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  • ¡Cuán imponente es ese pequeño cerebro!
    ¡Despertad! 1987 | 22 de mayo
    • Una criatura recién nacida aprende un idioma complejo en tan solo dos años, simplemente de oírlo. Si oye dos idiomas, aprende los dos idiomas. Si son tres los que se hablan a su alrededor, aprende los tres. Un hombre enseñó a sus hijos desde su tierna infancia cinco idiomas al mismo tiempo: japonés, italiano, alemán, francés e inglés. Una mujer crió a su hija donde se hablaban varios idiomas, y para cuando la niña tenía cinco años ya podía hablar con afluencia ocho idiomas. A los adultos normalmente les resulta difícil aprender idiomas, pero para los niños es un proceso natural.

      El lenguaje es solo un ejemplo de las habilidades programadas genéticamente en el cerebro de la criatura. Las habilidades musicales y artísticas, la coordinación muscular, la necesidad de que las cosas tengan un significado y un propósito, la facultad de la conciencia y los valores morales, el altruismo y el amor, la fe y el impulso de adorar... todo esto depende de sistemas especializados que hay en el cerebro. (Véase Hechos 17:27.) En otras palabras, hay unas redes de neuronas establecidas genéticamente que han sido especialmente programadas de antemano para hacer posible el desarrollo de habilidades como las que se han mencionado y otras.

      Sin embargo, hay que comprender que cuando uno nace esas habilidades simplemente están latentes; tan solo existe la capacidad, la predisposición a desarrollarlas. Para que florezcan tiene que haber un incentivo exterior. Hay que poner en contacto al niño con las experiencias, el ambiente y los estudios necesarios para que todo lo que está latente en él llegue a convertirse en realidades. Y también existe un horario conveniente para que esos incentivos exteriores sean realmente eficaces, especialmente en el caso de los niños de tierna edad.

      Pero cuando el ambiente es bueno y el estímulo se aporta al tiempo oportuno, pueden suceder cosas sorprendentes. El niño no solo puede aprender idiomas, sino también a tocar instrumentos musicales; es posible fomentar sus habilidades atléticas, educar su conciencia, lograr que responda al amor y colocar la base para la adoración verdadera. Se puede lograr todo esto y muchísimo más cuando los padres siembran buenas semillas en el cerebro del niño y luego las riegan con amor.

  • ¿Hay que forzar al niño para que llegue a ser un genio?
    ¡Despertad! 1987 | 22 de mayo
    • En algunos casos los resultados han sido verdaderamente espectaculares: niñitos de dos a cinco años que ya saben leer, escribir, hablar en dos o más idiomas, tocar música clásica con violín o piano, montar a caballo, nadar y hacer ejercicios gimnásticos.

      Mayormente, la meta es intelectual más bien que física. Un niñito de dos años sabe contar hasta 100, suma sin equivocarse, tiene un vocabulario de 2.000 palabras, lee frases de cinco palabras y ha desarrollado una perfecta altura tonal. Cierto niñito de tres años puede identificar por nombre las diferentes partes de la célula cuando se las señalan en un diagrama: mitocondria, retículo endoplasmático, aparato de Golgi, centríolos, vacuolas, cromosomas, etc. Otro niñito de tres años sabe tocar el violín. Y otro de cuatro años traduce del japonés y del francés al inglés. Un instructor que enseña matemáticas a niños pequeños afirma: “Si yo dejase caer al suelo 59 peniques, nuestros niños le podrían decir en seguida que fueron 59 y no 58”.

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