-
CoreaAnuario de los testigos de Jehová para 1988
-
-
Corea
VISTA desde un satélite, Corea es una llamativa península situada al nordeste de Asia. Se halla justamente al oeste de Japón, y al norte limita con China y la Unión Soviética. A lo largo de toda la costa meridional y occidental, el mar se halla salpicado por más de 3.000 islas, de las cuales 2.600 no están habitadas. ¿Qué extensión tiene Corea? Es casi tan grande como Gran Bretaña.
Al acercarnos más a Corea, podemos apreciar que su topografía es una de las más onduladas del mundo, por lo que queda alrededor de un 20% de tierra llana útil para el cultivo, principalmente de arroz, base de su producción agrícola. Circundando la costa occidental, nororiental y meridional, se extienden zonas de tierra llana. Los vientos monzónicos soplan sobre este país, primero en una dirección y luego en otra, trayendo el frío y seco invierno y, después, el cálido y húmedo verano.
Cuando se contempla de cerca a los coreanos, se advierte que su fisonomía es similar a la de otros grupos asiáticos: cara ancha, pelo negro y liso, tez de tono aceitunado y ojos oscuros. No obstante, difieren de otros grupos en su cultura, lengua, estilo de vestir y gastronomía. Afirman, además, tener una historia que se remonta a cuatro mil años de antigüedad. Su idioma pertenece a la familia altaica, y hoy lo hablan unos sesenta millones de personas.
UNA TIERRA DIVIDIDA
Debido a la posición estratégica de Corea, desde hace tiempo las naciones más poderosas, como China y Japón, han ejercido una fuerte influencia sobre su gente. Como recurso defensivo, el pueblo coreano se aisló hasta convertirse en lo que se llegó a llamar un “reino ermitaño”. En 1910 Japón impuso en Corea un régimen colonial, que duró hasta la finalización de la II Guerra Mundial, a cuyo término las fuerzas militares de Estados Unidos y la Unión Soviética dividieron la península en dos por el paralelo 38. Los americanos retuvieron la parte sur, mientras que los soviéticos permanecieron en el norte. En 1948, por una resolución de las Naciones Unidas, el sur de la península quedó constituido en la República de Corea. Ese mismo año se proclamó en el norte la República Popular Democrática. Ambos gobiernos afirman representar a todo el pueblo coreano.
El 25 de junio de 1950 las tropas norcoreanas invadieron el sur, con lo que dio comienzo la guerra de Corea, que duró tres años. Esto resultó en que la separación entre ambas zonas se hiciese más permanente al establecerse entre ellas una zona desmilitarizada que cruza la península de este a oeste y que está situada a unos 56 kilómetros al norte de la ciudad de Seúl. El gobierno norcoreano no permite el ejercicio de ninguna religión y, por lo tanto, proscribió las actividades de los testigos de Jehová.
INTERÉS EN EL ORIENTE
Según se informó en la revista The Watch Tower del 15 de diciembre de 1912, el primer presidente de la Sociedad Watch Tower, Charles Taze Russell, visitó por primera vez el Oriente a principios de 1912 en calidad de presidente del comité de la IBSA (Asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia) —integrado entonces por siete directivos— con el fin de “examinar la condición en la que se hallaba la gentilidad”. El informe añadió: “Como resultado de dicha investigación, se decidió que las condiciones en las que se hallaba la gentilidad justificaban el empleo de algunos fondos de la Sociedad para dedicarlos a la proclamación del evangelio del Reino en aquel lugar. En conformidad con esta decisión, se imprimió literatura en seis de los idiomas principales del país”, incluido el coreano.
En armonía con las conclusiones del comité, se designó al hermano Robert R. Hollister como representante de la Asociación en el Oriente, incluida Corea. Él hizo los preparativos para que se tradujese al coreano e imprimiese el libro El Plan Divino de las Edades. La impresión se hizo en Yokohama (Japón), y el libro fue publicado el 18 de marzo de 1914 bajo el auspicio de la Asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia, como entidad editora, y R. R. Hollister, como su representante. El matrimonio W. J. Hollister también pasó una cantidad de tiempo considerable en Corea ocupado en la siembra de la semilla del Reino.
