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Sobrevivo a los profundos cambios ocurridos en Corea¡Despertad! 2008 | diciembre
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Sobrevivo a los profundos cambios ocurridos en Corea
RELATADO POR CHONG-IL PARK
“¡Cobarde! En realidad, tienes miedo de morir en el frente, y por ello te escudas en tu conciencia religiosa para librarte del servicio militar.” Esa fue la acusación que me lanzó el capitán de los Servicios de Contraespionaje en junio de 1953, hace más de cincuenta y cinco años.
EL INCIDENTE ocurrió durante la guerra de Corea. El capitán sacó una pistola, la puso sobre el escritorio y dijo: “¡Bien! No morirás en el frente, pero haré que te maten aquí mismo... a menos que quieras reconsiderarlo”.
“No”, repliqué de manera categórica. Enseguida mandó a un oficial que preparara mi ejecución.
¿Qué había provocado la situación? El hecho de que me habían llamado a filas pero yo me negaba a cumplir el servicio militar. Mientras esperábamos le dije al capitán que ya había dedicado mi vida a servir a Dios y que no estaría bien que la sacrificara por una causa distinta. Transcurrieron varios minutos en silencio, hasta que regresó el oficial e informó que todo estaba dispuesto para mi ejecución.
En aquella época, los surcoreanos no sabían prácticamente nada de los testigos de Jehová y, por supuesto, ignoraban que éramos objetores, es decir, que por motivos de conciencia nos negábamos a participar en las acciones militares de cualquier Estado.
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En enero de 1953 recibí emocionado una carta donde se me invitaba a la Escuela de Galaad en Nueva York para recibir formación misionera. Reservé el billete de avión, pero justo entonces me reclutaron para el ejército.
Cara a cara con la muerte
En el centro de reclutamiento le expliqué a un oficial mi neutralidad y mi objeción a prestar el servicio militar. Este me envió a los Servicios de Contraespionaje para que determinaran si yo era comunista, y fue allí donde me vi cara a cara con la muerte, como narré al principio. Sin embargo, en lugar de dispararme, el capitán se levantó como un resorte y le dio una vara a un oficial para que me golpeara con ella. A pesar del terrible dolor, me sentía muy contento por haber aguantado.
De allí me enviaron de vuelta al centro de reclutamiento, donde, pasando por alto mis creencias, los oficiales me asignaron arbitrariamente un número de identificación y me transfirieron al centro de entrenamiento militar de la isla de Cheju, cerca de la península de Corea. A la mañana siguiente nos reunieron a los nuevos reclutas para la jura de bandera. Como no quise jurar, me formaron un consejo de guerra y me mandaron a prisión tres años.
Miles se mantienen leales
El día que se suponía que partiera para recibir formación en Galaad vi pasar un avión. Era el avión en el que hubiera volado. Pero en vez de entristecerme por no haber podido ir, me sentí muy satisfecho de mi lealtad a Jehová. Además, no soy el único Testigo coreano que se ha negado a prestar el servicio militar; de hecho, hasta ahora el número supera los trece mil. Estos hermanos han pasado, en total, más de veintiséis mil años en las cárceles del país.
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Cuando a mí me hicieron consejo de guerra en 1953, las autoridades coreanas no entendían el concepto de objeción de conciencia. A algunos nos acusaron de ser comunistas y a unos cuantos los mataron a golpes. Muchos que fueron encarcelados como objetores en su juventud han visto a sus hijos —y hasta a sus nietos— ir a prisión por el mismo motivo.
En los últimos años, los medios de comunicación han informado de manera favorable sobre la negativa de los testigos de Jehová a participar en los asuntos militares invocando la objeción de conciencia. Un fiscal que había acusado en los tribunales a un objetor Testigo escribió una carta abierta en la que se disculpaba por sus acciones, y la carta se publicó en una revista de amplia circulación.
Tengo la esperanza de que nuestro derecho a la objeción de conciencia se respete en Corea del Sur, como sucede en muchos otros países. Pido en mis oraciones que las autoridades contemplen a los ciudadanos con convicciones como las mías y eliminen la práctica de encarcelar a los jóvenes objetores de conciencia “a fin de que sigamos llevando una vida tranquila y quieta” (1 Timoteo 2:1, 2).
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[Comentario de la página 14]
Los Testigos coreanos han pasado veintiséis mil años en la cárcel por negarse a prestar el servicio militar
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