-
¿Qué esperanzas hay de vivir más tiempo?¡Despertad! 1995 | 22 de octubre
-
-
¿Cuánto tiempo puede esperar vivir el ser humano? El profeta Moisés dijo lo siguiente respecto a la situación que existía en su día, hace unos tres mil quinientos años: “En sí mismos los días de nuestros años son setenta años; y si debido a poderío especial son ochenta años, sin embargo su insistencia está en penoso afán y cosas perjudiciales; porque tiene que pasar rápidamente, y volamos”. (Salmo 90:10.)
Setenta años no son más que 25.567 días. Y ochenta años solo son 29.219 días. En realidad, es muy poco tiempo. ¿Se puede hacer algo para prolongar la vida humana?
¿Puede ayudar la ciencia médica?
La revista Science hizo esta observación: “[En Estados Unidos,] la esperanza de vida al momento de nacer ha aumentado de cuarenta y siete años en 1900 a unos setenta y cinco años en 1988”. Al reducirse la tasa de mortalidad infantil gracias a una mejor atención sanitaria y nutrición, los estadounidenses pueden esperar vivir tanto tiempo como dijo Moisés. De todas maneras, ¿se prevé algún aumento espectacular en la duración de la vida de la mayoría de las personas?
Es significativo que Leonard Hayflick, destacada autoridad en la cuestión del envejecimiento, dijera lo siguiente en su libro How and Why We Age (Cómo y por qué envejecemos): “Desde luego, los adelantos en el campo de la investigación biomédica y la mejor asistencia médica que se presta en este siglo han tenido un efecto en la longevidad humana, pero solo en el sentido de hacer posible que más personas se aproximen al límite superior fijo de la duración de la vida humana”. Entonces explicó: “La esperanza de vida ha aumentado, pero la duración de la vida no; existe una gran diferencia”.
¿Cuál es el “límite superior fijo” de la duración de la vida humana? Hay quienes dicen que no existe la certeza de que en tiempos recientes alguien haya vivido más de ciento quince años. Sin embargo, la revista Science publicó: “Desde 1990, la edad verificada más avanzada que ha cumplido una persona es 120 años”. Y a principios del presente año el ministro de Sanidad francés, junto con una multitud de reporteros y fotógrafos, visitó a Jeanne Calment, de Arlés (Francia), para celebrar su 120 cumpleaños. Moisés también llegó a los 120 años, una edad muy superior a la longevidad media. (Deuteronomio 34:7.)
¿Dan esperanzas los científicos de que la gente en general pueda vivir tantos años o más? No, la mayoría de ellos no lo cree posible. Bajo el titular “Los investigadores dicen que el límite superior de la esperanza media de vida posiblemente sea 85 años”, el Detroit News publicó las siguientes palabras de S. Jay Olshansky, una reconocida autoridad en la materia del envejecimiento: “Una vez pasados los 85 años, las personas mueren como consecuencia del deterioro de varios órganos. Dejan de respirar. En esencia, mueren de vejez. Y para eso no hay cura”. Añadió: “A menos que se haga retroceder el envejecimiento humano a nivel molecular, ya no habrá más aumentos progresivos de la longevidad”.
La revista Science declaró que quizás “ya se ha alcanzado el límite superior de la longevidad y que es poco probable que se produzcan más descensos significativos en la mortalidad”. Se dice que si se pudieran eliminar todas las causas de muerte que constan en los certificados de defunción, la esperanza de vida aumentaría menos de veinte años.
-
-
Diseñado para vivir indefinidamente¡Despertad! 1995 | 22 de octubre
-
-
Diseñado para vivir indefinidamente
EL DISEÑO del cuerpo humano es prodigioso. Su formación y crecimiento constituyen un verdadero milagro. Un escritor de la antigüedad exclamó: “De manera que inspira temor estoy maravillosamente hecho”. (Salmo 139:14.) Algunos científicos modernos, sabedores de las maravillas que encierra el cuerpo humano, no se explican por qué envejecemos y morimos. ¿Y usted?