EL PRIMER COREANO QUE SE DEDICA
El número del 15 de agosto de 1914 de la revista The Watch Tower publicó una interesante carta dirigida al hermano Russell, en la que se decía: “En cierto sentido soy un extraño para usted, pero, hace tan solo unos veintidós meses, llegué a adquirir el conocimiento de la verdad por medio de sus escritos. Desde hace algún tiempo he estado impaciente por escribirle para expresarle el especial aprecio que tengo por la verdad, pero las circunstancias no me lo han permitido hasta ahora.
”A usted le interesará saber que soy coreano. Cuando los primeros misioneros llegaron a esta tierra (en 1885), Corea era un reino ermitaño. Desde entonces, algunos coreanos han llegado a identificarse con el cristianismo.
”Durante unos ocho años he ido a la deriva llevado por las peligrosas corrientes, ahora puedo reconocerlo, del espiritismo... una enseñanza satánica. Hoy le doy gracias a Dios por haber enviado a nuestro querido hermano R. R. Hollister con las gozosas nuevas y por haberme salvado de las corrientes que me arrastraban hacia lo desconocido.
”Como casi había perdido el juicio, necesité seis meses para que los ojos y los oídos de mi entendimiento pudiesen abrirse. Desde entonces me he consagrado al Señor y continúo alabándolo.” (Firmado: P. S. Kang.)
¿Quién era P. S. Kang?, y ¿cómo conoció la verdad?
En una asamblea de la IBSA celebrada en San Francisco en 1915, el hermano R. R. Hollister contó cómo conoció al señor Kang. “Mientras estaba en Corea, el Señor me dirigió a Kang Pom-shika, cuyos servicios contraté para que hiciese algún trabajo de traducción —dijo Hollister—. En poco tiempo empezó a interesarse profundamente en los artículos que traducía, y después de haber estado unos meses a nuestro servicio, profesó su plena consagración [dedicación] al Señor. A partir de entonces hemos usado mucho sus servicios para trabajos de traducción, traducción simultánea, dar clases y en la administración de la sucursal coreana. Con toda confianza espero disfrutar del placer de presentarlo a ustedes en la asamblea general como delegado de la ‘Nación Ermitaña’.”
VIENE MÁS AYUDA DEL EXTRANJERO
En 1915 la hermana Fanny L. Mackenzie, una repartidora (predicadora de tiempo completo) de Gran Bretaña, comenzó a hacer visitas periódicas a Corea, costeándose ella misma los viajes. Empleó papel con el membrete de la IBSA con el fin de dar testimonio. ¿Cómo? Por una cara de la hoja imprimió un mensaje sobre el Reino en inglés, y al dorso, el mismo mensaje traducido al chino, idioma que podían entender la mayoría de los orientales.
En el mensaje se invitaba a que la persona obtuviera a prueba el libro El Plan Divino de las Edades. En el registro que se conserva en la sucursal se indica que de esta manera ella colocó 281 libros. Además de su diligente trabajo en la distribución de literatura, también le pagó al hermano Kang en moneda coreana el equivalente a quince dólares por gastos que este había tenido. En 1949, teniendo ella a la sazón noventa y un años, le entregó el registro de su actividad al actual coordinador del comité de la sucursal, Don Steele, antes de que este viniese a Corea.
LA PRIMERA IMPRENTA
El hermano Kang, secretario y encargado de la obra en Corea, y los que le acompañaban continuaron difundiendo el mensaje, pero la reacción de la gente era lenta. Sin embargo, en 1921 hicieron “peregrinaciones”, celebrando reuniones públicas por todo el país, y se publicó en coreano, para su distribución, el folleto Millones que ahora viven no morirán jamás. Ese año Corea se sumó a la lista de dieciocho sucursales de la Sociedad que operaban fuera de Estados Unidos.
