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    Anuario de los testigos de Jehová 1995
    • Se divulga la verdad en el noroeste del país

      Como sucedía en todas partes durante los años treinta, en los estados del noroeste —Baja California, Sonora y Sinaloa— surgieron grupos de testigos de Jehová.

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    Anuario de los testigos de Jehová 1995
    • Al oeste de Sonora se encuentra la península de Baja California, paralela a la costa noroccidental del país. En 1934, un joven Testigo se dedicaba a explicar la Biblia a la gente del sur de la península. Su obra produjo buenos resultados, pero ¿qué fue de él?

      Esther Pérez relata: “En 1934 llegó a La Purísima (Baja California) un joven que hablaba de la Biblia. [...] Mi papá, que trabajaba [...] para el gobierno, nos dijo que la Sociedad le había enviado cartas en las que preguntaba por el joven, pues no se sabía qué había sido de él”. Simplemente desapareció. “Las autoridades investigaron para ver si encontraban el cadáver, pero nada hallaron, salvo el esqueleto de un burro atado. [...] Quienes dieron con dicho esqueleto también encontraron una maleta llena de libros de distintos colores. [...] De regreso al pueblo empezaron a leer los libros, y aunque no los entendieron, se dieron cuenta de que citaban de otro libro: la Biblia.”

      Nunca se supo con certeza lo que le sucedió a aquel joven Testigo, pero algunas personas que leyeron las publicaciones que él llevaba se interesaron profundamente por entender la Biblia.

      Sin embargo, un protestante quiso aprovechar la oportunidad para hacerse de algunos seguidores, y organizó un grupo con los que se habían interesado al leer los libros. Después, se suscribieron a La Atalaya, y empezaron a estudiarla. La hermana Pérez narra lo que sucedió más tarde:

      “Como el protestante se sentía dueño del grupo, no quería que nadie se comunicara con la Sociedad. Sin embargo, la Sociedad envió una carta en la que preguntaba si llegaban allí medios de transporte, de modo que se pudiera enviar a un representante para visitar el grupo. El señor Juan Arce (así se llamaba el protestante) le dijo a mi papá que no contestaran a la Sociedad. No obstante, papá y un señor llamado Francisco escribieron a la Sociedad a escondidas del protestante y explicaron cómo podía llegar el representante. Yo estaba en el pueblo cuando llegó ese hermano, un joven de apellido Terán Pardo. [...]

      ”Al día siguiente, antes de que el hermano se levantara, ya estaba todo el grupo esperando para saludarlo y hacerle preguntas. El hermano programó una reunión para esa tarde, a la que acudimos todos, unas veinticinco personas. Nos dio un discurso, y luego preguntó: ‘¿Quiénes quieren salir a servir a Jehová?’. Todos levantamos la mano; entonces dijo: ‘Vengan mañana a las nueve de la mañana para que les dé instrucciones sobre cómo realizar la obra’. Al día siguiente nos presentamos muy temprano. El hermano nos dio una tarjeta y nos indicó que lleváramos folletos. Dijo que primero presentáramos la tarjeta y después ofreciéramos los folletos. Recuerdo que me tocó salir con mi mamá. Regresamos muy contentas porque pudimos dejar folletos a las personas.” El protestante, por supuesto, nunca más volvió a las reuniones.

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