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  • La vida de casados. Cómo hacerla más feliz
  • ¡Despertad! 1993
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  • Muestre amor a su prójimo más cercano
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¡Despertad! 1993
g93 8/7 págs. 8-11

La vida de casados. Cómo hacerla más feliz

¿Cómo se logra la felicidad en el matrimonio?

¿Quién ofrece pautas que pueden conducir a la felicidad marital?

¿Cómo pueden resolverse las dificultades de la comunicación?

INFLUIDOS por los libros que habían leído sobre la liberación de la mujer, Yasuhiro y su amiga Kayoko empezaron a vivir juntos, pensando que podrían disolver su relación en cualquier momento. No legalizaron su matrimonio hasta que Kayoko quedó embarazada. Sin embargo, Yasuhiro seguía abrigando dudas con respecto a la institución de la familia. Al sobrevenirles dificultades económicas y cierta sensación de incompatibilidad, no hubo nada que les impidiera divorciarse.

Cierto tiempo después de su divorcio, tanto Yasuhiro como Kayoko empezaron a estudiar la Biblia con los testigos de Jehová sin que ninguno de los dos supiera lo que el otro hacía. Posteriormente, ambos se enteraron de ello y pudieron observar los cambios que tanto el uno como el otro habían efectuado en su vida al poner en práctica los principios bíblicos. Decidieron volver a casarse. Como ahora tienen el parecer de Dios respecto al matrimonio, están dispuestos a hacer sacrificios para resolver sus diferencias.

¿Cómo lograron ser felices la segunda vez que se casaron? Gracias al respeto que sentían por el Autor del matrimonio. (Génesis 2:18-24.) Las pautas que ofrece el consejero matrimonial con más experiencia de todos, Jehová Dios, constituyen la llave que abre la puerta a la felicidad marital.

La clave de la felicidad marital

Cuando ambos cónyuges ponen en práctica lo que Jesucristo dijo: “‘Tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente’. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo, semejante a él, es este: ‘Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo’”, es posible resolver los problemas maritales y salvar el matrimonio. (Mateo 22:37-39.) Ahí está la clave de la felicidad marital. Tanto el esposo como la esposa tienen que amar a Jehová antes que a sí mismos o a su cónyuge. Esta relación puede compararse a una cuerda triple. “Si alguien pudiera subyugar a uno solo, dos juntos podrían mantenerse firmes contra él. Y una cuerda triple no puede ser rota en dos pronto.” (Eclesiastés 4:12.)

Como amar a Dios significa obedecer sus mandamientos, el esposo y la esposa tienen que poner en primer lugar en su vida las leyes y los principios de Dios sobre la conducta humana. Al hacerlo, están formando una cuerda triple, de la que el cabo más fuerte es su amor a Jehová. Y, como dice 1 Juan 5:3, “sus mandamientos no son gravosos”.

Eso hace que el matrimonio se vea como una relación permanente. (Malaquías 2:16.) Con semejante fundamento para su matrimonio, la pareja se verá motivada a resolver sus diferencias maritales en lugar de abandonar su relación por la puerta trasera recurriendo al divorcio.

Muestre amor a su prójimo más cercano

Para que el vínculo matrimonial sea permanente, es necesario cultivar amor al cónyuge, el prójimo más cercano. Dicho amor debe ser altruista. Fíjese cómo fomenta la Biblia este principio al decir que hay que “tener el mismo amor, estando unidos en alma, teniendo presente el mismo pensamiento, no haciendo nada movidos por espíritu de contradicción ni por egotismo, sino considerando con humildad mental que los demás son superiores a ustedes, no vigilando con interés personal solo sus propios asuntos, sino también con interés personal los de los demás”. (Filipenses 2:2-4.)

Debe reconocerse que en este mundo egoísta resulta difícil no hacer nada movidos por espíritu de contradicción o por egotismo. Y cuando el cónyuge no toma la iniciativa en mostrar amor, el altruismo es aún más difícil; pero si usted adopta una actitud de humildad mental, considerando que su cónyuge es superior a usted, le será más fácil pensar en los intereses de este. La Biblia aconseja que tengamos la misma actitud mental que tuvo Cristo Jesús. Él era un espíritu poderoso, pero “tomó la forma de un esclavo” al convertirse en hombre. Y eso no fue todo; cuando estuvo en la Tierra, “se humilló y se hizo obediente hasta la muerte”, y así benefició hasta a personas que no le recibieron bien. (Filipenses 2:5-8.) Gracias a esta actitud, Jesús se ganó el corazón de muchos opositores, lo que también lograron hacer sus seguidores al imitarle. (Hechos 6:7; 9:1, 2, 17, 18.) Lo mismo puede ser cierto en su caso. Al considerar a su cónyuge superior a usted y vigilar con interés personal los asuntos de esa persona, puede irse ganando poco a poco su corazón.

