Ponderando las noticias
Los homosexuales... ¿iguales ante Dios?
En el estado australiano de Queensland, los actos homosexuales —hasta en privado por personas que consientan en ello— son ilegales. Recientemente un prominente grupo eclesiástico de ese estado protestó vigorosamente contra esas leyes; desea que no se considere delito la homosexualidad.
Según el periódico The Courier-Mail, este Grupo Eclesiástico Unido Pro Justicia Social está compuesto de miembros de las Iglesias Anglicana, Católica Romana, Luterana, Bautista y de Unión, y Cuáqueros (Sociedad de Amigos). Este grupo, que alega que las leyes existentes contra los homosexuales tienen como base la ignorancia y el prejuicio, declaró: “Apoyamos esta postura porque creemos que ante Dios todas las personas son iguales y deben ser iguales ante la ley. Creemos que el homosexual no es más ni menos humano que la persona heterosexual”.
Aunque es cierto que todos los hombres nacen en igualdad, ¿cómo ve Dios la homosexualidad? En la Biblia se condena todo acto homosexual como contrario a la naturaleza y merecedor de la desaprobación de Dios, lo que lleva a la muerte. Esto no era cierto solamente en el Israel antiguo, sino también en los tiempos del cristianismo. (Levítico 18:22; Romanos 1:26, 27.) La condenación es clara y no necesita interpretación. “Ni fornicadores, [...] ni hombres que se tienen para propósitos contranaturales, ni hombres que se acuestan con hombres [...] heredarán el reino de Dios.” (1 Corintios 6:9, 10.)
En vez de clamar a favor de que no se considere delito la homosexualidad, los verdaderos cristianos instan a los que han sido esclavizados por esta práctica que deshonra a Dios a librarse de ella y volverse a la Palabra de verdad de Dios.
Siguen los riesgos con la sangre
Una investigación reciente ha revelado que la Cruz Roja estadounidense ha cometido centenares de errores en el manejo de sangre contaminada. Casi la mitad de los 12.000.000 a 15.000.000 de unidades de sangre que se usan en los Estados Unidos anualmente vienen de la Cruz Roja de ese país. Cuando se descubre que se han puesto en circulación unidades de sangre contaminadas, se supone que se notifique de esto a la Administración de Alimentos y Drogas (FDA), una agencia del gobierno federal. Sin embargo, el periódico The New York Times declara que un inspector federal alega que frecuentemente la Cruz Roja no hizo eso. Afirma que una investigación de sus registros reveló 380 casos en que nunca se informó al gobierno el mal manejo de sangre contaminada. Además, el artículo dijo que de 228 casos de SIDA que quizás hayan sido causados por transfusiones de sangre, el inspector descubrió que la Cruz Roja informó solo 4 a la FDA.
Aunque muchas personas todavía ven las transfusiones de sangre como una manera de salvar vidas, esas transfusiones son la causa de la muerte de miles de personas cada año. Sin embargo, los verdaderos adoradores de Dios, que obedecen Sus leyes respecto a la sangre, a la misma vez reciben protección de los peligros de las transfusiones de sangre. Dios mandó: “De ninguna manera deben comer la sangre [...] Lo que deben hacer es derramarla en la tierra como agua [...] y les irá bien a ustedes y a sus hijos por hacer lo recto”. (Deuteronomio 12:23-25, Versión Popular.)
El papa y el servicio militar
El año pasado, en una reunión del papa con más de 7.000 cadetes en la guarnición de Cecchignola, Roma, cuatro jóvenes oficiales le preguntaron al papa en cuanto a si había compatibilidad entre el servicio militar y la conciencia cristiana. Específicamente, según el periódico de la ciudad del Vaticano, L’Osservatore Romano, preguntaron: “¿Puede uno ser cristiano fiel y, al mismo tiempo, soldado fiel?”. La respuesta del papa fue: “No hay dificultad fundamental ni imposibilidad respecto a unir la vocación cristiana con la del servicio militar. Si consideramos los buenos aspectos de esta última, puede parecer hermosa, digna y buena”.
Sin embargo, ¿es compatible ese punto de vista con la neutralidad que observaban los cristianos primitivos? En su libro An Historian’s Approach to Religion Arnold Toynbee menciona el caso de Maximiliano, un mártir cristiano del siglo III, a quien el tribunal romano amenazó de muerte por negarse a ingresar en el servicio militar, y quien dijo: “No voy a servir. Me pueden decapitar, pero no voy a servir a los poderes de Este Mundo; a mi Dios sí serviré”. ¿Por qué, cuando se enfrentaba a muerte segura, rehusó Maximiliano rendir servicio militar? Porque consideraba que los verdaderos seguidores de Jesús ‘no eran parte del mundo’, tal como Jesús no fue parte del mundo. Además, consideraba que el guerrear cristiano era espiritual, según estas palabras del apóstol Pablo: “No guerreamos según lo que somos en la carne. Porque las armas de nuestro guerrear no son carnales”. (Juan 17:16; 2 Corintios 10:3, 4.)