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El deseo de ser amado¡Despertad! 2006 | marzo
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El deseo de ser amado
Hace mucho tiempo, en una ciudad que hoy forma parte de Turquía, vivía una muchacha llamada Lea. Ella era poco agraciada; en cambio, su hermana menor, Raquel, era hermosa.
RAQUEL conoció a un hombre que se enamoró tanto de ella que aceptó trabajar siete años para el futuro suegro con tal de poder desposarla. Sin embargo, en la noche de bodas, el padre puso a Lea en el lugar de su hermana. No sabemos qué sintió Lea, pero de seguro ella sabía que aquello difícilmente era un buen comienzo para el matrimonio.
El nuevo esposo protestó en cuanto se dio cuenta de lo ocurrido, y entonces el padre de las jóvenes le explicó que la costumbre era casar primero a la hija mayor. Ahora Lea estaba casada, mediante engaños, con un hombre cuyo primer amor era su hermana menor, con quien también se desposó. ¡Qué triste debe haberse sentido al ver que su hermana recibía casi todo el cariño! Lea no tenía ninguna historia romántica que contar de su noviazgo, y del día de su boda guardaba pocos recuerdos gratos, si acaso alguno. ¡Cuánto debe haber anhelado ser amada como Raquel! En parte víctima de las circunstancias, probablemente muchas veces sintió que nadie la quería.a
Mucha gente de hoy se identificaría hasta cierto punto con Lea. Todos tenemos muy arraigada la necesidad de amar y ser amados. Quizás ansiemos el cariño de un cónyuge o busquemos el afecto de los padres, los hijos, los hermanos o los amigos. Pero como Lea, puede ser que veamos a otros encontrar el amor, mientras nosotros permanecemos solos.
Desde niños escuchamos historias románticas de personas atractivas que se enamoran y viven felices para siempre. Los cantantes hablan del amor, los poetas lo exaltan. Y sin embargo, “seguramente no existe ninguna otra actividad o empresa que se inicie con tantas expectativas pero que fracase con tanta frecuencia como el amor”, afirma un investigador. Eso es verdad; a menudo son nuestras relaciones más estrechas las más turbulentas, las que en vez de alegrías nos producen penas. En varios países, un 40% de los enlaces matrimoniales termina en divorcio, y muchas parejas que no se divorcian están lejos de ser felices.
Además, en numerosos países aumenta la cantidad de familias monoparentales y disfuncionales, en las que los hijos también son víctimas. Pero son especialmente los hijos quienes necesitan la seguridad emocional de un ambiente familiar cálido y amoroso. Así pues, ¿qué pasó con el amor? ¿A quién acudir para aprender sobre esta preciosa virtud? Los siguientes artículos tratarán estas cuestiones.
[Nota]
a Este relato se halla en los capítulos 29 y 30 del libro bíblico de Génesis.
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Por qué es tan difícil hallar el amor verdadero¡Despertad! 2006 | marzo
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Por qué es tan difícil hallar el amor verdadero
Nunca faltan consejos sobre el amor. Hay terapeutas y consejeros listos para brindar orientación, y el tema se trata a menudo en programas de entrevistas en la televisión.
MUCHOS sitios de Internet afirman poseer la clave para encontrar el amor. Quizás le prometan que descubrirá “fascinantes e increíbles secretos” y que recibirá consejos de “casamenteros profesionales”, “expertos en relaciones” y “doctores del corazón”, por no mencionar psicoterapeutas, psicólogos y astrólogos.
El tema del amor también genera ventas de revistas y libros, algunos de los cuales hacen promesas desmesuradas. Uno de ellos, por ejemplo, le asegura que aprenderá “cómo hacer que cualquier persona se enamore de usted”. Otro promete revelarle el secreto para encontrar a la “pareja perfecta en sólo un mes”. ¿Le parece mucho un mes? Entonces, hay otro que le explica cómo lograr que alguien lo ame para siempre “en menos de noventa minutos”.
