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¿Verá usted de nuevo a sus seres queridos que han muerto?La Atalaya 1994 | 15 de junio
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En Eclesiastés 12:7 leemos: ‘Entonces el polvo vuelve a la tierra como sucedía que era, y el espíritu mismo vuelve a Dios que lo dio’.
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¿Verá usted de nuevo a sus seres queridos que han muerto?La Atalaya 1994 | 15 de junio
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Analicemos los textos con más cuidado, empezando con Eclesiastés 12:7. Obviamente, el sabio que escribió esas palabras no iba a contradecir lo que ya había escrito en el mismo libro bíblico: “Los vivos tienen conciencia de que morirán; pero en cuanto a los muertos, ellos no tienen conciencia de nada en absoluto”. (Eclesiastés 9:5.) El sabio hablaba de la muerte de la humanidad en general. ¿Es razonable pensar que todos los ateos declarados y criminales endurecidos vuelven a Dios después de su muerte? Difícilmente. Es más, esto no puede decirse de ninguno de nosotros, nos consideremos buenos o malos. Como ninguno de nosotros hemos estado con Dios en el cielo, ¿cómo podría decirse que volvemos a él?
¿Qué dio a entender, entonces, el escritor bíblico al decir que después de la muerte ‘el espíritu vuelve al Dios verdadero’? No empleó la palabra hebrea que se traduce “espíritu” con referencia a algo único que distingue a un ser humano de otro. Por el contrario, el mismo escritor bíblico explica en Eclesiastés 3:19 que el hombre y los animales “todos tienen un solo espíritu”. Es evidente que el “espíritu” al que hizo referencia es la fuerza vital de las células que componen los cuerpos físicos del hombre y los animales. No recibimos este espíritu directamente de Dios. Nuestros padres humanos nos lo transmitieron cuando nos concibieron y luego nacimos. Además, este espíritu no viaja literalmente a través del espacio y vuelve a Dios después de la muerte. La expresión ‘el espíritu vuelve al Dios verdadero’ es una figura retórica que significa que la perspectiva de vida futura de la persona que ha muerto queda en las manos de Dios. Él debe decidir a quién va a recordar para resucitarlo a su debido tiempo. Observe por usted mismo con qué claridad lo explica la Biblia en Salmo 104:29, 30.
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