertos en la Ley, porque ponen sobre la gente cargas difíciles de llevar, pero ustedes mismos no las tocan ni con un dedo! ¡Ay de ustedes, porque construyen las tumbas de los profetas, pero sus antepasados los mataron!” (Lucas 11:45-47).

      Las cargas a las que Jesús se refiere son las tradiciones orales y la interpretación que los fariseos hacen de la Ley. Estos hombres no le están haciendo la vida más fácil a la gente, sino que insisten en que todo el mundo obedezca reglas que se han convertido en una carga pesada. Sus antepasados mataron a los profetas de Dios, comenzando por Abel. Ahora, ellos quieren dar la apariencia de que honran a aquellos profetas al construirles tumbas, pero en realidad están haciendo las mismas cosas que sus antepasados, y con la misma mala actitud. Hasta están buscando la manera de matar al profeta más importante de todos. Por eso, Jesús dice que Dios considerará responsable a esa generación. Sus palabras se cumplirán treinta y ocho años más tarde, en el año 70.

      Jesús prosigue: “¡Ay de ustedes, los expertos en la Ley, porque le quitaron a la gente la llave del conocimiento! ¡Ustedes mismos no entraron y a los que están entrando les ponen obstáculos!” (Lucas 11:52). Ellos deberían explicarle a la gente el significado de la Palabra de Dios, pero, en vez de eso, le están quitando la oportunidad de conocerla y entenderla.

      ¿Cuál es la reacción de los escribas y los fariseos? Cuando Jesús sale de allí, se ponen muy furiosos y empiezan a acosarlo con preguntas. Pero en realidad no quieren aprender, lo que quieren es atraparlo en algo de lo que diga y así tener razones para arrestarlo.

  • Da consejos sobre las riquezas
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Un hombre rico disfruta de lo que tiene y piensa en todo lo que ha almacenado

      CAPÍTULO 77

      Da consejos sobre las riquezas

      LUCAS 12:1-34

      • LA PARÁBOLA DEL RICO INSENSATO

      • JESÚS HABLA DE LOS CUERVOS Y LOS LIRIOS

      • UN “REBAÑO PEQUEÑO” ESTARÁ EN EL REINO

      Mientras Jesús come en casa del fariseo, miles de personas lo esperan fuera. Eso también le pasó en Galilea (Marcos 1:33; 2:2; 3:9). Aquí, en Judea, muchos quieren verlo y escucharlo. Sin duda, tienen una actitud muy diferente a la de los fariseos que están comiendo con él.

      Lo primero que dice Jesús es de especial interés para sus discípulos: “Tengan cuidado con la levadura de los fariseos, que es la hipocresía”. Jesús ha dado esa advertencia antes, pero lo que ve durante la comida muestra que es urgente repetir este consejo (Lucas 12:1; Marcos 8:15). Puede que los fariseos traten de ocultar su maldad con una fachada de devoción a Dios, pero son un peligro, y hay que desenmascararlos. Jesús explica: “No hay nada cuidadosamente ocultado que no vaya a ser revelado ni nada secreto que no vaya a conocerse” (Lucas 12:2).

      Tal vez muchos de los que están alrededor de Jesús son judíos que no estaban presentes cuando enseñó en Galilea. Por eso él repite las ideas más importantes que ya explicó anteriormente. Les dice a todos: “No teman a los que matan el cuerpo y después no pueden hacer nada más” (Lucas 12:4). Como ya hizo antes, destaca la importancia de que sus seguidores confíen en que Jehová los cuidará. También tienen que declararse a favor del Hijo del Hombre y convencerse de que Dios puede ayudarlos (Mateo 10:19, 20, 26-33; 12:31, 32).

