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  • ¿Por qué están cambiando los valores?
    ¡Despertad! 2003 | 8 de junio
    • ¿Por qué están cambiando los valores?

      “¿Qué es lo más importante en la vida?”

      Ante esta pregunta, planteada por la empresa Gallup a 50.000 encuestados de 60 países, las respuestas más frecuentes en casi todos los rincones del globo fueron “la felicidad familiar” y “la salud”.

      A PRIMERA vista, se diría que los ciudadanos del mundo entero comparten una noble escala de valores, pero el cuadro no es tan halagüeño como parece. Si bien es cierto que los principios se han basado por lo general en la religión y la moral tradicionales, la situación está cambiando con rapidez. Así, la investigadora Marisa Ferrari Occhionero señala que “los valores de los jóvenes [italianos] acusan cada vez menos la influencia de los padres, la tradición y la religión”, y lo mismo cabría afirmar de la gente, tanto joven como mayor, de otras nacionalidades.

      El profesor Ronald Inglehart, coordinador del World Values Survey, proyecto de investigación sobre los valores del mundo, señala: “Disponemos de un creciente cúmulo de pruebas de que en todo el planeta se están produciendo profundas modificaciones en los criterios de la gente”. ¿Qué origen tienen tales innovaciones? Según Inglehart, “son el reflejo de cambios en la economía y la técnica”.

      La encuesta de Gallup reveló que, entre la lista de aspectos más importantes de la vida, el empleo recibió una “valoración bastante baja” en las naciones ricas, mientras que en los países en vías de desarrollo ocupó el primer puesto. En efecto, si para los pobres lo prioritario es sobrevivir en el día a día, para los ciudadanos de los países prósperos suelen serlo otras cosas como la salud, la felicidad familiar y la afirmación de su individualidad.

      Por otro lado, los avances tecnológicos garantizan que los nuevos valores penetrarán en las naciones emergentes. “En nuestras creencias y valores —indica la revista The Futurist— influyen lo que vemos y oímos.” De ahí que los medios de comunicación hayan tenido una gran incidencia en los valores occidentales. La citada revista añade: “Hoy día, el alcance de estos medios es mundial”.

      ¿Qué cambios se han registrado en las actitudes y conductas? ¿Qué efecto tienen los nuevos valores en usted, lector, y en su familia?

  • ¿Están en decadencia los valores?
    ¡Despertad! 2003 | 8 de junio
    • ¿Están en decadencia los valores?

      ENTRE los mejores regalos que pueden hacer los padres a sus hijos figuran su amor incondicional y unos valores que ellos mismos empleen para regir su vida, y no solo para sermonearlos.

      Sin buenos principios, nuestra existencia es poco más que una lucha encarnizada por sobrevivir. En efecto, los valores aportan sentido a la vida y, además, establecen prioridades, límites morales y reglas de conducta.

      Con todo, muchos valores tradicionales se enfrentan a rápidos cambios. Por ejemplo, la “sociedad tiende a adoptar normas de conducta sexual que conceden mayor espacio para la gratificación y afirmación personal”, señaló el profesor Ronald Inglehart. En un sondeo de Gallup realizado en 1997 en dieciséis países se preguntó a los encuestados si consideraban moral tener hijos fuera del matrimonio. Según Gallup, “la aceptación de este nuevo estilo de vida oscila entre más del noventa por ciento en algunas regiones de Europa occidental y menos del quince por ciento en Singapur y la India”.

      Aunque haya quienes alaben la nueva libertad sexual, en la obra The Rise of Government and the Decline of Morality, de James A. Dorn, se considera que “la gran cantidad de hijos nacidos fuera del matrimonio” y “la disolución de las familias” constituyen “claros síntomas de decadencia moral”.

      Más valores en crisis

      También experimentan un notable declive otros valores ancestrales. Por ejemplo, el citado estudio dirigido por el profesor Inglehart menciona que en los países industrializados “se está perdiendo el respeto a la autoridad”.

      Otro valor tradicional que manifiesta una clara tendencia a la baja es la ética laboral. La Federación Nacional de Empresas Independientes, de Estados Unidos, efectuó un estudio con más de medio millón de patronos. “El 31% señaló que era difícil llenar las vacantes, y el 21%, que la calidad del trabajo solía ser deficiente.” Otro empresario comenta: “Cada vez cuesta más encontrar empleados que aguanten más de un día, sean puntuales y no lleguen bebidos”.

