BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
Español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • g98 22/6 págs. 20-24
  • Resuelto a cumplir mi promesa

No hay ningún video disponible para este elemento seleccionado.

Lo sentimos, hubo un error al cargar el video.

  • Resuelto a cumplir mi promesa
  • ¡Despertad! 1998
  • Subtítulos
  • Información relacionada
  • Sigo fiel a la promesa
  • Comienzan mis pruebas
  • De campo en campo
  • Recobro la libertad y formo una familia
  • De regreso a Ucrania
  • Juicio, campo de trabajos forzados y deportación
  • La dicha de tener libertad de culto
  • Afronté el desafío de servir a Dios
    ¡Despertad! 2005
  • Dios me fortalece para afrontar las pruebas
    ¡Despertad! 2000
  • Sentenciado dos veces a 25 años de trabajos forzados
    ¡Despertad! 2005
  • Mantengo la fe bajo la opresión totalitaria
    ¡Despertad! 2000
Ver más
¡Despertad! 1998
g98 22/6 págs. 20-24

Resuelto a cumplir mi promesa

Relatado por Marian Tsiboulski

EN FEBRERO de 1945 yo tenía 20 años y servía en el ejército soviético, que había obligado a los alemanes a retroceder cientos de kilómetros hasta su propio país. En medio de los horrores cotidianos de la guerra había visto morir a muchos camaradas. Sin embargo, una noche, cuando me hallaba con las tropas cerca de Breslau (Alemania), la actual Wrocław (Polonia), hastiado de sangre y sufrimiento, le prometí a Dios que, si me concedía regresar sano y salvo, dedicaría la vida a hacer su voluntad.

Tres meses después, cayó derrotada Alemania. Una vez licenciado, en diciembre de 1945, llegué caminando a duras penas a Rogizno (Ucrania), el pueblo natal de mi padre, próximo a la ciudad de Lvov (hoy Lviv). A la mañana siguiente encontré a un testigo de Jehová que me dio testimonio cabal del Reino de Dios. Yo conocía un poco la Biblia y hasta había leído obras de los Testigos, pero aquella vez el mensaje me llegó al corazón. Percibí que había una relación entre aquel encuentro y mi promesa.

Sigo fiel a la promesa

Poco después entré de maestro en una escuela elemental, de la que me despidieron cuando aún no llevaba dos años, al estipular el director de la oficina de educación del distrito que se diera formación atea a los niños. Más o menos para entonces, en mayo de 1947, comencé a predicar en público con los testigos de Jehová. Animado por ellos, me trasladé al sur, a la localidad de Borislav, donde enseguida me coloqué de electricista.

Allí conocí a hermanos que eran Testigos desde los años treinta y tenían un gran número de publicaciones bíblicas. Leí con avidez algunos tomos de Estudios de las Escrituras, la mayoría de los libros de Joseph F. Rutherford —quien había presidido la Sociedad Watch Tower—, así como muchos números antiguos de La Atalaya y Luz y Verdad (hoy ¡Despertad!). Me impresionó sobre todo un folleto mimeografiado en el que se traducía al polaco una recopilación de cartas de Testigos alemanes condenados a muerte por el régimen hitleriano. Más tarde cobré fuerzas para aguantar las pruebas al recordar su integridad.

Finalmente, me bauticé a orillas de un lago de Borislav en 1949, cumpliendo de manera formal la promesa de servir a Dios que había hecho en el frente, aunque ahora actuaba con conocimiento exacto.

Comienzan mis pruebas

No tardé en quedarme sin empleo, por lo que me mudé en febrero de 1950 a la cercana ciudad de Stry, donde volví a trabajar de electricista. Los hermanos locales me acogieron con cariño y hasta me pidieron que dirigiera la Conmemoración anual de la muerte de Jesucristo unas semanas después.

Entonces se recrudecieron las provocaciones y las amenazas a los Testigos. Como nos vigilaba la KGB (Comité de Seguridad del Estado), actuamos con cautela y nos preparamos por si nos detenían e interrogaban. Los cánticos del Reino que entonábamos en las reuniones nos ayudaron a seguir firmes espiritualmente.

El 3 de julio de 1950 recibí órdenes de firmar la Petición de Estocolmo, documento contra el armamento atómico suscrito, según cálculos, por más de doscientos setenta y tres millones de ciudadanos, mayormente de países comunistas. Al negarme, aduciendo neutralidad política, volvieron a despedirme, tras lo cual me detuvieron, juzgaron y condenaron a veinticinco años en un campo de trabajos forzados.

De campo en campo

En diciembre de 1950 nos llevaron a muchos hermanos en un vagón de ganado a unos tres mil kilómetros de Stry, a una región cerca del norte de los montes Urales, que dividen en parte la Rusia asiática de la europea. Allí fui de campo en campo, siempre con el mismo régimen de vida: jornadas extenuantes y comidas míseras. En solo dos o tres meses, los que éramos jóvenes sanos nos convertimos en muertos vivientes, y un buen número llegó a fallecer. Ninguno de nosotros pensaba sobrevivir, sobre todo si tenía una condena larga.

