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MalauiAnuario de los testigos de Jehová 1999
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Indicios de dificultades
A comienzos de los años sesenta había un fuerte espíritu nacionalista en Malaui. Según un acuerdo alcanzado con Gran Bretaña, a mediados de 1964 se otorgaría la independencia después de unas elecciones generales. Mientras tanto, el doctor Banda desempeñaba el cargo de primer ministro de la colonia. Antes de las elecciones generales, el gobierno dispuso que del 30 de diciembre de 1963 al 19 de enero de 1964 se efectuara una inscripción voluntaria de los votantes.
Fue entonces cuando los testigos de Jehová de Malaui se vieron por primera vez empujados a lo que el periódico San Francisco Examiner (editado en E.U.A.) llamó posteriormente “una guerra religiosa [...,] una guerra muy unilateral, en la cual la fuerza se enfrenta a la fe”. Los testigos de Jehová no fueron quienes declararon la guerra. En armonía con las enseñanzas bíblicas, respetan a los gobernantes y pagan concienzudamente los impuestos (Luc. 20:19-25; Rom. 13:1-7). Sin embargo, como Jesucristo dijo que sus discípulos “no [serían] parte del mundo”, los testigos de Jehová mantienen también una postura de estricta neutralidad con relación a las guerras de las naciones y sus asuntos políticos (Juan 17:16; Hech. 5:28, 29).
Mientras todo el país estaba enfervorizado con la inscripción de los votantes, los Testigos ejercieron su derecho a no inscribirse. Cuando los dirigentes del partido se percataron de su postura neutral, se desató una violenta persecución contra ellos. Se intentó obligarlos a cambiar de opinión y comprar las tarjetas de afiliación al partido. Durante ese período llegaron noticias a la sucursal de que se habían quemado o demolido más de cien Salones del Reino y bastante más de mil casas de los hermanos. Centenares de campos y graneros fueron pasto de las llamas. Tristemente, muchas familias de testigos de Jehová se quedaron sin alimento ni techo. Algunos huyeron al vecino Mozambique para salvar la vida. Muchos recibieron fuertes palizas, como el superintendente viajante Kenneth Chimbaza. Pocos años después de ser objeto de tales maltratos falleció, aparentemente a consecuencia de las lesiones sufridas.
Integridad ante las pruebas
Hubo muchas experiencias de hermanos que mantuvieron integridad ante la persecución. Por ejemplo, cerca de Blantyre vivían dos hermanas que tenían entre las dos once niños que cuidar. Sus esposos habían sucumbido a la presión política y habían comprado las tarjetas de afiliación al partido. Cuando se presionó a las hermanas para que hicieran lo mismo, se negaron. Los dirigentes del partido les dijeron que volverían al día siguiente para ver si habían cambiado de opinión. Y, en efecto, una multitud fue a buscarlas por la mañana. Las llevaron a un lugar público, las amenazaron con violarlas y las golpearon por negarse a comprar las tarjetas del partido. No obstante, ellas se mantuvieron firmes. Las dejaron marcharse a su casa, pero al día siguiente las volvieron a llevar al mismo lugar. Las golpearon de nuevo, en esta ocasión desnudas frente a la muchedumbre. Pese a todo, las hermanas no transigieron.
Los perseguidores cambiaron entonces de táctica. “Hemos telefoneado a sus oficinas —dijeron—, y hemos hablado con Johansson, McLuckie y Mafambana. Nos han dicho que deben comprar la tarjeta, tal como ya lo han hecho ellos y todos los demás testigos de Jehová de [Malaui]. Así que ustedes son las únicas mujeres en todo el país que no la han comprado. Más vale que la consigan ya.” Las hermanas respondieron: “Servimos solo a Jehová Dios, de modo que si los hermanos de la sucursal han comprado la tarjeta, a nosotras no nos afecta. ¡No vamos a transigir, así nos maten!” (compárese con Romanos 14:12). Finalmente, las dejaron marcharse.
Estas dos hermanas humildes y fieles no sabían leer ni escribir, pero tenían un amor profundo a Jehová y su ley. Su postura firme recuerda las palabras de Salmo 56:11: “En Dios he cifrado mi confianza. No tendré miedo. ¿Qué puede hacerme el hombre terrestre?”.
