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MéxicoAnuario de los testigos de Jehová 1995
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Pocos años antes de que ocurrieran estos sucesos, Adulfo Modesto Salinas, un muchacho muy vivaz, asistió a su primera asamblea nacional, la que se celebró en 1941 en el Teatro del Pueblo, de la Ciudad de México. En aquellos días ni por asomo cruzaba por su mente la idea de llegar a ser superintendente viajante.
Gonzalo Rodríguez, un siervo para los hermanos (como se llamaba entonces a los superintendentes de circuito), animó a Adulfo a servir en Betel. Por consiguiente, Adulfo se presentó en la sucursal en diciembre de 1947.
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Ese mismo año comenzaron a celebrarse asambleas de circuito en México. Al principio, eran los hermanos de Betel quienes las organizaban y participaban en el programa. Después, en 1951, se nombró a Adulfo Salinas superintendente de distrito, el primero del país, y tenía que ayudar a los superintendentes de circuito y servir en las asambleas de circuito. Rodolfo Lozano y Samuel García lo prepararon y lo ayudaron en las primeras asambleas. Después dejaron que continuara su ruta solo. Aquel año se celebraron dieciocho asambleas en toda la República.
Originalmente, ni los preparativos de las asambleas ni los deberes del superintendente de distrito estaban definidos claramente. En algunas asambleas no había superintendentes de circuito, y los hermanos locales las organizaban como podían. El superintendente de distrito era una especie de “arreglalotodo”. Cuando llegaba al lugar donde se iba a celebrar la asamblea, ayudaba a los hermanos a instalar los departamentos. Transportaba el equipo de sonido, y también las parrillas y demás enseres de cocina necesarios para la cafetería. Leonor Salinas ayudaba a su esposo a preparar muchas cosas de la asamblea. Dedicaban todo el día al servicio del campo y por las noches hacían los preparativos de la asamblea.
El hermano Salinas recuerda que las primeras asambleas de circuito no tenían un programa detallado. Se daba a los hermanos la oportunidad de hacer preguntas, y él se esforzaba por contestarlas. Planteaban cuestiones como: “¿Es correcto llevar anillos y brazaletes?, ¿es un delito matar animales?, ¿qué significa el número 666?”. Para responder, tenía que llevar consigo muchas publicaciones de la Sociedad.
Poco a poco se organizaron mejor los aspectos relacionados con las asambleas de circuito, y todo llegó a funcionar más fácilmente.
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Hacen un gran esfuerzo para asistir a las asambleas
Las asambleas nacionales se celebraban todos los años en la Ciudad de México, y aunque la mayoría de los hermanos del país asistían a ellas, era muy difícil para algunos por la falta de recursos económicos. Cuando las asambleas eran pequeñas, todos los que llegaban de provincia se alojaban en Betel. Más tarde, a principios de los años cuarenta, se les hospedaba en los hogares de los hermanos de la capital. La pobreza de muchos de ellos oprimía el corazón, y conmovía profundamente ver el esfuerzo que hacían para llegar a la Ciudad de México con el fin de disfrutar del alimento espiritual.
¡Qué bendición fue que se organizaran asambleas más cerca de sus hogares! Ya no tendrían que viajar tanto. Pero aun así, muchos tenían que hacer grandes sacrificios para asistir a ellas. En 1949, por ejemplo, veinte hermanos del estado de Tabasco —dieciocho varones y dos mujeres— caminaron más de 320 kilómetros para asistir a una asamblea en el estado de Veracruz. Recorrieron esa distancia en quince días consecutivos. En total, el viaje de ida y vuelta les tomó unos treinta y cinco días.
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