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Amemos la justicia de todo corazónLa Atalaya 2011 | 15 de febrero
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Amemos la justicia de todo corazón
“Has amado la justicia.” (SAL. 45:7)
1. ¿Qué nos ayudará a seguir por “los senderos [...] de la justicia”?
VALIÉNDOSE de su Palabra y su espíritu, Jehová nos guía a sus siervos por “los senderos [...] de la justicia” (Sal. 23:3). Sin embargo, como somos imperfectos, tenemos la tendencia a desviarnos de tales caminos. Para tomar de nuevo el rumbo correcto, se necesita hacer un gran esfuerzo. ¿Qué nos ayudará a lograrlo? Ser como Jesús, quien verdaderamente amaba la rectitud (léase Salmo 45:7).
2. ¿Qué son “los senderos [...] de la justicia”?
2 Fijémonos en la expresión “los senderos [...] de la justicia”. Los senderos son caminos pequeños y estrechos. Ahora bien, ¿por qué se dice que estos caminos simbólicos son “de la justicia”? Porque están trazados de acuerdo con la justicia divina. Los términos hebreos y griegos que se traducen por “justicia” transmiten la idea de rectitud e implican el fiel seguimiento de principios morales. Dado que Jehová es “el lugar de habitación de la justicia”, sus siervos acudimos con gusto a él para que sea nuestro guía moral y nos señale el camino que debemos seguir (Jer. 50:7).
3. ¿Cómo podemos conocer mejor la justicia de Dios?
3 Si deseamos agradar a Jehová, es imprescindible que sigamos con empeño sus rectas normas (Deu. 32:4). Claro está, primero tenemos que aprender todo lo que podamos acerca de él en su Palabra inspirada, la Biblia. Cuanto mejor conozcamos a Dios, más cerca lo sentiremos y más amaremos su justicia (Sant. 4:8). Como consecuencia, cuando debamos tomar decisiones importantes, dejaremos que nos guíe mediante su Palabra.
Busquemos la justicia de Dios
4. ¿Qué significa buscar la justicia de Dios?
4 (Léase Mateo 6:33.) ¿Qué significa buscar la justicia de Jehová? ¿Se trata tan solo de predicar las buenas nuevas? No. Hace falta mucho más. Para que él acepte nuestro servicio sagrado, hay que obedecer a diario sus elevadas normas. Quienes buscan la justicia divina “deben vestirse de la nueva personalidad que fue creada conforme a la voluntad de Dios en verdadera justicia y lealtad” (Efe. 4:24).
5. ¿Qué nos ayudará a vencer el desánimo?
5 No obstante, por mucho que nos esforcemos por obedecer a Dios, es inevitable que cometamos errores. ¿Qué nos ayudará a no desanimarnos y seguir amando y practicando la justicia? (Pro. 24:10.) Algo que nos fortalecerá en nuestra resolución es orar a diario “con corazones sinceros” y con “la plena seguridad de la fe” (Heb. 10:19-22). Ciertamente, todos los cristianos —sea que vayamos a vivir en el cielo o en la Tierra— tenemos que recordar que es imprescindible demostrar fe en Cristo como nuestro Redentor y gran Sumo Sacerdote (Rom. 5:8; Heb. 4:14-16). En el primer número de la edición en inglés de esta revista (julio de 1879) se habló del poder de la sangre que vertió Cristo como rescate (1 Juan 1:6, 7). En la página 6 de aquel número apareció esta comparación: “Un hecho singular es que los objetos de color escarlata o carmesí parecen blancos cuando se los mira a la luz a través de un cristal rojo. De igual modo, aunque nuestros pecados sean tan intensos como la escarlata o el carmesí, cuando los vemos como los ve Dios, a través de la sangre de Cristo, se tornan blancos”. ¡Qué maravilloso es saber que Jehová ha tomado medidas para salvarnos mediante el sacrificio de su Hijo amado! (Isa. 1:18.)
Revisemos nuestra armadura espiritual
6. ¿Por qué es vital revisar nuestra armadura espiritual?