      El deterioro pudiera deberse a factores económicos. Así, al disminuir las ganancias, los jefes despiden empleados o reducen ciertas prestaciones. La revista Ethics & Behavior comenta: “Los trabajadores que constatan dicha falta de lealtad y de garantías comienzan a corresponder a sus patronos con un comportamiento negativo. No realizan sus labores con entrega, pues al día siguiente tal vez estén desempleados”.

      Otros valores que han decaído marcadamente son la urbanidad y la cortesía. Una investigación realizada en Australia arroja esta conclusión: “El 87,7% de los empleados comentaron que los malos modales en la oficina bajan la moral del personal”. Y en un sondeo estadounidense efectuado con profesionales de los negocios, “el 80% señaló que había aumentado la descortesía en las actividades comerciales”. Según la agencia de noticias CNN, “el mal servicio al cliente es tan común que casi la mitad de los encuestados indicaron que por esa razón se habían marchado de alguna tienda el año pasado. Además, 1 de cada 2 entrevistados indicó que suelen ver gente hablando por el celular muy alto o de modo desagradable. Y de cada 10 conductores, 6 dijeron haberse topado con muchos automovilistas agresivos o temerarios”.

      ¿Cuánto valor tiene la vida humana?

      Algunas personas que afirman haber adoptado ciertos “valores” no necesariamente se guían por ellos. Por ejemplo, el 40% de los ciudadanos de 40 países entrevistados por el Instituto de Ética Global eligió el “respeto a la vida” como uno de los cinco valores “más importantes”.a

      Pero ¿qué sucede en la práctica? Las naciones industrializadas poseen sin duda los recursos necesarios para eliminar buena parte de los sufrimientos de la humanidad. Pese a todo, como indicó en 1998 un libro de Carol Bellamy, directora ejecutiva del UNICEF, la desnutrición “interviene en más de la mitad de los casi doce millones de defunciones de niños menores de cinco años que se producen anualmente en los países en desarrollo, lo que constituye un número sin igual desde que la peste negra asoló Europa en el siglo XIV”. Tales informes resultan escalofriantes para quienes aprecian la vida. “Sin embargo —comenta Bellamy—, la crisis mundial de la desnutrición ha despertado muy poca alarma entre el público, a pesar de las pruebas científicas que reflejan cada vez con más insistencia el peligro. Reciben mucha más atención los altibajos del mercado de valores que el enorme potencial destructivo de la desnutrición o que los beneficios —igualmente enormes— de la buena alimentación.”

      Entre muchos médicos se observa una concepción distorsionada de la vida. En un tiempo tan reciente como la década de 1970, los niños que nacían con solo veintitrés semanas de gestación apenas tenían probabilidades de sobrevivir. En la actualidad, quizás puedan hacerlo hasta en el 40% de los casos. En vista de tales progresos, resulta sumamente irónico que cada año se aborten entre 40.000.000 y 60.000.000 de fetos, la mayoría solo unas semanas más jóvenes que los prematuros que con tanto empeño trata de salvar el personal médico. ¿No revela este hecho la gran confusión moral existente?

      Se necesita una brújula moral

      Ante la pregunta de la encuesta de Gallup “¿Qué importa menos en la vida?”, una de las dos respuestas más comunes fue “ser fiel a mi religión”. No sorprende, por tanto, la continua mengua en la asistencia a las iglesias. El profesor Inglehart opina que la prosperidad de los países occidentales ha “propiciado un sentido de seguridad sin precedentes” que “ha reducido la necesidad de recibir el consuelo aportado tradicionalmente por la religión”.

      En paralelo con la pérdida de confianza en la religión, disminuye la fe en la Biblia. En un sondeo internacional se preguntó a la gente a qué medio recurriría para determinar qué es moralmente bueno. La gran mayoría respondió que se basaría en la experiencia personal. “La Palabra de Dios quedó en segundo lugar, pero con mucha diferencia”, concluye el informe del estudio.

      No es de extrañar que los valores se encuentren en crisis. La ausencia de una brújula moral, unida al creciente énfasis en el materialismo y el individualismo, ha fomentado una cultura codiciosa e indiferente a los sentimientos ajenos. ¿Qué pérdidas importantes se han producido a consecuencia de los cambios?

