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‘Vivo teniendo presente el día de Jehová’La Atalaya 1991 | 1 de julio
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Nathan Knorr, el superintendente de la fábrica, me asignó trabajo de mantenimiento con relación al edificio. Yo era todo el departamento que haría aquel trabajo. Me sentía muy importante, pues solo tenía 20 años. En mi asignación podía ir a cualquier lugar de la fábrica, y nadie cuestionaba lo que yo hacía. El hermano Knorr, aunque apreciaba mi trabajo, discernió que yo tenía que corregir algo en mi actitud. Siguió tratando de influir en mí para que fuera más humilde.
Sin embargo, pasó un buen tiempo antes de que yo comprendiera que el hermano Knorr de veras estaba tratando de ayudarme. Por eso le pedí disculpas por mi actitud y le dije que estaba resuelto a mejorar. Aquello fue el comienzo de una larga y afectuosa relación con el hermano Knorr, quien en enero de 1942 llegó a ser el tercer presidente de la Sociedad Watch Tower.
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‘Vivo teniendo presente el día de Jehová’La Atalaya 1991 | 1 de julio
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El hermano Knorr, como presidente de la Sociedad, vio que era necesario establecer un programa educativo. Junto con otros hermanos de la familia de Betel, recibí una invitación para matricularme en el “Curso Avanzado en el Ministerio Teocrático”. Con el tiempo este curso se convirtió en la Escuela del Ministerio Teocrático, que ha estado funcionando en las congregaciones de los testigos de Jehová desde 1943.
El lunes 16 de febrero de 1942 por la noche nos congregamos en la sala de reuniones de la familia de Betel, y el hermano Knorr dio el primer discurso de instrucción. Su tema fue “Manuscritos de la Biblia”. El hermano T. J. Sullivan fue el superintendente de la escuela, y nos dio consejo para ayudarnos a progresar. Con el tiempo recibí la asignación de servir de superintendente de la escuela de Betel, lo cual consideré un gran privilegio. Pero de nuevo llegó el tiempo para que recibiera disciplina.
En cierta ocasión fui demasiado crítico y no mostré el respeto apropiado al aconsejar a un hermano mayor, y por eso el hermano Knorr me dijo francamente: “Nadie agradece que lo traten con rudeza”. Después que el hermano Knorr me hizo ver el asunto con claridad y las orejas se me enrojecieron de vergüenza, sus grandes ojos castaños se enternecieron. Con voz bondadosa leyó Salmo 141:5, que en la Traducción del Nuevo Mundo dice hoy: “Si me golpeara el justo, sería una bondad amorosa; y si me censurara sería aceite sobre la cabeza; que mi cabeza no querría rehusar”. He usado ese mismo texto muchas veces cuando he tenido la responsabilidad de dar consejo y corrección a otros.
Antes de que se estableciera la Escuela del Ministerio Teocrático, pocos de nosotros teníamos la oportunidad de hablar en público. Cuando el hermano Rutherford murió, el hermano Knorr se esforzó intensamente por hacerse apto como orador. Mi cuarto en Betel estaba directamente debajo de su habitación, y yo podía oírlo practicar sus discursos. Docenas de veces leyó en voz alta el discurso público “Paz... ¿será duradera?” antes de pronunciarlo en la asamblea de Cleveland en 1942.
Como superintendente viajante
Después que serví 13 años en Betel, el hermano Knorr me asignó a servir en el campo como superintendente de distrito. Al darme instrucciones en cuanto a mi nueva asignación, dijo: “Lyle, ahora tienes la oportunidad de observar personalmente cómo Jehová trata con su pueblo”.
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‘Vivo teniendo presente el día de Jehová’La Atalaya 1991 | 1 de julio
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Otros nos han preguntado: ‘¿No se han cansado alguna vez, y deseado dejar su asignación?’. Sí; más de una vez. Pero entre los dos, cuando uno se siente desanimado el otro lo sostiene. En cierta ocasión hasta le escribí a mi hermano Verne y le pregunté sobre la posibilidad de trabajar con él en su negocio de pintar. Él me contestó que a menudo había deseado eso, pues éramos muy allegados mientras nos criábamos. Con todo, me aconsejó que meditara cuidadosamente sobre mi decisión. Entonces recordé las palabras que el hermano Knorr decía a menudo a la familia de Betel: “No exige mucho esfuerzo el darse por vencido; pero exige ánimo e integridad el permanecer en la asignación de uno”. Aquello seguía siendo buen consejo.
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