6 Siempre debemos llevar puesta una pieza clave de la armadura espiritual: “la coraza de la justicia” (Efe. 6:11, 14). Sea que nos hayamos dedicado a Jehová en años recientes o que tengamos a nuestras espaldas décadas de servicio, es vital revisar todos los días la armadura que Dios nos ha dado. ¿Por qué? Porque Satanás ha sido arrojado a la Tierra junto con sus demonios (Rev. 12:7-12). Está furioso y sabe que le queda poco tiempo. Por eso ha recrudecido sus ataques contra el pueblo de Dios. Sin duda, esta es una poderosa razón para usar en todo momento “la coraza de la justicia”.
7. ¿Cómo nos comportaremos si comprendemos lo necesaria que es “la coraza de la justicia”?
7 ¿Para qué sirve una coraza? Para cubrir el pecho y de este modo proteger el corazón. ¿Por qué tenemos que proteger nuestro corazón simbólico? Porque está inclinado al mal, dado que somos imperfectos (Gén. 8:21). De hecho, es traicionero y desesperado (Jer. 17:9). De ahí que sea esencial educarlo y tenerlo bajo control. Comprendemos que “la coraza de la justicia” es vital, por lo que no nos la quitamos ni un minuto. En efecto, no nos entretenemos con cosas que Dios odia ni nos entregamos con la imaginación a fantasías pecaminosas. Tampoco malgastamos nuestro valioso tiempo dedicando demasiadas horas a la televisión. Más bien, nos esforzamos siempre por agradar a Jehová con nuestra conducta. Pero ¿y si caemos en algún mal pensamiento o acto? No nos daremos por vencidos, sino que seguiremos luchando con la ayuda de Dios (léase Proverbios 24:16).
8. ¿Por qué necesitamos “el escudo grande de la fe”?
8 La armadura espiritual también incluye “el escudo grande de la fe”, pieza indispensable para “apagar todos los proyectiles encendidos” del Diablo (Efe. 6:16). La fe nos permite seguir en el camino de la rectitud, el cual nos lleva a la vida eterna. Pero también necesitamos amor ferviente por Jehová, pues cuanto más lo amemos, más amaremos su justicia. Contamos, además, con la ayuda de nuestra conciencia. ¿Cómo contribuye esta a que demostremos amor por la justicia divina?
Mantengamos una buena conciencia
9. ¿Qué beneficios conseguimos al mantener una buena conciencia?
9 El día que nos bautizamos presentamos ante Jehová nuestra “solicitud [...] para una buena conciencia” (1 Ped. 3:21). Gracias a la fe en el rescate, la sangre de Jesús cubre nuestros pecados, lo que nos permite reconciliarnos con Dios. No obstante, para seguir en el camino de la salvación necesitamos mantener limpia la conciencia. Cuando esta nos avisa o nos muestra que algo está mal, deberíamos estar agradecidos. ¿Por qué? Porque eso demuestra que no está encallecida, sino que funciona como debe y sigue sensible a los rectos principios de Jehová (1 Tim. 4:2). Pero la conciencia también nos ayuda de otro modo a cultivar amor por la justicia.
10, 11. a) Ilustre con una experiencia los beneficios de escuchar la voz de nuestra conciencia cristiana. b) ¿Por qué reporta gran alegría llevar una vida recta?
10 Si obramos mal, la conciencia puede acusarnos e incluso mortificarnos. Así le sucedió a un joven que se descarrió de “los senderos [...] de la justicia” cuando apenas comenzaba a andar por ellos. Se hizo adicto a la pornografía y a la marihuana. En las reuniones tenía remordimientos, y en la predicación se sentía hipócrita. Por eso, abandonó por completo las actividades cristianas. “Poco me imaginaba —explica él— que la conciencia iba a seguir pidiéndome cuenta de mis actos. Aun así, me comporté como un necio durante cuatro años.” Luego comenzó a plantearse la idea de regresar a la verdad. Aunque pensaba que Jehová no iba a querer escucharlo, le oró de todos modos y le pidió perdón. No habían pasado ni diez minutos cuando su madre fue a visitarlo y lo animó a volver a las reuniones. Hizo caso del consejo y le pidió a un anciano ayuda para estudiar la Biblia. Con el tiempo se bautizó, y hoy da gracias a Jehová por haberle salvado la vida.
