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  • Discuten sobre quién es el mayor
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Discuten sobre quién es el mayor

      MATEO 26:31-35 MARCOS 14:27-31 LUCAS 22:24-38 JUAN 13:31-38

      • JESÚS DA CONSEJOS SOBRE LA GRANDEZA

      • PREDICE QUE PEDRO NEGARÁ CONOCERLO

      • EL AMOR IDENTIFICA A LOS SEGUIDORES DE JESÚS

      En esta última noche que Jesús pasa con sus apóstoles, él les ha lavado los pies, y así les ha dado una excelente lección sobre servir a los demás con humildad. ¿Por qué ha sido necesario? Porque han demostrado que tienen un punto débil. Son leales a Dios, pero aún están pensando en quién de ellos es el mayor o más importante (Marcos 9:33, 34; 10:35-37). Esa mala tendencia vuelve a surgir en el transcurso de la noche.

      En poco tiempo, comienza “una fuerte discusión entre los discípulos” sobre quién de ellos es el mayor (Lucas 22:24). ¡Qué triste debe sentirse Jesús al verlos discutiendo de nuevo! Pero ¿qué hace al respecto?

      En vez de regañarlos por su actitud y su comportamiento, razona pacientemente con ellos: “Los reyes de las naciones dominan al pueblo, y a los que tienen autoridad sobre la gente se les llama benefactores. Sin embargo, ustedes no deben ser así. [...] Porque ¿quién es mayor? ¿El que come, o el que sirve?”. Entonces, les recuerda el ejemplo que él mismo les ha dado siempre: “Pero yo estoy entre ustedes como el que sirve” (Lucas 22:25-27).

      A pesar de que son imperfectos, los apóstoles han permanecido al lado de Jesús en medio de muchas situaciones difíciles. Por eso, él les dice: “Yo hago un pacto con ustedes para un reino, así como mi Padre ha hecho un pacto conmigo” (Lucas 22:29). Estos hombres son seguidores leales de Jesús. Y él les asegura que, gracias a este pacto que hace con ellos, estarán en el Reino y gobernarán con él.

      Aunque los apóstoles tienen esa maravillosa esperanza, todavía son humanos e imperfectos. Jesús les dice: “Satanás los ha reclamado a todos ustedes para sacudirlos como si fueran trigo”, que se dispersa al pasarlo por una criba (Lucas 22:31). Además, les advierte: “Esta noche, todos ustedes van a fallar por mi causa, porque está escrito: ‘Heriré al pastor y las ovejas del rebaño serán dispersadas’” (Mateo 26:31; Zacarías 13:7).

      Pedro dice muy confiado: “Aunque todos los demás fallen por tu causa, ¡yo nunca fallaré!” (Mateo 26:33). Pero Jesús le dice que, antes de que un gallo cante esa noche dos veces, negará conocerlo. No obstante, añade: “Pero yo he rogado por ti para que tu fe no decaiga. Y tú, cuando vuelvas, fortalece a tus hermanos” (Lucas 22:32). Aun así, Pedro insiste: “Aunque tenga que morir contigo, yo nunca negaré conocerte” (Mateo 26:35). Los demás apóstoles afirman lo mismo.

      Jesús sigue diciendo: “Voy a estar con ustedes un poco más de tiempo. Me buscarán; pero lo mismo que les dije a los judíos se lo digo ahora a ustedes: ‘No pueden venir adonde yo voy’”. Y añade: “Les doy un nuevo mandamiento: que se amen unos a otros; que, así como yo los he amado, ustedes se amen unos a otros. De este modo todos sabrán que ustedes son mis discípulos: si se tienen amor unos a otros” (Juan 13:33-35).

      Al oír a Jesús decir que estará con ellos solo un poco más de tiempo, Pedro le pregunta: “Señor, ¿adónde vas?”. Él le contesta: “Adonde yo voy no puedes seguirme ahora, pero me seguirás más tarde”. Confundido, Pedro responde: “Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti” (Juan 13:36, 37).

