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Los milagros de Jesús, ¿son historia, o mito?La Atalaya 1995 | 1 de marzo
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Los milagros de Jesús, ¿son historia, o mito?
“En el período de la cuarta vigilia de la noche él vino a ellos, andando sobre el mar.”—Mateo 14:25.
PARA millones de personas de todo el mundo, creer que Jesús hizo milagros es casi tan importante como creer en Dios mismo. Los evangelistas Mateo, Marcos, Lucas y Juan mencionan unos treinta y cinco milagros de Jesús. Sin embargo, sus relatos dan a entender que realizó muchas más hazañas sobrenaturales. (Mateo 9:35; Lucas 9:11.)
Estos milagros no se hicieron para entretener. Eran intrínsecos a la afirmación de Jesús de que era el Hijo de Dios, el Mesías por tanto tiempo esperado. (Juan 14:11.) Moisés efectuó señales milagrosas al presentarse ante la nación de Israel cuando esta se encontraba en esclavitud. (Éxodo 4:1-9.) Era lógico esperar, pues, que el Mesías, de quien se había profetizado que sería mayor que Moisés, presentara también alguna señal del respaldo divino. (Deuteronomio 18:15.) Así pues, la Biblia llama a Jesús “varón públicamente mostrado por Dios a [los judíos] mediante obras poderosas y portentos presagiosos y señales”. (Hechos 2:22.)
En el pasado, la gente normalmente aceptaba sin dudar la imagen que presenta la Biblia de Jesús como autor de milagros. Pero en las últimas décadas los críticos han atacado los relatos de los Evangelios. En su libro Deceptions and Myths of the Bible (Engaños y mitos de la Biblia), Lloyd Graham hace referencia al relato bíblico que narra la ocasión en que Jesús anduvo sobre el agua, y llega hasta el punto de decir: “Hay que ser muy ignorante para creer que este relato es literal; sin embargo, eso piensan millones de personas. Y luego nos preguntamos qué le pasa a este mundo. ¿Acaso pudiera esperarse un mundo mejor con tal ignorancia?”.
¿Imposibles?
Sin embargo, estas críticas no son razonables. El Diccionario de la lengua española dice que un milagro es un “hecho no explicable por las leyes naturales”. Según esa definición, hace un siglo se habrían considerado milagrosos una televisión en color, un teléfono celular o una computadora portátil. ¿Tiene sentido ser dogmáticos y calificar algo de imposible simplemente porque no podemos explicarlo según el conocimiento científico actual?
Hay otro factor que debe tenerse en cuenta. En el griego original, idioma en que se escribió el “Nuevo Testamento”, la palabra empleada para “milagro” fue dý·na·mis, término que esencialmente quiere decir “poder”. También se traduce “obras poderosas” o “habilidad”. (Lucas 6:19; 1 Corintios 12:10; Mateo 25:15.) La Biblia afirma que los milagros de Jesús fueron una manifestación del “poder majestuoso de Dios”. (Lucas 9:43.) ¿Serían imposibles tales obras para un Dios todopoderoso, que posee una “abundancia de energía dinámica”? (Isaías 40:26.)
Prueba de autenticidad
Un examen detenido de los cuatro Evangelios suministra más prueba en favor de su credibilidad. Por una parte, estos relatos son claramente distintos de los cuentos de hadas y las leyendas. Piense, por ejemplo, en las historias falsas que circularon acerca de Jesús en los siglos que siguieron a su muerte. El apócrifo “Evangelio del Pseudo Tomás” dice: “Este niño Jesús, que a la sazón tenía cinco años, [...] iba otra vez por medio del pueblo y un muchacho, que venía corriendo, fue a chocar contra sus espaldas. Irritado Jesús, le dijo: ‘No proseguirás tu camino’. E inmediatamente cayó muerto el rapaz”. No es difícil ver la naturaleza de esta narración: es un relato inventado, una ficción. Además, el niño caprichoso de carácter ruin que describe este relato no guarda ningún parecido con el Jesús de la Biblia. (Contrástese con Lucas 2:51, 52.)
