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Ayudemos a “los residentes forasteros” a servir felices a JehováLa Atalaya (estudio) 2017 | mayo
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1, 2. a) ¿Qué penalidades sufren algunos hermanos? b) ¿Qué preguntas se plantean?
“CUANDO estalló la guerra civil en Burundi, mi familia y yo estábamos en una asamblea —cuenta un hermano llamado Lije—. Veíamos a la gente correr, disparar... Mis padres, mis 10 hermanos y yo escapamos solo con lo puesto. Parte de mi familia consiguió llegar hasta un campo de refugiados de Malaui, a 1.600 kilómetros (1.000 millas). Los demás acabamos en lugares diferentes”.
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Ayudemos a “los residentes forasteros” a servir felices a JehováLa Atalaya (estudio) 2017 | mayo
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4, 5. ¿A qué peligros se enfrentan los refugiados en a) su huida? b) los campos?
4 Los que se ven obligados a huir encuentran peligros en el camino o en el campo de refugiados. Gad, un hermano menor de Lije, recuerda: “Yo tenía 12 años. Caminamos durante semanas y vimos cientos de cadáveres. Tenía los pies tan hinchados que le dije a mi familia que continuara sin mí. Pero papá no estaba dispuesto a dejarme en manos de los rebeldes, así que me ayudó. A veces, lo único que comíamos era los mangos que encontrábamos por el camino. Orar y confiar en Jehová nos ayudó a sobrevivir cada día” (Filip. 4:12, 13).
5 La mayor parte de la familia de Lije pasó años en los campos de refugiados de las Naciones Unidas. Pero allí no estaban a salvo. Lije, ahora superintendente de circuito, cuenta: “Casi nadie tenía trabajo, así que se dedicaban a contar chismes, beber, apostar y robar, y eran inmorales”.
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