      A continuación, Jesús se refiere a la ocasión en la que envió a sus apóstoles a predicar por Galilea sin bolsita para el dinero ni bolsa de provisiones (Mateo 10:5, 9, 10). Y les pregunta: “¿Verdad que no les faltó nada?”. Ellos contestan que no. Pero ¿qué deben hacer de ahora en adelante? Jesús les manda: “Ahora, el que tiene una bolsita para el dinero, que la lleve, y también una bolsa de provisiones; y el que no tiene espada, que venda su manto y compre una. Porque les digo que tiene que cumplirse en mí esto que está escrito: ‘Fue considerado un delincuente’. De hecho, esto se está cumpliendo en mí” (Lucas 22:35-37).

      Jesús está hablando del momento en el que lo clavarán en un madero junto a malhechores o delincuentes. A partir de entonces, sus seguidores se enfrentarán a dura persecución. Ellos creen que están listos, así que le dicen: “Señor, mira, aquí hay dos espadas”. Él les responde: “Con eso basta” (Lucas 22:38). Más adelante, Jesús aprovechará que ellos tienen dos espadas para enseñarles una importante lección.

  • Jesús: el camino, la verdad y la vida
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús: el camino, la verdad y la vida

      JUAN 14:1-31

      • JESÚS SE VA A PREPARARLES UN LUGAR A SUS DISCÍPULOS

      • LES PROMETE QUE LES DARÁ UN AYUDANTE

      • EL PADRE ES MAYOR QUE JESÚS

      Jesús todavía está con sus apóstoles en la habitación del piso de arriba. Después de la cena para recordar su muerte, los anima diciéndoles: “Que no se les angustie el corazón. Demuestren fe en Dios, y demuestren fe en mí también” (Juan 13:36; 14:1).

      Jesús les dice algo a sus fieles apóstoles para que no se preocupen demasiado por su partida: “En la casa de mi Padre hay muchos lugares donde vivir. [...] Además, cuando me haya ido y les haya preparado un lugar, volveré y los recibiré en casa, a mi lado, para que donde yo esté también estén ustedes”. Sin embargo, los apóstoles no entienden que les está hablando de ir al cielo. Por eso Tomás le pregunta: “Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo vamos a conocer el camino?” (Juan 14:2-5).

      Jesús le responde: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Solo quien acepte a Jesús y sus enseñanzas, y siga su ejemplo, puede entrar en el hogar celestial de su Padre. Jesús explica: “Nadie puede llegar al Padre si no es por medio de mí” (Juan 14:6).

      Felipe, que está escuchando con atención, le pide: “Señor, muéstranos al Padre, y con eso nos basta”. Al parecer, quiere que le dé una visión de Dios, como las que tuvieron Moisés, Elías e Isaías. Sin embargo, los apóstoles cuentan con algo mejor que aquellas visiones. Jesús lo destaca al responder: “Felipe, con todo el tiempo que llevo con ustedes, ¿todavía no me conoces? El que me ha visto a mí ha visto al Padre también”. Jesús es el reflejo perfecto de la personalidad del Padre. Por lo tanto, vivir con Jesús y observarlo es como ver al Padre. Aunque, por supuesto, el Padre es superior al Hijo, por eso Jesús señala: “Las cosas que yo les digo no son ideas mías” (Juan 14:8-10). Los apóstoles ven que Jesús le da a su Padre todo el mérito por sus enseñanzas.

      Ellos han visto a Jesús realizar obras maravillosas y lo han escuchado predicar las buenas noticias del Reino de Dios. Ahora él les dice: “El que demuestre fe en mí también hará las obras que yo hago. Y hará obras más grandes” (Juan 14:12). Con esas palabras, no se refiere a que ellos harán milagros más importantes que los que él realizó. Sin embargo, sí predicarán durante mucho más tiempo, abarcarán un territorio mucho más extenso y llegarán a más gente.

