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JehováPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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Durante mucho tiempo se ha argumentado que como los escritores inspirados de las Escrituras Griegas Cristianas hicieron sus citas de las Escrituras Hebreas basándose en la Septuaginta, y en esta versión se había sustituido el Tetragrámaton por los términos Ký·ri·os o The·ós, el nombre de Jehová no debió aparecer en sus escritos. Como se ha mostrado, este argumento ya no es válido. Al comentar sobre el hecho de que los fragmentos más antiguos de la Septuaginta sí contienen el nombre divino en su forma hebrea, el doctor P. Kahle dice: “Ahora sabemos que el texto griego de la Biblia [la Septuaginta], en tanto fue escrito por y para judíos, no tradujo el nombre divino por kyrios, sino que en esos MSS [manuscritos] se conservó el Tetragrámaton con letras hebreas o griegas. Fueron los cristianos quienes reemplazaron el Tetragrámaton por kyrios cuando el nombre divino escrito en letras hebreas ya no se entendía”. (The Cairo Geniza, Oxford, 1959, pág. 222.) ¿Cuándo se produjo este cambio en las traducciones griegas de las Escrituras Hebreas?
Debió producirse en el transcurso de los siglos que siguieron a la muerte de Jesús y sus apóstoles.
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¿Por qué, entonces, no aparece el nombre en los manuscritos disponibles de las Escrituras Griegas Cristianas, o el llamado Nuevo Testamento? Seguramente porque los manuscritos que hoy tenemos (del siglo III E.C. en adelante) se hicieron después que se alteró el texto original de los apóstoles y discípulos. Los copistas posteriores sin duda reemplazaron el nombre divino —el Tetragrámaton— por los términos Ký·ri·os y The·ós. (GRABADO, vol. 1, pág. 324.) Los hechos muestran que eso es justo lo que ocurrió en copias posteriores de la Versión de los Setenta de las Escrituras Hebreas.
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De modo que los llamados cristianos que “reemplazaron el Tetragrámaton por Ký·ri·os” en las copias de la Septuaginta no fueron los discípulos primitivos de Jesús, sino personas de siglos posteriores, cuando la predicha apostasía estaba bien desarrollada y había corrompido la pureza de las enseñanzas cristianas. (2Te 2:3; 1Ti 4:1.)
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