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La luz pone fin a una era tenebrosaLa Atalaya 1996 | 15 de enero
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La vida judía en la época persa
Tras el edicto de 537 a.E.C., por el que Ciro emancipó a los hebreos, salió de Babilonia un resto con inclinaciones espirituales integrado por una multitud de judíos y sus compañeros gentiles. Volvió a una tierra de ciudades en ruinas y yermos que había perdido su antigua extensión al ocuparla edomitas, fenicios, samaritanos, tribus árabes y otros grupos. Con los despojos de Judá y Benjamín se formó la provincia de Judá, circunscrita a la satrapía de Abar Nahara, cuyo nombre significa “Más allá del Río”. (Esdras 1:1-4; 2:64, 65.)
Durante la dominación persa, Judá vivió “un período de expansión y crecimiento demográfico”, señala The Cambridge History of Judaism. Tocante a Jerusalén, esta obra dice: “Labriegos y peregrinos traían sus ofrendas; el Templo y la ciudad se enriquecían, y su prosperidad atraía a mercaderes y artesanos extranjeros”. Los persas, muy tolerantes con las administraciones y las religiones de cada zona, exigían onerosos tributos, pagables únicamente en metales preciosos. (Compárese con Nehemías 5:1-5, 15; 9:36, 37; 13:15, 16, 20.)
Los últimos años del Imperio persa fueron tumultuosos, con frecuentes revueltas de los sátrapas. Muchos judíos intervinieron en un alzamiento que tuvo lugar en la costa mediterránea, por lo que fueron deportados a lugares tan septentrionales como Hircania, a orillas del Caspio. Parece, sin embargo, que la mayor parte de Judá no padeció las represalias persas.
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La luz pone fin a una era tenebrosaLa Atalaya 1996 | 15 de enero
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Al inicio de la etapa postexílica, los fieles judíos se resistieron a fusionar filosofías y conceptos paganos con la religión verdadera revelada en las Escrituras Hebreas. Así, el libro de Ester, escrito tras más de sesenta años de estrecha relación con Persia, no contiene ni un solo vestigio de zoroastrismo. Tampoco se observa influjo alguno de esta doctrina persa en los libros de Esdras, Nehemías y Malaquías, que se redactaron en los comienzos del período persa (537-443 a.E.C.).
Los expertos creen que a finales de la etapa persa, muchos judíos asimilaron creencias de los adoradores de Ahura Mazda, la principal deidad persa. Este hecho se evidencia en las supersticiones populares y las creencias esenias. Los judíos llegaron a aplicar a los espíritus malignos y los monstruos nocturnos del folclor babilonio y persa los nombres hebreos de bestias del desierto, como los chacales, y de aves nocturnas.
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