      Aunque Jesús se marche, los apóstoles no se sentirán abandonados, pues él les promete: “Si ustedes piden algo en mi nombre, yo lo haré”. Es más, les dice: “Yo le rogaré al Padre y él les dará otro ayudante que esté con ustedes para siempre: el espíritu de la verdad” (Juan 14:14, 16, 17). Así, Jesús les garantiza que recibirán el apoyo de “otro ayudante”, el espíritu santo. Eso sucede en el día de Pentecostés.

      Jesús continúa: “Dentro de poco, el mundo ya no me verá más, pero ustedes me verán, porque yo vivo y ustedes vivirán” (Juan 14:19). No solo les dice que se les aparecerá con un cuerpo humano, sino que en el futuro los resucitará como criaturas espirituales, y así estarán con él en el cielo.

      Ahora Jesús les dice una verdad muy clara: “El que acepta mis mandamientos y los obedece es el que me ama. Y, al que me ama, mi Padre lo amará, y yo lo amaré y me mostraré abiertamente a él”. A lo que el apóstol Judas, también llamado Tadeo, le pregunta: “Señor, ¿qué ha pasado? ¿Por qué vas a mostrarte abiertamente a nosotros y no al mundo?”. Jesús le contesta: “Si alguien me ama, obedecerá mis palabras. Y mi Padre lo amará [...]. El que no me ama no obedece mis palabras” (Juan 14:21-24). A diferencia de sus seguidores, el mundo no reconoce a Jesús como el camino, la verdad y la vida.

      Entonces, ya que Jesús va a irse, ¿cómo podrán recordar los discípulos todo lo que les ha enseñado? Él les explica: “El ayudante, el espíritu santo, que el Padre enviará en mi nombre, ese les enseñará todas las cosas y les hará recordar todo lo que les he dicho”. Los apóstoles ya han visto el poder que tiene el espíritu santo, así que esa garantía los tranquiliza. Jesús añade: “La paz les dejo; mi paz les doy. [...] Que no se les angustie ni acobarde el corazón” (Juan 14:26, 27). Los discípulos no tienen de qué preocuparse, porque el Padre de Jesús los dirigirá y protegerá.

      Muy pronto se hará evidente esa protección de Dios. Jesús explica: “Viene el gobernante del mundo, aunque sobre mí él no tiene ningún poder” (Juan 14:30). El Diablo fue capaz de entrar en Judas y dominarlo. Pero Jesús no tiene un punto débil que Satanás pueda usar para ponerlo en contra de Dios. Satanás tampoco tiene el poder para impedir que resucite. ¿Por qué no lo puede impedir? Jesús dice la razón: “Hago exactamente lo que el Padre me ha mandado”. Por eso está totalmente seguro de que su Padre lo resucitará (Juan 14:31).

  • Cómo dar fruto y ser amigos de Jesús
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús habla con sus apóstoles mientras se van de la habitación del piso de arriba

      CAPÍTULO 120

      Cómo dar fruto y ser amigos de Jesús

      JUAN 15:1-27

      • LA VID VERDADERA Y SUS RAMAS

      • CÓMO PERMANECER EN EL AMOR DE JESÚS

      Jesús ha estado conversando francamente con sus apóstoles fieles y animándolos. Es tarde, quizás después de medianoche. Ahora les pone un ejemplo motivador.

      Comienza así: “Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el agricultor” (Juan 15:1). Este ejemplo se parece a lo que se dijo siglos antes sobre la nación de Israel, a la que se llamaba la vid de Jehová (Jeremías 2:21; Oseas 10:1, 2). Sin embargo, Jehová va a rechazar a esa nación (Mateo 23:37, 38). Así que Jesús está hablando de algo nuevo. Él es la vid que su Padre ha estado cultivando desde que lo ungió con espíritu santo en el año 29. Pero Jesús muestra que la vid no solo lo representa a él, pues dice:

      “Él [su Padre] corta todas las ramas en mí que no dan fruto, y todas las que dan fruto las limpia para que den más. [...] Igual que la rama no puede dar fruto por sí sola, sino que tiene que seguir unida a la vid, ustedes tampoco pueden dar fruto si no siguen en unión conmigo. Yo soy la vid y ustedes son las ramas” (Juan 15:2-5).