Lo más difícil fue el año que me vi privado de publicaciones bíblicas y del compañerismo de otros Testigos. Era un suplicio estar aislado, pero me fortalecía espiritualmente cuando algunos presos escuchaban el testimonio que daba sobre el Reino de Dios. Por fin, en respuesta a mis fervientes oraciones, me trasladaron a unos dos mil kilómetros al sudeste, a un gran complejo de campos en Angarsk, ciudad que acababa de fundarse en el oriente de Siberia y donde se construía, principalmente con reclusos, una gran fábrica de productos químicos.

Me asignaron al Campo 13, cerca de las obras. Enseguida me comuniqué con otros Testigos, que me pasaron los últimos números de La Atalaya y el Informador, como se llamaba Nuestro Ministerio del Reino. Todo un banquete espiritual. Pero ¿de dónde salían aquellas publicaciones?

En abril de 1951 se deportó a Siberia a miles de Testigos ucranianos, en muchos casos a zonas cercanas a Angarsk. De forma clandestina, estos hermanos obtenían los ejemplares de La Atalaya y otras publicaciones, los reproducían y los introducían en los campos. También recibimos una Biblia, que dividimos en secciones para distribuírnosla, pues así solo perderíamos una porción en caso de ocurrir un registro. Hasta llegamos a realizar el estudio de La Atalaya y la Escuela del Ministerio Teocrático.

A finales de 1952 me trasladaron al Campo 8. En marzo celebramos la Conmemoración en un cuartito donde los prisioneros almacenaban sus pertenencias. Al enterarse las autoridades, me acusaron de ser “un agitador malicioso” y me enviaron al Campo 12, donde ya había cinco Testigos castigados por predicar. Allí nos obligaron a abrir amplios cimientos a pico y pala.

Muchos prisioneros del Campo 12 eran delincuentes de la peor calaña. Es obvio que los funcionarios pensaron que poniéndonos con ellos nos desmoralizaríamos. Sin embargo, les hablamos del Reino de Dios, y en los barracones entonábamos cánticos del Reino. En cierta ocasión, cuando habíamos terminado de cantar, el jefe de una pandilla del campo se acercó a un Testigo y le dijo: “A quien se meta con ustedes, le corto el cuello”. Hasta algunos malhechores aprendieron los cánticos y los entonaban con nosotros.

A mediados de 1953 se trasladó a muchos Testigos de diversos campos al Campo 1, donde originalmente había 48, que en menos de tres años se convirtieron en 64 al abrazar la verdad bíblica y bautizarse dieciséis reclusos. Aunque los funcionarios del campo siempre estaban pendientes de cualquier indicio de actividades religiosas, lográbamos celebrar las reuniones y los bautismos en la casa de baños, pues la supervisaba un Testigo.

Recobro la libertad y formo una familia

Al liberarse en 1956 a la mayoría de los Testigos de los campos, se dispersaron mensajeros de las buenas nuevas de un extremo a otro del vasto territorio soviético. En mi caso, la condena se rebajó primero de veinticinco a diez años y luego a seis años y seis meses, de modo que también quedé libre, pero en febrero de 1957.

Me dirigí en primer lugar a unos 600 kilómetros al noroeste de Angarsk, a la población siberiana de Biriusinsk. Como en la región había muchos Testigos ucranianos deportados, tuve el gozo de intercambiar experiencias y enterarme de la situación de otros hermanos que conocíamos. Luego volví a Borislav (Ucrania), donde vivía Eugenia Bachinskaja, liberada un año antes que yo.

Eugenia era una fiel Testigo sentenciada a muerte en 1950 por predicar. Sin embargo, tras dieciocho días en la galería de la muerte, le conmutaron la condena por veinticinco años en un campo especial. Nos casamos a finales de 1957, cuando volví a Ucrania. Después de la boda pensábamos instalarnos en Borislav, donde me había bautizado hacía nueve años, pero las autoridades me dieron un plazo de cuarenta y ocho horas para salir de Ucrania.

Me trasladé al Cáucaso, al sur de Rusia, y Eugenia se reunió conmigo más tarde. Vivimos seis meses en un cobertizo, hasta que nos mudamos a Biriusinsk para unirnos a nuestros hermanos cristianos exiliados. Eran unos quinientos, integrados en las cinco congregaciones de la ciudad, en una de las cuales se me nombró superintendente presidente. En 1959 nació nuestra primera hija, Oksana, tras la cual vino Marianna en 1960. Desde niñas estuvieron siempre en las reuniones, y crecieron inmersas en la actividad espiritual de nuestra congregación de Siberia.

Las autoridades siberianas eran relativamente tolerantes con las labores de nuestra congregación, al menos en comparación con las severas restricciones que pesaban sobre nuestra obra en Ucrania. Con todo, no era fácil que se reuniera la congregación entera. Los funerales nos permitían juntarnos en grandes cantidades. En aquellas ocasiones, varios hermanos pronunciaban instructivos discursos bíblicos. Pero las autoridades se percataron de lo que sucedía y tomaron medidas. En cierta ocasión, por ejemplo, detuvieron el cortejo fúnebre, se llevaron a la fuerza el ataúd y lo enterraron.

