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Una misión de misericordia en JudeaEl hombre más grande de todos los tiempos
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Jesús añade: “Nuestro amigo Lázaro está descansando, pero yo me voy allá para despertarlo del sueño”.
Los discípulos, obviamente pensando que Lázaro está reposando en su sueño y que eso es señal clara de que recobrará la salud, responden: “Señor, si está descansando, recobrará la salud”.
Entonces Jesús les dice francamente: “Lázaro ha muerto, y me regocijo, por causa de ustedes, de que yo no haya estado allí, a fin de que ustedes crean. Pero vamos a él”.
Tomás, quien se da cuenta de que Jesús se expone a la muerte en Judea, pero quiere darle apoyo, anima a sus condiscípulos: “Vamos nosotros también, para que muramos con él”. Por eso, arriesgando la vida, los discípulos acompañan a Jesús en su viaje a Judea en una misión de misericordia.
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La esperanza de la resurrecciónEl hombre más grande de todos los tiempos
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La esperanza de la resurrección
AL FIN Jesús llega a las cercanías de Betania, una aldea como a tres kilómetros (dos millas) de Jerusalén. Esto sucede pocos días después de la muerte y el entierro de Lázaro. María y Marta, las hermanas de Lázaro, todavía están de duelo por él, y muchas personas vienen a su hogar a consolarlas.
Mientras las hermanas están de duelo, alguien informa a Marta que Jesús se acerca. Ella entonces se apresura a ir a su encuentro, aparentemente sin decir nada a su hermana. Al llegar a donde está Jesús, Marta repite lo que ella y su hermana tienen que haber dicho muchas veces durante los pasados cuatro días: “Si hubieras estado aquí mi hermano no habría muerto”.
Sin embargo, Marta expresa esperanza cuando da a entender que Jesús todavía podría hacer algo por su hermano. “Sé que cuantas cosas pidas a Dios, Dios te las dará”, dice.
“Tu hermano se levantará”, promete Jesús.
Para Marta, Jesús está hablando de una resurrección terrestre futura, lo que también esperaban Abrahán y otros siervos de Dios. Por eso responde: “Yo sé que se levantará en la resurrección en el último día”.
Sin embargo, Jesús da esperanza de alivio inmediato cuando responde: “Yo soy la resurrección y la vida”. Le hace recordar a Marta que Dios le ha dado a él poder sobre la muerte, al decir: “El que ejerce fe en mí, aunque muera, llegará a vivir; y todo el que vive y ejerce fe en mí no morirá jamás”.
Jesús no le está sugiriendo a Marta que los fieles que están vivos en ese tiempo no morirán jamás. No; lo que está indicando es que el ejercer fe en él puede llevar a vida eterna. De esa vida disfrutará la mayoría de la gente como resultado de ser resucitada en el último día. Pero otras personas fieles sobrevivirán al fin de este sistema de cosas en la Tierra, y para estas las palabras de Jesús serán verídicas en sentido muy literal. ¡Jamás tendrán que morir! Después de esta notable declaración, Jesús pregunta a Marta: “¿Crees tú esto?”.
“Sí, Señor —contesta ella—; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, Aquel que viene al mundo.”
Marta entonces se apresura a llamar a su hermana, y le dice en privado: “El Maestro está presente, y te llama”. María sale inmediatamente de la casa. Cuando otros la ven salir, la siguen, pues creen que va a la tumba conmemorativa.
Al llegar a donde está Jesús, María cae a sus pies llorando. “Señor, si tú hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto”, dice. Jesús se conmueve profundamente cuando ve que María y las muchedumbres que la siguen lloran. “¿Dónde lo han puesto?”, pregunta.
“Señor, ven y ve”, contestan.
Jesús también cede a las lágrimas, y los judíos dicen: “Mira, ¡cuánto cariño le tenía!”.
Algunos recuerdan que pocos meses antes, al tiempo de la fiesta de los Tabernáculos, Jesús había sanado a un joven que había nacido ciego, y preguntan: “¿No pudiera este hombre, que abrió los ojos al ciego, haber impedido que este muriera?”. (Juan 5:21; 6:40; 9:1-7; 11:17-37.)
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La resurrección de LázaroEl hombre más grande de todos los tiempos
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La resurrección de Lázaro
AHORA Jesús y los que le acompañan llegan a la tumba conmemorativa de Lázaro. En realidad es una cueva con una piedra puesta en la entrada. “Quiten la piedra”, dice Jesús.
Marta objeta, porque no entiende lo que Jesús se propone hacer. “Señor —dice—, ya debe oler mal, porque hace cuatro días.”
Pero Jesús pregunta: “¿No te dije que si creías habrías de ver la gloria de Dios?”.
De modo que quitan la piedra. Entonces Jesús levanta los ojos y ora: “Padre, te doy gracias porque me has oído. Cierto, yo sabía que siempre me oyes; pero a causa de la muchedumbre que está de pie en derredor hablé, a fin de que crean que tú me has enviado”. Jesús ora públicamente para que la gente sepa que lo que va a hacer se logrará mediante el poder recibido de Dios. Entonces clama con voz fuerte: “¡Lázaro, sal!”.
Entonces Lázaro sale. Sus manos y pies todavía están atados con envolturas de entierro, y tiene el rostro cubierto con un paño. “Desátenlo y déjenlo ir”, dice Jesús.
Al ver el milagro, muchos de los judíos que habían venido a consolar a María y Marta ponen fe en Jesús. Sin embargo, otros se van a informar a los fariseos lo que ha sucedido. Estos y los sacerdotes principales inmediatamente convocan una reunión del tribunal supremo judío, el Sanedrín.
Forman el Sanedrín el sumo sacerdote actual, Caifás, así como fariseos y saduceos, sacerdotes principales y otros que habían sido sumos sacerdotes. Estos se lamentan así: “¿Qué hemos de hacer, porque este hombre ejecuta muchas señales? Si lo dejamos así, todos pondrán fe en él, y los romanos vendrán y nos quitarán nuestro lugar así como nuestra nación”.
Aunque los líderes religiosos reconocen que Jesús “ejecuta muchas señales”, solo se preocupan por su propio puesto y autoridad. La resurrección de Lázaro es un golpe particularmente duro contra los saduceos, pues ellos no creen en la resurrección.
Caifás, quien probablemente es saduceo, ahora se expresa: “Ustedes no saben nada, y no raciocinan que les es de provecho a ustedes que un solo hombre muera en el interés del pueblo, y no que la nación entera sea destruida”.
Dios influyó en Caifás para que dijera esto, porque después el apóstol Juan escribió: “Esto, sin embargo, [Caifás] no lo dijo por sí mismo”. Lo que Caifás en realidad quería decir era que se debería dar muerte a Jesús para impedir que siguiera socavando los puestos de autoridad e influencia de ellos. Sin embargo, según Juan, ‘Caifás profetizó que Jesús estaba destinado a morir, no por la nación solamente, sino para que los hijos de Dios fueran reunidos’. Y es verdad que el propósito de Dios es que su Hijo muera como rescate por todos.
Por su influencia, Caifás logra ahora que el Sanedrín haga planes para dar muerte a Jesús. Pero Jesús, quizás porque se entera de estos planes mediante Nicodemo, un miembro del Sanedrín que lo favorece, parte de allí. (Juan 11:38-54.)
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