Intentos de aclarar nuestra posición
Ante la escalada de incidentes graves, la Sociedad hizo lo posible por convencer a las autoridades de que pusieran fin a la persecución. Los hermanos contactaron con la oficina del primer ministro, y se les concedió una entrevista con el doctor Banda para el 30 de enero de 1964. Llegada la ocasión, Jack Johansson explicó claramente la postura neutral de los testigos de Jehová, basándose en el capítulo 13 de Romanos. El primer ministro pareció quedar bastante complacido con la explicación, y le dio muchas gracias al hermano Johansson cuando este se marchaba.
Sin embargo, solo cuatro días después, se produjo un ataque contra un grupo de Testigos de la región de Mulanje. Los atacantes asesinaron brutalmente a Elaton Mwachande y dispararon una flecha al cuello de Mona Mwiwaula, una Testigo anciana, a la que dieron por muerta. Sorprendentemente, la hermana sobrevivió, y su testimonio se utilizó más adelante para llevar a juicio a los agresores. Cuando llegaron noticias de ese horrible incidente a la sucursal, se envió un telegrama urgente a la oficina del primer ministro.
El resultado fue otra reunión con el doctor Banda y dos de sus ministros el 11 de febrero de 1964. Acompañaban a Jack Johansson los hermanos Harold Guy y Alexander Mafambana. Esta vez, sin embargo, el tono de la reunión fue muy distinto. El doctor Banda se puso a agitar el telegrama en el aire y dijo: “Señor Johansson, ¿qué se propone al enviar un telegrama como este?”. Los hermanos trataron de convencerlo calmadamente de que su posición era neutral y de que obedecían las leyes del país. Pero el primer ministro y sus acompañantes arguyeron que los testigos de Jehová provocaban deliberadamente a sus agresores. La reunión finalizó con una nota negativa, pues acusaron a los testigos de Jehová de la confusión que reinaba en el país. El doctor Banda incluso amenazó al hermano Johansson con deportarlo de inmediato. No obstante, parece que su ira se debía principalmente a la incapacidad de sus dos ministros para presentar pruebas sólidas de que los testigos de Jehová eran los provocadores.
Cabe resaltar que en el juicio por el asesinato del hermano Mwachande, el juez interino L. M. E. Emejulu no encontró pruebas de que los testigos de Jehová hubieran provocado en modo alguno a sus agresores, como había alegado el gobierno. El juez declaró: “No veo pruebas de provocación. Es cierto que los testigos de Jehová propagaban con resolución su fe y trataban de hacer conversos, pero eran conscientes de sus deberes cívicos y hacían todo lo que se les pedía [...]. Lo único que se negaron a hacer fue afiliarse a un partido político”.
Cuando la agitación por la inscripción de los votantes disminuyó, el primer ministro hizo un llamamiento al país para recuperar la paz y la calma. “Dejen tranquilos a los europeos, la policía, los indios y hasta a los testigos de Jehová —dijo—. ¡Perdónenlos!” En julio de 1964, en un ambiente de gran entusiasmo, la colonia de Nyasalandia se convirtió en la república independiente de Malaui. Por fin terminó la persecución, pero no sin antes haberse cobrado violentamente la vida de ocho siervos de Jehová.
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La situación se agrava de nuevo
Tras un breve curso de aprendizaje del idioma, se asignó a Keith Eaton y a su esposa, Anne, a la obra del distrito. Al principio contaron con la ayuda amorosa de Kenneth Chimbaza y su familia. Al joven Maimba, siempre deseoso de colaborar, le gustaba sobre todo llevar el bolso de predicar del hermano Eaton cuando salían juntos al servicio del campo.
En abril de 1967, el hermano Eaton se hallaba en una asamblea de circuito en un pueblo de la zona de Phalombe llamado Thambo Village, cuando escuchó una emisión radiofónica inquietante. El doctor Banda acusó a los testigos de Jehová de provocar intencionadamente a dirigentes y miembros de los movimientos juveniles Malawi Young Pioneers (Juventudes Pioneras de Malaui) y League of Malawi Youth (Liga Juvenil de Malaui). También afirmó que los Testigos no solo se negaban a comprar las tarjetas de afiliación al partido, sino que convencían a otras personas para que tampoco lo hicieran.
