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MartinicaAnuario de los testigos de Jehová 1998
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El 10 de julio de 1954 llegaron Xavier y Sara Noll procedentes de Marsella (Francia). Los dos eran ministros de tiempo completo, y Xavier había sido superintendente de congregación en Marsella.
Todavía recuerdan su llegada a esta isla que les parecía el fin del mundo, a 7.000 kilómetros [4.400 millas] de su tierra. No han olvidado la primera impresión que les causaron el calor y la humedad, así como tampoco la cordialidad, hospitalidad e innata cortesía de sus habitantes.
Desde el mismo principio tuvieron que aprender a vivir con muy pocas comodidades. Después de alojarse algunos días con un hombre que simpatizaba con los testigos de Jehová, encontraron una casa nueva de madera, lo que simplemente significaba unas paredes y un piso de madera. El techo era de láminas de cinc. No tenía cielo raso, ni cuarto de baño. Al anochecer, el hermano Noll tenía la tarea de echar el contenido del cubo “sanitario” por un barranco. La primera vez que tuvo que hacerlo fue el 14 de julio, la fiesta nacional francesa. Tenía que cruzar una plaza pública llamada Stalingrad, muy animada con los festejos. Al cruzar la plaza con su cubo, ante la divertida mirada de los que habían salido a descansar y respirar aire puro, todos empezaron a reírse a carcajadas. Era una novedad. ¡Jamás habían visto a un blanco hacer ese trabajo!
Una sorprendente acogida
Aquel mismo día, el hermano Noll había pasado horas ordenando los libros y folletos que los misioneros dejaron al ser expulsados de la isla. Muchos estaban estropeados por los insectos, pero había bastantes en buenas condiciones para que los Noll los usaran en la predicación la mañana siguiente.
He aquí algunos recuerdos del hermano Noll de aquel primer día de servicio: “Puesto que era la primera vez que mi esposa y yo salíamos a predicar aquí, estábamos ansiosos por hablar con la gente, por conocerla, por saber cómo nos recibirían. Lo que sucedió superó nuestras expectativas. Empezamos a predicar en el centro de la ciudad, que en aquel entonces tenía 60.000 habitantes. Aquella mañana, mi esposa y yo nos encontramos dos veces yendo a casa para llenar de nuevo los maletines con los libros ‘La verdad os hará libres’ y ‘El Reino se ha acercado’, y con folletos como ‘El príncipe de paz’”.
A menudo, los amos de casa decían: “Me quedaré con el libro como recuerdo” o “si trata de Dios, me lo quedaré”. En las dos primeras semanas, distribuyeron casi doscientos libros y cientos de folletos. Era fácil entablar conversaciones, ya que la gente sentía curiosidad y deseaba recibir bien a los forasteros. ¡Cuánto les animó aquel trato tan hospitalario!
Los hermanos Noll se preguntaban si podrían estudiar con tantas personas. Pero enseguida aprendieron que tenían que distinguir entre los que simplemente eran hospitalarios y aquellos que tenían un auténtico deseo de conocer y practicar la verdad divina. Algunos querían aprender. El hermano recuerda: “La persona que fue a recibirnos cuando llegamos a Martinica nos presentó a algunos obreros y aprendices de su taller de ebanistería. Aquella misma noche comenzamos un estudio, y dos más durante la primera semana”.
Uno de aquellos estudios se comenzó con una pareja joven, Paul y Nicole Jacquelin. Estudiaban tres veces por semana y progresaron bien. Pronto salieron junto a los Noll a predicar de casa en casa. Con esos nuevos publicadores, la predicación comenzó a tener un sabor local.
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MartinicaAnuario de los testigos de Jehová 1998
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Xavier y Sara Noll, el año que llegaron a Martinica
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