-
ReconciliaciónPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
-
-
Este hecho no impide que Dios demuestre su misericordia tomando la iniciativa de abrir el camino para la reconciliación por medio de su Hijo. El apóstol escribe: “Porque, de hecho, Cristo, mientras todavía éramos débiles, murió por impíos al tiempo señalado. Porque apenas muere alguien por un hombre justo; en realidad, por el hombre bueno, quizás, alguien hasta se atreva a morir. Pero Dios recomienda su propio amor [a·gá·pēn] a nosotros en que, mientras todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros. Mucho más, pues, dado que hemos sido declarados justos ahora por su sangre, seremos salvados mediante él de la ira. Porque si, cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios mediante la muerte de su Hijo, mucho más, ahora que estamos reconciliados, seremos salvados por su vida. Y no solo eso, sino que también nos alborozamos en Dios mediante nuestro Señor Jesucristo, mediante quien ahora hemos recibido la reconciliación”. (Ro 5:6-11.)
-
-
ReconciliaciónPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
-
-
Además, Dios demuestra su misericordia y amor enviando embajadores a la humanidad pecaminosa. En la antigüedad se enviaban embajadores principalmente en tiempos de hostilidad (compárese con Lu 19:14), no de paz, y su misión solía consistir en ver si podía evitarse la guerra o en fijar las condiciones que propiciaran la paz cuando existía un estado de guerra. (Isa 33:7; Lu 14:31, 32; véase EMBAJADOR.) Dios envía a sus embajadores cristianos a los hombres para que puedan aprender sus condiciones de reconciliación y para que se valgan de ellas. El apóstol escribe: “Somos, por lo tanto, embajadores en sustitución de Cristo, como si Dios estuviera suplicando mediante nosotros. Como sustitutos por Cristo rogamos: ‘Reconcíliense con Dios’”. (2Co 5:20.) Esta súplica no significa que se debilite la posición de Dios o su oposición al mal; es una invitación misericordiosa a los ofensores para que busquen la paz y escapen de las inevitables consecuencias de la justa ira divina, que sobrevendrá a los que persistan en oponerse a Su santa voluntad y que supondrá su segura destrucción. (Compárese con Eze 33:11.) Incluso los cristianos tienen que cuidarse de ‘no aceptar la bondad inmerecida de Dios y dejar de cumplir su propósito’, es decir, no buscar continuamente el favor y la buena voluntad de Dios durante el “tiempo acepto” y el “día de salvación” que Él provee misericordiosamente, como muestran las siguientes palabras de Pablo. (2Co 6:1, 2.)
-