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  • g89 8/2 págs. 26-27
  • ¿Qué propósito tiene la vida?

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  • ¿Qué propósito tiene la vida?
  • ¡Despertad! 1989
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¡Despertad! 1989
g89 8/2 págs. 26-27

El punto de vista bíblico

¿Qué propósito tiene la vida?

MUCHAS personas que han alcanzado fama y fortuna han descubierto que su “éxito” no fue una garantía de felicidad. Algo faltaba en su vida; ¿pero qué?

Los que están tan absortos en ganarse la vida o labrarse un nombre que no les queda tiempo para pensar en por qué estamos aquí, puede que reciban una sacudida cuando alcancen la meta que tanto anhelaban. A pesar del prestigio que hayan conseguido, si su vida carece de un propósito noble, en seguida puede desencauzarse y hacerse tediosa. Esto hizo meditar al rico rey Salomón, quien dijo: “Yo, yo mismo, me volví hacia [todo] [...] el duro trabajo que yo había trabajado duro para lograr, y, ¡mira!, todo era vanidad y un esforzarse tras viento, y no había nada que sirviera de ventaja”. (Eclesiastés 2:11.)

A muchos de nosotros nos encantaría llevar a cabo aunque solo fuesen unos pocos de los proyectos que se atribuyen a este rey tan brillante y enérgico. (Eclesiastés 2:4-9.) Pero parece ser que tampoco en nuestros días el éxito personal “está muy relacionado con la felicidad completa”, como declaran un grupo de investigadores de la universidad de Columbia (E.U.A.). ¿Qué puede ayudar? Su estudio les ha llevado a la conclusión de que algo que puede ayudar es “la confianza en los valores por los que se rige la persona [y el] creer que la vida tiene significado”. Lamentablemente, demasiadas personas dejan de buscar ese significado y piensan, más bien, en poner fin a su vida.

De hecho, según una encuesta llevada a cabo en 1987, uno de cada tres de los más brillantes estudiantes estadounidenses se veía perturbado por pensamientos suicidas. ¿Por qué? Porque estos destacados estudiantes, aparentemente triunfantes, se sentían, bajo la presión de lograr más, inútiles o hasta aislados y solos. Sí, para sentirnos felices con nosotros mismos, tenemos que sentirnos útiles, sentir que nuestra vida tiene significado, tener una meta superior en la vida o simplemente una buena razón para vivir.

Estamos aquí por una buena razón

No hay que buscar muy lejos para obtener pruebas de que la vida no ha venido por accidente. Piense con detenimiento en cosas tan comunes como el complejo diseño de una hoja, el nacimiento de una criatura o el imponente universo. La conclusión lógica e ineludible es que alguien diseñó todo esto por alguna razón. “Las cualidades invisibles de él se ven claramente [...] por las cosas hechas, hasta su poder sempiterno y Divinidad.” (Romanos 1:20.)

Debido a ello, la gente se pregunta: “¿Por qué estamos aquí?”. El médico canadiense William Osler dio con la respuesta básica cuando dijo: “Estamos aquí para aportar lo que podamos a la vida, no para sacar lo que podamos de ella”. (Las cursivas son nuestras.) Un cristiano al que se le pidió que respondiese con menos de veinticinco palabras dijo: “Supongo que podría decirse que estamos aquí para hacer de la Tierra un paraíso”.a (Génesis 1:28; 2:8, 15.) Pero, ¿hacer un paraíso? ¿Está el ser humano capacitado para llevar a cabo semejante labor?

Tan solo acabamos de empezar

La duración actual de nuestra vida solo nos permite lograr una pequeña medida de todo aquello para lo que hemos sido diseñados. Piense en los aproximadamente cien mil millones de células nerviosas de nuestro cerebro, además de las células de otros tipos. La cantidad de conexiones que estas células pueden formar entre sí se calcula en 10⁠800. Esta cantidad equivale a la asombrosa cifra de ¡10⁠700 veces el número de átomos que hay en el universo! Imagínese lo que podría aprender y hacer si pudiese viajar sin prisa, dedicar una eternidad a estudiar los temas que le interesasen y desarrollar los talentos o habilidades que prefiriese. ¡Cuántas posibilidades de enriquecimiento humano se desaprovechan en cada uno de nosotros!

Pero si dispusiese de tiempo ilimitado y de los medios con los que explotar sus capacidades, ¿no se aburriría? No, si como finalmente hizo Salomón, llega a discernir que uno en seguida se cansa de complacerse a sí mismo.

¿Qué solución encontró Salomón? “Acuérdate, ahora, de tu Magnífico Creador”, aconsejó. De otra manera, es inevitable que vengan los días cuando dirá: “No tengo en ellos deleite”. Jesús expresó algo parecido: “Hay más felicidad en dar que en recibir”. (Eclesiastés 12:1, 13; Hechos 20:35.)

La clave de la satisfacción

Jesús dijo que la vida tenía dos grandes prioridades: primero, “amar a Jehová tu Dios”, y segundo, amar a “tu prójimo como a ti mismo”. Esto concuerda con todo lo que conocemos sobre la interdependencia de la vida animal y vegetal. En vista de que estas formas de vida inferiores están hechas para depender tanto unas de otras, ¿no es razonable que nosotros, los seres humanos, con todo nuestro vasto potencial, estemos hechos para cooperar unos con otros y servir a la propia Fuente de la vida: Jehová? (Mateo 22:37-39; Salmo 36:9.)

Un sinfín de amorosos logros, que estrecharán nuestra relación con la gente y con Dios, harán que nuestra vida siga teniendo significado para siempre. Este dar con gozo es la clave para que la vida sea satisfaciente tanto ahora como en la venidera “nueva tierra”. (Isaías 65:17, 18.)

[Nota a pie de página]

a Véase el libro Usted puede vivir para siempre en el paraíso en la Tierra, publicado por la Sociedad Watchtower Bible and Tract de Nueva York, Inc.

[Ilustración en la página 26]

El cerebro humano fue diseñado para servirnos eternamente

[Recuadro en la página 27]

La vida eterna... ¿una bendición o una maldición?

Al físico y autor doctor Robert Jastrow se le preguntó: “¿Qué sería la vida eterna para la humanidad: una bendición, o una maldición?”. ¿Cuál fue su respuesta? “Sería una bendición para los que tienen una mente indagadora y ganas ilimitadas de aprender. Saber que disponen de una vida eterna para absorber conocimiento les daría mucho ánimo. Pero para los que piensan que ya han aprendido todo lo que hay que aprender y son cerrados de mente, la vida eterna sería una maldición espantosa. No sabrían cómo ocupar su tiempo.” (“Times-Advocate”, Escondido [California, E.U.A.], 19 de febrero de 1984.)

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