      Entonces, un hombre de la multitud saca un tema que le preocupa en ese momento: “Maestro, dile a mi hermano que comparta la herencia conmigo” (Lucas 12:13). Según la Ley, el primer hijo de la familia tiene que recibir dos partes de la herencia, así que este hombre y su hermano no deberían discutir (Deuteronomio 21:17). Pero parece que el hombre quiere conseguir más de lo que legalmente le corresponde. Jesús, que es muy sabio, se niega a tomar partido en el asunto y le dice: “Hombre, ¿quién me nombró juez o árbitro entre ustedes dos?” (Lucas 12:14).

      Luego les da a todos esta advertencia: “Mantengan los ojos bien abiertos y eviten todo tipo de codicia, porque, por mucho que uno tenga, las cosas que posee no le pueden dar la vida” (Lucas 12:15). Sin importar cuánta riqueza tenga alguien, ¿verdad que al final se morirá y dejará todo atrás? A continuación, Jesús destaca ese punto contándoles una historia que ha llegado a ser muy conocida y que muestra el valor de ganarse una buena reputación ante Dios:

      “El terreno de un hombre rico produjo mucho. Por eso comenzó a razonar en su interior: ‘¿Qué voy a hacer ahora que no tengo dónde almacenar mis cosechas?’. Entonces dijo: ‘Esto es lo que voy a hacer: demoleré mis graneros y construiré otros más grandes, y allí almacenaré todo mi grano y todos mis productos. Luego me diré a mí mismo: “Tienes muchas cosas buenas almacenadas para muchos años; tómatelo con calma, come, bebe, disfruta”’. Pero Dios le dijo: ‘Insensato, esta noche te van a reclamar la vida. ¿Y quién se va a quedar con las cosas que almacenaste?’. Así le pasa a quien acumula tesoros para sí mismo pero no es rico a los ojos de Dios” (Lucas 12:16-21).

      Los discípulos de Jesús y los demás que están escuchándolo podrían caer en la trampa de esforzarse por obtener riquezas o acumularlas. Por otro lado, las preocupaciones de la vida podrían distraerlos e impedirles servir a Jehová. Así que Jesús repite este excelente consejo que dio alrededor de un año y medio antes en el Sermón del Monte:

      “Dejen de angustiarse por su vida, por lo que van a comer; o por su cuerpo, por lo que van a ponerse. [...] Fíjense en los cuervos: no siembran ni cosechan, no tienen ni granero ni almacén, pero Dios los alimenta. ¿Y acaso no valen ustedes mucho más que las aves? [...] Fíjense en cómo crecen los lirios. No trabajan duro ni hilan; pero les digo que ni siquiera Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos. [...] Por eso dejen de andar buscando qué comerán y qué beberán, y dejen de estar excesivamente preocupados. Porque son las naciones del mundo las que buscan todas estas cosas con tanto empeño, pero su Padre sabe que ustedes necesitan estas cosas. Así que, más bien, sigan buscando el Reino y entonces recibirán todas esas cosas” (Lucas 12:22-31; Mateo 6:25-33).

      ¿Quiénes buscarán el Reino de Dios? Jesús revela que lo hará un “rebaño pequeño”, un número relativamente reducido de seres humanos fieles. Con el tiempo se revelará cuántos serán: solo 144.000. ¿Qué les tiene preparado Dios? Jesús les asegura: “Su Padre quiere darles el Reino”. Ellos no se centrarán en acumular riquezas en la Tierra, que los ladrones podrían robar. Más bien, pondrán su corazón en tener “un tesoro inagotable en los cielos”, donde reinarán con Cristo (Lucas 12:32-34).

  • El mayordomo fiel debe estar preparado
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Dos hombres con una lámpara encendida esperan a que regrese su amo

      CAPÍTULO 78

      El mayordomo fiel debe estar preparado

      LUCAS 12:35-59

      • EL MAYORDOMO FIEL DEBE ESTAR SIEMPRE PREPARADO

      • JESÚS HA VENIDO A CAUSAR DIVISIÓN

      Jesús acaba de explicar que solo un “rebaño pequeño” tendrá un lugar en el Reino de Dios (Lucas 12:32). Pero los que forman este grupo no deben considerar de poco valor esa maravillosa recompensa. Por eso, él enfatiza a continuación la importancia de que los que vayan a formar parte de ese Reino tengan la actitud correcta.

