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    Anuario de los testigos de Jehová 1995
    • Llegan los graduados de Galaad

      A comienzos de los años cuarenta, los testigos de Jehová emprendieron un programa educativo múltiple que incidió profundamente en la proclamación mundial del Reino. Un aspecto de ese programa consistió en la preparación del personal de las sucursales para que hicieran el trabajo igual que en la sede mundial de Brooklyn (Nueva York, E.U.A.). El principal promotor fue Nathan H. Knorr, quien en 1942 llegó a ser presidente de la Sociedad Watch Tower. Cuando el hermano Knorr visitó por primera vez el país, en febrero de 1943, la sucursal mexicana se benefició de forma muy directa de ese programa. Durante su visita celebró una reunión especial con publicadores de diversas partes del país, a los que instó a luchar contra el analfabetismo: herencia de la influencia ancestral del catolicismo que ha impedido la superación de los pueblos latinoamericanos. Además, ayudó bastante al personal de la sucursal, y, cuando se marchó, dejó la oficina y el Hogar Betel bien equipados y mucho mejor organizados.

      Aún había mucho que hacer en México. La cantidad de alabadores de Jehová en el país había aumentado gradualmente desde la I Guerra Mundial, pero el crecimiento era lento. En 1943, 1.565 proclamadores informaban su servicio mensualmente, y trabajaban con ahínco. Los publicadores dedicaban un promedio de 28 horas al mes a dar testimonio, y los precursores regulares, una media de 137 mensuales.

      Ese año la Sociedad puso en marcha una escuela que ejercería una enorme influencia en la obra de predicar el Reino y hacer discípulos. Se fundó el entonces llamado Colegio Bíblico de Galaad de la Watchtower, cuyo objeto era preparar a ministros precursores con experiencia para servir en cualquier lugar del campo mundial donde se les necesitara. (Posteriormente se le cambió el nombre a Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower.) La primera clase comenzó el 1 de febrero. Se proyectó enviar algunos de los graduados a México.

      Al principio los hermanos tropezaron con muchos escollos legales cuando intentaron conseguir los visados para los graduados de Galaad. La II Guerra Mundial aún no había terminado; además, en Nuevo Laredo (Tamaulipas) —en la frontera con Estados Unidos— se había comenzado a perseguir a los testigos de Jehová, y a algunos los habían encarcelado. Esta situación obstaculizó la obtención de los visados. Juan Bourgeois, superintendente de la sucursal en aquel tiempo, explicó lo siguiente en su informe de 1945:

      “Cuando se anunció por primera vez el propósito del Colegio Bíblico de Galaad de la Watchtower, en México todos anhelábamos que llegara la fecha de la primera graduación, pues confiábamos en que una buena cantidad de graduados, con preparación especial para el servicio teocrático en el extranjero, serían enviados al territorio prácticamente virgen de la República. Sabíamos, además, que el adversario montaría en cólera y haría cualquier cosa para impedir la entrada de nuestros hermanos al país. En agosto de 1943, la Sociedad nos dijo que, si conseguíamos los permisos correspondientes, se asignaría a treinta instructores (graduados de Galaad) a México.

      ”Hicimos todo lo humanamente posible por conseguir los permisos, pero se presentaron una cantidad increíble de trabas que impedían la entrada de los instructores al país. En febrero de ese año, cuando prácticamente nos habíamos dado por vencidos pensando que quizá no era la voluntad de Jehová, el hermano Knorr nos visitó. Él rehusó darse por vencido, e hizo algunos trámites especiales, de modo que se realizó ‘lo imposible’. En marzo se superaron los obstáculos y se concedió la entrada al país a los hermanos Anderson. Poco después, en abril, se admitió a otros siete instructores teocráticos, graduados de la primera clase de Galaad.”

