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MartinicaAnuario de los testigos de Jehová 1998
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‘Jehová ve a los humildes’
El salmista David escribió: “Jehová es alto, y, no obstante, al humilde lo ve” (Sal. 138:6). El discípulo Santiago añadió que Dios “da bondad inmerecida a los humildes” (Sant. 4:6). La veracidad de estas declaraciones se ve a las claras en el caso de las personas de Martinica a las que Jehová ha atraído.
Christian Bellay y su esposa, Laurette, que entonces vivían en Fort-de-France, fueron objeto de esa bondad inmerecida. Estaban confusos por la presencia de distintas religiones en Martinica. ¿Cuál sería la que Dios aprobaba? Cuando Christian Bellay leyó Revelación 22:18, 19, cayó en la cuenta de que había encontrado una clave para responder a esa pregunta. ¿Qué religión no añadía ni quitaba nada a la Palabra de Dios? Tras examinar los hechos, se convenció de que era la de los testigos de Jehová. También comprendió que debía regir su vida por la misma norma, es decir, sin añadir a la Palabra de Dios ni quitarle nada, desdeñando o rechazando algo de ella. Hasta entonces había cohabitado sin casarse legalmente, pero en 1956 legitimó su relación con Laurette. El discurso de boda que acompañó la ocasión fue el primero de esa índole que un Testigo pronunció en Martinica. Al año siguiente, Christian se bautizó junto a su esposa en el río Madame, en Fort-de-France. Tanto su hermano Leon como su padres, así como Alexandre, el hermano de Laurette, aceptaron la verdad. Un hijo de Christian y Laurette, Moïse Bellay, es en la actualidad superintendente de circuito. Bien puede decirse que Jehová ha colmado a esta familia con su bondad inmerecida.
Las muestras sencillas de bondad a los siervos de Jehová pueden abrir el camino para que las personas de buen corazón reciban bendiciones (Mat. 10:42). Ese fue el caso de Ernest Lassus, propietario de una joyería de Fort-de-France. Más como un gesto de bondad que por verdadero interés, aceptaba todos los números de la revista ¡Despertad! Un día, el Testigo que se los llevaba le explicó que solo Jesucristo, el Príncipe de Paz, hará que triunfe la justicia en la Tierra. Ese era precisamente el anhelo de Ernest Lassus, así que accedió a que el hermano le visitara en su hogar, y se comenzó un estudio bíblico. “Ahora tengo todo lo que puedo desear —dice—. La mayoría de mis hijos están en la verdad; una es precursora, otro precursor y anciano, y un tercero, mayor que ellos, miembro de la familia Betel de Martinica.”
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MartinicaAnuario de los testigos de Jehová 1998
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Por ejemplo, una niña de 10 años llamada Claudia hizo muchas preguntas a la Testigo que visitaba a su familia. A causa de la enfermedad del padre, el estudio con la madre no se conducía de forma regular, pero la niña siguió aprendiendo y observando lo que ya sabía de la Biblia. Quemó el catecismo y el misal, y rompió las imágenes religiosas que tenía. A la muerte de su padre, rehusó vestirse de negro para guardar luto y predicó a cuantos querían rezar por el alma del difunto. Con un espíritu semejante al de la niña israelita sirvienta de la esposa de Naamán, animó a su madre a asistir a las reuniones de la congregación (2 Rey. 5:2-4). En el Salón del Reino se matriculó en la Escuela del Ministerio Teocrático. Al poco tiempo ya participaba en el servicio del campo, y en 1985, a la edad de 12 años, se bautizó junto con su madre. Esta no vacila en reconocer que su hija contribuyó en gran medida a su progreso espiritual.
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