      [Nota]

      a Hace más de medio siglo, las Naciones Unidas adoptaron la Declaración Universal de Derechos Humanos, cuyo primer artículo reza: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”.

      [Ilustraciones de las páginas 4 y 5]

      Las rupturas familiares, la mala ética laboral y la rebeldía reflejan la crisis de valores

      [Ilustración de la página 6]

      Todos los años se abortan millones de fetos, solo unas semanas más jóvenes que este bebé prematuro

  • ¿Le desconcierta la pérdida de valores?
    ¡Despertad! 2003 | 8 de junio
    • ¿Le desconcierta la pérdida de valores?

      “¿CUÁL es el problema más grave de la nación?” Para la mayoría de los estadounidenses encuestados, lo más inquietante resulta ser la crisis que atraviesan la familia y la moral. Y no son los únicos en opinar así.

      Por ejemplo, el diario parisino International Herald Tribune comentó: “Existe un claro anhelo, sobre todo entre la juventud, de algún tipo de visión unificadora, un conjunto de ideales reconocidos con el que hacer frente y poner coto al avance de la codicia, el egoísmo y la insolidaridad, que parecen adueñarse del mundo. [...] El creciente debate sobre la necesidad de una ética mundial constituye una admisión de que falta algo”.

      ¿Cree usted que los gobernantes y otros líderes mundiales —incluidos los magnates de los negocios— tienen los valores necesarios para conducirnos a un futuro más feliz y seguro? ¿O se siente desconcertado, al menos hasta cierto grado, debido al actual cambio de los valores?

      Una causa de gran inquietud es la seguridad personal. ¿Reside el lector en una zona donde puede dejar la puerta de casa sin llave? ¿Se siente tranquilo caminando por su vecindario de noche? Aun si tiene la dicha de vivir en un sector libre de guerras, problemas étnicos y sangrientas luchas pandilleras, quizá tenga miedo a los ataques, allanamientos y asaltos u otros robos, circunstancias que, como es lógico, generan angustia y desconcierto.

      Además, tal vez haya perdido —siquiera en cierta medida— la confianza en sus semejantes al ver en sus relaciones laborales y privadas que cada vez hay más personas dispuestas a hacerle daño con tal de favorecer sus propios intereses, aunque solo sea un poco.

      El gobierno debe dar el ejemplo

      En el transcurso de la historia se ha reconocido el estrecho vínculo existente entre los valores de la ciudadanía y los que manifiesta el gobierno. Antes de ser presidente de Estados Unidos, Calvin Coolidge hizo este comentario: “Aunque el hombre habla de derechos naturales, desafío a cualquiera a demostrar que en algún rincón del mundo natural han existido o se han reconocido derechos antes de haberlos declarado y protegido mediante la promulgación del correspondiente cuerpo de leyes”.

      En última instancia, es el gobierno —con independencia de los medios por los que llegó al poder— el que puede promover o limitar derechos civiles como los que garantizan que el ciudadano disfrutará de libertad de prensa, reunión, culto y libre expresión, que no será detenido ilegalmente ni acosado y que recibirá un juicio imparcial.

      Cuando aún no era presidente de Estados Unidos, Abraham Lincoln dijo: “El objetivo legítimo del gobierno es realizar para una comunidad labores que esta necesita, pero cuyos miembros, por sí solos, no pueden llevar a cabo, o al menos no pueden hacerlas igual de bien”. Si una administración lucha por conseguir tan altas metas, el ciudadano suele confiar en ella.

      Sin embargo, el cinismo y la sospecha parecen haber reemplazado a la confianza. En un reciente estudio efectuado en Estados Unidos, el 68% de los encuestados opinó que la ética del comportamiento de las autoridades federales dejaba bastante —o incluso mucho— que desear. En numerosos países, la opinión pública sobre los funcionarios se ha visto afectada por escándalos de soborno y corrupción en las más altas esferas. Es comprensible que cada vez haya más desconcierto entre la población.

      El buen ejemplo del rey Salomón

      Hay un ejemplo de la antigüedad que ilustra cuánta influencia pueden tener los valores de los gobernantes. El rey Salomón ejerció su dominio sobre las doce tribus de Israel entre los años 1037 y 998 antes de la era común. Su padre, David, fue uno de los monarcas más importantes de la nación y, según indica la Biblia, se destacó por su amor a la verdad y la justicia, y, sobre todo, por su confianza absoluta en Dios, valores que luego transmitió a su hijo.