Tal como en 1964, la cuestión de las tarjetas del partido se estaba volviendo candente. Aunque su adquisición era voluntaria, los dirigentes del partido consideraban una falta de respeto negarse a comprarla. Posteriormente se dijo que la compra de la tarjeta era una muestra de agradecimiento por lo que el doctor Banda había hecho por el desarrollo de Malaui. Indignados por la postura firme de los testigos de Jehová, los dirigentes del partido redoblaron esfuerzos para obligar a los hermanos a claudicar. Una vez más empezaron a llegar a la sucursal noticias de hostigamientos y palizas.
En una ocasión, unos cabecillas del partido pidieron a Malcolm Vigo que visitara a un hermano de la Congregación Jumbe que estaba detenido por negarse a comprar la tarjeta del partido. Antes de entrar en la habitación, el hermano Vigo oró en silencio. Desde el principio quedó manifiesto que esperaban que este les dijera que la Sociedad Watch Tower había indicado claramente a sus miembros que no debían comprar las tarjetas. Pero él recalcó, más bien, que la Sociedad no le decía a nadie lo que debía hacer, sino que cada persona tenía que decidir por sí misma. A los dirigentes del partido no les satisfizo la explicación y empezaron a bombardearlo con preguntas. En su afán por confundirlo, le hacían una pregunta sin darle tiempo de contestar la anterior. Tras dos horas de interrogatorio, finalmente liberaron al hermano, sin lograr que comprara la tarjeta del partido.
Proscripción
La situación alcanzó su clímax en septiembre de 1967 durante la asamblea anual del Partido del Congreso de Malaui (Malawi Congress Party), que ocupaba el poder en el país. Una de las propuestas aprobadas en tal ocasión decía: “Recomendamos encarecidamente que se declare ilegal en este país la confesión religiosa de los testigos de Jehová”. ¿Por qué razón? La propuesta indicaba: “Pone en peligro el mantenimiento de la paz y la calma, que es esencial para el buen funcionamiento del Estado”. En el discurso de clausura de la asamblea, el presidente declaró: “Los testigos de Jehová están causando problemas en todas partes. Por consiguiente, la asamblea aprobó ayer la propuesta de proscribir a los testigos de Jehová. Les aseguro que el gobierno va a tomar cartas en el asunto de inmediato”.
¿Representaban los testigos de Jehová realmente un peligro para Malaui? De ningún modo. Un observador dijo de ellos posteriormente que eran “ciudadanos modelos” que “pagan los impuestos diligentemente, atienden a los enfermos [y] batallan contra el analfabetismo”. Aun así, el gobierno de verdad “[tomó] cartas en el asunto de inmediato”. Sin pérdida de tiempo se firmó un decreto para proscribir a los testigos de Jehová, que entró en vigor el 20 de octubre de 1967. Con grandes titulares en negrita se anunció a la nación: “Malaui prohíbe una secta ‘peligrosa’”. Aunque se afirmó que se había adoptado la medida porque los testigos de Jehová suponían “una amenaza para el buen gobierno de Malaui”, fue obvio que la verdadera razón era su negativa a comprar las tarjetas de afiliación al partido. En armonía con sus firmes convicciones basadas en la Biblia, optaron por “obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres” (Hech. 5:28, 29).
Las medidas preventivas dan resultado
Antes de decretarse la proscripción, los hermanos de la sucursal comprendieron que iba a producirse algún tipo de intervención oficial en contra de los testigos de Jehová. Si bien no esperaban una proscripción total, empezaron a tomar precauciones. Se celebraron reuniones especiales en diversas partes del país para dar instrucciones y estímulo a los superintendentes de circuito y distrito. Se ofrecieron directrices prácticas respecto a las reuniones de congregación, el ministerio del campo, las existencias de publicaciones y el envío de cartas, información que fue muy útil cuando empeoró la situación.
Las congregaciones siguieron cuidadosamente las instrucciones que iban recibiendo. Dejaron de usarse los formularios de la Sociedad. Las congregaciones escribían los informes de servicio en papel corriente y los mandaban a la sucursal mediante mensajeros. Se cambiaron los horarios de las reuniones de acuerdo con las necesidades de cada congregación. Una de ellas decidió iniciarlas el domingo a las cinco y media de la madrugada, antes de que despertara el resto del pueblo. En cuanto a la predicación, ninguna proscripción impediría que los testigos de Jehová difundieran las buenas nuevas del Reino. Tal como en los días de los apóstoles, la postura de nuestros fieles hermanos fue: “No podemos dejar de hablar de las cosas que hemos visto y oído” (Hech. 4:20).