Ahora piense en los relatos auténticos de los Evangelios. Están libres de exageraciones y matices ficticios. Jesús hizo milagros en respuesta a necesidades verdaderas, no para satisfacer simples caprichos. (Marcos 10:46-52.) Nunca utilizó sus poderes para beneficiarse. (Mateo 4:2-4.) Y jamás los usó para lucirse. De hecho, cuando el rey Herodes, movido por la curiosidad, quiso que Jesús ejecutara alguna “señal” milagrosa, este “no le contestó nada”. (Lucas 23:8, 9.)
También se ve un marcado contraste entre los milagros de Jesús y el trabajo de los ilusionistas profesionales, magos y curadores por fe. Las obras poderosas de Jesús siempre glorificaban a Dios. (Juan 9:3; 11:1-4.) Sus milagros no constaban de rituales emotivos, conjuros mágicos, ostentación, superchería ni hipnotismo. Cuando Jesús se encontró con un mendigo ciego llamado Bartimeo que clamó: “Rabboni, que recobre la vista”, Jesús simplemente le dijo: “‘Vete, tu fe te ha devuelto la salud’. E inmediatamente recobró la vista”. (Marcos 10:46-52.)
Los Evangelios muestran que Jesús llevó a cabo sus obras poderosas sin accesorios, sin escenas preparadas y sin luces de trucaje. Se efectuaban en público, con frecuencia delante de muchos testigos. (Marcos 5:24-29; Lucas 7:11-15.) A diferencia de los sanadores por fe de la actualidad, jamás fracasó en la curación de algún enfermo porque a este supuestamente le faltara fe. Mateo 8:16 dice: “Curó a todos los que se sentían mal”.
En su libro “Many Infallible Proofs”: The Evidences of Christianity (“Muchas pruebas indubitables”: Las pruebas del cristianismo), el erudito Arthur Pierson dice lo siguiente sobre los milagros de Cristo: “La cantidad de sus curaciones, su naturaleza inmediata y completa, y el hecho de que no fracasara ni siquiera en levantar a los muertos colocan estos milagros a una distancia infinita de las supuestas hazañas de esta época o de cualquier otra”.
Corroborados por la historia
Pierson presenta otro argumento que apoya los relatos evangélicos: “No hay mejor confirmación de los milagros de la Biblia que el silencio de los enemigos”. Los líderes judíos tenían motivos de sobra para querer desacreditar a Jesús, pero sus milagros eran tan bien conocidos que sus oponentes no se atrevieron a negarlos. Todo lo que podían hacer era atribuirlos a los demonios. (Mateo 12:22-24.) Siglos después de la muerte de Jesús, los escritores del Talmud judío siguieron atribuyéndole poderes milagrosos. Según el libro Jewish Expressions on Jesus (Expresiones judías sobre Jesús), lo rechazaron alegando que “practicaba la magia”. ¿Se habría hecho tal comentario de haber habido una mínima posibilidad de rechazar los milagros de Jesús por ser simples mitos?
Eusebio, historiador eclesiástico del siglo IV, presenta más prueba. En su Historia eclesiástica cita de un tal Cuadrato que envió una carta al emperador en defensa del cristianismo. Cuadrato escribió: “Las obras de nuestro Salvador estaban siempre presentes, porque eran verdaderas: los que habían sido curados, los resucitados de entre los muertos, los cuales no solamente fueron vistos en el instante de ser curados y de resucitar, sino que también estuvieron siempre presentes, y no sólo mientras vivió el Salvador, sino también después de morir Él, todos vivieron tiempo suficiente de manera que algunos de ellos incluso han llegado hasta nuestros tiempos”. El erudito William Barclay escribió: “Cuadrato dice que aún en sus días podía presentarse como prueba a hombres en quienes se habían hecho milagros. Si esa afirmación no hubiera sido cierta, nada habría sido más sencillo que el que el gobierno romano la desmintiera”.
El creer en los milagros de Jesús es razonable, racional y está completamente de acuerdo con las pruebas. No obstante, sus milagros no son historia muerta. Hebreos 13:8 nos recuerda: “Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y para siempre”. En efecto, él está vivo en los cielos hoy, y puede utilizar sus poderes milagrosos de una forma mucho más grandiosa que cuando estuvo en la Tierra como ser humano. Además, los milagros que se relatan en los Evangelios 1) enseñan a los cristianos lecciones prácticas hoy, 2) revelan aspectos fascinantes de la personalidad de Jesús y 3) señalan a un tiempo, en el futuro cercano, en que se verán sucesos aún más espectaculares.