      Jesús les ha prometido a sus discípulos fieles que, después de su partida, les enviará a un ayudante, el espíritu santo. Cincuenta y un días más tarde, los apóstoles y otros discípulos recibirán ese espíritu, y así se convertirán en ramas de la vid. Y todas las “ramas” deberán permanecer unidas a Jesús. ¿Con qué propósito?

      Explica: “El que se mantiene en unión conmigo, y yo en unión con él, ese da mucho fruto. Porque, separados de mí, ustedes no pueden hacer nada”. Sus seguidores fieles, que son las “ramas” de la vid, darán mucho fruto cultivando cualidades como las de Jesús, buscando oportunidades para hablar con otros acerca del Reino de Dios y haciendo más discípulos. ¿Y qué sucede si alguien no permanece en unión con Jesús y no da fruto? Él lo dice: “Si alguien no se mantiene en unión conmigo, es desechado”. Por otra parte, indica: “Si se mantienen en unión conmigo y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les hará realidad” (Juan 15:5-7).

      Ahora vuelve a destacar que deben seguir sus mandamientos, algo que ya les ha mencionado dos veces (Juan 14:15, 21). Y les dice cuál es la manera de demostrar que lo están haciendo. Explica: “Si obedecen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, así como yo he obedecido los mandamientos del Padre y permanezco en su amor”. Sin embargo, se requiere más que amar a Jehová y a su Hijo. Jesús continúa: “Este es mi mandamiento: que se amen unos a otros tal como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande que quien da su vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que les mando” (Juan 15:10-14).

      Dentro de unas pocas horas, Jesús demostrará su amor entregando su vida por todos los que tengan fe en él. Su ejemplo debería impulsar a sus seguidores a tenerse el mismo amor y a estar dispuestos a sacrificarse unos por otros. Esa clase de amor servirá para identificarlos, tal como Jesús lo declaró anteriormente: “De este modo todos sabrán que ustedes son mis discípulos: si se tienen amor unos a otros” (Juan 13:35).

      Los apóstoles deberían caer en la cuenta de que Jesús los está llamando amigos. Él les explica por qué lo son: “Los llamo amigos, porque les he contado todas las cosas que le he escuchado decir a mi Padre”. ¡Qué relación tan hermosa! Ser buenos amigos de Jesús y saber las cosas que su Padre le ha contado es algo muy especial. Pero, si quieren mantener esa amistad con él, deben seguir dando fruto. Jesús les dice que, si lo hacen, “el Padre les dará cualquier cosa que le pidan” en su nombre (Juan 15:15, 16).

      El amor que se tengan sus discípulos, las “ramas” de la vid, los ayudará a aguantar lo que les sobrevendrá. Él les dice que el mundo los odiará, pero también les da estas palabras de ánimo: “Si el mundo los odia, ya saben que a mí me odió antes que a ustedes. Si fueran parte del mundo, el mundo los amaría porque serían algo suyo. Pero, como no son parte del mundo, sino que yo los he elegido de entre el mundo, por eso el mundo los odia” (Juan 15:18, 19).

      Luego, les da más razones por las que el mundo los odiará: “Por causa de mi nombre, ellos les harán todas estas cosas, porque no conocen al que me envió”. Jesús dice que sus milagros en realidad condenan a los que lo odian: “Si yo no hubiera hecho delante de ellos las obras que nadie más ha hecho, no serían culpables de pecado; pero ahora me han visto y me han odiado a mí y también a mi Padre”. De hecho, ese odio cumple lo que estaba predicho (Juan 15:21, 24, 25; Salmo 35:19; 69:4).