      Fred y Blanche Anderson

      Los hermanos llegaron a amar profundamente a Fred y Blanche Anderson, un matrimonio de ungidos que dedicaron la mayor parte de su vida al servicio de tiempo completo en México. Cuando el hermano Anderson residía en el país, se hizo necesario amputarle una pierna como consecuencia de un accidente que había sufrido de joven. Pese a ello, siguió trabajando en el territorio de la Ciudad de México apoyado en sus muletas. Era amable y amigable. La personalidad del hermano Anderson y de su encantadora esposa, a quien las hermanas solían llamar cariñosamente Blanquita, llenó de amor y gratitud el corazón de muchos mexicanos.

      Las expresiones del hermano Anderson revelaban bien su personalidad. En cierta ocasión manifestó: “Con agrado y devoción comenzamos a adaptarnos y a prepararnos para [servir en el extranjero]. El curso de Galaad nos ayudó sobremanera a conseguirlo. Durante cinco meses y medio trabajamos mucho y nos esforzamos para llenar la cabeza con todo lo que pudimos, pero el tiempo pasó como un relámpago. Antes de que nos diéramos cuenta, llegó el día de la graduación. Pensábamos que nuestro gozo en Galaad era el máximo, que no era posible ser más feliz o estar más cerca de Dios. Pero teníamos mucho que aprender, y lo hicimos en nuestra asignación en el extranjero”.

      Después de algunos años en su asignación, dijo: “¿A cuántas personas humildes hemos ayudado a entrar en la gloriosa luz de la verdad de Jehová? No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que ha sido muy grande nuestro gozo al participar de la bondad de Jehová”. Los Anderson sirvieron por muchos años en la obra de circuito en México y después en Betel, donde terminaron su carrera terrestre, él en 1973 y ella en 1987.

      Compañeras durante medio siglo

      Después de su primera década en México, Rosa May Dreyer, también graduada de Galaad, escribió que de las veintiuna personas que en un principio se asignó al país, solo once habían podido permanecer, y añadió: “Estoy segura de que estas once dirán conmigo: ‘No escogería estar en ninguna otra parte’”.

      Por causa de los obstáculos para entrar al país, Rosa May Dreyer y Shirley Hendrickson sirvieron por dos años en Texas, cerca de la frontera con México. Durante ese tiempo aprendieron un poco de español. Shirley, una persona alegre, recuerda que aquel territorio era difícil; por eso le agradó tanto la aceptación que encontró en la Ciudad de México. Al principio ningún publicador local fue asignado a acompañarlas, como ellas esperaban. Lo que ocurrió fue que alguien las llevó a una esquina y, sin más explicaciones, les dijo: “Aquí está su territorio”. Además, su conocimiento del español era limitado. No obstante, en vez de desanimarse, continuaron su servicio como mejor pudieron. Shirley relata sobre aquellos días: “Recuerdo que me dirigí a un edificio un poco nerviosa, pero en los primeros cuatro apartamentos aceptaron los cuatro libros que llevaba y tuve que volver a casa por más publicaciones. Aquello me infundió valor, y nunca más tuve problemas”. Hace unos cuantos años, Shirley asistió a la boda de la hija de una señora con quien estudió la Biblia en sus primeros años en México. ¡Qué alegría sintió al enterarse de que cincuenta familiares de aquella persona sirven a Jehová! Uno había sido superintendente viajante y otra era entonces miembro de la familia de Betel.

      Shirley y Rosa May fueron compañeras de servicio desde 1937 (antes de asistir juntas a Galaad) hasta 1991, año en que “Rosita” falleció en su asignación en México. Habían servido juntas por casi cincuenta y cuatro años.

      Otros misioneros que vinieron

      En total, se han enviado cincuenta y seis graduados de Galaad procedentes de diferentes países a participar en la gran obra de educación divina que se efectúa aquí. Además de los ya mencionados, otros misioneros de la primera clase de la Escuela de Galaad fueron Rubén Aguirre, Charlotte Bowin, Maxine Bradshaw, Geraldine Church, Julia Clogston, Betty Coons, Russell Cornelius, Dorothea Gardner, Verle Garfein, Frances Gooch, Elva Greaves, Thurston y Marie Hilldring, Fern Miller, Maxine Miller y Pablo Pérez. Todavía en 1988 llegaron algunos. El servicio que todos realizaron en el campo fue un motivo de gozo tanto para ellos como para otros. También ocurrieron sucesos inesperados, pero dichosos.

