La tormenta eléctrica: imponente reina de las nubes
De nuestro corresponsal en Australia
LA FASCINACIÓN por las nubes se remonta, en el caso de muchas personas, a la niñez. Un octogenario recuerda que a muy temprana edad solía tenderse en la hierba para, como él dice, contemplarlas “desfilar por el cielo”. Se preguntaba de qué estarían hechas (¿sería de algodón?) y por qué resultaban tan diferentes unas de otras (la primera parecía un barco de vela; la segunda, un caballo haciendo cabriolas; la tercera, un castillo de humo...). Le ofrecían un espectáculo cambiante de formas y tamaños: todo un festín para la imaginación infantil. Este anciano dice que aún hoy le sigue gustando buscarles el parecido con algún objeto. Es posible que al lector también le satisfaga este simple pasatiempo.
Pero las nubes más impresionantes probablemente sean las que pueden “hablar”: los cumulonimbos, nubarrones de tormenta, oscuros y amenazadores, que a veces se hallan a más de 16 kilómetros de altura. Al irse juntando en el cielo, quizás se iluminen con relámpagos y retruenen en son de advertencia. De noche, tal vez ofrezcan una deslumbrante función de luz y sonido superior a cualquier exhibición pirotécnica. Acompañados del viento, derraman la lluvia y el granizo y luego se marchan, dejando atrás el aroma del agua limpia y fresca, a menudo sobre terreno reseco.
Formación de las tormentas
En años recientes, el hombre ha logrado ver desde el espacio la Tierra, envuelta en buena parte por un manto de nubes. Como indica el escritor Fred Hapgood, “la mitad de la superficie del globo (o sea, 250 millones de kilómetros cuadrados) está en todo momento cubierta de [nubes]: aplanadas, redondeadas, acolchadas, filamentosas, afiligranadas, esponjosas, con toda una gama de luminiscencia y opacidad, extendiéndose, navegando y desvaneciéndose por todo el mundo”. Los sistemas de tormentas forman parte de esta masa nubosa. De hecho, en nuestro planeta llegan a producirse hasta quince millones de tormentas anuales, y siempre hay en acción unas dos mil.
Su formación tiene lugar al situarse una masa densa de aire frío sobre otra de aire húmedo, de menor densidad. El calor del sol, un frente atmosférico o la elevación del terreno, entre otros factores desencadenantes, hacen que el aire cálido y húmedo ascienda a través del frío y forme corrientes; así, la energía térmica acumulada en el aire y en el vapor de agua se convierte en viento y energía eléctrica.
Las condiciones atmosféricas propicias para las tormentas se dan con más frecuencia en las bajas latitudes. De ahí que Sudamérica y África sean las zonas más propensas al fenómeno, y que África central e Indonesia registren desde hace mucho la mayor incidencia de todo el mundo. La marca certificada —doscientos cuarenta y dos días de tormenta al año— la ostenta Kampala (Uganda). Pero las tormentas, claro está, ocurren en muchos más lugares del planeta.
Exhibición de fuegos celestes
Los dos elementos de una tormenta que resultan más obvios para el espectador son el trueno y el rayo. Ahora bien, ¿qué desencadena estos fenómenos espectaculares y a menudo aterradores? El rayo no es más que la descarga que se emite cuando las diferencias existentes entre las cargas eléctricas de dos puntos son de tal magnitud que logran superar el efecto aislante del aire. Esta situación puede producirse dentro de una nube, entre dos nubes o entre las nubes y el suelo. El rayo calienta el aire momentáneamente a temperaturas elevadísimas: hasta 30.000 grados Celsius en el momento de la descarga eléctrica.
Los relámpagos pueden clasificarse con términos descriptivos, como lineales, ramificados y difusos. Los lineales aparecen como un solo trazo; los ramificados, como un trazo que se divide en varios, y los difusos son intranubosos (dentro de la nube). Los expertos señalan que la mayoría de los rayos van de la nube al suelo.
Los rayos pueden causar graves daños, incluso la muerte, a plantas, animales y seres humanos. Corren más riesgo quienes se hallan al aire libre en playas, campos de golf y zonas rurales, pues están a merced de las descargas (véase el recuadro de la pág. 15).
No obstante, solo llega a fallecer el 30% de los alcanzados por un rayo, y el número de lesiones perdurables es bajo cuando se administran los primeros auxilios sin dilación. Además, contrario a la creencia popular, el rayo sí puede caer más de una vez en el mismo sitio, algo que, de hecho, sucede con frecuencia.
Los rayos desencadenan muchos incendios, que llegan a devastar grandes extensiones. Un 10% de los incendios forestales de Estados Unidos, que dan cuenta de más del 35% del total de bosque y monte calcinado en ese país, se debe a los rayos.
Pero estas descargas también son provechosas. Por ejemplo, los bosques se benefician de diversas maneras. En efecto, se desatan fuegos de baja temperatura que reducen la cubierta vegetal. Así, se aminora el riesgo de fuegos de alta temperatura, que son más dañinos y podrían alcanzar las copas de los árboles. Los rayos también modifican el nitrógeno gaseoso, que las plantas no pueden aprovechar, convirtiéndolo en compuestos nitrogenados, esenciales para la formación de tejidos vegetales así como para el desarrollo de semillas, que proporcionan proteínas indispensables para la vida animal. Se calcula que entre el 30 y el 50% de los óxidos de nitrógeno presentes en la lluvia son fruto de los rayos, y que cada año el mundo obtiene de este modo 30 millones de toneladas de compuestos nitrogenados asimilables.