11 ¿Verdad que nada reporta tantas alegrías como llevar una vida recta? Si amamos los principios justos y procuramos aplicarlos cada día mejor, sentiremos la gran satisfacción de complacer a Dios con nuestra conducta. ¡Imagínese! Viene el día en que todas las personas reflejarán a la perfección la imagen de su Padre celestial, por lo que su conciencia estará libre de sentimientos de culpa. Pero ahora es el momento de cultivar en nuestro corazón amor por la justicia y así regocijar a Jehová (Pro. 23:15, 16).
12, 13. ¿Cómo podemos educar la conciencia?
12 ¿Cómo educamos la conciencia? Estudiando la Palabra de Dios y las publicaciones bíblicas y aplicando el siguiente principio: “El corazón del justo medita” (Pro. 15:28). Pensemos, por ejemplo, en lo útil que es la meditación cuando nos surgen preguntas sobre un empleo. Ciertamente, hay casos en los que el esclavo fiel y discreto ha mostrado que un trabajo entra en conflicto directo con las Escrituras, por lo que la mayoría de los cristianos lo rechazaremos sin dudar. Ahora bien, cuando no hay una respuesta tan clara, cada uno deberá pedirle a Dios que lo ayude a analizar los principios bíblicos pertinentes antes de tomar cualquier decisión.a Uno de estos principios es no herir las conciencias ajenas (1 Cor. 10:31-33). Pero sobre todo, nuestro principal interés es conservar una buena relación con Dios. Si vemos a Jehová como nuestro amigo, nos preguntaremos en primer lugar: “¿Le causaré tristeza y dolor si acepto este trabajo?” (Sal. 78:40, 41).
13 Cuando preparamos las lecciones de La Atalaya o del Estudio Bíblico de la Congregación, no nos olvidemos de meditar. ¿Andamos siempre subrayando a toda velocidad las respuestas, párrafo tras párrafo? Esa preparación no puede ayudarnos a formar bien la conciencia ni a fortalecer nuestro amor por la justicia. Para lograr este objetivo, debemos dedicarnos en serio al estudio y la reflexión sobre la Palabra de Dios. No hay atajos si queremos que los principios rectos se graben en nuestro corazón.
Demostremos hambre y sed de justicia
14. ¿Cómo quieren Jehová y Jesucristo que nos sintamos al realizar nuestro servicio?
14 Jehová y su Hijo desean que al realizar nuestro servicio sagrado experimentemos gozo. ¿Qué contribuirá a ello? Nuevamente, el amor a la justicia. Bien lo dijo Jesús en el Sermón del Monte: “Felices son los que tienen hambre y sed de justicia, puesto que ellos serán saciados” (Mat. 5:6). ¿Qué implican estas palabras para quienes aman los rectos caminos de Dios?
15, 16. ¿Cómo saciará Dios nuestra hambre y sed de justicia?
15 El mundo está dominado por Satanás (1 Juan 5:19). Sin importar dónde vivamos, los periódicos contienen cada vez más noticias de actos crueles y violentos. Todo el que ama la justicia no puede menos que horrorizarse ante el salvajismo del hombre para con el hombre (Ecl. 8:9). Claro, quienes aman a Jehová y sus justas normas comprenden que él es el único capaz de saciar su hambre y sed espiritual. Dentro de poco, los malvados desaparecerán. La gente recta ya no tendrá que soportar más a los pecadores y su mala conducta (2 Ped. 2:7, 8). ¡Qué alivio!
16 Los que seguimos a Cristo y servimos a Jehová sabemos que quienes anhelan la justicia “serán saciados”. En efecto, quedarán plenamente satisfechos gracias a los nuevos cielos y la nueva tierra donde “la justicia habrá de morar” (2 Ped. 3:13). Por eso, no nos desconcierta ni desanima el hecho de que en este mundo satánico predominen la violencia y la opresión (Ecl. 5:8). El Altísimo lo ve todo y pronto libertará a quienes aman la rectitud.
Cosechemos bendiciones por amar la justicia
17. ¿Qué bendiciones cosechamos por amar la justicia?