      El Dios todopoderoso se apareció a Salomón en un sueño y le dijo: “¡Pide! ¿Qué quieres que te dé?” (2 Crónicas 1:7). En vez de solicitarle grandes riquezas, gloria personal o triunfos políticos, Salomón manifestó cuáles eran los valores que apreciaba al pedir un corazón sabio, entendido y obediente que le permitiera gobernar bien a la nación de Israel.

      ¿Qué efecto tuvo en sus súbditos su reinado? Durante todo el tiempo en que Salomón se mantuvo fiel a los valores espirituales de la nación, Dios le otorgó sabiduría, gloria y riquezas, lo que dio pie a una prosperidad material atestiguada por la arqueología. El libro The Archaeology of the Land of Israel (Arqueología de la tierra de Israel) señala: “Gracias al floreciente comercio y a las riquezas que llegaban a la corte desde los cuatro puntos cardinales, [...] se produjo en poco tiempo una gran revolución que incidió en todo aspecto del desarrollo material”.

      Ciertamente, la buena administración de este rey se tradujo en paz, seguridad y felicidad para su pueblo. “Judá e Israel continuaron morando en seguridad, cada uno debajo de su propia vid y debajo de su propia higuera, desde Dan hasta Beer-seba, todos los días de Salomón.” (1 Reyes 4:20, 25.)

      El mal ejemplo del rey Salomón

      Por desgracia, este monarca cayó en el mismo error que muchos líderes de la actualidad: fue cambiando sus valores. La Biblia dice que “llegó a tener setecientas esposas, princesas, y trescientas concubinas; y poco a poco sus esposas le inclinaron el corazón. Y al tiempo en que envejeció Salomón aconteció que sus esposas mismas habían inclinado el corazón de él a seguir a otros dioses; y su corazón no resultó completo para con Jehová su Dios como el corazón de David su padre” (1 Reyes 11:3, 4).

      ¿Qué efecto tuvo en sus súbditos aquel cambio de valores? Pese a ser un monarca capaz y sabio, se volvió un tirano al final de su reinado. A fin de sufragar los grandes gastos de su administración, impuso a la economía del país una pesada carga. Propició así el descontento general de los trabajadores y la oposición de rivales que intentaron suplantarlo en el trono. De este modo provocó la pérdida de la cohesión nacional e, irónicamente, demostró la veracidad de sus propias palabras: “Cuando los justos llegan a ser muchos, el pueblo se regocija; pero cuando alguien inicuo gobierna, el pueblo suspira” (Proverbios 29:2).

      Poco después de morir Salomón, la agitación política y la desconfianza ocasionaron la división del país y dieron paso a un período de dificultades, desunión y decadencia. La nación se hundió en el desconcierto. El gobierno había cambiado sus valores y se había olvidado de los intereses del pueblo. El error radicaba en que los dirigentes habían prescindido de Jehová y sus leyes. Como consecuencia, toda la nación resultó perjudicada.

      La actual generalización de la desconfianza

      En los círculos políticos, comerciales y religiosos no es frecuente que impere la preocupación por mantener altos valores, lo que fomenta la desorientación entre la ciudadanía. Cada vez hay más políticos y otros líderes incapaces de solucionar los problemas básicos de su país.

      Por ejemplo, no logran poner freno a la guerra, al alza de los costos de la salud pública, al narcotráfico y sus lacras ni a la crisis del sistema educativo. Hay gobiernos que hasta patrocinan los juegos de azar. Y muchas figuras del comercio y la religión provocan grandes decepciones por su corrupción e inmoralidad. No es de extrañar que se generalice la desconfianza en la integridad de los dirigentes.

      ¿Será posible que algún gobierno logre salvaguardar y promover los derechos y valores humanos más esenciales? Ciertamente lo es, como veremos en el artículo que cierra esta serie.

      [Comentario de la página 7]

      “LA CODICIA, EL EGOÍSMO Y LA INSOLIDARIDAD [...] PARECEN ADUEÑARSE DEL MUNDO.” (INTERNATIONAL HERALD TRIBUNE.)

      [Ilustraciones de la página 8]

      Durante el tiempo en que Salomón obedeció las leyes de Dios, transmitió elevados valores a sus súbditos

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