Gran parte del consejo tiene un precio, y muchas personas tienen que pagarlo dos veces: primero con dinero para recibir el consejo, y luego emocionalmente cuando la orientación resulta equivocada —lo cual suele ocurrir— y las cosas no salen como se esperaba.
Hay, sin embargo, una fuente de consejos que nunca falla y que, además, expone el asunto con veracidad, sin hacer afirmaciones descabelladas ni promesas poco realistas. Se trata de un libro que, aunque antiguo, contiene lecciones que jamás pasan de moda. Su Autor posee sabiduría y amor incomparables. Puede incluso que usted ya tenga un ejemplar de este regalo especial: la Santa Biblia. Sin importar nuestras circunstancias o antecedentes, la Biblia nos enseña cuanto necesitamos saber sobre el amor. Además, sus consejos son gratis.
¿Harán las Sagradas Escrituras que nos llevemos bien con todo el mundo? No. Siempre habrá alguien que no simpatice con nosotros, no importa cuánto nos esforcemos. Recuerde: el amor verdadero no se puede forzar (El Cantar de los Cantares 8:4). Pero si seguimos la guía de la Biblia, aumentarán las probabilidades de que cultivemos relaciones afectuosas con otros, aunque lograrlo tal vez implique tiempo y esfuerzo. En el siguiente artículo se analizará este asunto, pero hablemos primero de por qué hoy día es cada vez más difícil hallar amor verdadero.
“Se enfriará el amor”
En su trascendental profecía sobre “la conclusión del sistema de cosas”, Jesús predijo con exactitud las situaciones y tendencias que vemos hoy. Señaló que el mundo estaría marcado por la delincuencia y las guerras, justo lo contrario del amor. También dijo: “Muchos [...] se traicionarán unos a otros y se odiarán unos a otros. Y [...] se enfriará el amor de la mayor parte” (Mateo 24:3-12). ¿No le parece cierto que el mundo se ha vuelto más frío y que falta el amor genuino, incluso en el círculo familiar?
El apóstol Pablo añadió a lo dicho por Jesús lo que podríamos llamar un detallado perfil social de “los últimos días”. Dijo que las personas serían ‘amadoras de sí mismas, amadoras del dinero, presumidas, altivas, blasfemas, desobedientes a los padres, desagradecidas, desleales, sin tener cariño natural, no dispuestas a ningún acuerdo, calumniadoras, sin autodominio, feroces, sin amor del bien, traicioneras, testarudas, hinchadas de orgullo, amadoras de placeres más bien que amadoras de Dios’ (2 Timoteo 3:1-4). En muchas partes se han vuelto comunes esas características.
Ahora piense: ¿le cae bien a usted la gente orgullosa, ingrata, desleal, que estaría dispuesta a calumniarlo o traicionarlo? ¿Se siente atraído a quienes están enamorados de sí mismos, del dinero o de los placeres? Como los individuos egocéntricos permiten que su codicia y sus deseos caractericen y dominen sus relaciones, cualquier interés que muestren en otros bien puede ser egoísta. Sabiamente, las Escrituras aconsejan: “De estos apártate” (2 Timoteo 3:5).
Además, tome nota de que durante los últimos días no habría “cariño natural” entre las personas, o como lo dice otra versión bíblica, “les faltaría el cariño normal por su familia”. Es triste ver que un creciente número de niños se crían en hogares donde eso ocurre. Lo que saben del amor lo aprenden, a menudo, de los medios de comunicación. Pero ¿transmiten los medios una imagen realista de lo que es el amor, el que en verdad produce las mejores relaciones?
¿Amor de novela, o amor de verdad?
