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Necesitamos que alguien nos escucheLa Atalaya 1992 | 15 de abril
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Necesitamos que alguien nos escuche
COMO criaturas humanas, procuramos hallar gozo y satisfacción en la vida. Pero cuando surgen problemas personales, ¡cuán provechoso y confortador es tener a alguien con quien hablar de nuestras dificultades!
Respecto a eso, el Dr. George S. Stevenson dice: “Contar las cosas sirve para aliviar la tensión; le ayudará a ver su preocupación más claramente y a menudo le ayudará a hallar la solución”. La Dra. Rose Hilferding hizo esta observación: “Tenemos que compartir nuestras preocupaciones. Tenemos que dar participación en nuestros problemas. Es preciso tener la sensación de que hay alguien en el mundo que desea escuchar y es capaz de comprender”.
Por supuesto, ninguna criatura humana puede satisfacer completamente esa necesidad. Debido a limitaciones en cuanto a tiempo y otros factores, puede que nuestros confidentes humanos no estén disponibles cuando más los necesitemos, o tal vez vacilemos en considerar ciertos asuntos hasta con nuestros amigos más allegados.
Sin embargo, los cristianos verdaderos tienen siempre a alguien que los escucha, pues el conducto de la oración está disponible en todo tiempo. La Biblia nos anima muchas veces a orar a Dios, nuestro Creador, cuyo nombre es Jehová. Se nos dice que oremos con sinceridad, en el nombre de Jesús y de acuerdo con la voluntad de Dios. Es apropiado considerar en oración hasta asuntos personales y privados. “En todo [...] dense a conocer sus peticiones a Dios”, se nos dice en Filipenses 4:6. ¡Qué dádiva extraordinaria! El Gobernante Soberano de nuestro universo siempre está dispuesto a recibir con gusto y aceptar las oraciones de sus humildes siervos en cualquier momento que ellos deseen abordarlo. (Salmo 83:18; Mateo 6:9-15; Juan 14:13, 14; 1 Juan 5:14.)
No obstante, ¿escucha en realidad Dios? Quizás algunos se pregunten si la eficacia de la oración depende de la capacidad humana: Al orar, la persona pone en orden sus pensamientos y los expresa con palabras. Una vez que ha definido así su problema, busca una solución apropiada y está alerta a todo lo que pudiera contribuir a hallarla. Cuando queda resuelto su problema, puede que atribuya a Dios la solución, pero en realidad su propia mente y sus esfuerzos fueron los que produjeron los resultados deseados.
Hoy día muchas personas creen que eso es todo cuanto realmente encierra la oración. ¿Opina usted lo mismo? ¿Depende de eso el poder de la oración? Es cierto que los esfuerzos mentales y físicos que la persona haga en armonía con sus oraciones desempeñan un papel significativo en que estas reciban respuesta. Con todo, ¿qué papel desempeña Dios mismo en el asunto? ¿Escucha Dios cuando usted le ora? ¿Son importantes para él sus oraciones y toma en consideración el contenido de ellas y las contesta?
Las respuestas a esas preguntas son importantes. Si Dios no presta atención a nuestras oraciones, entonces la oración no tiene más que un valor sicológico. Por otra parte, si Dios de veras recibe y escucha con interés cada una de nuestras oraciones, ¡cuán agradecidos deberíamos estar por esa provisión! Eso debería impulsarnos a aprovechar esa provisión todos los días.
Por eso le invitamos a leer el artículo que sigue, donde se tratan esos asuntos.
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¿Le escucha Dios cuando usted ora?La Atalaya 1992 | 15 de abril
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¿Le escucha Dios cuando usted ora?
UN JEFE de Estado decide si va a delegar un asunto, o va a encargarse de él personalmente. Del mismo modo, el Gobernante Soberano del universo tiene la opción de determinar el grado de su envolvimiento personal en algún asunto. Las Escrituras enseñan que Dios ha optado por atender personalmente a nuestras oraciones y por eso nos dicen que las dirijamos a él. (Salmo 66:19; 69:13.)
