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  • Destrucción repentina: medidas de socorro
    ¡Despertad! 1990 | 22 de febrero
    • Pronto los Testigos de Puerto Rico empezaron también a organizar un programa de socorro. Para el fin de semana siguiente a la tormenta, centenares de voluntarios procedentes de las zonas no afectadas de la isla se dirigieron a las ciudades devastadas para ayudar a reparar las casas. También zarparon dos barcos cargados de alimento, materiales y unos cuarenta Testigos hacia la pequeña isla de Culebra. Al poco tiempo, la emisora de radio de dicha isla alababa la obra de reconstrucción que se estaba llevando a cabo. El siguiente fin de semana, ciento doce Testigos y seis toneladas de material de construcción zarparon hacia la pequeña isla de Vieques para realizar un trabajo de reconstrucción similar.

      El viernes, cinco días después de la tormenta, los hermanos de Puerto Rico fletaron un avión de carga y transportaron víveres y medicamentos a la isla de Santa Cruz. Uno de los hermanos informa: “Desde el aire toda la isla parecía un vertedero de basura. Había aldeas enteras aplastadas e irreconocibles. Las colinas se veían cubiertas de trozos de madera, metal y todo tipo de escombros, no había nada verde, solo tocones marrones de árboles y hierba quemada, abrasada por ráfagas de viento que soplaban a velocidades de hasta 320 kilómetros por hora”.

      Después de evaluar los daños, los Testigos enviaron por barco unas setenta y cinco toneladas de material de construcción. Durante el mes de octubre, alrededor de un centenar de voluntarios procedentes de Puerto Rico ayudaron a los hermanos de la isla de Santa Cruz en los trabajos de reconstrucción. Los trabajadores durmieron en un Salón del Reino y las hermanas cristianas de aquella localidad lavaron la ropa, limpiaron y cocinaron para ellos. Todos los días comenzaban con la consideración de un texto bíblico, al igual que en todas las sucursales de los testigos de Jehová.

      Sheila Williams había estado ahorrando durante años para construirse una nueva casa y acababa de trasladarse a ella cuando el huracán la destruyó. Al enterarse de que sus hermanos cristianos iban a venir de Puerto Rico para ayudar a los damnificados, se lo refirió a sus compañeros de trabajo. Ellos le dijeron: “No harán nada por ti. Tú eres negra, no hispana como ellos”. ¡Qué sorpresa se llevaron cuando, al poco tiempo, Sheila tuvo una casa completamente nueva!

  • Destrucción repentina: medidas de socorro
    ¡Despertad! 1990 | 22 de febrero
    • El fin de semana siguiente había allí cuatrocientos Testigos dispuestos a ayudar. En total, unas ochocientas familias, muchas de las cuales no eran Testigos, se beneficiaron de las reparaciones efectuadas en los tejados y de otros trabajos llevados a cabo en los terrenos de las casas. En uno de los centros de socorro, los hermanos alimentaban todos los días a casi tres mil personas. Los Testigos recibieron y distribuyeron en total más de 230.000 kilogramos de alimento y 78.000 kilogramos de ropa, sin mencionar la gran cantidad de material de construcción y otros muchos artículos. Para el domingo 8 de octubre, tan solo dieciséis días después de que azotara el huracán, ya se habían reparado todos los Salones del Reino, de manera que todas las congregaciones pudieron reanudar su horario regular de reuniones.

  • Destrucción repentina: medidas de socorro
    ¡Despertad! 1990 | 22 de febrero
    • Abajo, a la izquierda: Sheila Williams con uno de los voluntarios que participó en la reconstrucción de su casa

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