De un modo u otro, los medios de comunicación influyen en la mayoría de nosotros. Cierta investigadora afirma: “A través del cine y la televisión, los libros y revistas, la radio y las grabaciones musicales, la publicidad y hasta las noticias, la cultura popular nos bombardea desde nuestra infancia con descripciones fantasiosas y estereotipos rígidos de la conducta sexual, el amor y el romance. La forma en que representan tales cosas la mayoría de los medios de comunicación crea o refuerza unas expectativas irreales que casi nadie puede descartar por completo. Y estas hacen que nos sintamos descontentos con nuestra pareja de la vida real y con nosotros mismos”.
En efecto: la literatura, el cine y las canciones rara vez presentan una imagen realista del amor. Después de todo, su objetivo principal es entretener, no educar. Y por eso los escritores se dedican a producir cantidades industriales de historias románticas que les den dinero. Lo triste es que la realidad y la ficción se confunden fácilmente, y la gente sufre muchas veces una decepción cuando su relación no encaja con la de los personajes imaginarios. ¿Cómo, entonces, podemos distinguir entre la fantasía y la realidad, entre el romance de los medios de comunicación y el amor genuino? Analicemos las siguientes comparaciones.
El amor de los cuentos y el amor verdadero
Las historias de amor en la literatura, las películas y las obras de teatro quizás cambien, pero la estructura básica, o fórmula, varía poco. La revista Writer señala: “Gran parte de la redacción romántica sigue una misma estructura, y esto tiene su razón de ser. La fórmula del chico que conoce a una chica, la pierde y la recupera es un modelo de probada eficacia al que los lectores vuelven una y otra vez, sin importar el escenario ni la época”. Veamos un poco más de cerca esta fórmula popular.
El chico conoce a la chica: el apuesto príncipe y la hermosa doncella se conocen y se enamoran. Una escritora exitosa aconseja a quienes deseen escribir novelas románticas que “desde la primera mirada [de la pareja] sea obvio para el lector que los protagonistas están hechos el uno para el otro”.
El concepto del amor a primera vista conlleva la idea de que el amor verdadero es puro sentimiento —esa incontenible sensación que se apodera de uno cuando encuentra a su media naranja—, que el amor simplemente llega, sin tener que realizar mucho esfuerzo ni tener que conocer bien a la otra persona. Pero el amor verdadero es mucho más que un sentimiento. Claro, tiene que ver con los sentimientos, pero en realidad es un fuerte lazo humano que también incluye principios y valores, y que nunca deja de crecer si se le cuida y nutre como se debe (Colosenses 3:14).
Por otra parte, toma tiempo conocer a alguien. Afirmar que a primera vista se ha encontrado a la compañera o compañero perfecto huele a fantasía y suele llevar a la decepción. Además, si usted se convence al instante de que encontró su verdadero amor, tal vez eso le impida reconocer los hechos que demuestren lo contrario. Elegir a la pareja adecuada exige más que una fuerte impresión provocada por un arrebato de pasión. Por eso, tómese su tiempo. Numerosos estudios demuestran que una mala elección puede perjudicar el desempeño laboral, así como la salud física y mental, y hasta acortar la vida.
El chico pierde a la chica: un malvado conde secuestra a la hermosa doncella y sale huyendo del castillo. El príncipe emprende la peligrosa búsqueda. Una portavoz de la asociación Romance Writers of America señala: “En la trama principal debe haber dos personas que se enamoran y que luchan por alcanzar un final feliz”. La mayoría de las novelas tendrá un final feliz, los lectores lo saben. Los obstáculos, casi siempre causados por otros, serán derribados.
En la vida real, los problemas de la pareja suelen venir tanto de fuera como de dentro. Quizás tengan que ver con el dinero, el trabajo, los parientes o los amigos. Pero también surgen cuando uno de los dos no resulta ser lo que el otro esperaba. Los defectos de los personajes de ficción son por lo general pequeños, pero no siempre es así en la vida real. Además, el amor verdadero no hace que automáticamente, sin ningún esfuerzo, superemos situaciones difíciles o diferencias en los puntos de vista, los antecedentes, los deseos o las personalidades. Al contrario, el amor implica cooperación, humildad, apacibilidad, paciencia y abnegación, virtudes que no siempre poseemos por naturaleza ni manifestamos con facilidad (1 Corintios 13:4-7).