El mayor beneficio de las tormentas
Las tormentas liberan enormes cantidades de agua. La magnitud y rapidez de las precipitaciones se deben principalmente a que la intensa corriente ascendente de las grandes tormentas lleva suspendida mucha agua, que libera de súbito. Con tales lluvias se han registrado hasta 20 centímetros por hora. Por supuesto, los intensos aguaceros pueden resultar perjudiciales.
Cuando una tormenta se desplaza con lentitud, las precipitaciones se limitan a una zona relativamente pequeña, lo que a veces ocasiona inundaciones. Durante una tormenta así, la escorrentía superficial provoca crecidas en los arroyos y ríos. Se calcula que en Estados Unidos un tercio de los daños causados por inundaciones tienen su origen en las tormentas eléctricas.
Con todo, la lluvia de las tormentas reporta muchos beneficios. Tanto el terreno como los pantanos y embalses reciben gracias a ellas mucha agua. Los estudios indican que entre el 50 y el 70% de la precipitación total que cae en algunas regiones procede de las tormentas, de modo que en estas zonas resultan esenciales para la vida.
¿Y el granizo?
Un aspecto muy perjudicial de las tormentas son las granizadas que suelen acompañarlas. El granizo se forma al congelarse las gotas de lluvia, que aumentan de tamaño al ser subidas y bajadas por corrientes de viento ascendentes y descendentes. Hay relatos acerca de granos de pedrisco de un tamaño y un peso increíbles. Se dice que en 1925 cayó en Alemania uno que medía 26 x 14 x 12 centímetros y tenía un peso estimado de dos kilos. Uno de los más grandes de que hay registro en Estados Unidos cayó en el estado de Kansas en 1970. El perímetro mayor era de 44 centímetros, y pesaba 776 gramos. Un grano de este tamaño que caiga desde las nubes puede fácilmente matar a un hombre.
Afortunadamente, el granizo es por regla general mucho más pequeño, así que es más probable que solo sea molesto, y no mortífero. Además, dado el carácter de las tormentas de granizo, las zonas afectadas por este fenómeno destructivo son relativamente pequeñas. No obstante, ocasiona a la agricultura pérdidas anuales de centenares de millones de dólares.
Los tornados y las tormentas
Los tornados probablemente sean la derivación más peligrosa de las tormentas eléctricas. Aunque casi siempre están vinculados a estas, no ocurre lo mismo a la inversa. Cuando los tornados ya están formados, son columnas estrechas de aire que giran con violencia, tienen un diámetro promedio de varios cientos de metros y se extienden desde el cumulonimbo hasta el suelo. En los más intensos, la velocidad del viento alcanza los 400 o 500 kilómetros por hora. La acción conjunta de los potentes vientos giratorios y de la corriente ascendente central puede derruir edificios y levantar por el aire escombros, que a veces ocasionan víctimas mortales. Los tornados se producen en muchos países.
Aunque visualmente no sean tan espectaculares, los vientos que se desplazan en línea recta, relacionados con las corrientes descendentes y las microrráfagas, tienen un gran potencial destructivo. En el suelo, o cerca de este, las corrientes descendentes originan vientos de hasta 150 kilómetros por hora. Las microrráfagas son más intensas y llegan a sobrepasar los 200 kilómetros por hora.
Es patente que hay que guardarles respeto a las tormentas, así como conocer sus peligros. Son tan solo una de las múltiples facetas de la creación de las que aún tenemos mucho que aprender.
[Ilustración y recuadro de la página 15]
Precauciones contra los rayos
El instituto Emergency Management Australia le recomienda adoptar las siguientes precauciones durante una tormenta eléctrica.
Protección al aire libre
◼ Refúgiese en un vehículo de techo duro o en un edificio; evite estructuras pequeñas, tiendas de campaña de tela y árboles o arboledas aislados.
◼ Si está al aire libre, lejos de un refugio, agáchese en el suelo (usted solo), preferiblemente en una hondonada, con los pies juntos, y quítese los objetos metálicos que lleve en la cabeza o en el resto del cuerpo. No debe acostarse sobre el suelo, aunque ha de evitar ser el objeto más alto de las cercanías.
◼ Si se le eriza el cabello u oye zumbidos procedentes de objetos cercanos, tales como piedras y vallas, retírese inmediatamente de donde está.
◼ No haga volar cometas ni aviones de aeromodelismo que estén unidos a un cable.
◼ No lleve en la mano objetos largos o de metal, como cañas de pescar, paraguas o palos de golf, si está en el exterior.
◼ No toque estructuras, alambradas o tendederos de metal, ni se acerque a ellos.
◼ No monte a caballo ni en bicicleta, ni conduzca vehículos descubiertos.
◼ Si está conduciendo, aminore la marcha o estaciónese lejos de objetos altos, tales como árboles y líneas eléctricas. Permanezca dentro de vehículos y remolques de techo duro, pero no toque las piezas de metal ni se apoye en ellas.
◼ Si está nadando o practicando el surf, salga inmediatamente del agua y busque refugio.
◼ Si se encuentra en una embarcación, vuelva cuanto antes a la orilla. Si es peligroso regresar, refúgiese bajo una estructura elevada, como un puente o embarcadero. Asegúrese de que el mástil y los estayes tengan una línea de conexión que llegue al agua.
Protección dentro de la casa
◼ No se acerque a ventanas, artículos eléctricos, tuberías ni otros objetos de metal.
◼ Evite utilizar el teléfono. Si tiene que hacer una llamada de emergencia, hágala lo más breve posible.
◼ Antes de que llegue la tormenta, desconecte los cables de la antena exterior y de los receptores de radio y televisión. No deje conectado ningún módem ni ningún cable de la computadora. No se acerque luego a los aparatos eléctricos.
[Reconocimiento]
Información tomada de la publicación Severe Storms: Facts, Warnings and Protection.