El tener que imprimir el mensaje en coreano fuera del país creó muchas dificultades. Por consiguiente, en 1922 el hermano Rutherford le envió 2.000 dólares al hermano Kang para que estableciera una pequeña imprenta con siete prensas. En las prensas se imprimió literatura en coreano, chino y japonés. Aun así, no hubo un gran crecimiento durante esos años.
BAJO UNA NUEVA DIRECCIÓN
En el otoño de 1926 la Sociedad estableció una sucursal en Japón, y nombró representante de la obra en Japón, China y Corea al hermano Junzo Akashi, un japonés-americano. Mientras tanto, el hermano Kang, que estaba a cargo de la obra en Corea, había estado empleando la imprenta de la Sociedad para su propio uso, imprimiendo en ella libros mundanos. Hasta tuvo la osadía de vender la imprenta sin autorización. En 1927 el hermano Park Min-joon lo reemplazó.
El hermano Park era repartidor, un fiel trabajador que había hecho largas jornadas a pie de un extremo a otro de la península con el fin de presentar discursos públicos y colocar literatura. Fue objeto de enconada oposición por parte de los misioneros protestantes, pero la policía, que entonces era japonesa debido a que Corea se hallaba bajo la administración de Japón, vino frecuentemente en su rescate.
Hacia 1931 fue necesario disponer de más espacio para la oficina sucursal, por lo que hubo que trasladarla al hogar del hermano Park, en la calle Key Dong, 147, en Seúl.
El hermano Park conocía bien el inglés, y tradujo al coreano los libros Reconciliación y Gobierno, así como otros. Su dominio de este idioma le permitía sostener correspondencia directa con la Central, ubicada en Nueva York. Sin embargo, parece que el hermano Park no conocía tan bien el japonés como Akashi hubiera deseado, por lo que fue reemplazado en 1935. En su lugar, se puso a cargo de la obra al hermano Moon Tae-soon, un maestro de escuela. La disposición diligente hacia el servicio de tiempo completo del hermano Moon sería puesta a prueba en el futuro.
LA ACTIVIDAD DE LOS REPARTIDORES
En 1930, a la edad de veintidós años, el hermano Lee Shi-chong dedicó su vida a Jehová y emprendió el servicio de repartidor. A este respecto él comentó: “Como no tenía suficiente valor para predicar en la ciudad, me hice con una bicicleta y decidí predicar en las provincias. Acomodé mi equipaje y la literatura en la bicicleta, y el primer lugar que visité fue la oficina del condado de la provincia de Kyŏnggi. Al llegar, vacilé en entrar, pero pensé que mi misión era la de ser embajador del Reino, una expresión que había oído muchas veces en boca del administrador de la sucursal. El resultado fue que les pude colocar varios libros a los funcionarios de la oficina del condado, y me sentí mucho más animado y confiado a partir de ese momento”.
El hermano Lee, actualmente anciano de una congregación de Seúl, viajó a lo largo y ancho del país, llegando hasta lo que hoy es Corea del Norte y aun hasta Manchuria. Solía hacer sus pedidos de literatura a la oficina sucursal de Seúl, y solicitaba que se la enviaran a la siguiente ciudad o pueblo que visitaría. Así discurrió su vida por tres años, hasta 1933, cuando la obra de predicar se enfrentó a dificultades.
Los registros correspondientes a 1931 muestran que los proclamadores del Reino se hallaban ocupados. Habían visitado 30.920 hogares, dedicado 11.853 horas al servicio del campo y distribuido 2.753 libros, 13.136 folletos y 3.940 ejemplares de la revista Golden Age. Durante los días 11 al 13 de junio de 1932, se celebró en la ciudad de Seúl la primera asamblea, con una asistencia de 45 personas. Ese mismo año se publicaron en coreano 50.000 ejemplares del folleto El Reino, la esperanza del mundo con el fin de que se distribuyeran gratuitamente. Puede apreciarse que en Corea la obra estaba en proceso de expansión.
