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  • Una esperanza segura para los muertos
    Cuando muere un ser querido
    • La ternura que demostró Jesús al resucitar a Lázaro refleja su deseo intenso de reparar los estragos de la muerte

  • Una esperanza segura para los muertos
    Cuando muere un ser querido
    • “¡Lázaro, sal!”

      Fue una escena conmovedora. Lázaro estaba gravemente enfermo. Sus dos hermanas, María y Marta, mandaron el siguiente aviso a Jesús, que estaba al otro lado del río Jordán: “Señor, ¡mira!, está enfermo aquel a quien le tienes cariño”. (Juan 11:3.) Ellas sabían que Jesús amaba a Lázaro. ¿Acaso no desearía ver a su amigo, que estaba enfermo? Curiosamente, en lugar de salir para Betania de inmediato, Jesús permaneció donde estaba dos días más. (Juan 11:5, 6.)

      Lázaro murió algún tiempo después de que le enviaron a Jesús el aviso de que estaba enfermo. En el momento en que Lázaro murió, Jesús lo supo, y quiso hacer algo al respecto. Cuando finalmente llegó a Betania, ya hacía cuatro días que su querido amigo había perecido. (Juan 11:17, 39.) ¿Podría devolver la vida a alguien que llevaba tanto tiempo muerto?

      Al oír que Jesús llegaba, Marta, una mujer dinámica, salió corriendo a su encuentro. (Compárese con Lucas 10:38-42.) Conmovido por su pena, Jesús le aseguró: “Tu hermano se levantará”. Cuando ella manifestó su fe en una resurrección futura, Jesús le dijo categóricamente: “Yo soy la resurrección y la vida. El que ejerce fe en mí, aunque muera, llegará a vivir”. (Juan 11:20-25.)

      Jesús resucitando a Lázaro

      Cuando llegó a la tumba, Jesús mandó que retiraran la piedra que sellaba la entrada. A continuación oró en voz alta y clamó: “¡Lázaro, sal!”. (Juan 11:38-43.)

      Todas las miradas estaban fijas en la tumba. De repente, de la oscuridad surgió una figura con los pies y las manos atados con vendas y el rostro envuelto en un paño. “Desátenlo y déjenlo ir”, ordenó Jesús. Cuando la última venda cayó al suelo, comprobaron que efectivamente era Lázaro, el hombre que llevaba cuatro días muerto. (Juan 11:44.)

      ¿Sucedió de verdad?

      El relato de la resurrección de Lázaro se presenta en el Evangelio de Juan como un hecho histórico. Los detalles son demasiado vívidos para que se trate de una mera alegoría. Cuestionar su historicidad equivale a cuestionar todos los milagros de la Biblia, incluida la resurrección del propio Jesucristo. Y negar la resurrección de Jesús equivale a negar la fe cristiana en su totalidad. (1 Corintios 15:13-15.)

      En realidad, si usted acepta la existencia de Dios, no debería costarle creer en la resurrección. Se podría ilustrar con el caso de un señor que graba en cinta de vídeo su testamento para que, después de su muerte, sus familiares y amigos puedan verlo y escucharlo explicar por sí mismo cómo se debe disponer de su fortuna. Hace cien años, esta posibilidad era inconcebible. Y aun hoy para algunas personas que viven en zonas remotas del globo, la técnica de la grabación en vídeo resulta tan incomprensible que les parece milagrosa. Pues bien, si los hombres pueden reproducir las imágenes y sonidos de una escena como la antes mencionada aplicando los principios científicos establecidos por el Creador, ¿no debería él poder hacer mucho más que eso? ¿No es lógico que el que creó la vida sea capaz de recrearla?

      El milagro de que Lázaro volviera a vivir sirvió para aumentar la fe de la gente en Jesús y en la resurrección. (Juan 11:41, 42; 12:9-11, 17-19.) También puso de manifiesto de forma conmovedora que Jehová y su Hijo desean resucitar a los muertos.

      ‘Dios sentirá anhelo’

      La reacción de Jesús ante la muerte de Lázaro revela la gran ternura del Hijo de Dios. Los sentimientos profundos que mostró en aquella ocasión hacen patente que tiene un deseo intenso de devolver la vida a los muertos. El relato bíblico lee: “María, cuando llegó a donde Jesús estaba y alcanzó a verlo, cayó a sus pies, y le dijo: ‘Señor, si tú hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto’. Jesús, pues, cuando la vio llorando, y a los judíos que vinieron con ella llorando, gimió en el espíritu y se perturbó; y dijo: ‘¿Dónde lo han puesto?’. Ellos le dijeron: ‘Señor, ven y ve’. Jesús cedió a las lágrimas. Por eso los judíos empezaron a decir: ‘Mira, ¡cuánto cariño le tenía!’”. (Juan 11:32-36.)

      La compasión sincera de Jesús se indica aquí con tres expresiones: “gimió”, “se perturbó” y “cedió a las lágrimas”. Las palabras que se usaron en el idioma original al redactar esta conmovedora escena muestran que a Jesús le afectó tanto la muerte de su querido amigo Lázaro y ver a la hermana de este llorando que no pudo contener las lágrimas.a

      Lo más destacado es que, aunque ya había resucitado a otras dos personas y se proponía hacer lo mismo con Lázaro (Juan 11:11, 23, 25), Jesús “cedió a las lágrimas”. De modo que devolver la vida a los humanos no es un mero procedimiento para Jesús. Los profundos sentimientos de ternura que manifestó en esta ocasión evidencian que desea intensamente reparar los estragos de la muerte.

  • Una esperanza segura para los muertos
    Cuando muere un ser querido
    • a La palabra griega traducida “gimió” es una forma de un verbo (em·bri·má·o·mai) que significa estar dolorosa o profundamente conmovido. Un escriturario comenta: “El único sentido que puede tener acá es que Jesús se sintió invadido por una emoción tan intensa que arrancó de su corazón un quejido involuntario”. El término que se vierte “perturbó” es una forma de un verbo griego (ta·rás·so) que denota agitación. Según un lexicógrafo, significa “causar conmoción interna, [...] afectar con gran dolor o pena”. La expresión “cedió a las lágrimas” se traduce de un verbo griego (da·krý·o) que comunica la idea de “derramar lágrimas, llorar en silencio”.

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