      Jesús les aconseja a sus discípulos que estén preparados para cuando él regrese. Les dice: “Estén listos y con la ropa puesta, y tengan sus lámparas encendidas; sean como hombres que esperan a que su amo regrese de la boda para abrirle en cuanto él venga y toque a la puerta. ¡Felices los esclavos a quienes el amo encuentre vigilando cuando venga!” (Lucas 12:35-37).

      A los discípulos no les cuesta entender lo que les menciona Jesús. Los sirvientes del ejemplo están listos, esperando a que regrese el amo. Jesús explica: “Si [el amo] viene en la segunda vigilia [desde las nueve de la noche hasta la medianoche], o hasta en la tercera [desde la medianoche hasta las tres de la mañana], y los encuentra listos, ¡felices ellos!” (Lucas 12:38).

      Con esto, Jesús no les está diciendo simplemente que deban ser buenos sirvientes o trabajadores. Eso queda claro porque él, el Hijo del Hombre, se incluye en el ejemplo. Les dice a sus discípulos: “También ustedes, estén siempre preparados, porque el Hijo del Hombre viene a la hora en que menos se lo esperan” (Lucas 12:40). Así que, en el futuro, Jesús vendrá, y quiere que sus seguidores —en especial los miembros del “rebaño pequeño”— estén listos cuando llegue ese momento.

      Pedro quiere entender bien lo que Jesús les explica, de modo que le pregunta: “Señor, ¿haces esta comparación solo para nosotros, o para todos?”. Pero Jesús, en vez de responder directamente, da otro ejemplo relacionado con el anterior: “¿Quién es en realidad el mayordomo fiel, el prudente, a quien su amo pondrá a cargo de los sirvientes de la casa para que siga dándoles su ración de alimento al tiempo debido? ¡Feliz ese esclavo si su amo, cuando venga, lo encuentra haciendo eso! Les digo la verdad: lo pondrá a cargo de todos sus bienes” (Lucas 12:41-44).

      En el primer ejemplo, es evidente que “el amo” representa a Jesús, el Hijo del Hombre. Es lógico pensar que la expresión “el mayordomo fiel” del segundo ejemplo se refiere a ciertos hombres que forman parte del “rebaño pequeño” y que recibirán el Reino (Lucas 12:32). Jesús dice que algunos miembros de este último grupo les darían a “los sirvientes de la casa” “su ración de alimento al tiempo debido”. Así que Pedro y los demás discípulos a quienes Jesús enseña y alimenta en sentido espiritual pueden concluir que el Hijo del Hombre volverá en una época futura. Durante ese período, habrá un sistema organizado para servir alimento espiritual a “los sirvientes de la casa” del amo, es decir, a los seguidores de Jesús.

      Jesús destaca de otra manera por qué sus discípulos deben estar alerta y vigilar su actitud, ya que podrían descuidarse y hasta llegar a oponerse a otros sirvientes. Dice: “Pero, si ese esclavo alguna vez llega a decir en su corazón ‘Mi amo tarda en venir’ y se pone a golpear a los sirvientes y a las sirvientas, y a comer, beber y emborracharse, el amo de ese esclavo vendrá un día en que él no lo espera y a una hora que él no sabe, y le dará el peor de los castigos y lo pondrá con los infieles” (Lucas 12:45, 46).

      Luego, Jesús dice que ha venido “a prender un fuego en la tierra”. Y en cierto sentido lo ha hecho, porque ha hablado de temas que han causado una gran polémica y ha acabado con enseñanzas falsas y tradiciones, como si las hubiera destruido con fuego. Esta situación hasta causa división entre personas que normalmente estarían unidas, pues pone a “padre contra hijo e hijo contra padre, madre contra hija e hija contra madre, suegra contra nuera y nuera contra suegra” (Lucas 12:49, 53).