      Un ejemplo es el de Charlotte Bowin, quien después de dos años de servir en México fue asignada a El Salvador. Posteriormente, en 1956, se casó con Albert Schroeder, uno de sus instructores de Galaad que con el tiempo pasó a formar parte del Cuerpo Gobernante.

      En 1949, Maxine Miller contrajo matrimonio con Samuel García, un graduado de Galaad oriundo de México que en aquel entonces servía en la sucursal como representante legal de la Sociedad. Cuando Maxine llegó a la Ciudad de México, en 1946, había solo cuatro “compañías”, o congregaciones. Para 1961 ya eran 70, y a principios de 1994, la cantidad de congregaciones de la Ciudad de México y su área metropolitana era de 1.514. ¡Qué maravilloso aumento presenció! ¿Hubo solo momentos alegres en su servicio de tiempo completo? “No, no fue así —dijo en una ocasión—. También hay instantes de prueba y experiencias difíciles, pero los gozos son muchos más que los pesares, y son aquellos los que resaltan cuando reflexiono sobre el camino en que he ido al seguir tras mi propósito en la vida como sierva de Jehová Dios.” Maxine falleció en 1992 mientras servía fielmente en su asignación.

      Esther Vartanian había servido en México por unos ocho años cuando se casó, en 1955, con Rodolfo Lozano, un graduado de Galaad que acababa de llegar al país. Puesto que vivían en la sucursal, ella predicaba en la ciudad, y ayudaba a muchas personas a conocer a Jehová. Tenía la habilidad de traer a familias completas a la verdad. Aunque al principio los esposos incrédulos se negaban a estudiar, ella siempre se las arreglaba para que, finalmente, se integraran al estudio. Su peculiar tono bondadoso hacía que las personas respondieran favorablemente al mensaje. Solía acercarse a ellas y decirles con su acento extranjero: “Honey [cariño], quiero hablarte de algo muy importante”. Entonces, la escuchaban. Hasta la fecha, el matrimonio Lozano forma parte de la familia de Betel de México.

      Amorosos superintendentes cristianos de la sucursal

      Como era de esperarse, algunos de los graduados de Galaad que llegaron a México asumieron puestos de responsabilidad en la sucursal, e hicieron una labor muy buena. Antes de eso, Juan Bourgeois había reemplazado a Roberto Montero como superintendente de sucursal, y sirvió en ese puesto de 1943 a 1947, cuando tuvo que regresar a Estados Unidos. Luego, Pablo Pérez, graduado de la primera clase de Galaad, se encargó de esa asignación por tres años y medio.

      Desde entonces, ha habido otros hermanos que han tenido ese privilegio y han dado supervisión amorosa. Entre ellos están Rodolfo Lozano, durante cuatro años y medio; George Papadem, por dos años, y Samuel Friend, siete años y medio. William Simpkins comenzó a supervisar la sucursal en 1965, y cuando en 1976 se instituyó la norma de tener un Comité de Sucursal, siguió formando parte del comité de México hasta 1986. Todos hicieron aportaciones valiosas a la obra del Reino en el país. En 1982, después de haber servido en Colombia por muchos años, llegó a México Robert Tracy, y desde entonces ha sido el coordinador del Comité de Sucursal.

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    Anuario de los testigos de Jehová 1995
    • [Fotografías en la página 207]

      Otros graduados de Galaad que han servido en el campo mexicano: 1) Elizabeth Tracy, 2) Jean Friend, 3) Esther López, 4) Rubén Aguirre, 5) Russell Cornelius, 6) Esther Vartanian (Lozano), 7) Mildred Simpkins, 8) Maxine Miller (García)

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