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Un rico legado me ayudó a florecer en sentido espiritualLa Atalaya (estudio) 2019 | febrero
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Oris y yo vivimos experiencias maravillosas.
Poco después, le prediqué en el trabajo a una compañera llamada Oris Williams. Ella defendía a capa y espada las doctrinas que le habían enseñado. Sin embargo, mediante el estudio de la Biblia, aprendió lo que realmente dice la Palabra de Dios y se bautizó el 5 de enero de 1947. Con el tiempo, nos enamoramos y nos casamos. En noviembre de 1950, se hizo precursora. Juntos vivimos experiencias maravillosas.
UN EMOCIONANTE SERVICIO A DIOS EN NIGERIA
En 1955, nos invitaron a la Escuela de Galaad, así que dejamos nuestros empleos, vendimos la casa y otras posesiones, y le dijimos adiós a Aruba. El 29 de julio de 1956, nos graduamos de la clase 27 de Galaad y fuimos asignados a Nigeria.
Con la familia Betel de Lagos (Nigeria) en 1957.
Tiempo después, Oris dijo pensando en aquella época: “El espíritu de Jehová te ayuda a acostumbrarte a los altibajos de la vida misional. A diferencia de mi esposo, yo nunca quise ser misionera. Prefería formar un hogar y tener hijos. Pero cambié de opinión cuando comprendí lo urgente que es predicar las buenas nuevas. Así que, cuando nos graduamos de Galaad, estaba totalmente mentalizada para ir a predicar como misionera. Al embarcar en el Queen Mary, el hermano Worth Thornton, que trabajaba en la oficina del hermano Knorr, nos deseó buen viaje y nos dijo que serviríamos en Betel. Me llevé una gran decepción. Pero no tardé en adaptarme a esa asignación y llegar a amarla. En Betel, realicé trabajos muy diversos. El que más disfruté fue el de recepcionista. Me encanta la gente, y aquella labor me ponía en contacto directo con los hermanos nigerianos. Muchos llegaban llenos de polvo, cansados, sedientos y hambrientos. Era un placer ayudarlos a sentirse cómodos y bien atendidos. Todo ello era servicio sagrado a Jehová, y por eso me sentía satisfecha y feliz”. En efecto, todas nuestras asignaciones nos ayudaban a florecer en sentido espiritual.
En 1961, en una reunión familiar en Trinidad, el hermano Brown nos contó algunas de sus emocionantes experiencias en África. Entonces, yo les hablé del crecimiento de la obra en Nigeria. El hermano Brown me rodeó cariñosamente con sus brazos y le dijo a papá: “Johnny, tú nunca fuiste a África, pero Woodworth sí”. A eso, mi padre dijo: “Sigue así, Worth, sigue así”. El ánimo que me dieron aquellos gigantes espirituales profundizó mi deseo de llevar a cabo mi ministerio plenamente.
William Brown (conocido como Brown el de la Biblia) y su esposa, Antonia, nos animaron mucho.
Tuve el honor de asistir en 1962 a la clase 37 de Galaad, donde recibí capacitación adicional durante diez meses. El hermano Wilfred Gooch, que era el superintendente de sucursal en Nigeria, asistió a la clase 38 y fue asignado a Inglaterra, y a mí me nombraron en su lugar. Siguiendo el ejemplo del hermano Brown, realicé muchos viajes, lo que me permitió conocer y amar a los hermanos del país. Aunque carecían de muchas cosas materiales que suelen tener las personas en países más desarrollados, su alegría y satisfacción demostraba a las claras que la felicidad no depende del dinero ni de las posesiones. En vista de sus circunstancias, era maravilloso verlos en las reuniones tan limpios, dignos y bien arreglados. Muchos llegaban a las asambleas en camiones y bolekajas,b una especie de autobuses abiertos típicos de allí. Con frecuencia, estos últimos llevaban pintadas frases curiosas, como: “Muchas gotas pequeñas forman un inmenso océano”.
¡Y qué ciertas son estas palabras! El pequeño esfuerzo de cada persona cuenta; y nosotros aportamos el nuestro. En 1974, Nigeria se convirtió en el segundo país, después de Estados Unidos, en alcanzar los 100.000 publicadores. Sin duda, la obra estaba prosperando.
Durante este período de crecimiento, estalló la terrible guerra civil de Nigeria, que duró de 1967 a 1970. Los hermanos de la ribera oriental del río Níger, en el lado de Biafra, quedaron aislados de la sucursal durante meses. No podíamos quedarnos de brazos cruzados, teníamos que llevarles alimento espiritual. Como dije al principio, atravesamos el río varias veces, orando y confiando mucho en Jehová.