      Jesús se ha dirigido principalmente a sus discípulos, pero ahora le habla a la multitud. La mayoría de la gente se ha negado a aceptar las pruebas de que es el Mesías. Por eso, él les dice: “Cuando ven que se levanta una nube por el oeste, enseguida dicen ‘Viene una tormenta’, y así sucede. Y, cuando ven que sopla el viento del sur, dicen ‘Habrá una ola de calor’, y así pasa. Hipócritas, saben reconocer el aspecto de la tierra y del cielo, ¿y cómo es que no saben reconocer este tiempo en particular?” (Lucas 12:54-56). Está claro que no están listos.

  • ¿Por qué se acerca una destrucción?
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús cura en sábado a una mujer, y el presidente de la sinagoga se enoja mucho

      CAPÍTULO 79

      ¿Por qué se acerca una destrucción?

      LUCAS 13:1-21

      • JESÚS EXPLICA LA LECCIÓN QUE SE PUEDE APRENDER DE DOS TRAGEDIAS

      • CURA EN SÁBADO A UNA MUJER ENCORVADA

      Jesús ha hecho mucho por animar a las personas a reflexionar en la relación que tienen con Dios. Ahora, después de la conversación que ha tenido fuera de la casa de un fariseo, aprovecha otra oportunidad para volver a hacerlo.

      Algunos le mencionan una tragedia que había ocurrido. Le cuentan que el gobernador romano Poncio Pilato mezcló “la sangre de unos galileos con los sacrificios de estos” (Lucas 13:1). ¿De quiénes están hablando?

      Quizás se trate de los galileos que fueron asesinados cuando miles de judíos se manifestaron contra Pilato porque usó dinero de los fondos del templo para construir un acueducto que llevara agua a Jerusalén. Es posible que hubiera obtenido el dinero con la ayuda de las autoridades del templo. Los que le cuentan este suceso a Jesús tal vez creen que aquellos galileos recibieron ese castigo por algún mal cometido. Pero Jesús no está de acuerdo.

      Él les pregunta: “¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron estas cosas porque eran más pecadores que todos los demás galileos?”. La respuesta de Jesús es no. Pero utiliza ese incidente para darles una advertencia a los judíos: “A no ser que se arrepientan, todos ustedes también serán destruidos” (Lucas 13:2, 3). A continuación, Jesús les habla de otra desgracia que posiblemente ha ocurrido hace poco y que quizás tiene que ver con la construcción de aquel acueducto.

      Jesús prosigue: “Los 18 que murieron cuando la torre de Siloam les cayó encima, ¿creen que eran más culpables que todos los demás habitantes de Jerusalén?” (Lucas 13:4). Puede que la gente piense que aquellas personas murieron porque habían hecho algo malo. Pero Jesús tampoco concuerda con ese punto de vista. Él sabe que el “suceso imprevisto” puede ocurrir en cualquier momento, y posiblemente eso es lo que pasó en aquella ocasión (Eclesiastés 9:11). Aun así, la gente debe aprender una lección de ese acontecimiento. Por eso, él les advierte: “A no ser que se arrepientan, todos ustedes también serán destruidos, igual que ellos” (Lucas 13:5). ¿Por qué les da Jesús esa advertencia en este momento?

      Una higuera con hojas, pero sin higos

      Es debido a que se acerca el fin de su ministerio. De hecho, lo explica con el siguiente ejemplo: “Un hombre que tenía una higuera plantada en su viña fue a buscar fruto en ella, pero no encontró nada. Luego le dijo al hombre que cuidaba la viña: ‘Mira, llevo tres años viniendo a buscar fruto en esta higuera, pero no he encontrado nada. ¡Córtala! ¿Por qué tiene que ocupar el terreno inútilmente?’. Él le contestó: ‘Señor, déjala un año más, que voy a cavar la tierra alrededor de ella y a echarle estiércol. Si más adelante da fruto, perfecto; pero, si no, la cortas’” (Lucas 13:6-9).