Steven Austad, biólogo de la Universidad de Harvard, escribió que “nos encaramos al envejecimiento [...] tan de continuo que me sorprende que más personas no lo consideren un misterio biológico fundamental”. Según Austad, el hecho de que todo el mundo envejezca “hace que [el envejecimiento] parezca menos enigmático”. De todos modos, si lo piensa bien, ¿es razonable que la gente envejezca y muera?
El año pasado, en su libro How and Why We Age, el doctor Leonard Hayflick reconoció las maravillas de la vida y del crecimiento del ser humano y escribió: “Tras realizar los milagros que nos llevan de la concepción al nacimiento y luego a la madurez sexual y a la vida adulta, la naturaleza optó por no idear lo que pudiera parecer un mecanismo más sencillo que mantuviera la continuidad de esos milagros para siempre. Los biogerontólogos llevan decenios tratando de descifrar este enigma”.
¿Le intriga a usted también la cuestión del envejecimiento y la muerte? ¿Qué función tienen? Hayflick dijo: “Prácticamente todos los procesos biológicos desde la concepción hasta la madurez parecen tener una función, pero el envejecimiento no. No está claro por qué se ha de envejecer. Aunque hemos aprendido mucho sobre la biología del envejecimiento [...], todavía nos encaramos al inevitable resultado de envejecer y morir sin ningún objeto”.
¿Cabe la posibilidad de que no estemos hechos para envejecer y morir, sino para vivir indefinidamente en la Tierra?
El deseo de vivir
Seguramente reconocerá que a casi todo el mundo le disgusta envejecer y morir. De hecho, muchos temen esa perspectiva. En su libro Cómo morimos, el doctor Sherwin B. Nuland escribió: “Ninguno de nosotros parece ser capaz, psicológicamente, de enfrentarse a la idea de ‘estar muerto’, a la idea de una inconsciencia permanente en la cual no hay ni ausencia ni vacío, en la que simplemente no hay nada”. ¿Conoce usted a alguien que quiera envejecer, enfermar y morir?
Ahora bien, si la vejez y la muerte fuesen algo natural y formaran parte de algún plan maestro, ¿verdad que las aceptaríamos con gusto? Pero no lo hacemos. ¿Por qué? Porque no fuimos hechos con ese fin. La Biblia dice: “[Dios] puso también la eternidad en la mente del hombre”. (Eclesiastés 3:11, Magaña.) Debido a este deseo de vivir eternamente, el hombre lleva mucho tiempo buscando una supuesta fuente de la juventud. Quiere permanecer joven para siempre. De ahí que surja la pregunta: ¿Tenemos el potencial de vivir más tiempo?
Diseñado para repararse solo
En la revista Natural History, el biólogo Austad expuso la opinión general que hay al respecto: “Tendemos a pensar de nosotros mismos y de otros animales igual que de las máquinas: el desgaste es sencillamente inevitable”. Pero eso no es cierto. “Los organismos biológicos son fundamentalmente distintos de las máquinas —dijo Austad—. Se reparan solos: las heridas sanan, los huesos se sueldan y las enfermedades se curan.”
Entonces, ¿por qué envejecemos? Esta es una pregunta interesante. Austad la expresó de esta manera: “¿Por qué deberían [los organismos biológicos] experimentar el mismo desgaste natural que las máquinas?”. Ya que los tejidos corporales se renuevan por sí solos, ¿no podrían seguir haciéndolo indefinidamente?
Jared Diamond, biólogo evolucionista, comentando sobre la maravillosa capacidad que tienen los organismos físicos de repararse a sí mismos, escribió lo siguiente en la revista Discover: “El ejemplo más palpable de control de daños que se produce en nuestro cuerpo es la curación de heridas, mediante la cual reparamos los daños sufridos en la piel. Hay animales capaces de lograr resultados mucho más espectaculares que nosotros: los lagartos pueden regenerar su cola amputada; las estrellas de mar y los cangrejos, sus extremidades, y los pepinos de mar, sus intestinos”.
