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  • Grasa
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
    • La Ley decía específicamente: “Toda la grasa pertenece a Jehová. [...] No deben comer grasa alguna ni sangre alguna”. (Le 3:3-17.)

  • Grasa
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
    • Por qué se dio esta ley. Bajo el pacto de la Ley, se consideraba que tanto la sangre como la grasa le pertenecían exclusivamente a Jehová. La vida está en la sangre, y solo Jehová es quien puede dar esta vida; por lo tanto, a Él le pertenece. (Le 17:11, 14.) Se consideraba que la grasa era la parte más sabrosa de la carne del animal. Al ofrecer la grasa del animal, el adorador reconocía que las “primeras” o mejores partes le pertenecen a Jehová, quien provee con abundancia, y sería una demostración de su deseo de ofrecer lo mejor a Dios. Debido a que la ofrenda simbolizaba que los israelitas le entregaban lo mejor a Jehová, se decía que humeaba sobre el altar como “alimento” y como un “olor conducente a descanso” para Él. (Le 3:11, 16.) Por consiguiente, comer la grasa era apropiarse ilegalmente de lo que estaba santificado a Dios, usurpar los derechos de Jehová. Estaba castigado con la pena de muerte. No obstante, a diferencia de la sangre, la grasa podía usarse para otros propósitos, por lo menos en el caso de un animal que muriese de muerte natural o que lo matase otra bestia. (Le 7:23-25.)

      Alcance de la aplicación de la ley. Sobre la base de este último texto, muchos escriturarios han intentado limitar la prohibición de Levítico 3:17 a la grasa de aquellos animales aptos para ser ofrecidos en sacrificio, tales como los toros, las ovejas y las cabras. La enseñanza judía rabínica está dividida a este respecto. No obstante, el mandato acerca de la grasa que se da en Levítico 3:17 está enlazado con la ley sobre comer sangre, que incluía claramente la sangre de todos los animales. (Compárese con Le 17:13; Dt 12:15, 16.) En consecuencia, parece más lógico que la ley acerca de la grasa aplicase a todos los animales, incluso a aquellos que los israelitas matasen para su uso cotidiano.

      El que la prohibición aplicase a toda la grasa no se contradice con el texto de Deuteronomio 32:14, que dice que Jehová dio a Israel “grasa de carneros” para comer. Esta es una expresión figurativa que hace referencia a lo mejor del rebaño o, tal como traduce la frase la Versión Popular, “lo mejor de los corderos”. (Véanse también BR, Mod, TA.) Este sentido poético se indica además en las expresiones que vienen a continuación en este mismo versículo, referentes a “la grasa de los riñones del trigo” y la “sangre de la uva”. Lo mismo sucede en Nehemías 8:10, donde se le manda al pueblo: “Vayan, coman las cosas grasas”. Por esta declaración no podemos concluir que consumieron literalmente grasa. “Las cosas grasas” es una expresión que hace referencia a las porciones suculentas, a las cosas que no estaban desprovistas de carne o eran secas, sino, más bien, sustanciosas, entre las que estaban los platos sabrosos que se preparaban con aceites vegetales. Por eso, otras versiones muestran que se les animaba a comer “buenas tajadas” (NBE), “ricos manjares” (Val, 1989) o “buenos platos” (EMN, 1988).

      La ley mosaica no impedía cebar las ovejas y las reses. Por ello, el registro habla del “torillo cebado” que se mató para el hijo pródigo. (Lu 15:23.) El alimento de Salomón incluía “cuclillos engordados” y “reses vacunas gordas”. (1Re 4:23.) En 1 Samuel 28:24 aparece la palabra hebrea ʽe·ghel-mar·béq, que se traduce “becerro engordado”, y los términos mé·aj y meríʼ hacen referencia a un ‘animal bien alimentado’ o a un ‘animal cebado’. (Isa 5:17; Eze 39:18.) No obstante, esto no significa que se ‘engordara’ a los animales con el propósito de producir sebo o capas de grasa, sino para que se hicieran robustos, fuertes. (Compárese con Gé 41:18, 19.)

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