Sin embargo, el ver al cónyuge como superior no quiere decir que la esposa deba resignarse pasivamente a la tiranía de su marido, como ha sido el caso en Oriente. El esposo y la esposa tienen que ver a su cónyuge como superior en el sentido de que cada uno esté dispuesto a hacer sacrificios en favor del otro. Cuando los cónyuges tratan sus diferencias con esta humildad mental, manifiestan interés altruista en su pareja y acatan el consejo de Dios, van bien encaminados a resolver sus problemas. Examinemos algunos de los consejos de Dios.

Que “el lecho conyugal sea sin contaminación”

Jehová instituyó el matrimonio y él sabe cuál debe ser la relación apropiada entre un hombre y su esposa. Cuando se le preguntó a Jesucristo si es lícito que un hombre se divorcie de su esposa por toda suerte de motivo, contestó: “Lo que Dios ha unido bajo un yugo, no lo separe ningún hombre”. Indicó que solo hay una base legítima para divorciarse y volverse a casar: “Yo les digo que cualquiera que se divorcie de su esposa, a no ser por motivo de fornicación, y se case con otra, comete adulterio”. (Mateo 19:3-9.)

Aunque a las relaciones sexuales extramaritales se las llame aventuras “amorosas”, en ellas no hay amor para nadie. Un hombre casado de la región central de Japón tenía aventuras con varias mujeres. Su esposa empezó a tener sospechas, y se sentía frustrada. El matrimonio estaba al borde de una crisis. Entonces un día, una de las amantes del marido le dijo que iba a poner a su esposa al corriente de su relación y le exigió que se casara con ella. “Esas relaciones no hacen feliz a nadie”, recuerda él arrepentido. No logró salir de aquel fango sin herir a todas las personas implicadas. Las normas de la Biblia son claras y explícitas sobre este asunto. “Que el matrimonio sea honorable entre todos, y el lecho conyugal sea sin contaminación, porque Dios juzgará a los fornicadores y a los adúlteros.” (Hebreos 13:4.) Cuando se observa este mandamiento, se evitan enfermedades de transmisión sexual, tensión marital y el estrés de una aventura amorosa oculta.

Esposos: amen y cuiden con cariño a su esposa

Dios también ha trazado el principio de jefatura dentro del círculo de la familia. “Que las esposas estén en sujeción a sus esposos como al Señor, porque el esposo es cabeza de su esposa como el Cristo también es cabeza de la congregación”, dice Efesios 5:22, 23. Poner en práctica este consejo no es fácil. “Me resultaba sumamente difícil”, admite Shoko, que había usurpado el derecho de su esposo a tomar las decisiones finales. Como pensaba que un hombre debía comprar una casa poco antes de cumplir los 30 años, había obligado a su marido a comprar una que ella ya había buscado. Sin embargo, cuando aprendió los principios bíblicos implicados, empezó a ver a su esposo desde otro ángulo. Lo que a ella le había parecido un carácter pasivo e impropio de un hombre, resultó ser una personalidad discernidora, humilde y mansa al verlo desde la perspectiva correcta.

El principio de la jefatura también exige que los esposos reconozcan que están bajo la autoridad superior de Cristo Jesús. (1 Corintios 11:3.) Al estar bajo dicha autoridad, el marido tiene que amar y cuidar con cariño a su esposa, tal como Jesús ama a sus seguidores. (Efesios 5:28-30.) Por consiguiente, el esposo cristiano tendrá en consideración los sentimientos, los deseos y las limitaciones de su esposa antes de tomar cualquier decisión.

“Sazonada con sal”

Hisako tenía dificultades para comunicarse con su esposo. Siempre que intentaba tratar algo con él, su esposo rehuía la conversación diciendo: “Haz lo que desees”. Hisako recuerda: “Creo que la causa de nuestro problema era mi falta de sensibilidad. Quizás habría conseguido más si no le hubiese hablado como una ametralladora”. Actualmente, este matrimonio puede tratar los asuntos con una sonrisa en el rostro. El cambio se ha producido desde que Hisako puso en práctica el siguiente consejo: “Que su habla siempre sea con gracia, sazonada con sal, para que sepan cómo deben dar una respuesta a cada uno”. (Colosenses 4:6.) Tal como la comida sazonada con sal resulta más agradable al paladar, las palabras bien pensadas y pronunciadas con gracia resultan más fáciles de aceptar. (Proverbios 15:1.) En realidad, con solo ser considerados en la manera de hablar, muchas veces se pueden evitar discordias en el matrimonio.

