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  • Jesús envía a 70 discípulos a predicar
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Algunos evangelizadores de entre los 70 que Jesús envía a predicar regresan contentísimos a contarle cómo les fue

      CAPÍTULO 72

      Jesús envía a 70 discípulos a predicar

      LUCAS 10:1-24

      • JESÚS ELIGE A 70 DISCÍPULOS Y LOS ENVÍA A PREDICAR

      El año 32 está llegando a su fin, y ya hace unos tres años que Jesús se bautizó. Él y sus discípulos han celebrado la Fiesta de los Tabernáculos en Jerusalén, y es posible que todavía estén cerca de allí (Lucas 10:38; Juan 11:1). Jesús pasa la mayor parte de los últimos seis meses de su ministerio en las regiones de Judea y Perea —esta última al otro lado del río Jordán—, pues en estas zonas también tiene que predicar.

      Hace algún tiempo, después de la Pascua del año 30, Jesús se quedó varios meses predicando en Judea y luego atravesó Samaria. Más tarde, alrededor de la Pascua del año 31, los judíos de Jerusalén trataron de matarlo. Después de aquello, Jesús pasó un año y medio predicando sobre todo en Galilea, al norte. Durante todo ese tiempo, muchos se hicieron seguidores suyos. Estando en Galilea, Jesús capacitó a sus apóstoles y luego les dio la siguiente instrucción: “Vayan predicando: ‘El Reino de los cielos se ha acercado’” (Mateo 10:5-7). Ahora, organiza una campaña de predicación en Judea.

      Para empezar, Jesús elige a 70 discípulos y los envía de dos en dos. Así que hay 35 equipos predicando el Reino en la zona, donde “realmente la cosecha es mucha, pero los trabajadores son pocos” (Lucas 10:2). Jesús les dice que vayan delante de él a los lugares adonde piensa ir. Los 70 discípulos deben curar a los enfermos y difundir el mensaje que Jesús ha estado proclamando.

      Jesús no les dice que vayan a enseñar a las sinagogas. Más bien, les dice que vayan a predicar por las casas y les manda: “En cualquier casa donde entren, primero digan: ‘Que esta casa tenga paz’. Y, si hay allí un amigo de la paz, la paz que le desean se quedará con él”. ¿Qué mensaje deben llevar los discípulos? “El Reino de Dios se ha acercado a ustedes” (Lucas 10:5-9).

      Estas instrucciones de Jesús se parecen a las que les dio a los 12 apóstoles cuando, más o menos un año antes, los envió a predicar. Jesús también les explica que no todo el mundo los recibirá bien. Pero con sus esfuerzos prepararán el terreno para que, cuando llegue Jesús poco después, muchos quieran conocerlo y aprender de él.

      Los 35 equipos de evangelizadores del Reino no tardan mucho en regresar adonde está Jesús. Cuando lo hacen, le dicen contentísimos: “Señor, hasta los demonios quedan sometidos a nosotros cuando usamos tu nombre”. Sin duda, a Jesús le emociona mucho escuchar esa buena noticia, pues les dice: “Veo a Satanás ya caído como un rayo del cielo. Miren, les he dado autoridad para pisotear serpientes y escorpiones” (Lucas 10:17-19).

      Con eso, Jesús les está asegurando a sus seguidores que podrán superar situaciones peligrosas, que serán capaces de “pisotear serpientes y escorpiones”, por así decirlo. Además, les da la seguridad de que en el futuro Satanás caerá del cielo. Jesús también ayuda a los 70 discípulos a ver lo que es importante de verdad a largo plazo al decirles: “No se alegren porque los espíritus quedan sometidos a ustedes. Más bien, alégrense porque sus nombres han sido escritos en los cielos” (Lucas 10:20).

      Jesús está muy feliz y alaba a su Padre delante de todos por usar a estos humildes siervos de un modo tan impresionante. Dirigiéndose a sus discípulos, dice: “Felices los ojos que ven lo que ustedes están viendo. Porque les digo que muchos profetas y reyes desearon ver las cosas que ustedes están observando, pero no las vieron, y oír las cosas que ustedes están oyendo, pero no las oyeron” (Lucas 10:23, 24).

  • Un samaritano demuestra ser un buen prójimo
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Un samaritano se acerca a un hombre herido después de que un sacerdote y un levita pasaran de largo por el otro lado del camino

      CAPÍTULO 73

      Un samaritano demuestra ser un buen prójimo

      LUCAS 10:25-37

      • ¿QUÉ HAY QUE HACER PARA HEREDAR LA VIDA ETERNA?