REDADAS POLICIALES
El gobierno militarista de Japón reaccionó bruscamente ante el incremento de la actividad del pueblo de Jehová. El superintendente de la sucursal de Japón hizo el siguiente informe, en el que abarcaba tanto lo ocurrido en Japón como en Corea:
“El 10 de mayo de 1933 salí de Tokio, y el día 15 del mismo mes, mientras estaba en Mukden, en la región de Manchuria, recibí una carta en la que se me informaba que todo el personal de la sucursal [de Tokio], cinco hermanos, había sido arrestado y encarcelado, y que el trabajo de la oficina sucursal estaba siendo atendido por hermanas. Los periódicos del 16 y 17 de mayo dedicaban casi toda una página a la noticia del arresto de los testigos de Jehová.
”La policía llevó a cabo redadas tanto en la sucursal de Tokio como en la de Seúl. Se apoderaron de toda la literatura que teníamos almacenada. Les agradará saber que los hermanos japoneses y coreanos mantuvieron su lealtad e integridad a Jehová y a su Rey ungido aun bajo severas pruebas.”
Se calculó que la cantidad de literatura que había en la sucursal de Seúl y que la policía confiscó el 17 de junio de 1933 fue de unas 50.000 unidades. Según informó el periódico Tong A Ilbo, de Seúl, la literatura fue cargada en dieciocho carretillas y llevada a orillas del río Han, a su paso por Seúl, para ser quemada públicamente. El mismo artículo dijo que el 15 de agosto de 1933 se retiraron de los hogares de los hermanos en las proximidades de Pyongyang, en lo que es hoy Corea del Norte, unas 3.000 piezas de literatura, que luego fueron destruidas. Pero, ¿silenciarían estas redadas policiales la obra de dar testimonio?
LA OBRA CONTINÚA
Lee Shi-chong, que servía de repartidor y que fue llamado de nuevo a Seúl a causa de los arrestos, recuerda: “Los hermanos recobraron rápidamente su denuedo y reanudaron la predicación con la revista The Golden Age, la única publicación que no había sido proscrita, y, naturalmente, continuamos reuniéndonos”.
La revista The Golden Age había sido inscrita como periódico, y se distribuyó en el campo coreano de 1933 a 1939. Su precio era de dos jeon, el equivalente a un centavo (E.U.A.). Aunque el abastecimiento principal de literatura había sido destruido, muchos de los hermanos todavía tenían algunos libros y folletos de su propiedad que pudieron prestar e intercambiar entre sí a fin de que las personas que realmente tenían interés pudiesen recibir el mensaje.
Las reuniones se celebraron semanalmente, cada domingo. Los hermanos que las conducían hablaban durante una hora, y si estaba presente alguna persona nueva, repasaban las enseñanzas básicas de la Biblia. Como el conductor era el único que tenía un ejemplar de La Atalaya, él también explicaba el artículo de estudio. La Atalaya se imprimía en japonés con el formato de un folleto. Puesto que durante la ocupación japonesa a los coreanos se les había obligado a expresarse en japonés, ellos podían leerlo, escribirlo y hablarlo.
Sin embargo, en Seúl había muy pocos hermanos para conducir estas reuniones. ¿Por qué? Debido a que el superintendente de sucursal había puesto en la lista de repartidores a cuantos había podido, y los había enviado a territorios distantes. Como resultado, los hermanos de más experiencia estaban dispersos por la península y no podían asociarse entre sí. Por ello, el mejoramiento de los métodos de conducir las reuniones tendría que aguardar a la llegada de los misioneros de la Watch Tower, algo que aún tardaría algún tiempo.
