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  • ¿Cuánto pueden vivir las personas?
    La Atalaya 2004 | 15 de noviembre
    • ¿Cuánto pueden vivir las personas?

      EL 3 de marzo de 1513, el explorador español Juan Ponce de León se embarcó en una singular expedición. Se hizo a la mar desde Puerto Rico con la esperanza de llegar a la isla de Bimini. La leyenda cuenta que partió en busca de un milagroso manantial: la fuente de la juventud. Sin embargo, desembarcó en lo que hoy día es el estado de Florida (EE.UU.). Por supuesto, nunca encontró la imaginaria fuente.

      Hoy día, los seres humanos no suelen vivir mucho más de 70 u 80 años. Y aunque la Biblia menciona a gente que vivió bastante más, según el Libro Guinness de los récords 2002, la persona más longeva alcanzó los 122 años y 164 días (Génesis 5:3-32). Sin embargo, el especialista en bioética John Harris dijo: “Recientes estudios nos permiten entrever un mundo en el cual el envejecimiento —e incluso la muerte— ya no tenga que ser inevitable”. Así, varios investigadores de nuestro siglo hablan de “cuasi inmortalidad”, “esperanza de vida ilimitada en el año 2099” y “células con capacidad para reproducirse indefinidamente”.

      En su libro The Dream of Eternal Life (El sueño de la vida eterna), Mark Benecke hace la siguiente observación: “Casi todo el organismo humano se renueva varias veces a lo largo de la vida. [...] Más o menos cada siete años somos personas nuevas en el sentido más literal de la palabra”. Con todo, este proceso no continúa de forma indefinida, pues las células dejan de multiplicarse tras un número predeterminado de divisiones. Benecke afirma que si esto no ocurriera, “el cuerpo humano podría regenerarse durante mucho tiempo, incluso eternamente”.

      Reflexionemos también acerca de la asombrosa capacidad de nuestro cerebro, la cual supera con creces cualquier uso que podamos darle durante el tiempo relativamente corto que dura nuestra vida. Según la Encyclopædia Britannica, el cerebro humano “tiene mucho más potencial del que se puede utilizar durante la vida de una persona” (edición de 1976, vol. 12, pág. 998). David A. Sousa, en su libro How the Brain Learns (Cómo aprende el cerebro), dice: “La capacidad del cerebro para almacenar datos es prácticamente ilimitada” (segunda edición, 2001, pág. 78).

      ¿Por qué no pueden los investigadores hallar la razón fisiológica por la que todos morimos? ¿Y por qué tiene semejante capacidad el cerebro humano? ¿Cabe la posibilidad de que hubiéramos sido diseñados para seguir adquiriendo conocimiento por siempre? ¿Cómo es que somos capaces de concebir la vida eterna?

      La Biblia afirma: “Aun el tiempo indefinido ha puesto [Dios] en el corazón de ellos, para que la humanidad nunca descubra la obra que el Dios verdadero ha hecho desde el comienzo hasta el fin” (Eclesiastés 3:11). Estas palabras indican que fue nuestro Creador quien implantó en nosotros la idea de vivir para siempre. En realidad, siempre estaríamos aprendiendo algo sobre Dios y sus obras. Aunque viviéramos incontables miles de millones de años —es decir, eternamente—, nunca dejaríamos de aprender cosas nuevas acerca de las maravillosas creaciones divinas.

      Las palabras de Jesucristo también prueban que los humanos pueden vivir para siempre. “Esto significa vida eterna —dijo—, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo.” (Juan 17:3.) ¿Qué hay de usted? ¿Desea vivir para siempre?

      [Ilustraciones de la página 3]

      Juan Ponce de León buscó la supuesta fuente de la juventud

      [Reconocimiento]

      Ponce de León: Harper’s Encyclopædia of United States History

  • ¿Desea vivir para siempre?
    La Atalaya 2004 | 15 de noviembre
    • ¿Desea vivir para siempre?

      “NO ME da miedo morir —confesó una anciana de Japón—. Pero me aflige tener que abandonar estas flores.” La ministra cristiana que la visitaba en su hogar comprendió lo que quería decir, pues la mujer poseía un hermoso jardín. Muchos de los que afirman no tenerle miedo a la muerte valoran las maravillas de la creación y hasta puede que abriguen el deseo de vivir eternamente.