El siguiente artículo ilustrará estos puntos, y se centrará en tres conocidos relatos de la Biblia.
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Lecciones de los milagros de JesúsLa Atalaya 1995 | 1 de marzo
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Lecciones de los milagros de Jesús
“AHORA bien, al tercer día se efectuó un banquete de bodas en Caná de Galilea [...]. Jesús y sus discípulos también fueron invitados al banquete de bodas. Cuando faltó el vino, la madre de Jesús le dijo: ‘No tienen vino’.” Este suceso, llevó a que Jesús hiciera su primer milagro. (Juan 2:1-3.)
¿No era demasiado insignificante el problema, demasiado trivial, como para requerir la atención de Jesús? Un escriturario explica: “La hospitalidad era un deber sagrado en Oriente [...]. La verdadera hospitalidad, especialmente en un banquete de bodas, exigía abundancia de todo. Si se [acababan] las provisiones en un banquete de bodas, la familia y la joven pareja jamás lograrían borrar la vergüenza”.
Por eso Jesús tomó medidas. Vio “seis tinajas de piedra para agua según lo exigido por los reglamentos de purificación de los judíos”. Estos tenían la costumbre de lavarse de forma ritual antes de las comidas, y se había requerido una gran cantidad de agua para las necesidades de los presentes. “Llenen de agua las tinajas de agua”, ordenó Jesús a los que servían a los invitados. Él no era “el director del banquete”, pero habló directamente y con autoridad. Dice el relato: “Cuando el director del banquete probó el agua [...,] había sido convertida en vino”. (Juan 2:6-9; Marcos 7:3.)
Quizás extrañe que algo tan normal como una boda sirviera de marco para el primer milagro de Jesús; pero este suceso dice mucho de él. Jesús estaba soltero, y en posteriores ocasiones habló con sus discípulos de las ventajas de la soltería. (Mateo 19:12.) Sin embargo, su presencia en el banquete de bodas demostró que no estaba ni mucho menos opuesto al matrimonio. Era equilibrado y apoyaba esta institución; la veía como algo honorable a los ojos de Dios. (Compárese con Hebreos 13:4.)
Jesús no era el asceta austero que pintaron posteriormente los artistas de las iglesias. Está claro que le gustaba estar con la gente y que no era insociable. (Compárese con Lucas 5:29.) Sus acciones, pues, sentaron un precedente para sus seguidores. Jesús demostró personalmente que no tenían que ser solemnes o taciturnos sin necesidad, como si la justicia significara tristeza. Al contrario, más tarde se mandó a los cristianos: “Siempre regocíjense en el Señor”. (Filipenses 4:4.) Hoy los cristianos procuran mantener el esparcimiento dentro de límites razonables. Hallan gozo en el servicio de Dios, pero, siguiendo el ejemplo de Jesús, de vez en cuando pasan tiempo en compañía de otras personas en un marco social.
Fíjese también en la ternura que manifestó Jesús. No estaba obligado a hacer un milagro. No había ninguna profecía que tuviera que cumplir a este respecto. Al parecer, Jesús sencillamente se conmovió al ver la inquietud de su madre y la situación en que se hallaban los novios. Se preocupó por los sentimientos de ellos y quiso ahorrarles la vergüenza. ¿No aumenta esto su confianza en que Cristo se interesa realmente en usted, hasta en sus problemas cotidianos? (Compárese con Hebreos 4:14-16.)
Dado que cada tinaja “podía contener dos o tres medidas” de agua, el milagro de Jesús produciría una gran cantidad de vino, quizás 390 litros. (Juan 2:6.) ¿Por qué tanto vino? Jesús no estaba favoreciendo la borrachera, algo que Dios condena (Efesios 5:18), sino demostrando la misma generosidad que muestra Dios. Como el vino era una bebida común, lo que sobrara podría usarse en otra ocasión. (Compárese con Mateo 14:14-20; 15:32-37.)
Los cristianos primitivos imitaron el ejemplo de generosidad de Jesús (Compárese con Hechos 4:34, 35), y al pueblo de Jehová de hoy se le anima a ‘practicar el dar’. (Lucas 6:38.) No obstante, el primer milagro de Jesús también tiene un significado profético. Señala a un tiempo futuro en el que Dios proveerá generosamente “un banquete de platos con mucho aceite, un banquete de vino mantenido sobre las heces”, y eliminará por completo el hambre. (Isaías 25:6.)