      Jesús les promete de nuevo que les enviará al ayudante, el espíritu santo. Esa poderosa fuerza está a disposición de todos sus seguidores y los puede ayudar a dar fruto, es decir, a “dar testimonio” (Juan 15:27).

  • “¡Sean valientes!, que yo he vencido al mundo”
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Los apóstoles se preocupan cuando Jesús les da una advertencia

      CAPÍTULO 121

      “¡Sean valientes!, que yo he vencido al mundo”

      JUAN 16:1-33

      • DENTRO DE POCO, LOS APÓSTOLES DEJARÁN DE VER A JESÚS

      • LA TRISTEZA DE LOS APÓSTOLES SE CONVERTIRÁ EN ALEGRÍA

      Jesús y los apóstoles están a punto de irse de la habitación del piso de arriba, donde han celebrado la cena de la Pascua. Él les ha dado muchos consejos y ahora les explica: “Les he dicho estas cosas para que no pierdan la fe”. ¿Por qué es oportuna esa advertencia? Él mismo da la respuesta: “Los van a expulsar de la sinagoga. De hecho, viene la hora en que todo el que los mate creerá que le está prestando un servicio sagrado a Dios” (Juan 16:1, 2).

      Esas noticias quizás preocupen a los apóstoles. Aunque Jesús ya les mencionó que el mundo los odiaría, no les había dicho tan directamente que los matarían. ¿Por qué no? Porque todavía está con ellos (Juan 16:4). Pero, ahora, antes de marcharse, les está avisando, así tal vez no fallen más adelante.

      Jesús continúa: “Ahora voy al que me envió, y ninguno de ustedes me pregunta ‘¿Adónde vas?’”. Ya esa misma noche le habían preguntado adónde iba (Juan 13:36; 14:5; 16:5). Pero, ahora, conmocionados, se quedan pensando en la persecución que van a sufrir y centrados en su propia tristeza. Por eso no le hacen más preguntas sobre la gloria que le espera y lo que eso significará para los verdaderos siervos de Dios. Jesús les comenta: “El corazón se les ha llenado de tristeza porque les dije estas cosas” (Juan 16:6).

      Entonces les explica: “Es por su bien que me voy. Porque, si no me voy, el ayudante no vendrá a ustedes; pero, si me voy, yo se lo enviaré a ustedes” (Juan 16:7). Jesús tiene que morir e ir al cielo para que sus discípulos reciban espíritu santo, que él puede enviar como ayudante a sus seguidores en cualquier parte del mundo.

      El espíritu santo “le dará al mundo pruebas convincentes del pecado, de la justicia y del juicio” (Juan 16:8). Así es, la falta de fe del mundo en el Hijo de Dios quedará al descubierto. Jesús subirá al cielo, y eso será una prueba convincente de que él es justo y demostrará que Satanás, “el gobernante de este mundo”, merece ser condenado (Juan 16:11).

      A continuación, Jesús señala: “Tengo muchas cosas que decirles, pero ahora sería demasiado para ustedes”. Sin embargo, cuando él derrame el espíritu santo, lograrán entender “toda la verdad” y serán capaces de vivir de acuerdo con ella (Juan 16:12, 13).

      Los apóstoles se quedan confundidos al escuchar a Jesús decir: “Dentro de poco ya no me verán más, pero también dentro de poco me verán”. Se preguntan unos a otros a qué se refiere. Jesús se da cuenta de que quieren saberlo, así que les explica: “De verdad les aseguro que ustedes llorarán y se lamentarán, pero el mundo se alegrará; ustedes sentirán dolor, pero su dolor se convertirá en felicidad” (Juan 16:16, 20). Cuando lo maten al día siguiente por la tarde, los líderes religiosos se alegrarán, pero los discípulos se pondrán muy tristes. Sin embargo, su dolor se tornará en alegría al ver que Jesús ha resucitado, y seguirán sintiendo alegría cuando él derrame sobre ellos el espíritu santo.