En efecto, amar a Jehová Dios y respetar sus principios produce buenos resultados. El amor a Jehová le impulsará a ver su matrimonio como un vínculo permanente y le ayudará a querer conservarlo. Dios ha proporcionado buenas pautas que le serán útiles para resolver todas las discordias maritales, así como sus problemas, por enormes que parezcan. No, en la mayoría de los casos el divorcio no es la puerta a una vida más feliz; esa puerta consiste en poner en práctica los principios bíblicos. Quien desee pasar por ella tiene que cultivar amor a Jehová. ¿Por qué no examina la Biblia —la guía matrimonial que goza de más autoridad— para aprender más acerca de los consejos de Dios sobre el matrimonio?

[Fotografía en la página 10]

El respeto a los principios bíblicos ayudará al matrimonio a comunicarse con franqueza

[Recuadro en la página 9]

Cuando se puede optar por el divorcio

AUNQUE la Biblia sienta la base para que, en caso de fornicación, una persona se divorcie y se vuelva a casar, el adulterio no pone fin automáticamente a la relación entre esposo y esposa. El cónyuge inocente puede decidir si se divorcia o no. (Mateo 19:9.)

Yasuko se enfrentó a esta decisión. Su marido tenía otra casa para su amante. Para colmo, la suegra de Yasuko la culpaba a ella y decía: “Toda la culpa de que mi hijo se comporte así es tuya”. Yasuko se pasaba los días llorando. Muchas personas la aconsejaban, pero ninguna condenaba la aventura amorosa de su marido. Sin embargo, cierto día su madre, que había empezado a estudiar la Biblia, le dijo: “En la Biblia se dice claramente que el adulterio está mal”. (1 Corintios 6:9.) Yasuko sintió un gran alivio al saber que en el mundo todavía existe una norma de lo que está bien y lo que está mal.

Ella podía optar por el divorcio. Aunque lo pensó, su estudio de la Biblia con los testigos de Jehová le hizo darse cuenta de que ella tampoco estaba haciendo lo que debía. Así que empezó a aplicar los principios bíblicos para ver si se resolvían sus problemas. (Efesios 5:21-23.) “No fue fácil —recuerda—. Una y otra vez reincidía en mi anterior proceder. Fueron muchas las veces que oré a Jehová llorando.” A medida que fue cambiando, su esposo también empezó a cambiar poco a poco. Unos cinco años después, rompió por completo las relaciones con su amante. Yasuko concluye diciendo: “Estoy convencida de que obedecer la Palabra de Dios es totalmente beneficioso”.

[Recuadro en la página 11]

Incompatibilidad sexual y divorcio

MUCHOS matrimonios dicen que la razón de su divorcio es la incompatibilidad sexual. Un libro titulado Sekkushuaritii to Kazoku (La sexualidad y la familia), que trata sobre los cambios que se observan hoy en el seno de la familia, dice señalando a la raíz del problema: “Una relación matrimonial monógama no encaja con la información sexual de hoy día, enfocada en la erotomanía. Todo este torrente de información sobre el sexo desvirtúa el eros conyugal y acaba con el afecto natural. Tanto la comercialización del sexo como las videocintas pornográficas y los cuadernos de historietas, que pintan el cuerpo de la mujer como una simple mercancía, pervierten el juicio y los sentimientos humanos. Por eso hay esposas que son violadas por sus propios esposos y esposos que se vuelven impotentes al verse rechazados”.

Las publicaciones, las videocintas y los programas de televisión inmorales desvirtúan las relaciones sexuales. No enseñan lo que constituye el verdadero placer del matrimonio. También destruyen la confianza que esposo y esposa deben cultivar a fin de disfrutar de un matrimonio feliz. La revista Psychology Today comenta: “La confianza permite expresar al cónyuge los sentimientos y temores más profundos sabiendo que los deja en buenas manos. Aunque los sentimientos de amor o excitación sexual pueden aumentar y disminuir con el tiempo, lo ideal es que la confianza sea continua”.

La vida matrimonial feliz no gira en torno a las relaciones sexuales. Una esposa que ha vivido difíciles problemas maritales dice: “Lo que más me animó fueron estas palabras del libro Cómo lograr felicidad en su vida familiar: ‘Por lo general, si todas las otras relaciones del matrimonio son buenas, si hay amor, respeto, buena comunicación y entendimiento, entonces rara vez habrá problemas de naturaleza sexual’”.a

El verdadero vínculo que une a los cónyuges no son las relaciones sexuales, sino el amor. Las relaciones sexuales sin amor son vanas, pero el amor puede subsistir solo. Si el matrimonio pone dichas relaciones en su debido lugar, sin hacer de ellas el centro de la vida, podrá gozar de su vida conyugal y resolver la incompatibilidad sexual.

[Nota a pie de página]

a Publicado por Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc.

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