¿Qué podemos aprender de los muchos milagros que hizo Jesús para sanar a la gente?
Hace el bien en sábado
“Levántate, toma tu camilla y anda.” Así habló Jesús a un hombre que había estado enfermo treinta y ocho años. El relato evangélico continúa: “Con eso, el hombre inmediatamente se puso bien de salud, y tomó su camilla y echó a andar”. Aunque parezca sorprendente, este cambio en la situación del hombre no fue del agrado de todos. El relato dice: “Los judíos empezaron a perseguir a Jesús, porque hacía estas cosas durante el sábado”. (Juan 5:1-9, 16.)
El sábado se dio para que fuera un día de descanso y alegría para todos. (Éxodo 20:8-11.) Pero para la época de Jesús se había convertido en un laberinto de reglas opresivas ideadas por el hombre. El erudito Alfred Edersheim escribió que las extensas secciones sobre la ley sabática del Talmud “que discuten cuestiones tan serias y de importancia religiosa vital, hacen difícil que uno pueda imaginarse que un intelecto sano tenga el menor interés en debatirlas formalmente”. (La vida y los tiempos de Jesús el Mesías.) Los rabinos daban una importancia de vida o muerte a estas reglas intrascendentes y arbitrarias que regulaban prácticamente todo aspecto de la vida del judío, muchas veces con una insensible indiferencia a los sentimientos humanos. Una norma sabática decretaba: “Si cae sobre una persona un edificio y existe duda si está allí o si no está, si está vivo o si está muerto, si es extranjero o si es israelí, retirarán de él los escombros. Si lo encuentran vivo, lo sacan; si lo encuentran muerto, lo dejan allí”. (Tratado Yoma 8:7, La Misná, edición de Carlos del Valle.)
¿Cómo veía Jesús tal sofistería legalista? Cuando se le criticó por curar en sábado, dijo: “Mi Padre ha seguido trabajando hasta ahora, y yo sigo trabajando”. (Juan 5:17.) Jesús no estaba llevando a cabo un trabajo seglar para enriquecerse, sino haciendo la voluntad de Dios. Tal como a los levitas se les permitía seguir realizando su servicio sagrado en sábado, Jesús podía efectuar legítimamente los deberes que Dios le había asignado como Mesías sin violar la Ley divina. (Mateo 12:5.)
Las curaciones de Jesús en sábado también mostraron claramente que los escribas y fariseos eran ‘justos en demasía’, inflexibles y desequilibrados en su forma de pensar. (Eclesiastés 7:16.) Obviamente no era la voluntad de Dios que las buenas obras se limitaran a ciertos días de la semana, y él tampoco se proponía que el sábado fuera un vano ejercicio legal. Jesús dijo en Marcos 2:27: “El sábado vino a existir por causa del hombre, y no el hombre por causa del sábado”. Jesús amaba a la gente, no reglas arbitrarias.
De igual modo, no es conveniente que los cristianos sean inflexibles o de mentalidad legalista. Los que tienen autoridad en la congregación se abstienen de cargar a los demás con sus propias reglas y normas excesivas. El ejemplo de Jesús también nos anima a buscar oportunidades para hacer el bien. Por ejemplo, un cristiano jamás pensaría que su deber de compartir las verdades bíblicas se limita a participar formalmente en el ministerio de casa en casa o dar un discurso. El cristiano, dice el apóstol Pedro, debe estar ‘siempre listo para presentar una defensa ante todo el que le exija razón de su esperanza’. (1 Pedro 3:15.) Hacer el bien no está limitado por el tiempo.
Una lección de compasión
Se narra otro milagro sobresaliente en Lucas 7:11-17. Según el relato, Jesús “viajó a una ciudad llamada Naín, y sus discípulos y una gran muchedumbre viajaban con él”. En la actualidad, todavía pueden verse sepulturas al sudeste de la moderna aldea árabe de Nein. “Al acercarse él a la puerta de la ciudad”, se encontró con gente que hacía mucho ruido. “Pues ¡mira!, sacaban a un muerto, el hijo unigénito de su madre. Además, ella era viuda. También estaba con ella una muchedumbre bastante numerosa de la ciudad.” H. B. Tristram señaló que “el modo de llevar a cabo un entierro no ha cambiado” desde tiempos antiguos, y añadió: “He visto a las mujeres que siguen al féretro, precedidas de las plañideras profesionales. Lanzan los brazos hacia arriba, se tiran del cabello, haciendo los gestos más extremados de desconsuelo, y van gritando el nombre del difunto”. (Eastern Customs in Bible Lands [Costumbres orientales de las tierras bíblicas].)