Tocante a la reposición de la dentadura, Diamond dijo: “Los seres humanos desarrollan dos juegos de dientes; los elefantes, seis, y los tiburones, una cantidad indefinida a lo largo de su vida”. Luego explicó: “La reposición regular también prosigue a escala microscópica. Reponemos las células que revisten el interior del intestino una vez cada pocos días; las que revisten el interior de la vejiga de la orina, una vez cada dos meses, y los glóbulos rojos de la sangre, una vez cada cuatro meses.
”En la escala molecular, nuestras moléculas de proteína experimentan una continua renovación a un ritmo característico de cada proteína en particular; de esta manera evitamos la acumulación de moléculas dañadas. Por consiguiente, si usted compara la apariencia que presenta hoy su amado o amada con la que presentaba hace un mes, quizás no note ninguna diferencia; pero muchas de las moléculas individuales que componen ese cuerpo amado son distintas. Aunque, según dice el refrán, un espejo roto no admite más remiendo que comprar otro, la naturaleza nos desarma y vuelve a armar cada día.”
La mayoría de las células del cuerpo son reemplazadas periódicamente por otras recién formadas. Pero algunas de ellas, como las neuronas del cerebro, no pueden ser reemplazadas. Ahora bien, Hayflick explicó: “Si cada parte de la célula ha sido reemplazada, ya no es la misma de antes. Las neuronas con las que usted nació pudieran parecer hoy las mismas, pero en realidad muchas de las moléculas que las componían cuando nació [...] tal vez hayan sido reemplazadas por otras nuevas. De modo que puede que al fin y al cabo las células permanentes, las que no se dividen, no sean las mismas con las que usted nació”. La razón es que los componentes de las células se renuevan. Por consiguiente, en teoría, la renovación de los materiales del organismo podría mantenernos vivos para siempre.
¿Recuerda que el doctor Hayflick habló de “los milagros que nos llevan de la concepción al nacimiento”? ¿Cuáles son algunos de esos milagros? A medida que vayamos examinándolos brevemente, piense en la posibilidad de contar con lo que él llamó “un mecanismo más sencillo que mantuviera la continuidad de esos milagros para siempre”.
La célula
Un adulto se compone de unos cien billones de células, y cada una de ellas es indescifrablemente compleja. Para ilustrar dicha complejidad, la revista Newsweek comparó la célula a una ciudad amurallada. “Hay centrales energéticas que generan la energía de la célula —decía la revista—; fábricas que producen proteínas, las unidades fundamentales del comercio químico; complejos sistemas de transportación que conducen a las sustancias químicas específicas de un punto a otro dentro de la célula y fuera de ella; centinelas parapetados que controlan los mercados de exportación e importación y vigilan el mundo exterior en busca de señales de peligro; disciplinados ejércitos biológicos listos para luchar contra los invasores, y un gobierno genético centralizado que mantiene el orden.”
Piense en cómo llegó a existir usted, un ser compuesto de aproximadamente cien billones de células. Todo empezó con una sola célula que se formó cuando un espermatozoide de su padre se unió a un óvulo de su madre. En ese momento, dentro del ADN (siglas para ácido desoxirribonucleico) de la célula recién formada se trazaron los planos para producir lo que con el tiempo llegó a ser usted: un ser humano enteramente nuevo y único. Se dice que “si se pusieran por escrito” las instrucciones contenidas en el ADN, “llenarían mil libros de 600 páginas cada uno”.