      Jesús lleva más de tres años tratando de que los judíos tengan fe. Sin embargo, como fruto de su labor, relativamente pocos se han hecho sus discípulos. Ahora, en el cuarto año de su ministerio, está intensificando sus esfuerzos. En cierto sentido, es como si estuviera cavando y poniendo abono alrededor de la “higuera” de la nación judía al predicar y enseñar en Judea y Perea. ¿Cuáles han sido los resultados? Solo unos cuantos judíos han respondido. En general, la nación se niega a arrepentirse, así que va a ser destruida.

      Esa indiferencia de la mayoría se vuelve a hacer evidente poco después. Mientras Jesús está enseñando en la sinagoga en sábado, ve a una mujer que ha estado encorvada durante dieciocho años por culpa de un demonio. Con compasión, Jesús le dice: “Mujer, quedas libre de tu debilidad” (Lucas 13:12). Luego pone las manos sobre ella, y al instante ella se endereza y comienza a alabar a Dios.

      Un israelita sacando a un toro fuera del establo

      Cuando el presidente de la sinagoga ve eso, protesta enojado: “Hay seis días en que se debe trabajar; así que vengan a ser curados en esos días, y no en sábado” (Lucas 13:14). Este hombre no niega que Jesús tenga poder para curar enfermos. Más bien, regaña a la gente por venir a que la curen en sábado. Jesús responde con una lógica aplastante: “Hipócritas, ¿acaso no desata cualquiera de ustedes su toro o su burro del pesebre en sábado y lo lleva a beber? Entonces, esta mujer, que es hija de Abrahán y a quien Satanás tuvo atada durante 18 años, ¿no debía ser liberada de esta esclavitud incluso en sábado?” (Lucas 13:15, 16).

      En ese momento, sus adversarios empiezan a sentir vergüenza, pero la multitud se alegra mucho al ver las cosas tan maravillosas que hace Jesús. Entonces, él repite aquí en Judea dos comparaciones proféticas acerca del Reino que ya mencionó cuando enseñó desde una barca en el mar de Galilea (Mateo 13:31-33; Lucas 13:18-21).

  • El pastor excelente y los rediles
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Un pastor abre una puerta, y un rebaño grande de ovejas entra al redil

      CAPÍTULO 80

      El pastor excelente y los rediles

      JUAN 10:1-21

      • JESÚS HABLA DEL PASTOR EXCELENTE Y DE LOS REDILES

      Jesús sigue enseñando a la gente en Judea y ahora les habla de algo que les resulta muy familiar: de ovejas y rediles. Pero les está hablando en sentido figurado. Los judíos seguramente recuerdan las palabras de David, quien declaró: “Jehová es mi Pastor. Nada me faltará. En prados cubiertos de hierba me hace reposar” (Salmo 23:1, 2). Y, en otro salmo, David dijo a la nación: “Delante de Jehová, nuestro Creador, arrodillémonos. Porque él es nuestro Dios y nosotros somos el pueblo de sus pastos” (Salmo 95:6, 7). Así que a los israelitas, que están bajo la Ley, siempre se les ha comparado a un rebaño de ovejas.

      Están en un “redil” en el sentido de que nacieron en una nación que se halla bajo el pacto de la Ley de Moisés. La Ley es como una cerca que los separa de las malas costumbres que practica el resto de la gente. Pero algunos israelitas tratan mal al rebaño de Dios. Jesús explica: “De verdad les aseguro que el que no entra en el redil de las ovejas por la puerta, sino que trepa por otro lado, ese es un ladrón y un saqueador. Pero el que entra por la puerta es el pastor de las ovejas” (Juan 10:1, 2).

