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  • Llama a cuatro discípulos
    El hombre más grande de todos los tiempos
    • Por eso, mientras Jesús camina por la orilla del mar y ve a Simón Pedro y a sus compañeros lavando sus redes, se les aproxima. Sube a la barca de Pedro y le pide que se aleje de la costa. Cuando están a corta distancia, Jesús se sienta en la barca y empieza a enseñar a la muchedumbre que está en la ribera.

      Después, Jesús dice a Pedro: “Rema hasta donde está profundo, y echen sus redes para la pesca”.

      “Instructor —responde Pedro—, toda la noche nos afanamos y no sacamos nada, pero porque tú lo dices bajaré las redes.”

      Cuando bajan las redes, los pescados en ellas son tantos que las redes empiezan a romperse. Con urgencia, los hombres hacen señas a sus compañeros que están en una barca cercana para que vengan a ayudar. En poco tiempo las dos barcas se llenan de tantos pescados que empiezan a hundirse. Al ver esto, Pedro se postra ante Jesús y dice: “Apártate de mí, porque soy varón pecador, Señor”.

      “Deja de tener miedo —contesta Jesús—. De ahora en adelante estarás pescando vivos a hombres.”

  • Más milagros en Capernaum
    El hombre más grande de todos los tiempos
    • Más milagros en Capernaum

      EL SÁBADO después que Jesús llama a sus primeros cuatro discípulos —Pedro, Andrés, Santiago y Juan— Jesús va con ellos a una sinagoga local en Capernaum. Allí Jesús empieza a enseñar, y la gente queda atónita porque les enseña como quien tiene autoridad y no como los escribas.

      Este mismo sábado está presente allí un endemoniado. Poco después este grita con voz fuerte: “¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús Nazareno? ¿Viniste a destruirnos? Sé exactamente quién eres, el Santo de Dios”.

      El demonio que controla al hombre es realmente un ángel de Satanás. Jesús reprende así al demonio: “¡Calla, y sal de él!”.

      Pues bien, el demonio convulsiona al hombre y grita a voz en cuello. Pero sale del hombre sin hacerle daño. ¡Todos quedan completamente pasmados de asombro! Preguntan: “¿Qué es esto?”. Y dicen: “Con autoridad ordena hasta a los espíritus inmundos, y le obedecen”. Las noticias de esto se esparcen por toda la comarca.

      Al salir de la sinagoga, Jesús y sus discípulos van a la casa de Simón, o Pedro. Allí está la suegra de Pedro, muy enferma con una fiebre alta. Le ruegan: ‘Por favor, ayúdala’. De modo que Jesús va a donde ella, la toma de la mano y la levanta. ¡Ella queda sana de inmediato y empieza a prepararles una comida!

      Más tarde, después de ponerse el Sol, personas de todas partes empiezan a traer a los enfermos a la casa de Pedro. ¡Dentro de poco toda la ciudad está reunida a la puerta! Y, sin importar cuáles sean las enfermedades, Jesús sana a todos los enfermos. Hasta libra de los demonios a los que estaban bajo el dominio de estos. Los demonios, al salir de la gente, gritan: “Tú eres el Hijo de Dios”. Pero Jesús los reprende y no les permite hablar porque saben que él es el Cristo. (Marcos 1:21-34; Lucas 4:31-41; Mateo 8:14-17.)

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