      • LA PARÁBOLA DEL BUEN SAMARITANO

      Jesús todavía está en los alrededores de Jerusalén cuando unos judíos se le acercan. Algunos quieren aprender de él, pero otros quieren ponerlo a prueba. Uno de ellos, un experto en la Ley, le pregunta: “Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?” (Lucas 10:25).

      El hombre no ha hecho la pregunta porque quiera saber la respuesta, y Jesús se da cuenta. Más bien, parece que quiere que Jesús diga algo que ofenda a los judíos. Como Jesús percibe que este hombre ya tiene su propia opinión del asunto, le hace con habilidad unas preguntas para que revele lo que piensa.

      “¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?”. Este hombre ha estudiado la Ley de Dios, así que basa su respuesta en Deuteronomio 6:5 y en Levítico 19:18, al decir: “‘Ama a Jehová tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente’ y ‘a tu prójimo como te amas a ti mismo’” (Lucas 10:26, 27). ¿Es esa la respuesta acertada?

      Jesús le dice: “Contestaste correctamente; sigue haciendo eso y conseguirás la vida”. Pero la conversación no termina ahí. El hombre no se conforma con esa respuesta. Quiere demostrar que es justo, que Jesús le confirme que su forma de pensar es correcta y que su manera de tratar a los demás es apropiada. Así que le pregunta: “¿Quién es en realidad mi prójimo?” (Lucas 10:28, 29). Esta parece una pregunta sencilla, pero no lo es. ¿Por qué?

      Los judíos creen que su prójimo es solo la persona que sigue las tradiciones de ellos, y podría parecer que Levítico 19:18 apoya esa idea. Hasta llegarían a afirmar que tener trato con personas que no son de su misma nacionalidad va contra la ley (Hechos 10:28). Por lo tanto, este hombre se considera justo al ser bondadoso con otros judíos, y quizás algunos discípulos de Jesús piensan como él. Pero los judíos creen que pueden tratar mal a alguien que no es judío con la excusa de que no es en realidad su prójimo.

      ¿Cómo puede Jesús corregir la forma de pensar de este hombre sin ofenderlo a él ni a otros judíos? Lo hace contándole una historia: “Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que le quitaron hasta la ropa y lo golpearon, y se fueron dejándolo medio muerto. Dio la casualidad de que un sacerdote bajaba por ese mismo camino; pero, cuando lo vio, pasó de largo por el otro lado del camino. Igualmente, cuando un levita llegó a ese lugar y lo vio, pasó de largo por el otro lado. Pero cierto samaritano que viajaba por ese camino llegó adonde él estaba y, al verlo, se conmovió profundamente” (Lucas 10:30-33).

      El hombre que está hablando con Jesús sabe muy bien que muchos sacerdotes y levitas que van a trabajar al templo viven en Jericó. Para volver a sus casas, tienen que bajar por un camino de unos 23 kilómetros (14 millas). Esta ruta puede ser peligrosa porque hay ladrones que están al acecho. Si un sacerdote o un levita viera a otro judío en dificultades, ¿verdad que debería ayudarlo? Pero, en la historia de Jesús, ninguno de los dos lo hace. Quien lo ayuda es un samaritano, un hombre que proviene de un pueblo por el que los judíos sienten un gran desprecio (Juan 8:48).

      ¿Cómo ayudó el samaritano al judío herido? Jesús prosigue: “Se le acercó, le echó en sus heridas aceite y vino, y se las vendó. Luego lo montó sobre su propio animal, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente sacó dos denarios, se los dio al dueño de la posada y le dijo: ‘Cuídalo, y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva’” (Lucas 10:34, 35).

      Después de contarle al hombre esa historia, el Gran Maestro, Jesús, le plantea una pregunta para hacerlo reflexionar: “¿Cuál de los tres piensas que se hizo prójimo del que cayó en manos de los ladrones?”. Parece que al hombre le cuesta decir “el samaritano”, así que responde: “El que lo trató con compasión”. Entonces, Jesús resalta la lección de su historia, al decirle: “Vete y haz tú lo mismo” (Lucas 10:36, 37).