      Estas palabras quizás hacen pensar a los que escuchan a Jesús en aquellos hombres que han afirmado ser el Mesías o Cristo. Estos son como ladrones y saqueadores, impostores a quienes el pueblo no debe seguir. Más bien, debe seguir al “pastor de las ovejas”, de quien Jesús dice lo siguiente:

      “Es a este a quien el portero le abre, y las ovejas escuchan su voz. El pastor llama a sus ovejas por su nombre y las conduce afuera. Después de sacar a todas sus ovejas, va delante de ellas. Las ovejas lo siguen porque conocen su voz. Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él porque no conocen la voz de los extraños” (Juan 10:3-5).

      Tiempo atrás, Juan el Bautista actuó como un “portero” cuando identificó a Jesús como el pastor a quien deben seguir las ovejas simbólicas que están bajo la Ley. Algunas de ellas, tanto en Galilea como aquí en Judea, han reconocido la voz de Jesús. Sin embargo, otros no entienden lo que les está diciendo (Juan 10:6). Por eso, tal vez se preguntan: “¿Adónde las conduce?” y “¿Qué les sucederá si lo siguen?”.

      Jesús dice: “De verdad les aseguro que yo soy la puerta para las ovejas. Todos los que han venido haciéndose pasar por mí son unos ladrones y unos saqueadores, pero las ovejas no los han escuchado. Yo soy la puerta; el que entre por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará pastos” (Juan 10:7-9).

      Está claro que Jesús está hablando de algo nuevo. Los que lo escuchan saben que él no es la “puerta” al pacto de la Ley, que lleva siglos vigente. Lo que debe querer decir es que las ovejas que “conduce afuera” deben entrar en otro redil. ¿Con qué fin?

      Jesús da más detalles sobre su función. Dice: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia. Yo soy el pastor excelente, y el pastor excelente entrega su vida por las ovejas” (Juan 10:10, 11). Antes, Jesús les había dado estas palabras de ánimo a sus discípulos: “No teman, rebaño pequeño, porque su Padre quiere darles el Reino” (Lucas 12:32). Jesús conducirá a los que son parte del “rebaño pequeño” a un nuevo redil, a fin de que “tengan vida y la tengan en abundancia”. ¡Qué maravilloso es pertenecer a ese rebaño!

      Sin embargo, Jesús añade lo siguiente: “Tengo otras ovejas, que no son de este redil; a esas también las tengo que traer, y ellas escucharán mi voz. Formarán un solo rebaño con un solo pastor” (Juan 10:16). Esas “otras ovejas” “no son de este redil”, es decir, son de un redil diferente al del “rebaño pequeño”, que heredará el Reino. Cada grupo de ovejas tendrá un futuro distinto. Pero los dos se beneficiarán del papel de Jesús. Él dice: “El Padre me ama por esto: porque yo entrego mi vida” (Juan 10:17).

      Muchos empiezan a decir: “Tiene un demonio y ha perdido la cabeza”. Pero otros están escuchando con atención y demuestran que quieren seguir al “pastor excelente”, pues dicen: “Esas no son palabras de un endemoniado. Un demonio no puede abrirles los ojos a los ciegos, ¿verdad?” (Juan 10:20, 21). Seguro que se refieren a la ocasión en que Jesús curó a un hombre que había nacido ciego.

  • ¿En qué sentido son uno Jesús y el Padre?
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Los judíos tratan de atrapar a Jesús y agarran piedras para matarlo, pero él se escapa

      CAPÍTULO 81

      ¿En qué sentido son uno Jesús y el Padre?

      JUAN 10:22-42

      • “YO Y EL PADRE SOMOS UNO”

      • ACUSAN A JESÚS DE CREERSE DIOS, PERO ÉL LOS DESMIENTE

      Jesús ahora va a Jerusalén para la Fiesta de la Dedicación (o Janucá). Esta celebración conmemora una nueva dedicación del templo. Más de un siglo atrás, después de que los sirios conquistaran Jerusalén, el rey sirio Antíoco IV Epífanes construyó un altar pagano sobre el gran altar del templo de Dios. Más adelante, los hijos de un sacerdote judío recuperaron Jerusalén y dedicaron de nuevo el templo a Jehová. Desde entonces, se celebra todos los años esta fiesta, que comienza el 25 del mes de kislev. Este mes judío corresponde a finales de noviembre y principios de diciembre.