El chico recupera a la chica: el príncipe rescata a su bella doncella y destierra al conde. Se casan y viven felices para siempre. Un editor de novelas románticas les dice a los futuros novelistas: “No puede faltar ese final feliz. [...] El lector debe quedar contento al ver que la pareja acaba por juntarse y está feliz”. Las novelas rara vez presentan a sus personajes después de años de casados, cuando los desacuerdos y un aluvión de problemas más han puesto a prueba la relación. Según las estadísticas sobre el divorcio, muchos matrimonios no pasan la prueba.
Como puede ver, el amor de los cuentos es algo sencillo; el amor verdadero implica esfuerzo. Comprender las diferencias entre ambos le impedirá abrigar expectativas ingenuas, alejadas de la realidad. También evitará que haga compromisos precipitados que pudiera lamentar más tarde. El siguiente artículo le mostrará cómo cultivar amor verdadero y desinteresado, y cómo ganarse el amor de los demás.
[Comentario de la página 5]
La gente poco amorosa recibe poco amor
[Comentario de la página 7]
El amor de los cuentos es algo sencillo; el amor verdadero implica esfuerzo
[Ilustración y recuadro de la página 6]
Héroes y heroínas de las novelas de amor
En Estados Unidos, las ventas de novelas de amor generan anualmente más de 1.000 millones de dólares. Del total de obras de ficción en rústica vendidas en ese país, más o menos la mitad son novelas de amor. Y según datos publicados por la agrupación Romance Writers of America, las tres características principales que los lectores —90% de los cuales son mujeres— buscan en el héroe es que sea musculoso, apuesto e inteligente. Las tres virtudes más populares en una heroína son que sea inteligente, fuerte de carácter y atractiva.
[Ilustraciones de las páginas 6 y 7]
Los medios de comunicación rara vez presentan una imagen realista del amor
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Cómo encontrar el amor verdadero¡Despertad! 2006 | marzo
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Cómo encontrar el amor verdadero
¿Qué podemos hacer para hallar el amor y ser dignos de ser amados, pero no solo en sentido romántico? ¿Hacernos ricos? ¿Mejorar el aspecto físico?
SEDUCIDOS por la propaganda y condicionados por los medios de comunicación, muchos hombres y mujeres ven en tales metas el remedio de sus males. Claro que es muy natural y apropiado cuidar de nuestro aspecto, pero la belleza —pasajera en el mejor de los casos— no sirve para lograr uniones duraderas. Tampoco las riquezas. Lo que sí ayuda es el amor desinteresado. “Practiquen el dar, y se les dará”, enseñó Jesús (Lucas 6:38). En pocas palabras: si queremos recibir amor, tenemos que dar amor.
¿Cómo? Bajo la guía del espíritu santo de Dios, el apóstol Pablo nos contesta que el amor es dinámico, que no se define tanto por los sentimientos, sino principalmente por lo que hace por otros y por lo que se abstiene de hacer. Fíjese en las palabras de Pablo: “El amor es sufrido y bondadoso. El amor no es celoso, no se vanagloria, no se hincha, no se porta indecentemente, no busca sus propios intereses, no se siente provocado. No lleva cuenta del daño. No se regocija por la injusticia, sino que se regocija con la verdad. Todas las cosas las soporta, todas las cree, todas las espera, todas las aguanta” (1 Corintios 13:4-7).
¿Qué siente cuando alguien lo trata con amabilidad o lo acepta a pesar de esas cositas irritantes que usted dice o hace? ¿No se siente atraído a la persona que se preocupa sinceramente por su bienestar, que no se enoja por cualquier motivo y que sabe perdonar y decir la verdad aunque el perdón y la sinceridad no resulten fáciles?