Recuerdo aquellas ocasiones como si fuera ayer. Había muchos peligros: soldados de gatillo fácil, enfermedades... Cada vez que cruzábamos, arriesgábamos el cuello. Era muy difícil atravesar las líneas de soldados federales, que sospechaban de todo. Pero era mucho más aterrador pasar al lado biafreño. Una noche, crucé las agitadas aguas del río en una canoa de Asaba a Onitsha y fui a Enugu para animar a los superintendentes. En otra ocasión, fui a fortalecer a los ancianos en Aba, donde estaba prohibido encender luces por la noche. En Port Harcourt, tuvimos que concluir una reunión a toda prisa con oración porque los soldados federales abrieron brecha en las defensas de Biafra, a las afueras de la ciudad.
Aquellas reuniones eran esenciales para recordarles a los queridos hermanos que Jehová los amaba y los cuidaría, y para darles consejos muy necesarios sobre la neutralidad y la unidad cristiana. Los hermanos de Nigeria superaron con fidelidad aquel terrible conflicto. Demostraron un amor que está por encima del odio tribal y se mantuvieron unidos. Fue todo un honor estar a su lado durante aquellas pruebas.
En 1969, el hermano Milton Henschel fue el presidente de la Asamblea Internacional “Paz en la Tierra” en el Estadio de los Yankees (Nueva York). Yo fui su ayudante, y aprendí mucho de él. Esa experiencia fue muy oportuna, porque en 1970 se celebró la Asamblea Internacional “Hombres de Buena Voluntad” en Lagos (Nigeria). Llevar a cabo un acontecimiento como este justo después de la guerra civil fue posible solo gracias a la bendición de Jehová. La asistencia fue de 121.128 personas y se batió un récord al celebrarse en 17 idiomas. Los hermanos Knorr y Henschel, junto con otros visitantes que llegaron en aviones fletados desde Estados Unidos e Inglaterra, fueron testigos de uno de los mayores bautismos cristianos desde el Pentecostés, con 3.775 nuevos discípulos. Creo que nunca en mi vida estuve tan ocupado como durante la organización de aquella asamblea. El aumento de publicadores era explosivo.
La Asamblea Internacional “Hombres de Buena Voluntad” reunió a 121.128 personas de 17 idiomas, entre ellos el ibo.
Durante los más de treinta años que viví en Nigeria, a veces serví de superintendente viajante y de superintendente de zona en África Occidental. Los misioneros agradecían mucho recibir ánimo y atención individual. Para mí era un placer asegurarles que no estaban olvidados. Esta obra me enseñó que los hermanos necesitan que se les muestre interés personal para servir a Jehová y para mantener la organización fuerte y unida.
Solo gracias a la ayuda de Jehová pudimos hacerles frente a las enfermedades y a los problemas de la guerra civil. Siempre vimos con claridad su bendición. Oris contó:
“Los dos tuvimos malaria (paludismo) varias veces. En una de ellas, Worth llegó inconsciente a un hospital de Lagos. Me dijeron que quizás no sobreviviría, pero felizmente se recuperó. Cuando despertó, le habló del Reino de Dios al enfermero que lo atendía, el señor Nwambiwe. Más tarde, fuimos a visitarlo para cultivar su interés en la Biblia. Aceptó la verdad y llegó a ser anciano en Aba. Yo también ayudé a muchas personas, incluso musulmanes devotos, a convertirse en siervos de Jehová entusiastas. Disfrutamos mucho de conocer y llegar a amar a los nigerianos, su cultura, sus costumbres y su idioma”.
Esa fue otra lección: para tener éxito en nuestra asignación en el extranjero, debíamos aprender a amar a los hermanos sin importar las diferencias culturales.
NUEVAS ASIGNACIONES
En 1987, nos cambiaron de asignación. Pasamos de trabajar en el Betel de Nigeria a predicar en la hermosa isla caribeña de Santa Lucía. Era una asignación muy agradable, pero ofrecía sus propias dificultades. En África, el problema era que los hombres se casaban con muchas mujeres, pero en Santa Lucía era que las parejas vivían juntas sin casarse legalmente. El poder de la Palabra de Dios motivó a muchos de nuestros estudiantes a hacer los cambios necesarios.
Amé a Oris con todo mi corazón durante los sesenta y ocho años que estuvimos casados.
Con los años, nuestras fuerzas fueron disminuyendo. Entonces, el Cuerpo Gobernante tuvo la bondad de trasladarnos en el 2005 a la sede mundial, en Brooklyn (Nueva York). En el 2015, la muerte derrotó a Oris, y la sensación de pérdida es indescriptible. Le sigo dando gracias a Jehová todos los días por ella. Fue una compañera extraordinaria y una esposa cariñosa. La amé con todo mi corazón durante los sesenta y ocho años que estuvimos casados. Descubrimos que la clave para ser felices en el matrimonio y en la congregación es respetar la autoridad, perdonar siempre, ser humildes y manifestar el fruto del espíritu.
Cuando teníamos que lidiar con las decepciones o el desánimo, le pedíamos a Jehová que bendijera nuestros sacrificios. Él siguió moldeándonos, y siempre vimos que las cosas mejoraban cada vez más. Y lo mejor está por venir (Is. 60:17; 2 Cor. 13:11).
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