Poco antes de dictarse el decreto, la sucursal supo de fuentes fidedignas que estaba a punto de anunciarse la proscripción de los testigos de Jehová en el boletín oficial del gobierno, llamado Government Gazette. Por lo tanto, los hermanos trasladaron rápidamente todos los archivos y documentos importantes, incluso algunas máquinas, a las casas de varios Testigos. También se sacaron de la sucursal grandes cantidades de publicaciones, que se enviaron a congregaciones de todo el país. A fin de proteger el valioso alimento espiritual, una congregación llenó de libros dos barriles grandes de petróleo y los enterró. Cuando finalmente en noviembre la policía se presentó en la sucursal para confiscar la propiedad, parecían sorprendidos de que hubiera tan pocos archivos, publicaciones y maquinaria.
Se deporta a los misioneros
Como era de esperar, se ordenó a los misioneros extranjeros que abandonaran el país. Pero antes de marcharse, ellos hicieron cuanto pudieron para fortalecer a sus queridos hermanos. Malcolm Vigo visitó y animó a los que habían perdido sus hogares en actos vandálicos. Uno de ellos fue el superintendente de circuito Finley Mwinyere. El hermano Vigo dijo: “Cuando llegamos, vimos al hermano Mwinyere de pie contemplando los restos quemados de su casa. Pero su actitud fue alentadora. Solo pensaba en ir rápidamente a fortalecer a los hermanos de su circuito que también habían resultado afectados. No estaba abatido por todo lo que él había perdido”.
Jack Johansson viajó en dirección norte a Lilongwe para visitar a unos tres mil hermanos y hermanas que estaban detenidos. Pudo hablar con gran cantidad de ellos y darles aliento. Todavía conservaban el ánimo. De hecho, él, a su vez, recibió mucho estímulo y dijo que la experiencia había fortalecido su fe. El policía que los custodiaba le dijo después al hermano Johansson que la situación era bochornosa. Por mencionar solo una implicación de la proscripción, el agente indicó que si a partir de entonces fallaba el servicio eléctrico de Lilongwe, probablemente no se volvería a restablecer, porque los trabajadores más eficientes y confiables estaban presos.
Los ocho misioneros extranjeros no se marcharon de Malaui por voluntad propia. Por lo que a ellos concernía, no habían hecho nada malo. A los Sharp y los Johansson los condujeron directamente al aeropuerto con escolta policial y los metieron en un avión que salía del país. A los otros dos matrimonios los llevaron a la Prisión Chichiri, de Blantyre, donde pasaron unas cuantas noches, Malcolm y Keith en una celda, y Linda Louise y Anne, en otra. Después los llevaron al aeropuerto con escolta policial y los mandaron a Mauricio. Posteriormente se asignó a los Vigo y a los Johansson a Kenia, y a los Eaton, a Rhodesia.
Con gran dolor de corazón, los misioneros dejaron atrás a sus queridos hermanos. Pero los Testigos malauianos no quedaron sin ayuda. En las 405 congregaciones del país había pastores espirituales, superintendentes amorosos (Isa. 32:2). Alex Mafambana atendía la obra desde dentro, y a la sucursal de Zimbabue (entonces Rhodesia) le transfirieron la supervisión del campo malauiano. En los años siguientes, la sucursal de Harare (Zimbabue) se encargó de que los superintendentes de circuito y otros hermanos que llevaban la delantera en Malaui asistieran a asambleas de distrito y cursos de actualización en Zimbabue. Mediante estos hermanos fieles se transmitía la información de las asambleas de circuito y distrito a las congregaciones.
Una nueva ola de atrocidades
Tan pronto como la proscripción fue del dominio público, los dirigentes del partido y los miembros de las Juventudes Pioneras de Malaui y la Liga Juvenil de Malaui, iniciaron una nueva ola de terrible persecución. Aunque la policía y los jueces a veces se apiadaban de los hermanos, eran incapaces de detener la violencia, pues se había declarado ilegales a los testigos de Jehová.