      Jesús compara la situación de los apóstoles a la de una mujer que tiene dolores de parto: “Cuando una mujer está dando a luz, siente dolor porque le ha llegado la hora. Pero, cuando ya ha dado a luz al niño, la felicidad de que un ser humano haya venido al mundo hace que se le olvide todo el sufrimiento”. Jesús les da a los apóstoles las siguientes palabras de ánimo: “Lo mismo pasa con ustedes. Ahora están muy tristes; pero yo volveré a verlos, y el corazón se les llenará de felicidad y nadie les podrá quitar su felicidad” (Juan 16:21, 22).

      Hasta ahora, los apóstoles nunca han hecho peticiones en el nombre de Jesús. Pero él les dice: “Ese día le pedirán al Padre en mi nombre”. ¿Por qué deberían hacerlo? No es porque el Padre no quiera responderles, pues Jesús les confirma: “El Padre mismo los quiere, porque me han querido a mí y han creído que yo vine como representante de Dios” (Juan 16:26, 27).

      Quizás por esas palabras animadoras de Jesús, los apóstoles afirman con valor: “Por esta razón creemos que viniste de Dios”. Sin embargo, esa convicción pronto se verá puesta a prueba. Jesús les explica lo que va a suceder dentro de poco: “Viene la hora —de hecho, ha llegado ya— en que serán dispersados. Cada uno se irá a su propia casa y me dejarán solo”. Aun así, les asegura: “Les he dicho estas cosas para que tengan paz por medio de mí. En el mundo van a tener sufrimientos. Pero ¡sean valientes!, que yo he vencido al mundo” (Juan 16:30-33). Así es, Jesús de ninguna manera los va a abandonar. Y está seguro de que ellos también podrán salir vencedores, igual que él, cumpliendo fielmente con la voluntad de Dios a pesar de los intentos de Satanás y su mundo por quebrantar su lealtad.

  • La oración de conclusión de Jesús en la habitación de arriba
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús alza la vista al cielo y ora delante de sus apóstoles

      CAPÍTULO 122

      La oración de conclusión de Jesús en la habitación de arriba

      JUAN 17:1-26

      • LOS BENEFICIOS DE LLEGAR A CONOCER A DIOS Y A SU HIJO

      • LA UNIDAD DE JEHOVÁ, JESÚS Y LOS DISCÍPULOS

      Como Jesús ama tanto a sus discípulos, los ha estado preparando para cuando se vaya dentro de poco. Ahora, alza la vista al cielo y le ora a su Padre: “Glorifica a tu hijo para que tu hijo te glorifique a ti, así como le has dado autoridad sobre todas las personas para que él les dé vida eterna a todos los que le diste” (Juan 17:1, 2).

      Jesús reconoce claramente que lo más importante es darle gloria a Dios. Pero también menciona que la humanidad tiene la maravillosa posibilidad de obtener vida eterna. Jesús ha recibido “autoridad sobre todas las personas”, así que puede ofrecerles a todos los seres humanos los beneficios de su sacrificio. No obstante, solo unos cuantos los aprovecharán. ¿Por qué? Porque únicamente los recibirán quienes hagan lo que Jesús dice a continuación: “Esto significa vida eterna: que lleguen a conocerte a ti, el único Dios verdadero, y a quien tú enviaste, Jesucristo” (Juan 17:3).

      Así, quien quiera recibir vida eterna debe conocer muy bien tanto al Padre como al Hijo y desarrollar una estrecha amistad con ellos. Tiene que ver las cosas como ellos las ven. Además, debe esforzarse por copiar sus magníficas cualidades al tratar a los demás y reconocer que obtener la vida eterna no es tan importante como darle gloria a Dios. Jesús vuelve a hablar de este tema:

      “Yo te he glorificado en la tierra; he completado la obra que me encargaste. Así que ahora, Padre, glorifícame a tu lado con aquella gloria que yo tenía junto a ti antes de que el mundo existiera” (Juan 17:4, 5). Jesús le está pidiendo a su Padre que lo resucite para recibir de nuevo la gloria que había tenido en el cielo.