Lo que Dios opta por hacer en este asunto revela su interés personal en las oraciones de sus siervos humanos. En lugar de disuadir a su pueblo de expresarle todos sus pensamientos y preocupaciones, los exhorta así: “Oren incesantemente”, “perseveren en la oración”, ‘arrojen su carga sobre Jehová mismo’, ‘echen sobre Dios toda su inquietud’. (1 Tesalonicenses 5:17; Romanos 12:12; Salmo 55:22; 1 Pedro 5:7.)
Si Dios no hubiera querido prestar atención a las oraciones de sus siervos, jamás habría hecho posible ese acceso a él ni los habría animado a usarlo libremente. Por consiguiente, el que Dios haya optado por permitir que su pueblo lo aborde en cualquier momento es razón para confiar en que de veras escucha. Sí, él toma en consideración cada una de las oraciones de sus siervos.
No debe pasarse por alto el hecho de que la Biblia dice claramente que Dios escucha la oración. Por ejemplo, el apóstol Juan escribe: “Esta es la confianza que tenemos para con él, que, no importa qué sea lo que pidamos conforme a su voluntad, él nos oye”. (1 Juan 5:14.) El rey David se refirió a Jehová Dios como el “Oidor de la oración”, y afirmó confiadamente: “Él oye mi voz”. (Salmo 55:17; 65:2.)
Así que, aunque el orar es indudablemente beneficioso en sí mismo, las Escrituras muestran que hay mucho más implicado cuando ora una persona justa. Alguien escucha. Ese que escucha es Dios. (Santiago 5:16-18.)
Oraciones que fueron oídas
En la Biblia abundan los relatos de personas cuyas oraciones fueron, de hecho, oídas y contestadas por Dios. Sus experiencias confirman claramente que los beneficios de la oración van más allá del efecto terapéutico de ordenar uno sus pensamientos y expresarlos. Van más allá de los esfuerzos individuales que la persona haga en armonía con sus oraciones.
Por ejemplo, cuando el rey David afrontó la conspiración de Absalón para usurpar el reinado de Israel, oró: “¡Vuelve, por favor, en tontedad el consejo de Ahitofel [asesor de Absalón], oh Jehová!”. Esa no era una petición insignificante, pues “el consejo de Ahitofel [...] era tal como cuando un hombre inquiría de la palabra del Dios verdadero. Así [...] era todo el consejo de Ahitofel”. Absalón rechazó más tarde la estrategia que le sugirió Ahitofel para destronar al rey David. ¿Por qué? “Jehová mismo había dado orden para que se frustrara el consejo de Ahitofel, aunque bueno, a fin de traer Jehová calamidad sobre Absalón.” Es evidente que Dios oyó la oración de David. (2 Samuel 15:31; 16:23; 17:14.)
De igual manera, después que Ezequías suplicó a Dios que lo librara de la enfermedad que iba a causarle la muerte, se recuperó. ¿Se debió tal recuperación simplemente a los beneficios sicológicos que Ezequías derivó de su oración? ¡De ninguna manera! El mensaje de Jehová a Ezequías, según lo comunicó el profeta Isaías, fue: “He oído tu oración. He visto tus lágrimas. Aquí estoy sanándote”. (2 Reyes 20:1-6.)
A Daniel, cuya oración fue contestada más tarde de lo que él quizás haya esperado, un ángel de Jehová le aseguró: “Tus palabras han sido oídas”. Las oraciones de otros —como las de Ana, los discípulos de Jesús, y Cornelio, oficial del ejército— fueron contestadas de maneras que no pueden atribuirse tan solo a la capacidad humana. Por lo tanto, la Biblia enseña claramente que Dios acepta, oye y contesta las oraciones que están de acuerdo con la voluntad divina. (Daniel 10:2-14; 1 Samuel 1:1-20; Hechos 4:24-31; 10:1-7.)
Pero ¿cómo contesta Dios en la actualidad las oraciones de sus siervos fieles?
Respuestas a oraciones
Las oraciones que hemos mencionado fueron contestadas de maneras espectaculares, milagrosas. No obstante, sírvase tener presente que, aun en tiempos bíblicos, las respuestas más comunes a las oraciones no se percibieron con mucha facilidad. Esto se debe a que tuvieron que ver con recibir fortaleza moral e iluminación, lo cual hizo posible que los siervos de Dios se adhirieran a un derrotero justo. En cuanto a los cristianos en particular, las respuestas a sus oraciones implicaron asuntos principalmente espirituales, no actos espectaculares o poderosos. (Colosenses 1:9.)
