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MalauiAnuario de los testigos de Jehová 1999
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Perseguidos de nuevo
Desgraciadamente, no estuvieron mucho tiempo libres de la violencia de sus perseguidores. Cuando Mozambique obtuvo la independencia, en junio de 1975, el espíritu nacionalista se apoderó de este país también. Sus nuevos dirigentes políticos no entendieron la neutralidad del pueblo de Jehová. Como los hermanos se negaron a transigir, los obligaron a cruzar la frontera por la zona de Mlangeni, con lo cual cayeron de nuevo en manos de sus enemigos.
En la frontera les esperaba el ministro de la región central, el señor J. T. Kumbweza Banda, quien les dijo: “Se fueron de Malaui por su voluntad y ahora regresan por su voluntad. Vuelvan a sus aldeas y cooperen con los presidentes del partido”. Luego añadió, con referencia a los miembros de las Juventudes Pioneras de Malaui y la Liga Juvenil de Malaui: “Mis muchachos se van a encargar de que cooperen con el partido”. Sus palabras ofrecían pocas esperanzas de que mejorara la situación.
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MalauiAnuario de los testigos de Jehová 1999
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Otros de los que retornaron por la fuerza a Malaui en 1975 tuvieron que permanecer allí. Las carreteras se llenaron de miles de hermanos que regresaban exhaustos a sus aldeas. A muchos de ellos los acosaron a lo largo del camino.
Al principio se permitió a la mayoría establecerse otra vez en sus aldeas de origen. Pero al poco tiempo llegaban los “muchachos” para tratar de obligar a los testigos de Jehová a ‘cooperar con el partido’. Bandas de miembros de la Liga Juvenil rodeaban las casas de los hermanos y les exigían la compra de tarjetas de afiliación al partido. La respuesta era la misma en todas las casas: “¡No!”. La negativa conducía a todo tipo de trato inhumano. Hasta las mujeres y los niños golpeaban a aquellos cristianos inocentes. Se dieron casos de horribles ultrajes sexuales contra hombres y mujeres. Hubo informes repugnantes de cristianos y cristianas a los que ataban juntos en un intento de forzarlos a cometer fornicación.
Aun en el diario vivir, los testigos de Jehová se enfrentaban constantemente a pruebas de integridad. En los hospitales, mercados, escuelas y medios de transporte público, los miembros de la Liga Juvenil andaban siempre a la caza de personas que no tuvieran la tarjeta del partido. Tal como dice Revelación 13:16, 17, ‘nadie podía comprar ni vender’ ni llevar una vida normal, a menos que tuviera ‘la marca de la bestia salvaje’, es decir, una prueba de su apoyo al sistema político del mundo.
Los testigos de Jehová se mantuvieron firmes frente a todas aquellas adversidades, sin transigir jamás. Pero los perseguidores tampoco se rindieron. Aún quedaban pruebas por delante.
Hacinados en prisiones
Se hicieron redadas de congregaciones enteras de testigos de Jehová y se llevó a los hermanos como si fueran ganado a prisiones cuyo funcionamiento recordaba los campos de concentración nazis. Lamentablemente, en algunos casos se separó a los niños pequeños de sus desconsolados padres. A algunos los dejaron a cargo de familiares no Testigos, pero a otros los abandonaron. En enero de 1976 había más de cinco mil hombres y mujeres en prisiones y campos de todo el país.
Al principio, las condiciones eran terribles. El hacinamiento produjo muchas enfermedades mortíferas, y los carceleros crueles aumentaban el sufrimiento. Uno de estos decía a los hermanos en son de burla: “Tal como ha dispuesto el gobierno, nos van a servir de tractores”. Baston Moses Nyirenda recuerda que en muchas ocasiones lo obligaron a trabajar desde antes del amanecer hasta después de la puesta del Sol sin una pausa para descansar o comer algo.
Un hermano logró sacar a escondidas de la infame prisión de Dzaleka la siguiente nota escrita en un pedazo de papel higiénico: “Aunque alguien esté muy enfermo, lo obligan a trabajar. A los niños enfermos los envían al hospital de Dowa [...]. No atienden a los pacientes que son del pueblo de Jehová. Al hospital de Dowa lo llamamos el matadero del pueblo de Jehová”.
Daba la impresión de que los carceleros trataban por todos los medios de que los hermanos se desmoralizaran y quebrantaran su integridad. Pero no lo consiguieron. El pueblo de Jehová había aprendido a hacer frente a las adversidades. Una nota escrita en un trozo de saco de cemento contenía las siguientes palabras fortalecedoras: “Buenas noticias. Todos los hermanos tienen rostros muy felices aunque sufren persecución y acarrean piedras”.
La oficina del presidente, el doctor Banda, recibió muchas cartas de protesta de testigos de Jehová y muchas otras personas del extranjero. No obstante, se hizo caso omiso de las peticiones, y los hermanos siguieron presos.
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