      ¿Vida eterna? Gran número de personas desechará de inmediato tal idea. Es posible incluso que algunas digan que no les atrae semejante perspectiva. ¿Por qué reaccionarán así?

      La vida eterna: ¿aburrida?

      Hay quienes piensan que vivir eternamente sería aburrido. Tal vez pongan como ejemplo la monótona vida de muchos jubilados que no hacen otra cosa que sentarse con la vista fija en el televisor. Si usted comparte esa opinión, fíjese en la respuesta del astrónomo Robert Jastrow cuando se le preguntó si, a su entender, la vida eterna sería una bendición o una maldición: “Sería una bendición para quienes tienen una mente inquisitiva y una sed insaciable de conocimiento. Les resultaría muy animador saber que cuentan con toda la eternidad para aprender. En cambio, sería una terrible maldición para quienes creen que ya han aprendido todo lo necesario y se conforman con eso. No sabrían en qué ocupar su tiempo”.

      Así pues, lo que determina si a usted le resultaría aburrida o no la vida eterna es, en gran medida, su actitud. Si posee “una mente inquisitiva y una sed insaciable de conocimiento”, imagínese lo que podría lograr en los campos de la pintura, la música, la arquitectura, la jardinería o en cualquier otra actividad interesante que valga la pena. Vivir para siempre en la Tierra le brindaría magníficas perspectivas de desarrollar su potencial en diversas áreas.

      Por otra parte, la posibilidad de mostrar y recibir amor por siempre haría muy satisfactoria la vida eterna. Fuimos creados con la capacidad de expresar amor, y nos hace felices sentirnos queridos. El verdadero amor produce una profunda satisfacción que no se desvanece con el paso del tiempo. Al vivir eternamente, tendríamos innumerables oportunidades de cultivar amor no solo hacia nuestro prójimo, sino particularmente hacia Dios. “Si alguien ama a Dios —dijo el apóstol Pablo—, este es conocido por él.” (1 Corintios 8:3.) ¡Qué maravillosa expectativa: conocer al Soberano del universo y que él nos conozca a nosotros! Además, nunca dejaremos de aprender acerca de nuestro amoroso Creador. Así pues, ¿cómo podría resultar aburrida y poco gratificante la vida eterna?

      La vida: ¿valiosa por su brevedad?

      Algunos creen que lo que hace tan valiosa la vida es su brevedad. Tal vez la asemejen al oro, del que solo hay cantidades limitadas, y argumenten que si este metal se hallara en todas partes, su valor disminuiría. Pero, aun si así fuera, el oro no perdería su belleza. Lo mismo ocurre con la vida.

      Podríamos comparar la vida eterna a contar con abundante oxígeno. La tripulación de un submarino averiado sin duda concedería mucho valor a este gas. Cuando los rescataran, ¿cree usted que se quejarían ingratamente debido a que vuelven a disponer de abundante oxígeno? ¡Claro que no!

      Como los miembros de esa tripulación, nosotros también podemos ser rescatados, y con una mejor perspectiva: la de vivir para siempre. “El salario que el pecado paga es muerte —escribió el apóstol Pablo—, pero el don que Dios da es vida eterna por Cristo Jesús nuestro Señor.” (Romanos 6:23.) Mediante el sacrificio redentor de Jesús, Dios acabará con la imperfección y la muerte, y otorgará a la humanidad obediente el don de la vida eterna. ¿No deberíamos sentirnos agradecidos por tan amorosa dádiva?

      ¿Qué les ocurrirá a sus seres queridos?

      Algunas personas quizá se pregunten: “¿Y mis seres queridos? Vivir para siempre en la Tierra sin ellos no tendría mucho sentido para mí”. Tal vez, gracias a su estudio de la Biblia, usted haya aprendido que existe la posibilidad de gozar de vida eterna en un paraíso terrestre (Lucas 23:43; Juan 3:16; 17:3). Y, como es natural, desea que sus familiares más cercanos, otros seres queridos y sus amigos íntimos estén ahí y experimenten las mismas alegrías que usted espera tener en el nuevo mundo de justicia que Dios ha prometido (2 Pedro 3:13).