17 “Jehová está amando a los justos”, dice Salmo 146:8. ¿Ha notado en este versículo cuál es uno de los mayores beneficios de seguir la senda de la rectitud? La certeza de ser queridos por el Soberano universal. ¡Qué privilegio! Por este motivo, no tenemos ninguna duda de que él cubrirá nuestras necesidades si ponemos el Reino en primer lugar (léanse Salmo 37:25 y Proverbios 10:3). Al final, el planeta entero será de quienes anhelan la justicia (Pro. 13:22). La gran mayoría de los siervos fieles de Dios serán recompensados con la dicha eterna de vivir en un nuevo mundo paradisíaco. De hecho, hoy día ya disfrutan de una paz interior que los ayuda a llevarse bien con sus familiares y sus hermanos espirituales (Fili. 4:6, 7).
18. ¿Qué debemos hacer mientras esperamos el día de Jehová?
18 Mientras esperamos el gran día de Jehová, debemos seguir buscando la justicia de Dios (Sof. 2:2, 3). Tenemos que demostrar que amamos de verdad sus rectos caminos. No podemos quitarnos nunca “la coraza de la justicia”, ya que dejaríamos desprotegido el corazón. También es necesario que mantengamos una buena conciencia, pues solo así lograremos vivir satisfechos y hacer feliz a nuestro Padre celestial (Pro. 27:11).
19. ¿Cuál debe ser nuestra firme decisión, y qué veremos en el próximo artículo?
19 Jehová tiene su mirada “discurriendo por toda la tierra”, ya que desea “mostrar su fuerza a favor de aquellos cuyo corazón es completo para con él” (2 Cró. 16:9). ¡Cuánto nos consuelan estas palabras a quienes nos esforzamos por vivir rectamente en medio de este mundo cada día más inestable, violento y malvado! Quienes viven alejados de Dios quizás se sorprendan de que aún respetemos las normas divinas, pero sabemos que estas son siempre para nuestro provecho (Isa. 48:17; 1 Ped. 4:4). Por eso estamos decididos a seguir demostrando en nuestra vida que amamos la justicia con toda el alma. Pero debemos hacer algo más. Para probar que nuestro corazón es completo para con Dios, también hemos de odiar el desafuero. En el siguiente artículo veremos qué está implicado en ello.
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¿Odiamos la maldad?La Atalaya 2011 | 15 de febrero
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¿Odiamos la maldad?
“Odiaste el desafuero.” (HEB. 1:9)
1. ¿Qué clase de amor indicó Jesús a sus discípulos que deberían demostrar?
EN CIERTA ocasión, Jesús indicó a sus discípulos cuál debía ser la cualidad más importante para ellos: “Les doy un nuevo mandamiento: que se amen unos a otros; así como yo los he amado, que ustedes también se amen los unos a los otros. En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos, si tienen amor entre sí” (Juan 13:34, 35). Con estas palabras les estaba mandando que se demostraran mutuamente amor abnegado, un amor que los identificaría como sus verdaderos seguidores. Y en otra ocasión también los exhortó: “Continúen amando a sus enemigos y orando por los que los persiguen” (Mat. 5:44).
2. ¿Qué debemos odiar los cristianos?
2 Pero Jesús no solo enseñó a sus discípulos lo que debían amar, sino también lo que tenían que odiar. Una profecía dijo lo siguiente sobre Cristo: “Amaste la justicia, y odiaste el desafuero”, o, lo que es lo mismo, “la iniquidad” o maldad (Heb. 1:9; Sal. 45:7). Su ejemplo nos muestra que, además de cultivar amor por la justicia, tenemos que cobrarle odio al pecado, a todo lo que está en contra de la ley de Jehová. Cabe señalar que el apóstol Juan dijo claramente: “Todo el que peca viola la ley de Dios, porque todo pecado va en contra de la ley de Dios” (1 Juan 3:4, Nueva Traducción Viviente).
3. ¿Qué cuatro campos en los que debemos manifestar odio por la maldad vamos a analizar?
3 Cada cristiano hace bien en preguntarse: “¿Odio las cosas que prohíbe la ley de Dios?”. Veamos a continuación cómo debemos manifestar odio por la maldad en estos cuatro campos: 1) el abuso del alcohol, 2) el ocultismo, 3) la inmoralidad y 4) el trato con quienes aman el pecado.
Seamos prudentes con el alcohol
4. ¿Por qué pudo Jesús recomendar con franqueza que se evitaran los excesos con la bebida?