UNA FAMILIA INFLUYENTE HUYE DE “BABILONIA”
Al estar proscrita toda la literatura de la Watch Tower excepto la revista The Golden Age, la obra tenía que efectuarse con cautela. Los hermanos debían ser cuidadosos y discretos al ir de un lugar a otro del territorio. A pesar de que no se celebraban reuniones regularmente, los que aceptaron la verdad fueron personas valientes y resueltas.
La familia Ok es un ejemplo sobresaliente. Todos ellos eran adventistas del séptimo día, bien educados y económicamente acomodados. Además, tenían una buena reputación en la comunidad. El padre de Ok Ji-joon era anciano de su Iglesia y director de una escuela adventista; su esposa, Kim Bong-nyo,b era la interventora de la escuela de la localidad.
“Un día, en 1937 —dijo Ok Ji-joon—, encontré por casualidad una revista The Golden Age en el cubo de la basura. Como era una persona muy religiosa, me interesé en los temas religiosos que tenía, y los leí con detenimiento. Algunos días después, dos hombres me visitaron y me ofrecieron más literatura publicada por ‘El Faro’ (traducción errónea del nombre Watchtower [Atalaya] a la que había dado origen el superintendente de sucursal de Japón, y que también se empleaba en Corea). Me dieron a leer una tarjeta; luego supe que era una tarjeta de testimonio. Con gusto me quedé con las publicaciones que traían. Después, a medida que iba leyéndolas, encontré que había muchas cosas contrarias a mi fe adventista. Escribí a la dirección de Tokio que venía en las últimas páginas del libro, y durante varios meses sostuve por correspondencia una consideración sobre cuestiones doctrinales. La sucursal de Tokio contestaba mis preguntas y adjuntaba algunas revistas La Atalaya en las que subrayaba en rojo distintas porciones.
”La iglesia adventista de Sariwon, en la provincia de Hwanghae, que hoy forma parte de Corea del Norte, me ocasionó algunos problemas debido a que los asedié con preguntas relacionadas con la verdad que acababa de encontrar. El ministro trató de eludir las respuestas, y orgullosamente dijo que hacerle esas preguntas a él, sobre todo teniendo en cuenta que era un íntimo amigo de mi padre, era una actitud irrespetuosa. Pero, en mi opinión, las relaciones personales no tenían por qué interferir en una consideración de la Biblia y, por lo tanto, él me debía una respuesta. Mi hermano más joven también aceptó la verdad y vino conmigo, como asimismo hizo mi hermano mayor. Finalmente, dejamos de asistir a la iglesia.
”Mi padre se opuso a nosotros. Cuando mi hermano mayor y yo cerramos nuestra próspera fábrica de herramientas de labranza con el fin de disponer de más tiempo para la predicación, se puso furioso y nos echó de casa. Sin embargo, no nos dimos por vencidos, sino que continuamos intentando persuadirle con la ayuda de la información de La Atalaya.”
Ok Ryei-joon, el mayor de los hermanos, nos cuenta ahora cómo abrió los ojos a la verdad su padre.
“Un día nos visitó nuestro ministro adventista para decirnos que la sección de inteligencia de la comisaría de policía había ordenado que nuestra Iglesia acudiese al santuario sintoísta para rendir adoración a los dioses japoneses, que izáramos y saludáramos la bandera japonesa en la iglesia y que cantáramos el himno nacional antes de dar comienzo al servicio religioso. La opinión personal del pastor era que los adventistas tendrían que acatar estas órdenes o, de otro modo, serían proscritos y el adventismo desaparecería. El ministro había consultado esta cuestión con la sede de la iglesia adventista y, cuando nos visitó, venía a transmitirnos la respuesta que le habían comunicado. La sede les había dicho que tenían que obedecer la orden policial, aunque esto significara una gran prueba para ellos. Nuestro padre estaba muy decepcionado con esta decisión.”