En medio de todo este alboroto caminaba una viuda afligida cuyo semblante debía reflejar mucho dolor. Tras perder a su esposo, veía a su hijo tal como escribió el autor Herbert Lockyer: “El bastón de su vejez y el consuelo de su soledad; el apoyo y columna del hogar. Al perder a su único hijo, había desaparecido el último apoyo que le quedaba”. (All the Miracles of the Bible [Todos los milagros de la Biblia].) ¿Cómo reaccionó Jesús? Lucas relata con elocuencia la situación: “Cuando el Señor alcanzó a verla, se enterneció por ella, y le dijo: ‘Deja de llorar’”. La expresión “se enterneció” se deriva de una palabra griega que literalmente quiere decir “intestinos”. Significa “ser movido en las entrañas de uno”. (Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento, de W. E. Vine.) Sí, Jesús se conmovió hasta lo más profundo de su ser.
Es probable que la propia madre de Jesús hubiera enviudado para entonces, de modo que seguramente él había experimentado el dolor por la pérdida de su padre adoptivo, José. (Compárese con Juan 19:25-27.) La viuda no tuvo que suplicarle a Jesús. Espontáneamente él “se acercó y tocó el féretro”, a pesar de que bajo la Ley mosaica la persona que tocaba un cadáver se hacía inmunda. (Números 19:11.) Mediante sus poderes milagrosos, Jesús podía quitar la fuente misma de la inmundicia. “Dijo: ‘Joven, yo te digo: ¡Levántate!’. Y el muerto se incorporó y comenzó a hablar, y él lo dio a su madre.”
¡Qué emocionante lección de compasión! Los cristianos no deben imitar la falta de amor y frialdad que se ve en estos “últimos días”. (2 Timoteo 3:1-5.) Al contrario, 1 Pedro 3:8 exhorta: “Finalmente, todos ustedes sean de un mismo ánimo y parecer, compartiendo sentimientos como compañeros, teniendo cariño fraternal, siendo tiernamente compasivos”. Cuando un conocido sufre por causa de una muerte o una enfermedad grave, no podemos resucitar al difunto ni sanar al enfermo. Pero podemos ofrecer ayuda práctica y consuelo, quizás simplemente al estar allí y llorar con el afligido. (Romanos 12:15.)
Esta espectacular resurrección llevada a cabo por Jesús también señala al futuro, al tiempo en que “todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán su voz y saldrán”. (Juan 5:28, 29.) Por toda la Tierra los dolientes experimentarán la compasión de Jesús cuando vuelvan del sepulcro madres, padres, hijos y amigos.
Las lecciones de los milagros
Esta claro, pues, que los milagros de Jesús fueron más que simples demostraciones de poder. Glorificaron a Dios, y así pusieron un modelo para los cristianos, a quienes se insta a ‘glorificar a Dios’. (Romanos 15:6.) Animaron a hacer el bien, a mostrar generosidad y compasión. Y lo más importante es que fueron un anticipo de las obras poderosas que se realizarán durante el Reinado Milenario de Cristo.
Mientras Jesús estuvo en la Tierra, efectuó sus obras poderosas en una zona geográfica relativamente pequeña. (Mateo 15:24.) Como Rey glorificado, tendrá jurisdicción en toda la Tierra. (Salmo 72:8.) Aquellos a los que él sanó y resucitó milagrosamente en el pasado murieron con el tiempo. Bajo su reino celestial, el pecado y la muerte serán completamente eliminados, lo cual hará posible tener vida eterna. (Romanos 6:23; Revelación 21:3, 4.) Sí, los milagros de Jesús señalan el camino a un futuro glorioso. Los testigos de Jehová han ayudado a millones de personas a tener verdadera esperanza de formar parte de ese futuro. Hasta que llegue ese tiempo, ¡qué maravillosa vislumbre del futuro cercano suministran los milagros de Jesucristo!
[Ilustración en la página 7]
Jesús convierte el agua en vino
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