      Es invierno, y en esta época del año suele hacer frío. Jesús está en el templo, caminando por el Pórtico de Salomón, cuando unos judíos lo rodean y le preguntan: “¿Hasta cuándo vas a tenernos en suspenso? Si eres el Cristo, dilo claramente” (Juan 10:22-24). ¿Qué les contesta Jesús? “Ya lo dije, pero ustedes no lo creen”. Él no les ha dicho directamente que sea el Cristo, como lo hizo con la samaritana junto al pozo (Juan 4:25, 26). Pero sí ha revelado su identidad, pues ha dicho: “Antes de que Abrahán naciera, yo ya existía” (Juan 8:58).

      Jesús quiere que la gente llegue por sí misma a la conclusión de que es el Cristo, y que lo hagan comparando las obras de él con lo que estaba predicho que haría el Mesías. Esa es la razón por la que en otras ocasiones les pidió a sus discípulos que no le revelaran a nadie su identidad. Pero ahora sí les dice claramente a estos tercos judíos: “Las obras que hago en nombre de mi Padre dan testimonio a mi favor. Pero ustedes no creen” (Juan 10:25, 26).

      ¿Y por qué no creen que Jesús sea el Cristo? Él explica: “Ustedes no creen porque no son mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco, y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna; no van a ser destruidas nunca, y nadie las arrebatará de mis manos. Lo que mi Padre me ha dado es más valioso que todo lo demás”. Después, Jesús muestra la relación tan profunda que tiene con su Padre al declarar: “Yo y el Padre somos uno” (Juan 10:26-30). Pero, como Jesús está en la Tierra, y su Padre, en el cielo, no es posible que ambos sean uno en sentido literal. Más bien, son uno en el sentido de que están unidos y trabajan juntos para lograr un mismo fin.

      Las palabras de Jesús enfurecen tanto a los judíos que agarran piedras para matarlo, pero él no se asusta. Les dice: “Les he mostrado muchas buenas obras que vienen del Padre. ¿Por cuál de esas obras me quieren apedrear?”. Los judíos le contestan: “No te vamos a apedrear por ninguna buena obra, sino por blasfemar; porque tú [...] te haces a ti mismo un dios” (Juan 10:31-33). Ahora bien, él nunca ha afirmado ser un dios, así que ¿por qué lo acusan de eso?

      Pues bien, él afirma tener poderes que, según los judíos, solo tiene Dios. Por ejemplo, con respecto a las “ovejas”, ha asegurado: “Yo les doy vida eterna” (Juan 10:28). Pero los judíos pasan por alto que Jesús ha reconocido abiertamente haber recibido su autoridad del Padre.

      Para desmentir la acusación falsa, Jesús pregunta: “¿No está escrito en su Ley [en Salmo 82:6]: ‘Yo dije: “Ustedes son dioses”’? Si él llamó dioses a aquellos contra quienes se dirigió la palabra de Dios [...], ¿a mí —a quien el Padre santificó y envió al mundo— me dicen ‘blasfemas’ por decir ‘soy Hijo de Dios’?” (Juan 10:34-36).

      Las Escrituras llaman “dioses” incluso a jueces humanos injustos. Entonces, ¿por qué condenan estos judíos a Jesús por decir “soy Hijo de Dios”? Él da un argumento que debería convencerlos: “Si no hago las obras de mi Padre, no me crean. Pero, si las hago, aunque no me crean a mí, crean por las obras que hago. Así sabrán y nunca dejarán de saber que el Padre está en unión conmigo y yo estoy en unión con el Padre” (Juan 10:37, 38).

      Enseguida, los judíos intentan atrapar a Jesús, pero él se escapa una vez más. Se va de Jerusalén, cruza el río Jordán y llega a la zona donde Juan comenzó a bautizar casi cuatro años antes.

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