      Pero ¿y si sus amigos y seres queridos no muestran ningún interés por vivir eternamente en una Tierra paradisíaca? No permita que eso lo desanime. Siga adquiriendo conocimiento exacto de la Biblia y actúe en armonía con lo que aprende. El apóstol Pablo escribió: “Esposa cristiana, ¿cómo sabes si no ayudarás a tu esposo para que también sea cristiano? Esposo cristiano, ¿cómo sabes si no ayudarás a tu esposa para que también sea cristiana?” (1 Corintios 7:16, Versión Nueva Vida). Las personas pueden cambiar. Por ejemplo, cierto hombre que se oponía al cristianismo llegó a ser anciano de congregación. Él cuenta: “Estoy enormemente agradecido por el hecho de que mi querida familia se mantuviera fiel a los principios bíblicos pese a mi oposición”.

      A Dios le interesan mucho la vida de usted y la de sus seres queridos. Lo cierto es que “Jehová [...] no desea que ninguno sea destruido; más bien, desea que todos alcancen el arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). Jehová Dios quiere que tanto usted como los suyos vivan para siempre. Su amor supera al de los humanos imperfectos (Isaías 49:15). Entonces, ¿por qué no cultivar una buena relación con Dios? Quizás también pueda ayudar a sus seres queridos a hacer lo mismo. Aun cuando, por ahora, estos no abriguen la esperanza de vivir eternamente, pueden cambiar de actitud si lo ven a usted actuar en armonía con el conocimiento exacto de la Biblia.

      ¿Y aquellos seres queridos que tal vez ya hayan fallecido? Para los millones de personas que han muerto, la Biblia ofrece la maravillosa esperanza de una resurrección: despertar de la muerte para vivir en un paraíso terrestre. Jesucristo prometió: “Viene la hora en que todos los que están en las tumbas conmemorativas [...] saldrán” (Juan 5:28, 29). Se devolverá la vida incluso a quienes hayan muerto sin conocer a Dios, pues la Biblia dice: “Va a haber resurrección así de justos como de injustos” (Hechos 24:15). ¡Qué placer será dar la bienvenida a los resucitados!

      La vida eterna: una perspectiva de felicidad

      Si ya goza de felicidad y satisfacción a pesar de todas las dificultades de este mundo, seguro que disfrutará de vivir eternamente en una Tierra paradisíaca. Cuando una testigo de Jehová le señaló los beneficios de la vida eterna a cierta mujer, esta dijo: “Yo no quiero vivir para siempre. Con setenta u ochenta años me basta”. Un anciano cristiano que por casualidad estaba presente le preguntó: “¿Ha pensado alguna vez cómo se sentirán sus hijos si usted se muere?”. Al darse cuenta de lo mucho que sufrirían al perderla, la señora no pudo contener las lágrimas. “Por primera vez comprendí lo egoísta que había sido —admite ella—, y pude ver que la vida eterna no es una esperanza egoísta, sino que implica vivir por otras personas.”

      Hay quienes creen que a nadie le importa si están vivos o muertos. Sin embargo, al Dador de la vida sí le importa, pues dice: “Tan ciertamente como que yo estoy vivo [...], no me deleito en la muerte del inicuo, sino en que alguien inicuo se vuelva de su camino y realmente siga viviendo” (Ezequiel 33:11). Si tanto le preocupa la vida de las personas inicuas, ¡cuánto más profundo debe ser su interés por quienes lo aman!

      El rey David del antiguo Israel confiaba en el cuidado amoroso de Jehová. En una ocasión dijo: “En caso de que mi propio padre y mi propia madre de veras me dejaran, aun Jehová mismo me acogería” (Salmo 27:10). David probablemente no abrigaba dudas sobre el amor de sus padres hacia él. Pero aun si estos —las personas más allegadas a él— lo abandonaran, David sabía que Dios no lo haría. Jehová, movido por su amor e interés, nos ofrece vida eterna y su perpetua amistad (Santiago 2:23). ¿No deberíamos aceptar estos maravillosos regalos con agradecimiento?

      [Ilustración de la página 7]

      El amor a Dios y al prójimo hará que la vida eterna valga la pena

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