      Sin embargo, Jesús no ha olvidado lo que ha logrado en su ministerio. A continuación, dice: “Les he dado a conocer tu nombre a quienes me diste del mundo. Eran tuyos y me los diste, y han obedecido tus palabras” (Juan 17:6). Él ha ido más allá de pronunciar el nombre de Dios, Jehová, al predicar. También ha ayudado a sus apóstoles a llegar a conocer lo que ese nombre representa, es decir, las cualidades de Dios y su manera de tratar con los seres humanos.

      Los apóstoles han llegado a conocer a Jehová, el papel de Jesús y las cosas que este les ha enseñado. Ahora, Jesús reconoce humildemente: “Les he dado el mensaje que me diste y ellos lo han aceptado y realmente han llegado a saber que vine como representante tuyo, y han creído que tú me enviaste” (Juan 17:8).

      Luego, Jesús reconoce que sus seguidores son diferentes del resto de las personas: “No pido por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos [...]. Padre santo, cuídalos por causa de tu propio nombre, el que tú me diste, para que sean uno así como nosotros somos uno. [...] Los he protegido, y ninguno de ellos ha sido destruido, excepto el hijo de destrucción”. Se refiere a Judas Iscariote, que se ha ido para traicionarlo (Juan 17:9-12).

      Jesús continúa diciendo: “El mundo los ha odiado”. Y luego añade: “No te pido que los saques del mundo, sino que los protejas del Maligno. Ellos no son parte del mundo, igual que yo no soy parte del mundo” (Juan 17:14-16). Aunque los apóstoles y los demás discípulos están en el mundo —la sociedad humana controlada por Satanás—, deben mantenerse separados de ese mundo y de su maldad. ¿Cómo pueden lograrlo?

      Manteniéndose santos, apartados para el servicio a Dios. Lo pueden conseguir poniendo en práctica las verdades que se encuentran en las Escrituras Hebreas y las que Jesús mismo les ha enseñado. Él le pide a su Padre: “Santifícalos por medio de la verdad; tu palabra es la verdad” (Juan 17:17). Con el tiempo, y por inspiración de Dios, algunos apóstoles escribirán libros que llegarán a formar parte de “la verdad” que podrá santificar a las personas.

      Pero también habrá otros que acepten “la verdad”. Por eso Jesús dice: “No te pido solo por ellos [los 11 apóstoles], sino también por los que pongan su fe en mí gracias a las palabras de ellos”. ¿Y qué pide? “Que todos ellos sean uno. Tal como tú, Padre, estás en unión conmigo y yo estoy en unión contigo, que ellos también estén en unión con nosotros” (Juan 17:20, 21). Jesús y su Padre no son la misma persona. Son uno en el sentido de que están de acuerdo en todo. Y él está orando para que sus seguidores disfruten de esa misma unidad.

      Poco antes, Jesús les había dicho a Pedro y a los demás que se iba para prepararles un lugar en el cielo (Juan 14:2, 3). Y ahora retoma esa idea al pedirle a su Padre: “Quiero que los que me diste estén conmigo donde yo esté para que vean la gloria que me has dado, porque me amaste antes de la fundación del mundo” (Juan 17:24). Con esto confirma que, hace mucho tiempo, incluso antes de que Adán y Eva tuvieran hijos, Dios amó a su Hijo unigénito, quien llegó a ser Jesucristo.

      En sus palabras finales, Jesús vuelve a destacar tanto el nombre de su Padre como el amor que Dios siente por los apóstoles y por quienes acepten “la verdad” en el futuro: “Les he dado a conocer tu nombre —afirma—, y seguiré dándolo a conocer, para que el amor con que tú me amaste esté en ellos y yo esté en unión con ellos” (Juan 17:26).

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