4 En diversas ocasiones, Jesús tomó vino, sabiendo que es un regalo de Dios (Sal. 104:14, 15). Sin embargo, nunca cayó en excesos con la bebida (Pro. 23:29-33). Por eso pudo recomendar sin ninguna hipocresía que se evitaran tales abusos (léase Lucas 21:34). El consumo inmoderado de alcohol puede conducir a otros graves pecados. De ahí que Pablo escribiera: “No anden emborrachándose con vino, en lo cual hay disolución [o conducta desenfrenada], sino sigan llenándose de espíritu” (Efe. 5:18). Además, exhortó a las hermanas de edad avanzada a que no estuvieran “esclavizadas a mucho vino” (Tito 2:3).
5. ¿Qué preguntas debería hacerse el cristiano que consume bebidas alcohólicas?
5 Si nuestra conciencia nos permite consumir alcohol, deberíamos preguntarnos: “¿Tengo la misma actitud que Jesús frente a los excesos con la bebida? Si me viera en la necesidad de aconsejar a un hermano sobre este asunto, ¿podría hacerlo con franqueza? ¿Bebo para olvidar los problemas y relajarme? ¿Cuánto alcohol consumo semanalmente? ¿Cómo reacciono cuando alguien da a entender que me estoy excediendo? ¿Me pongo a la defensiva o incluso me enojo?”. Si dejamos que el vino nos esclavice, se verán afectadas las facultades que nos permiten razonar con claridad y tomar decisiones sabias. Y eso es algo que, como cristianos, no podemos permitir, pues siempre debemos proteger nuestra capacidad de pensar (Pro. 3:21, 22).
Evitemos el ocultismo
6, 7. a) ¿Cómo reaccionó Jesús ante Satanás y sus demonios? b) ¿Por qué están tan extendidas las artes ocultas?
6 Durante toda su vida en la Tierra, Jesús se opuso con firmeza a Satanás y sus demonios. Cuando el Diablo lanzó ataques directos contra él, se mantuvo leal a Dios (Luc. 4:1-13). Y también supo resistir cuando el Enemigo intentó de forma más velada corromper su pensamiento y conducta (Mat. 16:21-23). Además, a muchas personas necesitadas de su ayuda las libró del cruel dominio de los espíritus malignos (Mar. 5:2, 8, 12-15; 9:20, 25-27).
7 Después de ser coronado en 1914, Jesús libró a los cielos de la contaminante presencia de Satanás y sus demonios. Por este motivo, el Diablo está más empeñado que nunca en seguir “extraviando [con sus engaños] a toda la tierra habitada” (Rev. 12:9, 10). Con razón hay cada vez más interés por el ocultismo. Ciertamente, es una plaga muy extendida de la que debemos protegernos. La cuestión es: ¿cómo podemos hacerlo?
8. ¿Qué preguntas deberíamos hacernos sobre las diversiones que elegimos?
8 La Biblia nos previene claramente contra los peligros del espiritismo y las demás formas de ocultismo (léase Deuteronomio 18:10-12). Hoy, Satanás y sus demonios influyen en la forma de pensar de la gente a través de películas, libros y videojuegos que promueven las prácticas ocultistas. Por eso es conveniente analizar el tipo de entretenimiento que seleccionamos. Preguntémonos: “En los últimos meses, ¿he elegido películas, programas de televisión, juegos electrónicos, libros o historietas que giran en torno a la magia o lo sobrenatural? ¿Comprendo la importancia de rechazar el ocultismo, o les resto gravedad a sus peligros? ¿He pensado en cómo ve Jehová mis diversiones? ¿He bajado la guardia ante estas influencias satánicas? En ese caso, ¿estoy decidido a cerrarles de una vez por todas las puertas de mi mente y así demostrar amor por Jehová y sus justos principios?” (Hech. 19:19, 20).
Sigamos las advertencias de Jesús contra la inmoralidad
9. ¿Cómo podría una persona alimentar en su corazón amor por la maldad?