El padre se interesó en conocer cuál era el punto de vista de la Sociedad Watch Tower sobre esta cuestión. Para determinarlo, comenzó a estudiar la Biblia con sus hijos. Como resultado, pudo percatarse de cuánta razón tenían los testigos de Jehová. Toda la familia —el padre, la madre, cuatro hijos y dos nueras— dejó de asistir a la iglesia.
“Más tarde, en 1938 —prosigue Ok Ryei-joon—, la iglesia adventista envió a nuestro hogar a un misionero americano, el cual nos dijo que los misioneros habían decidido abandonar Corea debido a la opresión del gobierno japonés. Dijo además que el que nuestra familia hubiese abandonado la Iglesia por causa del saludo a la bandera y de la adoración en santuarios sintoístas era algo digno de encomio, y nos animó a permanecer firmes en la fe a Jehová Dios, como hacían todos los demás testigos de Jehová de Corea.”
Cuando el superintendente de sucursal de Japón visitó Corea, toda la familia se bautizó: el 19 de noviembre de 1937. Actualmente, tres de los cuatro hermanos sirven de ancianos. El más joven, Ok Ung-nyun, murió en 1939 en una prisión japonesa a causa de su neutralidad cristiana.
UNA ADVERTENCIA OPORTUNA
Durante la última visita de Junzo Akashi a Corea, en diciembre de 1938, se reunió con 30 hermanos en la casa de Moon Tae-soon, en Seúl, y les dijo que pronto serían arrestados. Les advirtió que, cuando eso ocurriese, no deberían adoptar una actitud irrespetuosa hacia la bandera nacional o hacia el emperador. También les dijo que no deberían transigir. Les instó a que predicaran cuanto fuese posible, llevando consigo los tres folletos que entonces había disponibles: Protection (Protección), Warning (Advertencia) y Enfréntense a los hechos.
Usando el nuevo folleto Enfréntense a los hechos, Akashi ofreció una explicación que afectaría adversamente a los hermanos coreanos. El folleto animaba a las parejas jóvenes a que antes de casarse esperaran unos “pocos años”, hasta después del Armagedón. Él interpretó que esta expresión significaba solo unos dos o tres años, en lugar de un período de tiempo indefinido. En consecuencia, los hermanos coreanos pensaron que solo les quedaban unos pocos meses para predicar, que luego serían arrestados y que, mientras estaban en prisión, vendría el Armagedón.
Unas semanas más tarde la prensa comenzó a atacar a la organización, diciendo que el hermano Rutherford era un “loco pacifista”. Cuando en enero de 1939 el hijo de Junzo Akashi y otro hermano japonés se negaron a incorporarse al servicio militar, el propio Akashi fue requerido ante las autoridades militares del ejército japonés en Tokio para explicar el porqué de esta negativa. A esto le siguieron más arrestos de hermanos: el 21 de junio en Japón, el 22 de junio en Taiwan y el 29 de junio en Corea. Ininterrumpidamente, muchos Testigos fueron encarcelados hasta el fin de la II Guerra Mundial, en 1945.
LOS PRIMEROS QUE MANTUVIERON INTEGRIDAD
La hermana Chang Soon-ok, una ex católica que aprendió la verdad por medio de la revista The Golden Age, nos cuenta lo que ocurrió después de la última reunión de Junzo Akashi en Seúl. “Los que estuvieron presentes en su discurso se fueron al territorio que tenían asignado cargados de libros. Yo fui a Pusan y prediqué allí. En la madrugada del 29 de junio de 1939 fui arrestada. Nueve hermanas fuimos encerradas en la misma celda junto a criminales comunes. En la celda hacía calor, estaba sucia y apestaba. Permanecimos en la cárcel por un año antes de que se nos juzgara.
”En la prisión se obligaba a los prisioneros a rendir culto al emperador cada mañana. Como nosotras rehusábamos, nos esposaron, con una mano a la espalda y la otra sobre el hombro. En ocasiones nos ponían dos esposas, y otras veces encadenaban a dos hermanas juntas colocadas de espaldas. Durante esa temporada, cada vez que teníamos que comer, debían cambiarnos las esposas hacia el frente. Por último, después de siete meses, se dieron por vencidos y nos quitaron las cadenas.
