En abril de 1986, una hermana de Florida acudió a un hospital con una hemorragia uterina, e informó al personal médico que no aceptaría sangre bajo ningún concepto. El juez autorizó que le transfundieran sangre, pues la hermana era madre de dos hijos adolescentes que dependían de ella. Aunque se le administró sangre, se presentó una apelación. El 16 de marzo de 1989, el Tribunal Supremo de Florida falló, por seis votos a uno, en favor de la paciente Testigo. Esta decisión reafirmó el derecho que tienen los testigos de Jehová adultos a rechazar transfusiones de sangre aun si son padres de hijos menores. Al dar su opinión sobre el caso, dos magistrados del Tribunal Supremo de Florida llegaron hasta el punto de citar palabra por palabra ciertos extractos del sumario de la Sociedad, con los cuales coincidían por completo.

El estado de Nueva York fue escenario de otro caso que implicó a una madre Testigo a quien se le administró una transfusión por orden del tribunal. Ante el tribunal se planteó la siguiente pregunta: ¿Puede obligarse a un paciente a someterse a un tratamiento en contra de su voluntad por el bien de sus hijos menores? No, contestó el Tribunal de Apelaciones de Nueva York el día 18 de enero de 1990. También declaró: “En suma, el paciente, como adulto competente, tiene derecho a escoger su propio tratamiento, lo cual incluye el derecho a rechazar transfusiones de sangre”.