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MalauiAnuario de los testigos de Jehová 1999
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Correos intrépidos
Aunque durante un período no fue muy difícil introducir publicaciones en Malaui, a mediados de los años ochenta cambió la situación. Por todo el país surgieron controles de carretera, y la policía empezó a registrar los vehículos con mayor atención. Los hermanos ya no podían utilizar automóviles para transportar las publicaciones desde los almacenes de Zambia hasta Malaui. ¿Qué harían?
Se dio mayor uso a las bicicletas. Los hermanos eludían los controles de carretera y los pasos fronterizos viajando en bicicleta a campo traviesa. Exigía mucho valor y fe hacer de correo. Pero Jehová Dios bendijo claramente su servicio fiel. Tomemos como ejemplo las siguientes experiencias:
Letson Mlongoti circulaba por Lilongwe con un saco de revistas en la parte trasera de la bicicleta. De repente se dio cuenta de que las calles estaban flanqueadas de multitudes, entre quienes se contaban agentes de policía y miembros de las Juventudes Pioneras de Malaui, que esperaban la llegada del presidente. Se puso muy nervioso. Fue a doblar una esquina y, horrorizado, vio que se le caía el saco y las revistas se desparramaban delante de todo el mundo. De inmediato se agolpó un grupo de gente a su alrededor. El hermano se temió lo peor. Pero enseguida se dio cuenta de que solo trataban de ayudarle a meter de nuevo las revistas en el saco. Aliviado, aunque un poco inquieto, reemprendió su camino dándole gracias a Jehová por haber cegado los ojos de la policía y las Juventudes Pioneras de Malaui.
Fred Lameck Gwirize llevaba una carga importante de correspondencia de congregación. Cuando bajaba velozmente en bicicleta una cuesta cerca de la ciudad de Kasungu, vio delante de él un control de carretera atendido por miembros de la Liga Juvenil. Frenó, dio media vuelta y empezó a pedalear deprisa en dirección opuesta. Los miembros de la Liga Juvenil lo llamaron a voces para que se detuviera. “¿Adónde va?”, le gritaron. El correo respondió: “Iba tan rápido cuesta abajo que me pasé el cruce”. Para su sorpresa, aceptaron la explicación. El hermano dio gracias a Jehová por protegerlo.
Sin embargo, a varios de estos intrépidos hermanos los atraparon y los recluyeron en prisión una temporada. La mayoría de ellos eran padres de familia.
Un “turista” asiduo
En 1987, Edward Finch, de la sucursal de Zambia, empezó a realizar visitas frecuentes a Malaui. Como este país era un destino turístico popular y el hermano Finch tenía un familiar en Blantyre, le resultaba fácil entrar en el país para pasar unas “vacaciones”. Cuando tenía apenas 19 años y era precursor en Rhodesia, su país natal, Ed Finch había acompañado a Guido Otto en algunos viajes a Malaui para abastecer el sótano secreto de los McLuckie. Después de graduarse de la Escuela de Galaad, al hermano Finch le asignaron una nueva tarea relacionada con Malaui.
Sus visitas se originaron a raíz de la preocupación de la sucursal zambiana por que no estaban entrando suficientes publicaciones bíblicas en Malaui. Cuando el hermano Finch se reunió con el Comité del País, este se puso contentísimo de tener a un visitante extranjero que los animara y les diera más instrucciones. Se mantuvieron una serie de reuniones secretas con el Comité del País, los superintendentes de circuito y distrito y los correos. A todos les emocionaba poder contribuir a que se atendieran las necesidades de las congregaciones. Las publicaciones que estaban amontonadas en los almacenes de Zambia cercanos a la frontera con Malaui empezaron a fluir hacia este país con regularidad.
El hermano Finch hizo muchos viajes “turísticos” animadores a Malaui, a menudo acompañado de su esposa, Linda. Viajó a lo largo y ancho del país, no con el objetivo de ver lugares, sino de animar y preparar a tantos hermanos como le fuera posible. Quienes llevaron la delantera durante la proscripción agradecieron mucho sus visitas y el amor y paciencia que les mostró.
Se ayuda a los correos
Obviamente, era imposible que los correos llegaran en bicicleta a todas las congregaciones de Malaui, por lo que en 1988 se compró una camioneta para repartir publicaciones por todo el país. Los conductores se aprendieron las zonas donde había controles de carretera y las evitaban con discreción. También hubo otros hermanos valientes que ofrecieron sus servicios, entre ellos Victor Lulker, de la Congregación Inglesa de Blantyre. Corriendo gran riesgo, transportaba publicaciones por la noche en su automóvil particular hasta almacenes secretos distribuidos por todo el país. Antes de 1972, Cyril Long, que sirve ahora en Sudáfrica, prestó una ayuda similar. Además, suministraba a los hermanos medicamentos esenciales que obtenía a precio reducido de una farmacia que simpatizaba con los Testigos.
Un factor que contribuyó significativamente a que se suministrara el alimento espiritual fue la autorización de la central de la Sociedad, en Brooklyn, para producir las revistas en papel biblia, los libros en rústica y los artículos de estudio de La Atalaya en un formato especial al que se llegó a conocer como minirrevistas. Cuando Ed Finch se reunió secretamente con los correos en abril de 1989 y les habló de las nuevas ediciones especiales de las publicaciones, estos lloraron de la emoción. ¡Cuánto agradecieron las provisiones amorosas de Jehová! Ahora podrían transportar el doble de publicaciones que antes.
Tales publicaciones eran fáciles de doblar y esconder. Las minirrevistas podían incluso leerse abiertamente en el transporte público. Nadie las reconocía. “El esclavo fiel y discreto” verdaderamente cumplió bien con su comisión de dar “alimento [espiritual] al tiempo apropiado” (Mat. 24:45-47). El valioso “alimento” ayudó a los siervos de Jehová a mantener integridad ante las adversidades.
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MalauiAnuario de los testigos de Jehová 1999
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[Ilustración de la página 202]
Correos que arriesgaron su libertad a fin de obtener alimento espiritual para sus hermanos
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