”Cumplida nuestra sentencia, cuatro de nosotras fuimos retenidas por incorregibles en un campo de custodia protegido. Un guarda les dijo a las hermanas que todos los que se hallaban en ese campo serían ejecutados al cabo de pocos días. Repentinamente terminó la guerra, y el 16 de agosto de 1945 por fin fuimos puestas en libertad. Aún hoy me emociono cuando rememoro aquellos años pasados en prisión.”
La familia Ok también estuvo entre los que fueron arrestados. Lee Jung-sang, la esposa del hermano mayor, Ok Ryei-joon, narra su experiencia.
“Cuando yo no era más que un bebé espiritual, pues llevaba menos de dos años bautizada, la policía de Seúl prendió a mi esposo y a su hermano más joven, Ok Ji-joon, y los encarceló. Por entonces, la mayoría de los hermanos y hermanas coreanos fueron arrestados y, posteriormente, conducidos a la prisión de Sodaemun, de Seúl. La policía confiscó de nuevo las publicaciones de la Sociedad... al menos, eso creyeron.
”Mientras todavía estábamos en libertad, fui con mi cuñada, Kim Bong-nyo, y otra hermana, Kim Kyung-hui, al almacén de la Sociedad y nos llevamos toda la literatura que pudimos cargar, ya que teníamos la intención de colocar tanta literatura como nos fuese posible antes de que nos arrestaran. Nos dirigimos hacia el norte, a Pyongyang, y en noviembre de 1939, mientras predicábamos allí, también fuimos arrestadas bajo la acusación de perturbar la paz y distribuir libros que estaban proscritos. Se nos encarceló en la comisaría de Tongdaemun, y más tarde nos trasladaron a la prisión de Sodaemun, donde también se hallaban las otras hermanas. Entre hermanos y hermanas éramos un total de treinta y ocho Testigos en prisión.”
FIELES HASTA LA MUERTE
Otra de aquellas fieles hermanas que fueron encarceladas, la hermana Park Ock-hi, actualmente en el servicio de precursor especial a los ochenta y seis años de edad, recuerda aquellos difíciles días.
“Después de pasar el invierno predicando las buenas nuevas en la provincia de Kyŏngsang, al sur de Corea, regresamos a nuestra casa de Seúl en febrero de 1939. Mi esposo, Choi Sung-kyu, fue inmediatamente arrestado por la policía de la comisaría de Tongdaemun. Le acusaron de rehusar adorar en el santuario sintoísta. Durante los veinte días que permaneció en la cárcel, contrajo las fiebres tifoideas, y lo trasladaron a un hospital. Después de estar cuarenta días en el hospital, fue puesto en libertad, solo para caer en la redada de arrestos que tuvo lugar en junio de 1939.
”Mi cuñado tenía una posición respetable en el gobierno japonés, de modo que envió a un abogado para que lo pusiesen en libertad. Este le dijo a mi esposo que la única manera que tenía de conseguir su libertad era accediendo a adorar en un santuario sintoísta. Mi esposo rechazó la proposición en el acto y le dijo que no volviese a verlo más. Luego me escribió, preguntándome: ‘¿Quién envió a este abogado? ¡Mantén los ojos abiertos! Lee Romanos 8:35-39’. Esta carta animó mucho a todos los que estábamos fuera, y los nuevos se resolvieron a continuar alabando a Jehová.
”Más tarde, en septiembre de 1941, fui arrestada de nuevo, pero solo me retuvieron por quince días. Me dijeron que, ya que mi esposo iba a ser puesto en libertad, debería traer 500 won (250 dólares E.U.A.). Conseguí que me prestaran el dinero y volví a la prisión. Era una noche oscura y fría. Encontré a mi esposo tendido en el suelo y cubierto con una sábana; estaba más muerto que vivo. Lo habían tenido en prisión durante dos años y medio, y ahora exigían 500 won para ponerlo en libertad... ¡en estas condiciones! Unas ocho horas más tarde, mi esposo murió; tenía cuarenta y dos años de edad.
