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MadagascarAnuario de los testigos de Jehová 2000
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En 1957 llegó un matrimonio de Francia, Antoine y Gilberte Branca, que a partir de entonces sirvió en Antananarivo. Ella se había graduado de la clase 24 de la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower, escuela a la que posteriormente también asistió su esposo. Tras el nacimiento de su hija, Anna, en 1961, se quedaron en su asignación.
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Apuros con el idioma
En 1961 llegaron en calidad de misioneros Laval e Irene Carbonneau, que estaban en el circuito en la región francófona de Canadá. Se mudaron a un apartamento de la planta baja de una casa de estilo malgache, con un pequeño dormitorio, un pequeño comedor, una cocina pequeña, un cuarto de baño pequeño con agua fría y una galería cerrada también pequeña. “Con la casa entraban gratis las ratas, los ratones y las cucarachas —recuerda el hermano Carbonneau—. Llegó un momento en que mi esposa reconocía a una de las ratas porque tenía el rabo medio mordido. Siempre que se cruzaba con ella, la llamaba ‘Monsieur le Prince’ [señor príncipe] y le pedía cortésmente que la dejara pasar.”
Laval hablaba francés y su esposa lo estaba aprendiendo, así que podían comunicarse con los habitantes del país. Pero ese no era el caso de Raimo y Veera Kuokkanen, que llegaron de Finlandia a finales de enero de 1962. No fue difícil reconocerlos cuando bajaron del avión. Como habían salido de Finlandia en pleno invierno, llevaban gorros de piel y otras gruesas prendas de abrigo. No había duda de que el calor tropical les exigiría algunos cambios. Raimo hablaba inglés, pero no francés, mientras que Veera no hablaba ninguno de los dos. Irene Carbonneau se valía del inglés para enseñarles francés, así que Raimo debía traducirle todo a su esposa del inglés al finlandés. Pero como ella había cursado sus estudios en sueco, había que explicarle la gramática en ese idioma. Afortunadamente, Raimo también sabía algo de sueco. ¿Complicado? Sí, pero pasados unos dos meses empezó a hacerse la luz, pues lograron entender algunas palabras en francés. Claro que después de dominar ese idioma, tuvieron que aprender malgache.
Unos años después, cuando ya no estaba su maestra de idiomas, el hermano Kuokkanen tuvo que interpretar a Malcolm Vigo, el superintendente de zona que visitó el país. El hermano Kuokkanen aún recuerda que se citó Lucas 9:62 y él no sabía cómo se dice en francés “arado”. Cuando trató de describirlo, el auditorio, asombrado, abrió los ojos como platos porque su descripción no encajaba con la forma de arar en Madagascar, donde se utilizan cebúes. En otra ocasión trataba de decir en francés que los hermanos de Malaui celebraban las reuniones debajo de un mango, pero lo que dijo fue que toda la congregación estaba encima del árbol. Tuvo que aprender a reírse con los que no podían aguantarse la risa.
Otra pareja de misioneros, Samuel y Thelma Gilman, llegaron de Estados Unidos en abril de 1962. Sam recuerda bien los problemas de comunicación que tuvo. “A fin de establecernos en nuestro nuevo hogar, necesitábamos una tubería larga para los retretes. Así que el hermano Kuokkanen y yo fuimos a la ferretería de la esquina a comprar una tubería de seis metros de largo. Usamos la palabra que venía en un pequeño diccionario que llevábamos. Imagínese la expresión de los que estaban en la tienda cuando les preguntamos si tenían una pipa (una pipa para fumar) de seis metros de largo.”
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