De regreso a Ucrania

En 1965 volvimos a Ucrania y nos quedamos en la ciudad de Kremenchug, a unos 800 kilómetros al este de Borislav, que solo tenía doce Testigos. Durante los cinco años que vivimos allí, serví casi siempre de superintendente viajante. En 1969, cuando las niñas tenían 9 y 10 años, se nos pidió que nos mudáramos al sur para ayudar a los hermanos de la pequeña población de Molochansk.

En Molochansk me emplazó la KGB a una conversación que duró varias horas. De hecho, se repitió en seis ocasiones, en una de las cuales me prometieron un porvenir glorioso si cortaba los lazos con los “jehovistas”. Finalmente, se les acabó la paciencia y nos condenaron a otro Testigo y a mí a un año de reclusión.

Al terminar la condena en 1973, me trasladé con mi familia a las cercanías de Kremenchug, a un pueblecito donde tuvimos reuniones clandestinas en casa, incluida la Conmemoración de la muerte de Cristo de 1974. Al día siguiente de celebrarla, hicieron un registro por la mañana y me detuvieron.

Juicio, campo de trabajos forzados y deportación

El juicio fue a puertas cerradas y solo se pudo asistir a él previa invitación. Entre los presentes estuvieron altos funcionarios y dirigentes de la comunidad: la flor y nata de la sociedad. Como decidí no valerme de un abogado, me concedieron cuarenta y cinco minutos para presentar mi defensa. El día antes del juicio, Eugenia y nuestras hijas se arrodillaron, pero no para pedir a Dios que me dieran una sentencia leve o me indultaran, sino que se diera un buen testimonio del Reino y del santo nombre de Jehová.

Durante el proceso, el magistrado leyó pasajes de las revistas La Atalaya y ¡Despertad! Los asistentes no reaccionaron como él esperaba, pues al oír que este mundo malvado dejaría de existir en Armagedón y que el Reino de Dios dominaría la Tierra, quedaron confundidos, sin saber qué creer. El letrado comprendió enseguida su error; por ello, cuando presenté mis argumentos finales, trató de redimirse interrumpiendo constantemente la presentación. Lo cierto es que al citar directamente de nuestras publicaciones había dado un magnífico testimonio, por lo que mi corazón rebosaba de gratitud. Con todo, me sentenció a cinco años de trabajos forzados, seguidos de otros cinco de deportación.

Pasé los siguientes cinco años entre los maleantes empedernidos del campo de Yodva (República Autónoma Socialista Soviética de Komi), en el lejano norte. Allí tuve muchas oportunidades de dar testimonio del Reino a unos mil doscientos reclusos y a la administración del campo. Tras la liberación, en 1979, me deportaron a Vorkuta, ciudad situada sobre el círculo polar ártico. Tan pronto encontré trabajo y vivienda, mi familia se vino a vivir conmigo.

Se dice que Vorkuta fue construida sobre los huesos de sus prisioneros, entre ellos muchos Testigos recluidos durante los primeros decenios. Hoy es una ciudad normal, donde ya no se ven campos de trabajo. Pero en el suelo perpetuamente helado de la ciudad y sus contornos yacen los cadáveres de un sinnúmero de mártires que dieron su vida en alabanza a Jehová.

La dicha de tener libertad de culto

En 1989 fuimos a Polonia para asistir a dos asambleas internacionales de los testigos de Jehová. No nos dio vergüenza llorar de gozo al ver en Varsovia y Katowice a miles de hermanos cristianos disfrutando de compañerismo, sin miedo a ser detenidos. Era un sueño hecho realidad. Regresamos a Vorkuta aún más resueltos a servir a favor de los intereses del Reino.

Sin embargo, la crudeza del clima por encima del círculo polar ártico, así como el deterioro de la salud de Eugenia, nos llevaron a regresar aquel mismo año a Kremenchug, donde tenemos la dicha de servir a Jehová con amplia libertad. Nuestros dos yernos son ancianos de congregación en Ucrania. Y aunque nuestras hijas crían a cuatro niños, son precursoras (evangelizadoras de tiempo completo).

De vez en cuando recuerdo el frente de batalla de 1945 y la promesa que allí realicé hace más de medio siglo. Para que pudiera cumplirla, Jehová me dio el conocimiento exacto que necesitaba, el mismo conocimiento que ha permitido a millones de personas hacer una promesa parecida: servir a Jehová para siempre.

[Ilustración y mapa de la página 23]

Con nuestras dos hijas, sus maridos y los cuatro nietos

[Mapa]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

Lviv

Borislav

UCRANIA

Kremenchug

Molochansk

Cáucaso

Vorkuta

RUSIA

Biriusinsk

Angarsk

[Reconocimiento]

Mountain High Maps® Copyright © 1997 Digital Wisdom, Inc.

    Publicaciones en español (1950-2025)
    Cerrar sesión
    Iniciar sesión
    • Español
    • Compartir
    • Configuración
    • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
    • Condiciones de uso
    • Política de privacidad
    • Configuración de privacidad
    • JW.ORG
    • Iniciar sesión
    Compartir