”En septiembre de 1942 fui arrestada por cuarta vez, yendo a parar a la prisión de Sodaemun junto con otras hermanas. Allí tuvimos que soportar torturas inenarrables.”
La guardesa se enfadaba con las hermanas porque rehusaban adorar al emperador japonés. Esto suponía trabajo adicional para ella. En cada comida tenía que cambiarles las esposas y las cadenas. Pero es evidente que pudo darse cuenta de la fidelidad de estas queridas hermanas. Sorprendentemente, unos veinte años más tarde esta mujer empezó a estudiar la Biblia, se reunió de nuevo con estas hermanas en una asamblea de distrito y en 1970 se bautizó.
A los hermanos se les interrogaba una y otra vez, pues las autoridades buscaban maneras de condenarlos. Se les preguntaba: “¿Es cierto que todas las naciones están bajo la influencia del Diablo? ¿Está incluido nuestro gran imperio japonés? ¿Son espías americanos? ¿Cuándo vendrá el Armagedón?”. A esta última pregunta los hermanos contestaban: “Cuando se haya completado la obra de predicar”. Entonces las autoridades los acusaban, diciendo: “Con su predicación instan a que venga el Armagedón, lo que significa que inducen a la destrucción de nuestro imperio japonés. Por consiguiente, están violando la ley del orden público”. Como consecuencia, muchos de los hermanos fueron arrestados y encarcelados por períodos de dos a cuatro años.
De los treinta y ocho hermanos encarcelados, cinco murieron en prisión, entre ellos Moon Tae-soon, el hermano que había estado a cargo de la obra bajo la superintendencia de la sucursal japonesa.
DESILUSIÓN DESPUÉS DE LA II GUERRA MUNDIAL
Junzo Akashi fue el responsable de la obra en Corea desde que en 1926 se asignó su superintendencia a la sucursal de Japón. Cuando los hermanos fueron puestos en libertad en 1945, se dirigieron a él para que les diese instrucciones. Sin embargo, Akashi, que había estado llevando una vida inmoral, había transigido en cuanto a la verdad bajo presión y abandonado la organización de Dios.
No obstante, existía intranquilidad entre los hermanos coreanos debido a que habían creído en su explicación inexacta respecto a los “pocos años” que quedaban antes de que viniese el Armagedón. El pequeño grupo de hermanos se dividió. Algunos, fuertes en la fe, entendían que tenían que continuar predicando; otros perdieron su celo.
Durante varios años después de 1939, los hermanos no tuvieron contacto con la organización de Jehová. Se sentían abandonados. Muchos opinaban que lo que estaba ocurriendo en Corea sucedía también en toda la organización por todo el mundo. No sabían que la Sociedad Watch Tower aún estaba funcionando y que sus hermanos en otros países de la Tierra habían mantenido integridad durante la II Guerra Mundial y que el aumento comenzaba a ser ostensible. Al no haber nadie que tomara la delantera ni contacto alguno con la organización, la adoración verdadera en Corea fue disminuyendo hasta casi desaparecer.
-
-
CoreaAnuario de los testigos de Jehová para 1988
-
-
[Ilustración de la página 143]
Lee Shi-chong, un repartidor que a principios de la década de los treinta recorrió las zonas rurales en bicicleta para propagar el mensaje del Reino
[Ilustración de la página 146]
Ok Ung-doo, Ok Ryei-joon, y Ok Ji-joon (de izquierda a derecha) se enfrentaron durante la II Guerra Mundial a severas pruebas
[Ilustración de la página 153]
Choi Sung-kyu sufrió duros castigos por causa de sus creencias hasta su muerte en 1941, pero su fe animó mucho a sus hermanos
-