Luego, aquella célula original empezó a dividirse, convirtiéndose en dos células, después en cuatro, ocho, etc. Finalmente, al cabo de unos doscientos setenta días —período durante el cual se formaron en la matriz de su madre los miles de millones de células de muchas diferentes clases de que consta una criatura—, nació USTED. Es como si aquella primera célula hubiera tenido una enorme habitación llena de libros con instrucciones detalladas sobre la manera de formarle a usted. Pero igual de maravilloso es el hecho de que estas complicadas instrucciones se transmitieron a cada célula subsiguiente. Sí, lo extraordinario es que cada una de las células de su cuerpo contiene la misma información que el óvulo fecundado original.
Piense también en esto: dado que cada célula contiene la información para producir todo tipo de célula, cuando llegó el momento para hacer, digamos, las células cardíacas, ¿cómo se descartaron las instrucciones para hacer todas las demás células? Al parecer, como si se tratase de un contratista con un armario lleno de planos para formar una criatura, una célula sacó de su archivo un plano para hacer células cardíacas. Otra célula sacó un plano distinto con instrucciones para producir células nerviosas, otra tomó un plano para fabricar células hepáticas, etc. Desde luego, esta capacidad, todavía inexplicada, que tienen las células de seleccionar las instrucciones necesarias para fabricar una clase particular de célula y al mismo tiempo descartar todas las demás instrucciones, es otro de los muchos “milagros que nos llevan de la concepción al nacimiento”.
Pero hay mucho más. Por ejemplo, las células cardíacas necesitan un estímulo para contraerse rítmicamente. Pues bien, se dotó al corazón de un complejo sistema para generar impulsos eléctricos que lo hicieran latir a un ritmo apropiado según la actividad que desempeñase. ¡Un verdadero milagro en el campo del diseño! No es de extrañar que varios médicos dijeran respecto al corazón: “Es más eficiente que cualquier máquina que el hombre haya inventado hasta la fecha”.
El cerebro
La formación del cerebro —el aspecto más misterioso del milagro humano— es aún más asombrosa. Las células cerebrales empiezan a formarse tres semanas después de la concepción. Con el tiempo, en el apretado conjunto celular del cerebro humano llega a haber unos cien mil millones de células nerviosas —llamadas neuronas—, tantas como estrellas hay en la Vía Láctea.
“Cada una de ellas recibe información de otras 10.000 neuronas del cerebro —informó la revista Time—, y envía mensajes a otras mil.” Respecto al potencial de combinaciones posibles, el neurocientífico Gerald Edelman dijo: “Una sección de cerebro del tamaño de la cabeza de un fósforo contiene alrededor de mil millones de conexiones, que se pueden combinar de una cantidad de maneras que solo se puede calificar de hiperastronómica: del orden de diez seguido de millones de ceros”.
¿Qué capacidad potencial confiere esto al cerebro? El astrónomo Carl Sagan dijo que la información que cabe en el cerebro humano “llenaría unos veinte millones de volúmenes, como en las mayores bibliotecas del mundo”. El escritor George Leonard aún dijo más: “De hecho, ahora quizás podemos proponer una hipótesis increíble: la capacidad creativa final del cerebro puede ser prácticamente infinita”.
De modo que no deberíamos sorprendernos de las siguientes declaraciones: “El cerebro —dijo James Watson, biólogo molecular y codescubridor de la estructura física del ADN— es lo más complejo que hemos descubierto hasta la fecha en nuestro universo”. El neurólogo Richard Restak, a quien no le gusta que se compare el cerebro a una computadora, dijo: “La singularidad del cerebro proviene del hecho de que en ninguna parte del universo conocido existe nada que se le parezca siquiera remotamente”.
Los neurocientíficos dicen que a lo largo de nuestra vida solo utilizamos una pequeña parte del potencial de nuestra capacidad cerebral, tan solo una diezmilésima parte, según cierto cálculo. Piénselo, ¿es razonable que se nos haya dado un cerebro con posibilidades tan milagrosas si no había de usarse jamás a plenitud? ¿No es razonable que los seres humanos, con su ilimitada capacidad de aprender, fueron diseñados para vivir indefinidamente?
-