9 Jesús siempre respaldó las normas divinas sobre moralidad sexual. Dijo: “¿No leyeron que el que los creó desde el principio los hizo macho y hembra y dijo: ‘Por esto el hombre dejará a su padre y a su madre y se adherirá a su esposa, y los dos serán una sola carne’? De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Por lo tanto, lo que Dios ha unido bajo un yugo, no lo separe ningún hombre” (Mat. 19:4-6). Cristo sabía, además, que lo que entra por los ojos llega hasta el corazón. Por eso, en el Sermón del Monte señaló: “Oyeron ustedes que se dijo: ‘No debes cometer adulterio’. Pero yo les digo que todo el que sigue mirando a una mujer a fin de tener una pasión por ella ya ha cometido adulterio con ella en su corazón” (Mat. 5:27, 28). La persona que no hace caso de estos consejos de Jesús está alimentando en su interior amor por la maldad.
10. Relate una experiencia que ilustre que es posible dejar el vicio de la pornografía.
10 A fin de fomentar la inmoralidad, Satanás ha inundado la sociedad actual de imágenes pornográficas. Una vez que se contemplan, son difíciles de borrar de la mente, y llegan a crear adicción. Así le sucedió a un cristiano, quien confiesa: “Miraba pornografía en secreto. Había creado mi propio mundo de fantasía, y lo veía como algo aparte del mundo donde servía a Jehová. Sabía que lo que hacía estaba mal, pero aun así me decía que Dios seguía aceptando mi adoración”. ¿Qué le ayudó a cambiar de actitud? “Aunque fue lo más difícil que he tenido que hacer —explica—, decidí hablar del problema con los ancianos.” Con el tiempo, logró vencer aquel sucio hábito. “Una vez que me libré de ese pecado —señala—, sentí por fin que mi conciencia estaba limpia de verdad.” No hay duda: solo se puede odiar la pornografía si se ha aprendido a odiar la maldad.
11, 12. ¿Cómo podemos mostrar odio por la maldad a la hora de seleccionar la música que escuchamos?
11 La música y la letra de las canciones pueden dejar una profunda huella en nuestros sentimientos y, por consiguiente, en nuestro corazón. Es verdad que la música es un don de Dios y que se ha utilizado por siglos en su adoración (Éxo. 15:20, 21; Efe. 5:19). Pero no es menos cierto que las canciones de este mundo ensalzan la inmoralidad (1 Juan 5:19). ¿Cómo podemos determinar si lo que escuchamos nos está corrompiendo?
12 Pudiéramos preguntarnos: “¿Qué dicen las canciones que escucho? ¿Exaltan el asesinato, el adulterio, la fornicación y el lenguaje obsceno? Si le leyera la letra a otra persona, ¿pensaría ella que detesto la maldad o, por el contrario, que tengo el corazón contaminado?”. No podemos afirmar que odiamos el pecado y al mismo tiempo escuchar canciones que lo alaban. Jamás olvidemos lo que dijo Jesús: “Las cosas que proceden de la boca salen del corazón, y esas cosas contaminan al hombre. Por ejemplo, del corazón salen razonamientos inicuos, asesinatos, adulterios, fornicaciones, hurtos, testimonios falsos, blasfemias” (Mat. 15:18, 19; compárese con Santiago 3:10, 11).
Tengamos el mismo criterio de Jesús sobre quienes aman la maldad
13. ¿Cómo veía Jesús a las personas que se negaban a abandonar el pecado?
13 Jesús señaló que había venido a invitar al arrepentimiento a quienes estaban violando la ley de Dios (Luc. 5:30-32). Ahora bien, ¿cómo veía él a la gente que se negaba a abandonar el pecado? Advirtió a sus oyentes que tales personas eran una influencia peligrosa (Mat. 23:15, 23-26). Y afirmó: “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día [en que Dios traiga el juicio]: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre ejecutamos muchas obras poderosas?’”. A esos individuos, que en realidad no están arrepentidos ni han dejado de practicar el pecado, Cristo les dirá: “Apártense de mí” (Mat. 7:21-23). ¿Por qué los juzgará con tanta severidad? Porque con sus malas acciones han estado deshonrando a Dios y haciendo daño a sus semejantes.
14. ¿Por qué se expulsa de la congregación a quienes se niegan a arrepentirse?