Por consiguiente, no se desilusione si sus oraciones no siempre son contestadas como usted espera o prefiere. Por ejemplo, en vez de eliminar una prueba, Dios pudiera optar por darle “el poder que es más allá de lo normal” para aguantarla. (2 Corintios 4:7; 2 Timoteo 4:17.) Nunca debemos menospreciar el valor de ese poder ni llegar a la conclusión de que Jehová en realidad no contestó nuestra oración en absoluto.
Considere el caso de nada menos que el Hijo de Dios, Jesucristo. Preocupado porque no quería morir como si fuera blasfemador, Jesús oró: “Padre, si deseas, remueve de mí esta copa”. ¿Oyó favorablemente esa oración Dios? Sí, como lo confirma Hebreos 5:7. Jehová no eximió a su Hijo de tener que morir en un madero de tormento. En vez de eso, “se le apareció un ángel del cielo y lo fortaleció”. (Lucas 22:42, 43.)
¿Fue esa una respuesta espectacular, milagrosa? ¡Lo sería para cualquiera de nosotros! Pero para Jehová Dios, la fuente de ese poder, aquello no fue ningún milagro. Y Jesús, por haber vivido antes en el cielo, conocía diversas ocasiones del pasado en que ángeles se habían aparecido a criaturas humanas. Así que la aparición de un ángel no tendría en Jesús el efecto espectacular que tendría en nosotros. Sin embargo, aquel ángel —a quien es patente que Jesús conocía personalmente debido a Su existencia prehumana— contribuyó a fortalecerlo para la prueba que estaba por experimentar.
Al contestar las oraciones de sus siervos fieles hoy día, con frecuencia Jehová imparte la fortaleza necesaria para aguantar. Este apoyo pudiera consistir en estímulo procedente de compañeros de adoración con quienes nos asociamos personalmente. ¿Querría alguno de nosotros rechazar tal estímulo, quizás por concluir que, como nuestros consiervos no han experimentado pruebas parecidas a las nuestras, no están en condiciones de fortalecernos? Jesús pudo haber pensado precisamente de ese modo con respecto al ángel que se le apareció. Pero en vez de eso, aceptó el estímulo como la respuesta de Jehová a su oración y así pudo cumplir fielmente la voluntad de su Padre. Nosotros también querremos aceptar amablemente la fortaleza que imparte Dios en respuesta a nuestras oraciones. Recuerde, además, que después de esos períodos de aguante paciente a menudo hay bendiciones inefables. (Eclesiastés 11:6; Santiago 5:11.)
Confíe en que Dios escucha
Nunca pierda la confianza en la eficacia de la oración si no recibe una respuesta enseguida. Las respuestas a algunas oraciones —como cuando pedimos alivio personal de la angustia o mayores responsabilidades en el servicio a Dios— tal vez tengan que esperar a que llegue el tiempo que Dios considere apropiado y mejor. (Lucas 18:7, 8; 1 Pedro 5:6.) Si usted ora acerca de un asunto que le preocupa profundamente, muestre a Dios por su insistencia que su deseo es intenso y su motivo puro y genuino. Jacob manifestó ese espíritu cuando, después de luchar por mucho tiempo con un ángel, dijo: “No te voy a soltar hasta que me bendigas”. (Génesis 32:24-32.) Debemos tener confianza como esa en que, si seguimos pidiendo, recibiremos una bendición al debido tiempo. (Lucas 11:9.)
Finalmente, es un preciado privilegio que el Soberano del universo escuche a uno. En vista de esto, ¿escuchamos cuidadosamente cuando Jehová Dios, mediante su Palabra, nos dice cuáles son sus requisitos? A medida que nuestras oraciones nos acerquen íntimamente a nuestro Creador, querremos prestar atención seriamente a todo lo que él nos dice.
[Fotografía en la página 6]
Dios escucha las oraciones. ¿Lo escuchamos cuando nos habla mediante su Palabra?
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