      ¡Qué buen método de enseñanza! Si Jesús se hubiera limitado a decirle al hombre que las personas de otras naciones también son su prójimo, ¿habrían aceptado esa respuesta él y los demás judíos presentes? Lo más probable es que no. Sin embargo, al contar una historia sencilla, con detalles conocidos, la respuesta a la pregunta de “¿quién es en realidad mi prójimo?” queda clara. La persona que demuestra ser un buen prójimo es la que trata a los demás con amor y bondad, como lo manda la Biblia.

  • Lecciones sobre la hospitalidad y la oración
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • María sentada a los pies de Jesús mientras él corrige a Marta

      CAPÍTULO 74

      Lecciones sobre la hospitalidad y la oración

      LUCAS 10:38-11:13

      • JESÚS VISITA A MARTA Y A MARÍA

      • LA IMPORTANCIA DE SER PERSISTENTES AL ORAR

      En la ladera oriental del monte de los Olivos, a unos tres kilómetros (dos millas) de Jerusalén, se encuentra la aldea de Betania (Juan 11:18). Jesús va allí a la casa de dos hermanas: Marta y María. Ellas y su hermano, Lázaro, son amigos de Jesús, así que lo reciben con cariño.

      Es un honor tener al Mesías en casa. Marta quiere que Jesús coma bien, así que se pone a preparar una comida especial. Mientras ella está trabajando, su hermana, María, se sienta a los pies de Jesús y se queda escuchándolo. Después de un rato, Marta le dice a Jesús: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para preparar todo? Dile que venga y me ayude” (Lucas 10:40).

      Pero Jesús no regaña a María. Más bien, aconseja a Marta por darle demasiada importancia a la comida: “Marta, Marta, estás inquieta y preocupada por muchas cosas, pero son pocas las cosas que se necesitan, o apenas una. En cambio, María eligió la mejor parte y no se la quitarán” (Lucas 10:41, 42). Así, Jesús le hace ver que no es necesario pasar mucho tiempo preparando varios platos. Basta con una comida sencilla.

      Marta tiene buenas intenciones, quiere ser hospitalaria. Pero le está dando tanta importancia a la comida que se está perdiendo la oportunidad de aprender del propio Hijo de Dios. Jesús destaca que María tomó la mejor decisión, pues lo que aprenda de él la beneficiará durante el resto de su vida. Lo que ella hizo nos da una lección que todos hacemos bien en recordar.

      En otra ocasión, Jesús da una lección diferente, pero igual de importante. Un discípulo le pide: “Señor, enséñanos a orar, así como Juan les enseñó a sus discípulos” (Lucas 11:1). Jesús ya habló del tema en el Sermón del Monte, alrededor de un año y medio antes (Mateo 6:9-13). Pero puede que este discípulo no estuviera presente en aquel momento, de modo que Jesús repite los puntos más importantes de lo que dijo. Luego cuenta una historia para subrayar la importancia de ser persistentes al orar.

      “Supongamos que uno de ustedes tiene un amigo y va a verlo a medianoche y le dice: ‘Amigo, préstame tres panes, porque acaba de llegar a mi casa un amigo mío que está de viaje y no tengo nada que ofrecerle’. Y el otro le responde desde adentro: ‘No me molestes más. La puerta ya está cerrada con llave y mis niños y yo ya estamos en la cama. No me puedo levantar a darte nada’. Les digo: aunque no se levante a darle algo por ser su amigo, seguro que por su insistencia y atrevimiento se levantará y le dará todo lo que necesite” (Lucas 11:5-8).

      Jesús no está diciendo que Jehová no quiera contestar las peticiones, como el amigo del ejemplo. Más bien, está mostrando que, si un hombre que no quería ayudar a su amigo acaba haciéndolo por su insistencia, nuestro amoroso Padre celestial de seguro responderá las peticiones sinceras de sus siervos fieles. Jesús añade: “Sigan pidiendo y se les dará, sigan buscando y encontrarán, sigan tocando a la puerta y se les abrirá. Porque todo el que pide recibe, y todo el que busca encuentra, y a todo el que toca a la puerta se le abrirá” (Lucas 11:9, 10).

      Luego, Jesús destaca esta idea al hacer una comparación con los padres humanos: “¿Qué padre entre ustedes, si su hijo le pide un pescado, le da una serpiente en vez de un pescado? O, si le pide un huevo, ¿le da un escorpión? Por lo tanto, si ustedes, aunque son malos, saben darles buenos regalos a sus hijos, ¡con mucha más razón el Padre en el cielo les dará espíritu santo a quienes se lo piden!” (Lucas 11:11-13). No hay duda: nuestro Padre quiere escucharnos y atender nuestras necesidades.

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