La persecución fue intensificándose, y en todas partes del país se destruyeron Salones del Reino, casas, tiendas de comestibles y otros comercios de testigos de Jehová. En algunos lugares, los agresores incluso llegaban en camiones para saquear las propiedades de los Testigos. Aunque el valor monetario de tales pérdidas materiales era pequeño, para los hermanos representaba todo cuanto poseían.
También llegaron de todo el país noticias de palizas. Algunas de nuestras queridas hermanas, sufrieron lo indecible. Muchas cristianas fueron víctimas de violaciones, mutilaciones y palizas. Los sádicos agresores no perdonaron a nadie. Sometieron a crueles torturas a jóvenes, ancianas e incluso a hermanas embarazadas, algunas de las cuales sufrieron abortos como consecuencia de los abusos. Millares de hermanos se vieron obligados a huir de sus aldeas una vez más. Muchos se refugiaron en el monte. Otros se exiliaron temporalmente en el vecino Mozambique. A finales de noviembre de 1967, la brutal ola de agresiones contra los testigos de Jehová se había cobrado al menos cinco vidas más.
Reacciones ante la proscripción
Ni siquiera las crueles palizas amedrentaron a los testigos de Jehová. Muy pocos transigieron. A Samson Khumbanyiwa le destrozaron la casa y los muebles, y le hicieron trizas toda la ropa, pero no pudieron acabar con su fe. Con convicción dijo: “Tengo la certeza de que nunca estoy solo, y de que Jehová me ha protegido”. La integridad de estos hombres y mujeres de fe es un motivo de satisfacción para Jehová, una respuesta al desafío de Satanás: “Todo lo que el hombre tiene lo dará en el interés de su alma” (Job 2:4).
La persecución hasta abrió los ojos a algunos malauianos de corazón sincero, en armonía con lo que el propio Jesucristo había predicho. Después de advertir a sus seguidores que serían perseguidos, que incluso los llevarían ante gobernantes, concluyó con estas animadoras palabras: “Resultará para ustedes en testimonio” (Luc. 21:12, 13).
A un hombre que se había opuesto por algún tiempo a las actividades religiosas de su esposa, que era Testigo, la persecución lo ayudó a ver las cosas con mayor claridad. Una mañana, menos de dos semanas después de decretarse la proscripción, apareció una turba en la puerta de su casa. Sabían que el hombre no era Testigo, de modo que le gritaron que habían venido solamente por su esposa. Al principio no quiso abrir la puerta, pero como amenazaron con quemar la casa con toda la familia dentro, los dejó entrar de mala gana. De inmediato lo encadenaron y le ordenaron comprar la tarjeta del partido. Entonces se dio cuenta de que la religión de su esposa debía ser la verdadera y se negó a comprar la tarjeta. Les dieron una paliza a ambos, pero a partir de ese día se puso a estudiar la Biblia. Al año siguiente, dedicó su vida a Jehová y empezó a servirle junto con su esposa.
Tanto dentro como fuera de Malaui la gente expresó preocupación por lo que les estaba sucediendo a aquellos cristianos inocentes. Se oyó a algunos decir: “Ahora sabemos que debe estar cerca el fin del mundo, porque se ha proscrito al pueblo de Dios en nuestro país”. A raíz de los artículos que aparecieron en los números de marzo de 1968 de La Atalaya y ¡Despertad!, se alzaron voces de protesta en todo el mundo. Se recibieron miles de cartas en las que se expresaba indignación y se instaba al gobierno a adoptar medidas para poner fin a las atrocidades. En algunas oficinas de correos se necesitó ayuda para atender la avalancha de cartas. Tan intensa y prolongada fue la reacción internacional ante esta situación, que finalmente el presidente promulgó un decreto para detener la persecución. Posteriormente, el doctor Banda llegó a decir que no debía obligarse a nadie a comprar la tarjeta de afiliación al partido. “Quiero que el pueblo sea libre de renovar la tarjeta, que lo haga de corazón, no porque se le obligue”, dijo. Por lo tanto, poco a poco también se aplacó la segunda ola de persecución, gracias a lo cual algunos hermanos pudieron regresar a su hogar y seguir con la importante obra de predicar el Reino, aunque utilizando métodos menos llamativos, ya que aún estaban proscritos.
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