Entonces, trate así a los demás. Jesús dijo: “Por lo tanto, todas las cosas que quieren que los hombres les hagan, también ustedes de igual manera tienen que hacérselas a ellos” (Mateo 7:12). No siempre es fácil dar amor, pero el esfuerzo bien vale la pena. Primero, porque sus familiares, amigos, cónyuge o futuro cónyuge lo amarán más a usted. Segundo, porque tendrá la satisfacción de haber hecho lo que debía al dar de sí mismo a favor de los demás. Así es, “hay más felicidad en dar que en recibir” (Hechos 20:35).
Aprenda de la máxima autoridad
Jehová es el Dios de amor, la máxima autoridad en la materia (1 Juan 4:8). Su amor lo impulsa a enseñarle esta cualidad a todo el que esté dispuesto a aprender. Veamos algunos ejemplos de máximas bíblicas que muestran qué hacer para amar y ser amados.
“Ser presto en cuanto a oír, lento en cuanto a hablar.” (Santiago 1:19.) Una encuesta entre más de veinte mil parejas reveló que las personas más felices son las que están casadas con alguien que sabe escuchar. La buena comunicación es esencial en una relación. Cierta profesora de Sociología escribió al respecto: “Si quiere sentirse solo en una relación, esté con alguien que no tenga ni idea de lo que a usted le pasa. O peor aún, con alguien que lo sepa pero que sea incapaz de entender por qué eso lo hace sufrir a usted tanto”. Añadió que, aun cuando dos personas sean diferentes en varios aspectos, “si son sensibles a la forma en que su pareja ve el mundo y vive la vida, tales diferencias carecerán de importancia”.
“Se hallan apretados y escasos de lugar en sus propios tiernos cariños [...:] ensánchense.” (2 Corintios 6:12, 13.) Nos hacemos un bien cuando ensanchamos nuestro amor hacia los demás. Cierta publicación de la Facultad de Medicina de Harvard afirma: “Decenas de estudios han demostrado que quienes cuentan con apoyo social —es decir, buenas relaciones con la familia, los amigos y la comunidad— son más felices, se enferman menos y viven más”.
“Considerémonos unos a otros para incitarnos al amor y a las obras excelentes.” (Hebreos 10:24, 25.) La gente que nos rodea influye en nosotros, así que al pasar tiempo con personas que manifiestan genuino amor cristiano y experimentarlo por nosotros mismos, aprendemos a manifestarlo en nuestra vida. Los testigos de Jehová se esmeran por expresar amor entre sí, pues saben que es una marca que identifica a los verdaderos discípulos de Jesús (Juan 13:35). Está usted cordialmente invitado a asistir a sus reuniones cristianas.
Si siente que nadie lo quiere, no se desanime ni se juzgue con severidad. Tenga presente que Jehová está al tanto de lo que le ocurre. ¿Recuerda a Lea, a quien mencionamos en el primer artículo de esta serie? Jehová se fijó en su situación, y ella llegó a ser madre de seis hijos y una hija: una gran bendición en esa época en la que a los hijos se les veía como un valioso tesoro. Además, todos sus hijos varones dieron origen a tribus de Israel (Génesis 29:30-35; 30:16-21). ¡Cuánto debieron de consolar a Lea el amor y el interés de Dios!
En el nuevo mundo que prometen las Santas Escrituras, nadie sufrirá por falta de amor. Al contrario, el amor verdadero impregnará a toda la sociedad humana (Isaías 11:9; 1 Juan 4:7-12). Si deseamos estar allí, ahora es el momento de demostrarlo cultivando el amor que se enseña en la Biblia y que manifiesta su Autor. Está claro, la verdadera felicidad no depende solo de ser amado, sino de amar desinteresadamente a los demás (Mateo 5:46-48; 1 Pedro 1:22).
[Comentario de la página 8]
“Hay más felicidad en dar que en recibir.” (Hechos 20:35)
[Ilustración de la página 8]
Si queremos recibir amor, tenemos que dar amor
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