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MesíasPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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La opinión en el siglo I E.C. La información histórica disponible, principalmente la que se registra en los evangelios, revela qué pensaban los judíos sobre el Mesías en el siglo I E.C.
Rey e hijo de David. Los judíos habían aceptado que el Mesías sería un rey del linaje de David. Cuando los astrólogos indagaron sobre el “que nació rey de los judíos”, Herodes el Grande sabía que se referían al “Cristo”. (Mt 2:2-4.) Jesús preguntó a los fariseos si sabían de quién sería descendiente el Cristo o Mesías. Aunque aquellos líderes religiosos no creían en Jesús, sabían que el Mesías sería hijo de David. (Mt 22:41-45.)
Nacería en Belén. En Miqueas 5:2, 4 se predijo que el “gobernante en Israel”, que sería “grande hasta los cabos de la tierra”, saldría de Belén. Se interpretaba que esta era una profecía mesiánica. Cuando Herodes el Grande preguntó a los principales sacerdotes y escribas dónde tenía que nacer el Mesías, respondieron: “En Belén de Judea”, y citaron Miqueas 5:2. (Mt 2:3-6.) Incluso el pueblo conocía esa profecía. (Jn 7:41, 42.)
Un profeta que realizaría muchas señales. Dios predijo por medio de Moisés la venida de un gran profeta (Dt 18:18), y en los días de Jesús los judíos lo aguardaban. (Jn 6:14.) La manera como el apóstol Pedro usó las palabras de Moisés en Hechos 3:22, 23 indica que sabía que incluso los opositores religiosos aceptarían su naturaleza mesiánica, y esto prueba que Deuteronomio 18:18 era de conocimiento general. La samaritana que estaba junto al pozo también pensaba que el Mesías sería un profeta. (Jn 4:19, 25, 29.) Las personas esperaban que el Mesías realizara señales. (Jn 7:31.)
Diferentes creencias. Aunque en general los judíos esperaban al Mesías, no todos creían lo mismo respecto a él. Por ejemplo, muchos sabían que vendría de Belén, pero otros desconocían este dato. (Mt 2:3-6; Jn 7:27.) Algunos pensaban que el Profeta y el Cristo habían de ser personas diferentes. (Jn 1:20, 21; 7:40, 41.) Ciertas profecías sobre el Mesías no las entendían ni siquiera los discípulos de Jesús. Esto es cierto sobre todo con respecto a las profecías sobre el rechazo, pasión, muerte y resurrección del Mesías. (Isa 53:3, 5, 12; Sl 16:10; Mt 16:21-23; 17:22, 23; Lu 24:21; Jn 12:34; 20:9.) No obstante, cuando sucedieron estas cosas y se descifraron las profecías, los discípulos, e incluso los que aún no lo eran, empezaron a entender la naturaleza profética de estos textos de las Escrituras Hebreas. (Lu 24:45, 46; Hch 2:5, 27, 28, 31, 36, 37; 8:30-35.) Como la mayoría de los judíos no aceptaban que el Mesías tuviera que sufrir y morir, los cristianos primitivos insistieron en este tema en su predicación al pueblo judío. (Hch 3:18; 17:1-3; 26:21-23.)
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MesíasPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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Expectativas erróneas. El relato de Lucas indica que muchos judíos esperaban con anhelo la venida del Mesías precisamente cuando Jesús estaba en la Tierra. Simeón y otros judíos “[esperaban] la consolación de Israel” y la “liberación de Jerusalén” cuando Jesús fue llevado al templo poco después de su nacimiento. (Lu 2:25, 38.) Durante el ministerio de Juan el Bautista, las personas estaban “en expectación” en cuanto al Cristo o Mesías. (Lu 3:15.) Sin embargo, muchos esperaban que el Mesías se adaptara a sus ideas preconcebidas. Las profecías de las Escrituras Hebreas revelaban que el Mesías vendría para desempeñar dos funciones distintas: sería alguien ‘humilde que cabalga sobre un asno’, y, por otra parte, vendría “con las nubes de los cielos” para aniquilar a los opositores y hacer que todos los gobiernos le sirviesen a él. (Zac 9:9; Da 7:13.) Los judíos no percibieron que estas profecías se referían a dos venidas del Mesías diferentes y muy distanciadas.
Las fuentes judías concuerdan con Lucas 2:38 en que el pueblo estaba esperando que la liberación de Jerusalén se produjera entonces. The Jewish Encyclopedia observa: “Anhelaban el libertador prometido de la casa de David, que los libertaría del yugo del odiado usurpador extranjero, terminaría con el impío dominio romano y establecería su propio reino de paz” (1976, vol. 8, pág. 508). Intentaron hacerle rey terrestre (Jn 6:15), pero como se negó a cumplir sus aspiraciones, acabaron por rechazarlo.
Juan el Bautista y sus discípulos probablemente creyeron que el Mesías sería un rey terrestre. Juan sabía que Jesús era el Mesías y el Hijo de Dios, pues había sido testigo presencial de su ungimiento con espíritu santo y había oído la voz de aprobación de Dios. A Juan no le faltaba fe. (Mt 11:11.) De modo que su pregunta: “[¿]Hemos de esperar a uno diferente?”, pudo significar: ‘¿Hemos de esperar a otro que cumpla todas las esperanzas de los judíos?’. En respuesta Jesús señaló a las obras que estaba haciendo (cosas que se habían predicho en las Escrituras Hebreas), y concluyó con las palabras: “Y feliz es el que no haya tropezado a causa de mí”. Aunque esta respuesta implicaba la necesidad de fe y discernimiento, sirvió para satisfacer y consolar a Juan, y le dio la seguridad de que Jesús era Aquel que cumpliría las promesas de Dios. (Mt 11:3; Lu 7:18-23.) Además, antes de su ascensión, los discípulos de Jesús pensaban que iba a liberar en aquel tiempo a Israel de la dominación gentil y establecer el Reino (restaurar el reino de la línea davídica) en la Tierra. (Lu 24:21; Hch 1:6.)
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