14 La Palabra de Dios manda sacar de la congregación a quienes rehúsan arrepentirse de sus pecados (léase 1 Corintios 5:9-13). Esta medida es necesaria al menos por tres razones: 1) para que no se ensucie el nombre de Jehová, 2) para que no se contamine la congregación y 3) para animar al propio pecador a arrepentirse.
15. ¿Qué serias preguntas debería hacerse todo el que desee ser leal a Jehová?
15 ¿Compartimos el criterio de Jesús sobre las personas que se empeñan en violar la ley de Dios? Todos hacemos bien en preguntarnos: “Si alguien fuera expulsado o decidiera desasociarse de la congregación, ¿intentaría yo mantener un trato frecuente con él? ¿Y si se tratara de un pariente cercano que ya no vive en mi hogar?”. Sin duda, situaciones como estas someten a prueba nuestro amor por la justicia y nuestra lealtad a Jehová.a
16, 17. ¿A qué difícil situación se enfrentó una cristiana, y qué le ayudó a respetar las medidas disciplinarias?
16 Examinemos un caso de la vida real. Cierta cristiana vio cómo su hijo adulto iba perdiendo el amor por Jehová y se entregaba al pecado sin demostrar ningún arrepentimiento, de modo que tuvo que ser expulsado de la congregación. La hermana amaba a Jehová, pero también amaba a su hijo, y por ello se le hacía muy difícil aplicar el mandamiento bíblico de no relacionarse con él.
17 ¿Qué le habríamos dicho a esta hermana? Pues bien, un anciano la ayudó a ver que Jehová comprendía su tristeza. También la invitó a pensar en el dolor que tuvo que sentir Dios al ver rebelarse a algunos de sus hijos celestiales. Le recordó que, aunque nuestro Padre sabe lo duro que puede resultarnos, ordena expulsar a quienes no se arrepienten. La hermana supo valorar aquellos consejos y demostró respeto por las medidas disciplinarias.b Esa lealtad sin duda complace mucho a Jehová (Pro. 27:11).
18, 19. a) Cuando cortamos la relación con quienes practican el pecado, ¿a qué cosas demostramos odio? b) ¿Qué pudiéramos conseguir siendo leales a Dios y sus disposiciones?
18 Si afrontamos una situación tan dura como la anterior, haremos bien en recordar que Jehová se compadece de nuestro dolor. Al cortar la relación con la persona expulsada o desasociada, demostramos que odiamos las actitudes y la conducta que la llevaron a estar fuera de la congregación. Pero también indicamos que amamos al pecador y que sabemos que las medidas disciplinarias son para su bien. De hecho, si las apoyamos por lealtad a Jehová, es más probable que la persona se arrepienta y vuelva a la verdad.
19 Una hermana que fue expulsada y más tarde readmitida escribió: “Me alegra saber que Jehová ama tanto a su organización que se encarga de mantenerla limpia. A la gente de fuera puede parecerle una medida muy dura, pero realmente es necesaria y amorosa”. ¿Habría llegado ella a esa conclusión si los miembros de la congregación —entre ellos sus propios familiares— hubieran mantenido tras la expulsión un trato frecuente con ella? Si apoyamos las medidas disciplinarias que establecen las Escrituras, demostramos amor por la justicia y reconocemos el derecho de Jehová a decirnos cómo debemos actuar.
“Odien lo que es malo”
20, 21. ¿Por qué es tan necesario aprender a odiar la maldad?
20 El apóstol Pedro nos hace esta advertencia: “Mantengan su juicio, sean vigilantes”. ¿Por qué razón? Porque “[nuestro] adversario, el Diablo, anda en derredor como león rugiente, procurando devorar a alguien” (1 Ped. 5:8). ¿Estaremos nosotros entre las presas que él logrará atrapar? Mucho dependerá de cuánto nos hayamos esforzado por odiar el mal.
21 Cultivar odio por la maldad no es fácil. Somos imperfectos y vivimos en un mundo que apela a los deseos egoístas (1 Juan 2:15-17). Pero si imitamos a Jesucristo y nutrimos nuestro amor por Jehová, lograremos aborrecer el pecado. Es preciso que todos los cristianos “odien lo que es malo”. Por lo tanto, adoptemos la resolución de obedecer ese mandato, con la seguridad de que Jehová “[guarda a] los que le son leales; de la mano de los inicuos los libra” (Sal. 97:10).
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