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  • Jesús enseña en Perea de camino a Judea
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Por lo visto, poco después llega alguien con un mensaje de María y Marta, las hermanas de Lázaro, que viven en Betania, en Judea. El mensajero dice: “Señor, mira, tu querido amigo está enfermo” (Juan 11:1-3).

      Cuando Jesús se entera de que su amigo Lázaro está muy enfermo, la tristeza no lo detiene. Al contrario, responde: “Esta enfermedad no tiene como finalidad la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios y para que el Hijo de Dios sea glorificado”. Jesús se queda dos días más allí y entonces les dice a sus discípulos: “Vámonos otra vez a Judea”. Pero a ellos no les parece bien y le dicen: “Rabí, hace poco los de Judea querían apedrearte, ¿y piensas ir allí de nuevo?” (Juan 11:4, 7, 8).

      Jesús les contesta: “El día tiene 12 horas de luz, ¿no es así? Quien camina a la luz del día no tropieza con nada porque ve la luz de este mundo. Pero quien camina de noche tropieza porque la luz no está en él” (Juan 11:9, 10). Parece que lo que Jesús quiere decir es que el plazo que Dios le ha dado para realizar su ministerio todavía no ha terminado. Hasta que llegue ese momento, debe aprovechar al máximo el poco tiempo que le queda.

      Luego añade: “Nuestro amigo Lázaro se ha dormido, pero voy para allá a despertarlo”. Como sus discípulos creen que Lázaro simplemente está descansando y que se recuperará, le dicen: “Señor, si está durmiendo, se pondrá bien”. Entonces Jesús les dice con claridad: “Lázaro ha muerto [...]. Vayamos adonde está él” (Juan 11:11-15).

      A pesar de que Tomás sabe que en Judea podrían matar a Jesús, quiere estar con él y darle su apoyo. Por eso, les dice a los demás discípulos: “Vayamos nosotros también y muramos con él” (Juan 11:16).

  • “La resurrección y la vida”
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • “La resurrección y la vida”

      JUAN 11:17-37

      • JESÚS LLEGA A BETANIA DESPUÉS DE LA MUERTE DE LÁZARO

      • “LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA”

      Jesús viene de Perea y ya se encuentra muy cerca de Betania, una aldea que está a unos tres kilómetros (dos millas) al este de Jerusalén. Lázaro murió hace unos días y sus hermanas, María y Marta, todavía están de duelo por él. Muchas personas han venido para consolarlas.

      Marta corre al encuentro de Jesús

      Entonces, alguien le informa a Marta que Jesús se acerca, y ella sale corriendo a su encuentro. Cuando llega adonde Jesús, Marta le dice algo que ella y su hermana quizás llevan pensando los últimos cuatro días: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto”. Esto no quiere decir que ella no tenga esperanza, pues añade: “Sé que todo lo que le pidas a Dios, Dios te lo dará” (Juan 11:21, 22). Ella cree que Jesús todavía puede hacer algo por su hermano.

      A continuación, Jesús le dice: “Tu hermano se levantará”. Marta piensa que habla de la futura resurrección terrestre, la esperanza que tenían Abrahán y otros siervos del pasado. Segura de que eso sucederá, le responde: “Yo sé que se levantará en la resurrección, en el último día” (Juan 11:23, 24).

      ¿Puede hacer Jesús algo ahora? Le recuerda a Marta que Dios le ha dado poder sobre la muerte: “El que demuestre fe en mí, aunque muera, llegará a vivir; y nadie que esté vivo y demuestre fe en mí morirá jamás” (Juan 11:25, 26).

      Jesús no está insinuando que sus discípulos no vayan a morir nunca. Incluso él tiene que morir, como ya les ha dicho a sus apóstoles (Mateo 16:21; 17:22, 23). Indica que quienes tienen fe en él pueden recibir vida eterna. Muchos la obtendrán después de ser resucitados. Y puede que los siervos de Dios que estén vivos cuando llegue el fin de este sistema no tengan que morir nunca. En cualquier caso, todo el que demuestre fe en él puede estar seguro de que nunca morirá de forma permanente.

      Pero ¿puede Jesús, que acaba de decir: “Yo soy la resurrección y la vida”, ayudar a Lázaro, que lleva muerto varios días? Él le pregunta a Marta: “¿Crees tú esto?”. Ella le contesta: “Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”. Marta está convencida de que Jesús puede hacer algo en ese momento. Por eso, va a casa enseguida y le dice a su hermana en privado: “El Maestro está aquí y te llama” (Juan 11:25-28). María sale inmediatamente de la casa y muchos la siguen, dando por sentado que se dirige a la tumba de Lázaro.

      Sin embargo, María va adonde está Jesús, cae a sus pies llorando y le repite lo mismo que su hermana: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto”. Al ver llorar a María y a la multitud que la sigue, Jesús se conmueve en lo más profundo de su ser y se siente angustiado; incluso se le saltan las lágrimas. Eso impresiona a los presentes. Pero algunos preguntan: “Si este hombre pudo abrirle los ojos al ciego, ¿no podría haber impedido que Lázaro muriera?” (Juan 11:32, 37).

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